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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
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PSICOTHEMA
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Psicothema, 1992. Vol. Vol. 4 (nº 2). 531-542




EVALUACIÓN DE PROGRAMAS RESIDENCIALES DE SERVICIOS SOCIALES PARA LA INFANCIA. SITUACIÓN ACTUAL Y APORTACIONES DE LOS ENFOQUES ECOPSICOLÓGICOS

Jose FERNÁNDEZ DEL VALLE

Facultad de Psicología. Universidad de Oviedo

Los problemas relacionados con las medidas de institucionalización en la infancia forman parte de los estudios clásicos de la psicología del desarrollo. En este artículo se revisa la situación actual de los programas residenciales de servicios sociales para la infancia y las teorías clásicas que trataron de explicar los efectos perjudiciales del internamiento mediante procesos psicodinámicos. Se propone una interpretación de estos efectos en términos de la inadecuación del diseño de estos programas y se expone la necesidad de proceder a valoraciones rigurosas de este tipo de intervenciones residenciales. Finalmente, se revisan brevemente algunas aportaciones de los enfoques ecopsicológicos en evaluación para esta tarea.

Palabras clave: Institucionalización; Evaluación de programas; Evaluación de contextos; Servicios sociales; Infancia.

Evaluation of social services housing programs for children. Current situation and contributions of the ecopsychological trends. The problems related to childhood institutionalization take part of the classic studies of developmental psychology. This paper analyses the current situation of the social services housing programs for children besides those psichodinamic theories that have tried to explain the undiserable psychological effects of institutionalization. These effects will be understood as a consequence of the inadequated program design, in a way that it makes necessary an accurate analysis of this kind of housing interventions. Finally, some contributions of the ecopsychological trends on measurement are reviewed.

Key words: Institutionalization; Program evaluation; Context assessment; Social services; Childhood.

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Uno de los principales recursos sociales para hacer frente al problema de la infancia maltratada (incluyendo los problemas de abandono o semiabandono) ha sido el de las instituciones de guarda de menores (casas cuna, hogares infantiles, centros de protección, hogares funcionales, etc.).

Al mismo tiempo que han proliferado estas instituciones (al menos en nuestro país de forma muy importante en este siglo con la creación de la Obra de Protección de Menores, el Auxilio Social y las competencias de las Diputaciones sobre los huérfanos y expósitos) se han realizado estudios que alertaban de la enorme peligrosidad de la institucionalización para los menores.

La situación en la actualidad es de crítica contundente contra este tipo de recurso (aunque sea en pisos o microrresidencias) y es frecuente encontrar en nuestros días a Spitz o Bowlby como referencias de peso para estos planteamientos. Sin embargo, la infancia maltratada o en situación de desamparo, como legalmente se define, va en aumento y los servicios sociales intentan afrontar el problema con programas de tratamientos en el medio familiar o acogimientos temporales en familias sustitutas y otras medidas no institucionalizadoras. Las dificultades surgen cuando estas medidas no pueden llevarse a cabo en todos los casos y el único recurso inmediato (estas situaciones, obviamente, son urgentes) es el alojamiento alternativo a la familia. Al ser recurso en extinción por considerarse perjudicial, estos centros carecen de programas de intervención que den una respuesta a la altura de lo que ocurre con otros programas sociales, cerrando así una profecía autocumplida sobre el papel negativo de este recurso.

En este artículo se intenta analizar la crítica sobre las instituciones de menores, especialmente su carácter molar e inespecífico, y se reclama para este ámbito aplicado las mismas garantías científicas que otros vienen desarrollando desde hace tiempo (salud mental, educación, intervención comunitaria). Se propone además un enfoque ecopsicológico para la valoración de este tipo de programas.

