La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 1993. Vol. Vol. 5 (nº 1). 185-199
Anastasio OVEJERO BERNAL
Universidad de Oviedo
Leon Festinger, de origen judío, nació en Nueva York en 1919, mostrando una precoz tendencia hacia la psicología, comenzando muy pronto a desarrollar una actividad científica que a lo largo de casi 50 años se fue plasmando en innumerables publicaciones de enorme interés. En efecto, ya a los 31 años publica su conocida Teoría de la comunicación social informal (1950), a los 35 su influyente Teoría de la comparación social (1954) y a los 38 la teoría más famosa de toda la psicología social, su Teoría de la disonancia cognoscitiva (1957).
1. Introducción: La forja de un clásico
Parafraseando al escritor Stanislaw Lem, quien afirmaba que si Newton o Galileo hubiesen muerto en su infancia, la mecánica clásica se hubiera desarrollado igual, aunque con un ligero retraso, pero que si Dostoievski hubiera sido ejecutado y Picasso hubiera muerto en la Primera Guerra Mundial, no hubiéramos tenido ni un Crimen y Castigo ni un Guernica, escribía Robert Zajonc (1991) en el Obituario de Festinger, que no por azar le encargó la American Psychologist, que seguramente podemos decir que si no se hubiese dado la configuración de genes y experiencia que dio como resultado un hombre llamado Leon Festinger, no hubiéramos tenido una teoría de la disonancia cognoscitiva ni la psicología social sería lo que es hoy día. E incluso, añade Zajonc, en mi opinión un tanto exageradamente, es dudoso que hubiera surgido la psicología social experimental como disciplina. Tal es la importancia que para la psicología social psicológica y experimental tiene festinger.
Leon Festinger, de origen judío, nació en Nueva York en 1919, mostrando una precoz tendencia hacia la psicología, comenzando muy pronto a desarrollar una actividad científica que a lo largo de casi 50 años se fue plasmando en innumerables publicaciones de enorme interés. En efecto, ya a los 31 años publica su conocida Teoría de la comunicación social informal (1950), a los 35 su influyente Teoría de la comparación social (1954) y a los 38 la teoría más famosa de toda la psicología social, su Teoría de la disonancia cognoscitiva (1957).
Pero mucho antes aún, en concreto un año antes de terminar su bachillerato, publicó Festinger, junto con Max Hertzman, un trabajo seminal en la Journal of Experimental Psychology justamente sobre el nivel de aspiración. Fue precisamente Hertzman quien le convenció, al terminar el bachillerato, para que fuera a estudiar psicología con Kurt Lewin, psicólogo social alemán, también judío, que por esas fechas llevaba ya unos años en los Estados Unidos, tras su exilio huyendo de la barbarie nazi y que también estaba muy interesado en el estudio de los niveles de aspiración. De esta manera, en septiembre de 1939 llega Festinger a la Universidad de lowa para trabajar con Lewin que, sin duda ninguna, será su más influyente maestro. Poco después, a los 23 años, publica Festinger (1942) la mejor elaboración que existe hasta el momento sobre el análisis del nivel de aspiración.
Pero no sólo estudió Festinger en Iowa con Lewin, también lo hizo con el conductista Spence, discípulo destacado de Hull, lo que explica el ramalazo conductista que se trasluce en la obra de Festinger, y con quien publicó un trabajo sobre el apetito de las ratas, que sería la base del artículo que Festinger escribiría después con Lawrence sobre la disonancia en las ratas (Lawrence y Festinger, 1962) y que tanta polémica suscitaría.
No obstante, aunque Festinger es conocido en psicología social y en toda la psicología por la teoría de la disonancia, sin embargo tienen un carácter mucho más psicosociológico sus trabajos sobre la comunicación social y sobre la dinámica de los grupos. En efecto, su teoría de la comparación social, indiscutiblemente más psicosocial que la de la disonancia, tuvo una interesante continuación en otro psicólogo social clásico como es Stanley Schachter (Schachter, 1959; Schachter y Singer, 1962). Es más, a partir de los años 70 los procesos de comparación social fueron cada vez más estudiados (véase por ejemplo Albert, 1977, o Suls y Miller, 1977), hasta constituir, como señala Munné (1989), una de las claves de la actual psicología social europea (Codol, Doise, Lemaine, Tajfel, Turner, etc.).