LA PRIVACION MATERNAL EN LA INSTITUCION

Uno de los temas más debatidos en la psicología del desarrollo ha sido el de los efectos de las primeras experiencias, especialmente la relación con la figuras parentales, en el futuro desarrollo del niño. Este tema ha tenido una gran incidencia en la crítica a las instituciones residenciales por su utilización del niño institucionalizado como sujeto principal en sus investigaciones, planteándolo generalmente como situación opuesta al niño criado al amparo de los cuidados maternos en el contexto del hogar familiar.

Esta estrategia metodológica, en apoyo de la tesis que ensalza la importancia de la figura materna para el adecuado desarrollo del niño, ha contribuido a una concepción maniqueísta entre el gran público, y desgraciadamente también entre muchos profesionales y responsables administrativos, que ven la institución como instrumento nocivo generador de todo tipo de trastornos, mientras la familia constituiría el lugar idílico donde el niño se desarrollaría plenamente al amparo del cuidado maternal. Conviene revisar brevemente estos supuestos.

En los años cuarenta se suceden una serie de estudios que tratan de poner en evidencia la situación de los niños, especialmente los más pequeños, que son ingresados en diversas instituciones (hospitales, orfanatos, reformatorios, casas cuna, etc.), y los trastornos que sufren.

Sin duda, uno de los primeros autores en abordar el tema y que con más frecuencia se suele citar es Spitz (1945, 1946a, 1946b).

Su concepto de "hospitalismo" ha sido uno de los más utilizados como síndrome generado por la institucionalización en los primeros meses de vida. Las críticas que ha sufrido Spitz han sido muy serias, especialmente en los aspectos metodológicos (control de variables, instrumentos de medida empleados, etc.). Fundamentalmente, se ha dicho que sus resultados se deben al hecho de haber realizado sus estudios en instituciones enormemente deficitarias, donde los niños eran víctimas de malnutriciones y enfermedades crónicas que podrían ser las causas de las graves perturbaciones del desarrollo encontradas (incluidas las altas tasas de mortalidad descritas) (Mussen, Conger y Kagan, 1976).

Sin embargo, el autor que desarrolla el concepto de privación maternal y que va a desencadenar amplias controversias sobre el tema es Bowlby (1951). Recogiendo varios estudios de la época, entre ellos el de Spitz, este autor habla de la importancia del cuidado materno en las primeras etapas de la vida en términos de que "...el amor maternal en la infancia y la niñez es de tanta importancia para la salud mental como lo son las vitaminas y proteínas para la salud física..." (Bowlby., 1951, pág. 193). La privación maternal sería por tanto la falta de ese contacto del niño con la madre basado en "...el calor, la intimidad y la relación constante..." (pág. 13).

Sin embargo Bowlby matiza que la privación maternal es una situación que se puede dar tanto en el propio hogar, cuando la madre convive con el niño pero es incapaz de proporcionarle el cuidado que requiere, como en una institución donde no existe alguien directamente encargado del niño ya que... "El efecto de esta privación resultará relativamente leve si el niño lo atiende alguien con quien se ha encariñado y en quien confía, pero puede ser grave si la madre adoptiva, aún cuando sea amable, le es extraña." (pág. 14).

Presentado así, el concepto de privación maternal, abarcaría muy distintas situaciones y no todas ellas en el contexto institucional, sino en el familiar cuando los padres no ejercen adecuadamente sus deberes (Ainsworth, 1963).

Los efectos que conllevan estas experiencias de privación serían muy diferentes, destacando el retraso intelectual y especialmente el del lenguaje (Goldfarb 1945a, 1945b; Spitz, 1946b), el retraso y deficiencia en el crecimiento (Bakwin, 1949), y de forma muy especial la incapacidad para establecer relaciones afectivas profundas con los demás. Todos los autores implicados en estos estudios han enfatizado el carácter de irreversibilidad, o al menos de negativo pronóstico para el tratamiento de los trastornos así originados.

No cabe duda de que el término de privación maternal resulta demasiado extenso como para ser adecuadamente manejable, y sobre todo, para ser utilizado como factor etiológico bien diferenciado de las graves perturbaciones del desarrollo observadas en instituciones. Desafortunadamente, estos autores al haber dedicado sus esfuerzos a la privación maternal que sobreviene en la institución, han contribuido a crear la idea de que institución es igual a privación maternal.

En este sentido, Prugh y Harlow (1963) llaman la atención sobre la privación maternal en el contexto familiar, a la que prefieren llamar privación encubierta. Critican a Bowlby en el sentido que se acaba de exponer, de haber remarcado excesivamente la privación institucional, cuando "...la presencia física de los padres o de alguien que haga sus veces no garantiza la satisfacción afectiva del niño, especialmente si la persona en cuestión no es capaz de tolerar ningún comportamiento disruptivo del pequeño." (pág. 14). Por otro lado señalan "...las experiencias que recientemente se han llevado a cabo en guarderías y centros residenciales de tratamiento, en los que han ingresado niños trastornados procedentes de familias completas pero con graves anomalías, han demostrado que el hogar no siempre constituye el medio ambiente más favorable para el desarrollo del niño; por el contrario, a veces se observa que al extraerlo de su casa empieza a madurar y desarrollarse." (pág.14).

En su obra clásica de revisión de este tema, Rutter (1972) trata de estudiar de una forma rigurosa cada uno de los efectos negativos de esa privación, tratando de discriminar distintos factores desencadenantes, rechazando el simplismo de explicarlo por una falta de relación amorosa con la madre. Según este autor, la afirmación de Bowlby de que el amor de la madre es tan importante para el desarrollo del niño como las vitaminas o las proteínas "...ha conducido a algunas personas (erróneamente) a dar una importancia casi mística a la madre, y considerar el amor como el único elemento importante en la crianza del niño." (pág. 123). En esos mismos años, Fernández-Ballesteros (1973), concluía en un estudio sobre el tema que "En todas las realizaciones empíricas sobre la privación familiar, se ha hecho un excesivo hincapié, a nuestro juicio, en el cariño materno (o sustituto), despreciando, en cierta medida, otros aspectos de las relaciones intrafamiliares." (pág. 6).

La consecuencia de todo ello ha sido la crítica contundente e indiscriminada del las instituciones acogedoras de menores. Ante esta situación poco parece importar que algunos autores hayan afirmado reiteradamente que "...la ecuación internado = situación nociva para el deficiente (el llamado síndrome de hospitalismo y/o institucionalización) resulta falsa y se ha formulado antes de la realización de estudios de validación diferencial acerca de la eficacia y diagnóstico de contextos (settings) o climas de los distintos tipos de instituciones residenciales." (Pelechano, Báguena y Botella, 1982, pág. 12). Aunque la frase se refiere a instituciones para deficientes, creemos que es perfectamente aplicable a los centros de protección de menores.

LA PRIVACION ESTIMULAR: UNA INTERPRETACION OPERATIVA

La investigación con animales ha dado lugar a la comprobación de los efectos que en las primeras experiencias tiene la privación de determinados estímulos y sus efectos en la conducta adulta. Los estudios de Harlow y colaboradores (Harlow, 1958; Harlow y Zimmermann 1959, Harlow y Harlow, 1970) han sido probablemente los de mayor relevancia. Otros autores que se han destacado en el estudio del problema del aislamiento y las diferentes privaciones de estímulos (Melzack y Scott, 1957; Hein y Held, 1967, etc.) han reforzado la idea de que la privación estimular en las primeras etapas de la vida puede tener efectos graves y muy persistentes a lo largo del posterior desarrollo. Pero quizás la conclusión más importante, como indica Rutter (1972), haya sido que la privación de un estímulo concreto suele tener un efecto también relativamente concreto. La privación de estimulación visual tiene su efecto sobre la habilidad para desarrollar conductas guiadas visualmente, la privación de alimento tiene su impacto principal sobre el desarrollo somático, la privación social provoca conductas de temor a situaciones novedosas, etc.