De otro lado, también sus investigaciones sobre los grupos y su dinámica, de evidente naturaleza psicosocial, se vieron fuertemente influidas por Kurt Lewin. De hecho Festinger estuvo estrechamente vinculado al Research Center for Group Dynamics, que fundara el propio Lewin en 1944, en el ya legendario M.I.T. (Massachussetts Institute of Technology) con el explícito objetivo de unir la teoría y la práctica en el estudio de los grupos, centro del que fue su tercer director, tras el propio Lewin y de Cartwright, y que aún existe hoy día, teniendo su sede, desde 1948, tras la muerte de Lewin, en la Universidad de Michigan. Pero la influencia de Lewin sobre el interés de Festinger por el estudio de los grupos es anterior al "Research Center" y comenzó en el mismo momento en que Festinger llegó a la Universidad de Iowa. En efecto, como ya hemos dicho, Festinger llegó en 1939 a Iowa con el explícito objetivo de estudiar con Lewin Psicología Dinámica (espacios, fuerzas, vectores, etc.) que Lewin incluía en su Teoría de Campo. Pero lo que realmente estaba interesando a Lewin en ese preciso momento era la psicología de los grupos (recuérdese que justamente ese mismo año publica sus famosísimo trabajo sobre liderazgo "democrático" y "autoritario" y clima social, junto con Lippitt y White, 1939).
En resumidas cuentas, la ascendencia de Kurt Lewin sobre Festinger fue tan grande que podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el título de clásico se lo debe Festinger a su maestro Lewin más que a ningún otro. Fue Lewin quien dio un giro copernicano a la psicología social, preparándola para el enorme éxito que tuvo en los años 50 (véase Kaufmann, 1968; Marrow, 1972; Festinger, 1980; Zimbardo, 1988; Blanco, 1988, 1991), pero esto no lo hizo tanto personal y directamente, pues murió pronto, en 1947, cuanto a través de sus discípulos: Barker, Bavelas, Cartwright, Deutsch, French, Heider, Kelley, Lippitt, Pepitone, Schachter, Thibaut, etc., y particularmente, Festinger. De hecho, la psicología social, que a mediados de los años 30 estaba avanzando bajo el impulso de autores como Sherif, Katz o Newcomb, recibió un nuevo impulso de Lewin, adoptando, bajo su influencia, un enfoque nuevo y original. En concreto, Lewin, que había estudiado con el filósofo alemán Cassirer, como nuestro Ortega lo había hecho con Cohen, ambos pertenecientes a la escuela neokantiana de Marburgo, cuya orientación era totalmente contraria al conductismo, dominante en la psicología de aquellos años, fue quien abrió el camino al estudio de una serie de temas "prohibidos" por el conductismo y que fueron tremendamente fructíferos para la psicología social: percepción social, liderazgo, teorías del equilibrio cognitivo, etc. Justamente en esta línea se coloca Festinger que, sin ninguna duda, llegó a ser más conocido que su maestro, al menos si tenemos en cuenta, como más adelante veremos, el número de citas que durante los últimos 30 años le han dedicado los manuales y revistas de psicología social. La razón de ello pudiera estribar, como afirma Munné (1989, p. 206), en que "en el plano teórico, la fertilidad de las ideas lewinianas ha sido relativamente limitada. En efecto, a diferencia de él, y colegas aparte, sus discípulos directos no han elaborado ninguna teoría general de la persona y su comportamiento social, sino teorías limitadas y orientadas a la experimentación..., Festinger sería la excepción confirmatoria de la regla". En este punto, existe bastante unanimidad. Así, Deutsch y Krauss (1970), por no poner sino un sólo ejemplo, afirman que ha sido Festinger el discípulo de Lewin que más ha influido en la psicología social, cosa que pocos dudan. Donde sí existen más dudas es en si tal influencia fue para bien o fue para mal. Pero su influencia fue enorme.