Por tanto, si bien queda patente que determinadas experiencias en fases tempranas del desarrollo pueden generar graves trastornos, también queda claro que es más útil y más adecuado hablar de privaciones concretas de estimulación que de la privación de una figura materna, como concepto abstracto. En todo caso lo que se ha entendido como privación materna debería operativizarse en cuanto al tipo de estimulación que supone el cuidado materno y, por tanto, el tipo de estimulación del que se vería privado el niño con su pérdida.

El énfasis se debería poner, no tanto en la separación de la madre, sino en la calidad de las relaciones que se establezcan entre el niño y el ambiente en que se desarrolla, del que la persona encargada de él (madre, padre, educador, enfermera, etc.), es una parte importantísima, y de forma muy especial, en el intercambio de estímulos que entre ellos se establece. Como Rutter afirma (1972) "Mientras que la pérdida es probablemente un importante factor de alguno de los síndromes relacionados con "privación maternal", una revisión de la evidencia indica que en la mayoría de los casos el daño resulta de la carencia o distorsión de cuidados bastante más que de cualquier forma de pérdida".(pág. 125).

Nuestro planteamiento es que esta carencia o distorsión de cuidados refleja perfectamente lo que ha sucedido y sucede, en las instituciones de menores. Los efectos dramáticos de las instituciones estudiadas en los años cuarenta se deben no al hecho de separar al niño de su madre, sino a las graves deficiencias ambientales de todo tipo que presentaban. Más que una denuncia de lo nocivo que resultaba el hecho de la separación familiar y la institucionalización, estos estudios se deberían haber entendido como una clamorosa denuncia de la situación de estos centros y de las condiciones tan deficitarias en que en los mismos eran criados miles de niños.

Una importante ventaja del acercamiento al problema en términos de privación estimular, favorecida por una orientación basada en teorías del aprendizaje, frente a una interpretación de privación maternal, basada en teorías psicodinámicas, es la posibilidad de establecer el tipo de déficit producido en relación a las variables ambientales (estimulares) que lo produjeron o lo mantienen, con fines de intervención. El ensayo de estas evaluaciones con fines de intervención (a la manera de los análisis funcionales de la conducta) ha abierto las posibilidades de una recuperación que se pronosticó muy improbable (como no podía ser de otra manera desde el modelo en que se enunciaban).

La fuerza con que han arraigado en la mente de los ciudadanos y los políticos esos primeros estudios sobre los efectos perjudiciales e irreversibles de la institucionalización, sólo están siendo superados tras muchos años de trabajos y conclusiones en el sentido contrario (Hobbs y Robinson, 1982). La evidencia de que los niños que han sido trasladados de un ambiente educativo empobrecido a otro más estimulante obtienen sustanciales ganancias en su desarrollo cognitivo y adaptación, ha sido puesta de manifiesto en numerosos estudios desde hace tiempo (entre ellos Clarke y Clarke, 1954, 1959; Rutter, 1972; Skels, 1966).

Hobbs y Robinson (1982), en una revisión de estos y otros estudios (Kagan y Klein, 1973; Kagan, 1976; Tizard y Rees, 1974; Bronfenbrenner, 197 Clarke y Clarke, 1976; Feuerstein, 1980) llegan a las siguientes conclusiones:

- Los primeros años de la vida del niño son importantes para el desarrollo del individuo humano, pero ello no significa que las etapas posteriores no lo sean también.

- El niño es notablemente resistente a los efectos ambientales adversos, a no ser que se prolonguen indefinidamente.

- Las privaciones tempranas en la experiencia pueden ser subsanadas, aunque para ello se requiera un importante esfuerzo.

Todas ellas apuntan a la posibilidad de que los centros residenciales puedan, no sólo dejar de ser una especie de Caja de Pandora, sino recuperar una función de rehabilitación de aquellos menores que han pasado por una experiencia de falta de cuidados por parte de su familia. Al mismo tiempo, de estos estudios se deduce el error de haber hecho un excesivo énfasis sobre los cuidados en los primeros años de vida, en detrimento de los menores que eran institucionalizados en etapas posteriores de la infancia y en la adolescencia. De hecho, a la vista está la diferencia de preocupación por parte de los investigadores, dedicados durante décadas a los efectos de la privación en las primeras etapas, olvidando a los niños mayores y adolescentes institucionalizados (Fernández-Ballesteros, 1973; Fernández del Valle, 1984).