En suma, incluso aquéllos que, como yo mismo, piensan que el paradigma positivista le ha hecho un flaco servicio a la psicología social y, por o tanto, no son precisamente unos fervientes partidarios de la línea experimentalista en el campo psicosociológico, deberán reconocer a Festinger el título, en mi opinión indiscutible, de un clásico de la psicología social, evidentemente de la psicología social psicológica que, por otra parte, ha sido la dominante durante décadas. Y este título de clásico le viene a Festinger antes que de sus trabajos más psicosociales, de su Teoría de la disonancia cognoscitiva, a pesar de su carácter poco social.
2. La teoría de la disonancia cognoscitiva
No cabe duda de que La teoría de la disonancia cognoscitiva de Festinger (1957) constituye uno de los libros más clásicos de la psicología social. A pesar de las muchas críticas que ha recibido, a pesar del sesgo individualista que contribuyó a introducir en la psicología social, a pesar de que el propio Festinger, pocos años antes de su muerte, se desdijo rotundamente de su pasado experimentalista (1983), a pesar de todo ello, la teoría de la disonancia es un clásico que, creo yo, merece ser recordado ahora que se cumple el trigésimo quinto aniversario de su publicación.
Y merece nuestro recuerdo no sólo porque es un clásico sino también porque es un clásico en auge. Paradójicamente, ahora que la psicología social intenta ser menos individualista y menos psicologista que en el pasado, recobra unas teorías que, como las de la consistencia cognitiva, son esencialmente individualistas y psicologistas. En efecto, estas teorías, que tienen su origen en un trabajo de Harary (1953)1 y su máximo exponente en la teoría de la disonancia de Festinger, están ganando puestos, como lo indica la revisión que Abelson (1983) hizo del Annual Review of Psychology desde 1957 a 1982, contando el número de páginas que cada año mencionaban la disonancia cognoscitiva, el balance, la congruencia o la consistencia. Los datos sorprendieron al propio Abelson, pues a partir de 1978 el número de páginas en que se citaban estas teorías superó incluso a las más altas cotas que habían alcanzado en los años 60. Más adelante veremos las razones de ello, entre las que sin duda se encuentra el carácter motivador de estas teorías, sobre todo de la de la disonancia, cuyas propiedades motivadoras son obvias: el punto central de la teoría es que la existencia de disonancia es algo profundamente motivador ya que, y aquí es evidente la influencia de Lewin, empuja al individuo que está en estado de disonancia a eliminar o reducir esa disonancia a través de diversos procedimientos que la teoría especifica con más o menos acierto.
Por otra parte, la idea de que la gente se siente más a gusto con las cogniciones consistentes que con las inconsistentes había sido proclamada por muchos psicólogos y filósofos anteriores. La gente no sólo es racional la mayor parte del tiempo, sino que también es racionalizadora, como había subrayado Freud: queremos que nuestras actitudes y nuestras creencias apoyen más que contradigan nuestra conducta y deseamos que nuestras cogniciones sean mutuamente reforzantes y formen un sistema coherente. Tales supuestos básicos caracterizan, como señala Jones (1985), toda una serie de teorías que, bajo el rótulo de teorías de la consistencia, aparecieron en los años 40 y 50. "Lo que hizo Festinger fue subrayar la implicación motivacional de aquellas inconsistencias que de vez en cuando se nos imponen" (Jones, 1985, p. 70).