En síntesis, creemos que las discusiones sobre el tema se han movido dentro de una serie de bipolaridades que podríamos representar del siguiente modo:

Primeros años - Infancia y adolescencia

Amor, afecto - Estimulación

Cuidados maternos - Cuidados sustitutivos

Los conceptos confrontados en la parte izquierda representan la tradicional preocupación de la investigación sobre el problema de la separación temprana de la madre y la carencia de afecto que supone. Frente a ella, proponemos que el estudio de los programas residenciales de menores debe centrarse en la estimulación que el contexto ofrece, así como en la consistencia de los cuidados sustitutivos que se proporcionan, y todo ello sin olvidar ninguna etapa del desarrollo infantil y adolescente.

Curiosamente, mientras en otros ámbitos de la psicología aplicada los modelos ambientalistas han predominado en las últimas décadas, en este que aquí nos ocupa, la supervivencia de conceptos como hospitalismo o privación maternal hacen pensar en la persistencia de modelos psicodinámicos desde los cuales el diseño de ambientes educativos o programas de socialización y aprendizaje se han soslayado.

La conclusión que nos interesa extraer es la carencia de un abordaje serio del funcionamiento de este tipo de centros, o lo que es lo mismo, la evaluación de estos centros y no únicamente de los menores que lo habitan y sus familias. Tras cincuenta años de fuertes críticas hacia estas instituciones quedan muchas cuestiones sin debatir mediante planteamientos rigurosos y científicos. Parece evidente la necesidad de aplicar un nuevo enfoque a esta problemática, que no se centre sólo en el niño, sino que tome como objetivo de estudio a la propia institución. Como se verá en el próximo apartado existen hoy día importantes medios técnicos para proceder a la evaluación del contexto en el que el individuo se desarrolla, y sólo de esta forma se podrá valorar el tipo de déficits que cada centro plantea, con la finalidad de planificar una adecuada intervención.

ALGUNAS APORTACIONES DE LOS ENFOQUES ECOPSICOLOGICOS A LA EVALUACION DE LOS PROGRAMAS RESIDENCIALES DE MENORES

Los estudios desarrollados en este tipo de centros residenciales se han dirigido casi exclusivamente al examen del desarrollo de los menores internos y pocas veces han abordado la investigación acerca de qué tipo de factores contextuales son los que pueden explicar estas carencias. En este sentido, una psicología muy centrada en las construcciones intrapsíquicas ha dominado el tema, y las referencias a los contextos ambientales de estas residencias son escasos.

En este apartado trataremos de revisar algunas de las posibilidades de una evaluación/valoración de este tipo de programas residenciales desde una perspectiva multidimensional. Para ello, se parte de la importancia actual de la evaluación de contextos ambientales, que sin olvidar a los sujetos, trata de traer a primer plano el ambiente para estudiarlo en todas sus variables y dimensiones pertinentes (Fernández-Ballesteros, 1982, 1987). Proponemos que es este tipo de estrategia de evaluación el que puede permitir valorar los efectos (nocivos o no) de la pluralidad de variables presentes en instituciones.

Desgraciadamente, la crítica a estos centros no ha partido de este tipo de cuestionamientos sino de otro tipo de evaluaciones que, paradójicamente, centrándose en los individuos finalizaba diagnosticando a las instituciones.

Referido a la evaluación psicológica se ha dicho que ha pasado de ser una disciplina a través de la cual se pretendía la clasificación y descripción de los sujetos humanos en base a un puñado de características psicológicas, a ocuparse del análisis del sujeto en su contexto y, a través del trabajo interdisciplinario, a la propia evaluación y valoración de contextos desde una perspectiva ecopsicológica (Fernández Ballesteros, 1982).