Así pues, aunque se trata de una teoría de la consistencia, la de Festinger difiere de las otras en un punto esencial, en concreto en su distinción, sugerida por Lewin, entre el conflicto cognitivo antes y después de la decisión, y sobre todo en el análisis que del proceso postdecisional hace Festinger. Según éste, por decirlo con palabras de Munné (1989, pp. 210-211), "el tener que decidir supone un conflicto hasta cierto punto objetivo: el individuo está ante una alternativa y considera imparcialmente su atractivo. Sin embargo, al tomar una decisión aparece la disonancia, que es un conflicto muy distinto a aquél, porque las creencias sobre lo elegido se oponen a las creencias sobre lo no elegido, lo que genera presiones para reducir esta disonancia que aumenten el atractivo de la alternativa elegida, sobrevalorándose los aspectos consonantes e infravalorándose los disonantes, o sea, sobrevalorando los aspectos positivos de la alternativa elegida y los negativos de la alternativa no elegida, e infravalorándose los aspectos negativos de la alternativa elegida y los positivos de la no elegida. Una interesante consecuencia de lo anterior sería que si una decisión no es suficientemente gratificante, quien tomó esa decisión modificará sus creencias para que la decisión sea o parezca ser gratificadora", como , por otra parte, mostró Festinger en su famoso experimento de uno/veinte dólares (Festinger y Carlsmith, 1959), en el que los sujetos realizaban una tarea monótona y aburrida, pero recibían un premio en metálico por decir a otros que la tarea había sido interesante; en concreto, la mitad de ellos recibían un dólar y la otra mitad veinte dólares. Pues bien, tal como predecía la teoría de la disonancia, quienes habían recibido un dólar cambiaban sus creencias, pasando a evaluar la tarea como algo agradable, al contrario de quienes habían recibido veinte dólares, que seguían creyendo que la tarea había sido aburrida y no agradable. Este experimento, aunque fue muy criticado y desató una gran polémica (Chapanis y Chapanis, 1964; Janis y Gilmore, 1965; Rosenberg, 1965; etc.), sirvió cuando menos para suscitar una gran cantidad de investigaciones, que a su vez dieron lugar, entre otras cosas, a la sugestiva teoría del skinneriano Daryl H.J. Bem sobre la autopercepción (Bem, 1966, 1972).
Ahora bien, parte del éxito posterior a la teoría de la disonancia estriba en su sencillez, en su valor heurístico y en su enorme aplicabilidad a las más variadas situaciones. Respecto a lo primero, la teoría de Festinger puede ser expresada de una forma muy simple: dos cogniciones pueden ser mutuamente consonantes o disonantes. Serán disonantes cuando una no se sigue de la otra o cuando una se sigue del reverso de la otra. Las cogniciones disonantes producen un estado aversivo que el individuo intentará reducir cambiando una o ambas cogniciones. Sin embargo, a veces resulta difícil cambiar una cognición. Es más, existen algunas cogniciones que son particularmente resistentes al cambio, como, por ejemplo, las cogniciones sobre la conducta. En este caso, más que cambiar nuestras conductas, preferiremos racionalizarlas. En este sentido, la teoría de la disonancia también puede ser vista como una teoría de la racionalización, como posteriormente pusieron de relieve en Francia Beauvois y Joule (1981).
De otro lado, tal vez haya sido la ambigüedad de los términos en que la teoría está redactada y la vaguedad de los conceptos que utiliza lo que le ha proporcionado ese enorme poder heurístico que pocos le niegan a esta teoría, poder heurístico que ha permitido, por otra parte, el que haya sido aplicada a los más variados temas. Así, por no poner sino un par de ejemplos de los menos conocidos, Zimbardo (1966) afirma que la percepción del dolor puede ser mediatizada por factores psicológicos, hasta el punto de que la eficacia del placebo puede incluso igualar la de la morfina. Pues bien, este fenómeno es explicado por Zimbardo, al menos en parte, por medio de la teoría de la disonancia. Por su parte Adams (1965) aplica la teoría de la disonancia a la psicología industrial y en concreto a la comprensión y solución de algunos problemas industriales entre los que se encontrarían el absentismo e incluso las huelgas.
Es decir, que el interés actual por la teoría de la disonancia proviene no sólo de la propia teoría sino más aún de las investigaciones posteriores que la teoría suscitó, e incluso fue esta investigación posterior sobre la disonancia la que fue especificando las condiciones precisas bajo las que se produce o no se produce la disonancia. Así, fue la investigación sobre la previsibilidad, la responsabilidad personal y las consecuencias aversivas la que llevó a un nuevo énfasis sobre las implicaciones de la conducta para el autoconcepto (Aronson, 1968, 1980). Por otra parte, se encontró también que la inconsistencia entre conducta y actitudes no es suficiente para hacer surgir la disonancia a menos que las actitudes estén firmemente ancladas en el autoconcepto y la conducta produzca consecuencias aversivas que hayan sido previstas.