Desde esta perspectiva, consideramos que la transición desde un centramiento casi exclusivo en el sujeto hacia la elección de específicos ambientes como sujetos de evaluación es especialmente relevante para la evaluación de programas residenciales de menores.

Precisamente en los trabajos sobre menores institucionalizados se deja ver claramente esta tendencia. En concreto en nuestro país existen varios estudios que tratan de esta problemática con descripción de los menores en sus distintos aspectos psicológicos (Arana y Carrasco, 1980, Ortiz, 1982, Rubio Larrosa 1985, etc.). En todos ellos se concluye la precaria situación social familiar, así como el déficit de habilidades intelectuales, la alteración de algunos rasgos de personalidad, retraso psicomotriz, etc. Sin embargo, los estudios de este tipo de residencias desde una perspectiva ecopsicológica, como necesarios complemento y marco de estas variables, no ha tenido un desarrollo paralelo.

Asumiendo la clasificación de variables propuesta por Fernández-Ballesteros (1983) para la evaluación de contextos ambientales, se requeriría cubrir los siguientes grupos de variables:

-Físico arquitectónicas y del emplazamiento: en el que se encuadran aquellas variables que se refieren no sólo al edificio en su estructura y mobiliario, sino también al emplazamiento de la residencia con referencia a la comunidad en que se inserta y las relaciones que esto permite con el entorno vecinal y sus recursos.

-Sociodemográficas de los habitantes: como descripción o caracterización tanto de los usuarios residentes como del personal en cuanto a su situación sociofamiliar, edades, y otras variables relevantes.

-Organizativas y de funcionamiento: que trata de aglutinar las medidas referentes al tipo de estructura que existe en la residencia en aspectos como la dependencia administrativa, las funciones del personal, suficiencia de plantillas, presupuestos, etc. Asimismo se valora el proceso de intervención educativa en cuanto a su planificación, evaluación y participación de personal y usuarios, etc.

-Psicosociales: se entiende por psicosociales en este contexto aquel tipo de variables que hace referencia a aspectos del ambiente social que se estudian a través de la percepción de los propios sujetos habitantes. Tales son las sociometrías, estudios de redes de apoyo social, clima social, etc.

-Conductuales: en este apartado se introducen los aspectos más tradicionales de la evaluación psicológica, centrándose en los residentes o usuarios y valorando sus habilidades intelectuales, rasgos de personalidad, desarrollo psicomotriz, etc.

-Interactivas: por último en este apartado se recogen las variables que tratan de evaluar las interacciones que se producen tanto entre los habitantes de este contexto entre sí, como entre éstos y otras personas significativas del exterior.

Para cubrir este amplio rango de variables y categorías de evaluación podríamos contar con los principales enfoques metodológicos de la evaluación ambiental que pasamos a comentar brevemente.

1. Psicología Ecológica

Uno de los autores que más interés ha mostrado por las relaciones entre el hombre y el medio en el que se desenvuelve es Barker (Barker y Wright,1955; Barker, 1968) originando una serie de estudios que dieron lugar a lo que él mismo denominó psicología ecológica. Como Wicker (1979) indica sus trabajos llevaron a muchos psicólogos a apreciar la importancia de:

a) El estudio de la conducta humana en su contexto natural.

b) Analizar los ambientes en un nivel más molar que el de estímulo.

La unidad ambiental básica en este enfoque es el "behavioral setting" o escenario de conducta, definido como ..."un patrón estable de conducta junto con su contexto, comprendiendo la parte del medio al cual la conducta está vinculada y con el cual tiene una relación sinomórfica" (Barker y Wright, 1955, pág. 9). El término de escenario conductual intenta dar cuenta de aquellos comportamientos que de forma sistemática se repiten en determinados lugares o momentos, y que por tanto no están ligados a individuos concretos. Una ceremonia religiosa, una conferencia, un partido de baloncesto, etc., serían escenarios conductuales donde se pueden delimitar aspectos físicos estables que propician o son sinomórficos con determinados comportamientos o patrones también prevalentes. Independientemente de las personas concretas que se hallan en el contexto, se observarán patrones de respuestas estables favorecidas por características del contexto físico.

Lo sugerente del concepto de escenario conductual y su utilización para investigar los diferentes patrones de respuestas que en un específico ambiente ejecutan los sujetos en relación a variables ambientales, no pudo ocultar las dificultades de la metodología observacional tal y como fue utilizada por Barker, a través de registros narrativos en contextos naturales.

Sin embargo, hoy día con el perfeccionamiento de las técnicas de observación sistemática y los importantes avances en el análisis de datos procedentes de la observación (véase como ejemplo Anguera 1991) quizás sea el momento de recuperar algunas propuestas de la psicología ecológica para analizar contextos ambientales específicos.

En nuestro caso, la necesidad de evaluar a través de la observación la relación que existe entre las conductas de los menores residentes y las variables ambientales diseñadas, puede ser cubierta con algunos conceptos de la psicología ecológica.

2. Ecología Social

El enfoque de la ecología social de Moos (1973) asume que los ambientes al igual que las personas tienen su propia personalidad. Existen ambientes controladores y rígidos, o bien ambientes tolerantes y distendidos, y del mismo modo se podrían poner muchos ejemplos de clasificación de ambientes en términos que usualmente destinamos a las personas.

Moos y sus asociados en el laboratorio de Stanford han desarrollado una serie de investigaciones a través de las cuales han obtenido las dimensiones más relevantes de clima social en distintos contextos (ambientes psiquiátricos, educativos, comunitarios, institucionales, etc.). Con ello han desarrollado una serie de instrumentos de evaluación denominadas Escalas de Clima Social (versión castellana en TEA, 1985) que permiten apreciar las características que el ambiente posee para las personas del contexto. La importancia de esta evaluación viene dada por el hecho de la correlación que existe entre estas variables del contexto y el comportamiento y bienestar de los individuos que en él habitan (Insel y Moos, 1974).

El interés de esta evaluación para la valoración de programas residenciales queda así de manifiesto, aunque añadiríamos el interés que puede tener algún análisis complementario como las diferencias en la percepción del clima social entre usuarios de la institución y el staff.

3. Enfoque conductual

Cuando se trata de dar relevancia a factores ambientales no cabe duda de que un lugar destacado lo ocupa el enfoque conductual. En el terreno de la psicología ambiental una de las aportaciones que más nos interesa recoger aquí es el del estudio de contextos mediante la elaboración de mapas conductuales. Este término, que ha sido empleado en ocasiones con acepciones bastante diferentes supone básicamente "un dibujo a escala de un espacio físico en el que cada área está rotulada de acuerdo con las clases de conducta que se espera ocurran allí" (Ittelson, Rivlin y Proshansky, 1978, pág. 846). La utilización de los mapas conductuales y su relación con otras técnicas complejas como los formatos de campo (Anguera, 1987) permiten realizar una cartografía conductual en un determinado contexto.

Por otro lado, la observación sistemática de interacciones en un contexto puede permitir aplicando técnicas como el análisis secuencial, hallar patrones característicos de contingencias, dando lugar a un análisis más explicativo de la conducta institucional.

El uso de estas estrategias de evaluación a través de estudios rigurosos de observación en residencias de menores nos permitiría evaluar adecuadamente si los espacios que se diseñan en las instituciones realmente se corresponden con las conductas que se esperan, y por otro lado, si los patrones de conductas y de interacción educativa y relacional son los más adecuados para los fines que se persiguen.

4. Ecología del desarrollo

Con este término ha denominado Bronfenbrenner (1979) su intento de estudiar sistemáticamente los procesos a través de los cuales los ambientes afectan el curso del desarrollo infantil. En este modelo, el ambiente ecológico se concibe como una serie de estructuras concéntricas en las que cada una está contenida en la siguiente, y a las que denomina micro-, meso-, exo- y macro-sistemas.