En resumidas cuentas la teoría de la disonancia "es reconocida como la más creativa contribución de Festinger, y la investigación relacionada con la teoría de la disonancia dominó las revistas de psicología social desde los últimos 50 a los primeros 70" (Jones, 1985, p. 69).
3. Principales críticas a la teoría de la disonancia cognoscitiva
Si la teoría de la disonancia se atrajo pronto fervientes e incondicionales admiradores, también fueron muchas y duras las críticas que se levantaron contra ella. En primer lugar, la propia presentación de la teoría contrastaba fuertemente, con la elegancia formal de la teoría conductista de un Hull o con la detallada formulación empírica de un Skinner. Sin embargo, como señala Jones (1985), estos contrastes pudieron no haber sido advertidos por otros psicólogos si los investigadores de la disonancia hubiesen limitado su interés a los "blandos" terrenos de la selectividad cognitiva y al cambio de actitudes. Pero no fue así y entraron en otros campos. En particular, los teóricos de la disonancia desafiaron a la entonces imperante noción de refuerzo secundario al proponer que las acciones llevadas a cabo para obtener una pequeña recompensa tenían un reflejo cognitivo mayor que las acciones llevadas a cabo para obtener una recompensa grande. Pero cuando el propio Festinger se internó en el campo del aprendizaje animal sugiriendo que las ratas poseían cierto tipo de cogniciones y que la teoría de la disonancia podría explicar la persistencia de la respuesta y la resistencia a la extinción mejor que las teoría del aprendizaje entonces existentes (Lawrence y Festinger, 1962), entonces, obviamente, la controversia provocada fue fuerte, controversia que se vio reforzada por el estilo metodológico utilizado por los teóricos de la disonancia, lo que suscitó duras críticas incluso en el campo de la propia psicología social (Chapanis y Chapanis, 1964; Tedeschi y cols., 1971; Fishbein y Ajzen, 1975, etc.).
Pero las críticas, a veces durísimas, le llovieron a Festinger casi desde el mismo momento de la publicación de su teoría, sí, ya en 1958, Asch calificó tajantemente a la teoría de la disonancia como "no fundada". Era sólo un primer aviso. Pronto las críticas se acumularon, desde las durísimas y casi violentas de Jordan (1963, 1964) y de Chapanis y Chapanis (1964), hasta las más moderadas de Zajonc (1960, 1968) y de Brown (1965).
En resumen, no sólo algunos experimentos aislados, sino toda la teoría de la disonancia en su totalidad ha sido muy criticada, fundamentalmente por tres grandes supuestas limitaciones (Munné, 1989): una gran vaguedad de los conceptos propuestos, unas excesivas generalizaciones, y un escaso rigor metodológico en sus aplicaciones experimentales. Así por ejemplo, en cuanto a sus excesivas generalizaciones, es obvio que la teoría sólo sería aceptable en la medida en que realmente todas las personas, y en toda situación, tiendan a ser consistentes, o dicho de otra manera, en la medida en que pueden prescindir sistemáticamente de la estructura sociocultural y se considera que el hombre es siempre racional (Torregrosa, 1968), cosa que no es así ya que, como subraya el propio Zajonc (1965), muchas veces se consigue la consistencia de una forma sorprendentemente no racional.
En cuanto a sus limitaciones metodológicas, podemos decir con Jiménez Burillo (1981, Vol. I, p. 77) que "los críticos convergen únicamente a la hora de diagnosticar la intrínseca debilidad de sus procedimientos experimentales. Realmente obsesionados por las predicciones no obvias, insólitas, los investigadores han descuidado gravemente el rigor en la definición de sus términos fundamentales y los requisitos elementales de toda seria experimentación".
Por otra parte, diremos que estas duras críticas no sólo han sido críticas "destructivas", sino también las ha habido "constructivas", en el sentido de que muchos críticos, reconociendo por lo tanto la existencia del fenómeno, han propuesto explicaciones alternativas, tanto en términos psicoanalíticos (Sarnoff, 1968) como de la teoría del rol (Allen, 1968) o incluso en términos de las teorías conductistas del aprendizaje (Tedeschi y cols., 1971; Nuttin, 1975).
Finalmente, con toda la razón se le ha acusado a la teoría de la disonancia de ser poco social, afirmando textualmente Jiménez Burillo (1981, Vol. I, p. 68) que "existen serias dudas acerca del carácter ‘psicosociológico' de la teoría de la disonancia". En esta línea, Sampson (1981) le hace una dura crítica ideológica a esta teoría de Festinger, acusándola, no sin razón, de ser profundamente conservadora al preocuparse más de la transformación mental de las personas que de la transformación material de la realidad y que, por lo tanto, invita a las personas a cambiar ellas mismas antes que intentar cambiar la realidad. Pero esta crítica es también aplicable a toda la psicología e incluso a la psicología social psicológica. Igualmente la acusación de Tajfel (1972) o la de Doise (1982) a la teoría de la disonancia de explicar lo social en términos intraindividuales puede ser aplicada no sólo a todas las teorías de la consistencia, como dice Munné, sino también o buena parte de las teorías existentes en toda la psicología social psicologistas.
Como vemos, pues, se le ha criticado a Festinger y su teoría con dureza y sin paliativos. Sin embargo, todas esas críticas deben ser equilibradas con algunos de sus grandes méritos, como hace Munné (1989, p. 215): "Después de todo lo expuesto, ¿en qué queda la teoría de la disonancia cognoscitiva?. El principal problema está en erigirse en una explicación exclusiva y suficiente. En hacer de la disonancia el proceso regulador del comportamiento social. Pero la teoría es valiosa si sólo es referida a un mecanismo perceptivo que puede ser una fuente de motivación basada en la recuperación de la coherencia, en todos los casos en que ésta es realmente relevante para el sujeto".
En todo caso, lo que nadie le puede negar a Festinger y su teoría es haber sido la más famosa de toda la historia de la psicología social y haber estimulado una gran cantidad de investigación experimental, que ha llevado al establecimiento de teorías tan útiles y sugerentes como la ya citada de Bem (1965, 1972), la de la reactancia psicológica de Brehm (1966, Brehm y Mann, 1975; Brehm y Brehm, 1981), o la teoría de la autoconsciencia objetiva (Wicklund y Duval, 1972). Todo ello queda perfectamente resumido en las líneas que en 1968 escribiera Zajonc (1968, p. 359): "Ninguna teoría en psicología social ha estimulado tanto la investigación como la teoría de la disonancia cognoscitiva. Los artículos en este campo constituyen la categoría modal en las revistas que publican los resultados de las investigaciones psicosociológicas.... Si existe una formulación teórica que haya cautivado la imaginación de los psicólogos sociales durante esta última década ésa ha sido sin duda la teoría de la disonancia de Festinger".