En concreto el microsistema sería "...un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y materiales particulares" (Bronfenbrenner, 1979, pág. 41). Se correspondería con el contexto familiar, la escuela o en nuestro caso una residencia de menores. Son contextos donde el sujeto interactúa con otros en formas que afectan determinantemente a su desarrollo.

Bronfenbrenner propone la evaluación de los microsistemas según su potencial de desarrollo, esto es, la capacidad que tienen para proporcionar experiencias de aprendizaje a los sujetos en desarrollo. Para ello elabora una serie de aspectos a evaluar que no serían otra cosa que los componentes de un microsistema. Tales serían las actividades molares que en la medida en que sean realizadas por el niño son indicador del grado y naturaleza del desarrollo psicológico que se está potenciando, y en cuanto son ejecutadas por otras personas presentes en la situación son indicador de la estimulación que el medio ofrece; las estructuras interpersonales, analizadas como la forma y consistencia que adoptan las relaciones personales que se dan en un microsistema; y los roles sociales observables en el microsistema, que son importantes ya que "el desarrollo humano se facilita a través de la interacción con personas que ocupan una variedad de roles, y a través de la participación en un repertorio de roles que se amplía constantemente" (Bronfenbrenner, 1979, pág. 127). En nuestro caso los roles que despliega el educador en su interacción con el menor, así como el modo en que el programa residencial permite la interacción con otros roles externos, pueden configurarse como un indicador muy importante de la adecuación del programa residencial.

CONCLUSIONES

Hemos pretendido situar el problema de las medidas de alojamiento alternativo para menores en situación de riesgo familiar, maltrato o abandono, en unas coordenadas operativas y de las cuales se puedan deducir directrices de intervención y valoración de estos programas.

Una crítica como la que se viene realizando, referida a macroinstituciones que hoy día prácticamente no existen, utilizando conceptos psicodinámicos surgidos de investigaciones de los años cuarenta, sólo puede conducir a la calificación negativa de este tipo de recursos sociales pero sin aportar elementos de mejora de estos programas.

La búsqueda de los efectos negativos de la institucionalización en las propias condiciones ambientales de estas residencias, incluyendo tanto el aspecto físico-arquitectónico, como los principios de segregación, inspiración de beneficencia en que se sustentaron, la escasez y falta de cualificación del personal, entro otros muchos factores, nos conduce a conclusiones bien distintas, pero sobretodo más operativas.

Efectivamente, las ciencias sociales y la psicología en concreto, están en condiciones de desarrollar instrumentos de evaluación y programas de intervención que no sólo no perturben el desarrollo del niño sino que puedan ayudar a superar los retrasos y trastornos con que estos menores ingresan en las residencias.

Se ha propuesto que un aspecto esencial es disponer de una adecuada metodología de evaluación para estos contextos, con lo que podrá existir un adecuado control de los programas que en ellos se desarrollan, dentro de lo que se ha dado en llamar la valoración de intervenciones sociales (Fernández-Ballesteros, 1983). Para ello, se han sugerido las aportaciones de algunos enfoques de la psicología ambiental, ya que una residencia de menores es ante todo un ambiente diseñado para, de forma temporal, potenciar la socialización y la adaptación de unos sujetos cuyas familias no ejercen estas funciones. Considerando el ambiente de forma compleja, tal como se ha propuesto en las categorías de variables a analizar, proponemos que la evaluación del contexto residencial es un procedimiento idóneo para evaluar la calidad de un programa residencial.

Como es lógico, se requiere ir desarrollando instrumentos concretos de evaluación que permitan ir cubriendo estos objetivos, a través de trabajos de investigación (véase como ejemplo Fernández del Valle y Fernández-Ballesteros, 1991) y muy especialmente del establecimiento de la necesidad de abordar la valoración de estos programas residenciales con el mismo rigor con que en otros ámbitos ya se viene realizando.

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