4. Leon Festinger, un indiscutible clásico en psicología social experimental: Un análisis bibliométrico
La teoría de la disonancia acaparó la atención de los psicólogos sociales no sólo a lo largo de los años 60 (Zajonc, 1968), sino que siguió haciéndolo en la década de los 70 (Poitou, 1974; Wicklund y Brehm, 1976; Kiesler, 1977; Greenvald y Ronis, 1978; Diab, 1979; Olson y Zanna, 1979) y los 80 (Zajonc 1980, 1983; Beauvois y Joule, 1981; Abelson, 1983; Joule, 1985; Frey, 1986; Aronson, 1988, cte.). Es decir, que a pesar de tantas y tan fuertes críticas contra Festinger, no hay duda de que estamos ante un indiscutible clásico en psicología social experimental, o sea, en psicología social psicológica, como demuestra, creo que con toda claridad, el análisis que hemos llevado a cabo sobre una serie de manuales de psicología social en los 60, 70 y 80, análisis consistentes en contar el número de páginas que en los citados manuales se cita a Festinger. Y subrayado los adjetivos de experimental o psicológica añadidos al sustantivo psicología social, porque es bien conocida la existencia de dos psicologías sociales (House, 1977; Stephan y Stephan, 1985; Stephan, Stephan y Pettigrew, 1991): una psicología social psicológica y una psicología social sociológica, de las que la primera, individualista y experimental, ha sido y sin duda sigue siendo la dominante. Pues bien, son los manuales de psicología social psicológica los que citan muy frecuentemente a Festinger, como enseguida veremos. Mucho menos le citan, naturalmente, los manuales de psicología social sociológica. Así, el texto de Mc Call y Simmons (1982):"Social Psychology: A Sociological Approach", no le cita a Festinger ni una sola vez, aunque tampoco cita a otros psicólogos sociales clásicos como Asch, Schachter ó Zimbardo. Sin embargo, un segundo texto sociológico, el de Rosenberg y turner (1981): "Social Psychology: Sociological Perspectives", aunque le cita mucho menos que a los sociólogos G.H. Mead (46)2, Goffman (40), Blumer (32) o Merton (32), sí le cita a Festinger (18) más que a otros clásicos de la psicología como Asch (10), Lewin (10), Heider (8) o Sherif (11). Y en un texto que pretende explícitamente integrar las dos psicologías sociales, el de Stephan y Stephan (1985): "Two Social Psychologies: An Integrative Approach", Festinger (5) es citado poco, pero ocupa el sexto lugar por el número de citas, sólo superado por dos sociólogos, Goffman (12) y G.H. Mead (10) y por tres psicólogos, Sherif (9), Freud (7) y Baron (6), estando por encima de otros clásicos como Asch (4), Lewin (2), Berkowitz (,1), Newcomb (1), Heider (0) o Kelley (0).
Pero donde Festinger es más citado es, lógicamente, en los manuales de psicología social psicológica, como se constata en la docena larga de textos que hemos examinado. La selección se hizo cogiendo de entre los textos más usuales en nuestro país aquéllos que incluían índices de autores. Pues bien, sumando el número de páginas en que cada uno de los quince manuales utilizados citaban a cada uno de los autores, Festinger fue el autor más citado (637), seguido muy de cerca por un autor tan cognitivo como es Kelley (617), doblando ambos prácticamente el número de citas que esos manuales dedicaron a los demás clásicos; Aronson, Asch, D.T. Campbell, Newcomb, etc...
Además, constatamos que se le cita mucho a Festinger tanto en los manuales de los años 60, como en los de los 70 o de los 80, y tanto en América como en Europa. Veámoslo más detenidamente, aun a riesgo de resultar un tanto pesados dado el interés que ello tiene para entender bien por qué consideramos a Festinger un clásico de la Psicología Social. En el "Handbook" de Lidzey y Aronson, verdadera "summa" de la psicología social psicológica, es Festinger el autor más citado (283) seguido de Kelley (256) si sumamos las citas de los cinco volúmenes de la 2ª edición y las de los dos volúmenes de la tercera (1985), pues la primera es anterior (1954) a la teoría de la disonancia. Por otra parte, constatamos que Festinger fue muy citado ya desde poco después de la publicación de su teoría de la disonancia. Así, en el manual de Krech y cols. (1972, orig. 1962) ocupa Festinger (7) el sexto lugar tras Newcomb (13), A.A. Campbell (11), Lewin (10), Asch (9) y Sherif (9). Poco después, otro texto clásico de psicología social, el de Roger Bawn (1972, orig. 1965) es a Festinger (31) al autor que más cita. Dos años después, Jones y Gerard (1980, orig. 1967) le citan a Festinger en 44 páginas, siendo superado sólo por Kelley (86) y por Thibaut (68). Ya en los años 70, Festinger es algo menos citado, pero sigue estando entre los primeros. Así, ocupa el tercer lugar (28) en el manual de Insko y Schopler (1980, orig. 1973), sólo superado por Aronson (37) y por Kelley (30); y en otro texto clásico, el de Secord y Backman (1976, orig. 1974), Festinger (14) ocupa el quinto lugar, tras Kelley (41), Thibaut (21), Homans (16) y Janis (16). Finalmente, también en los años 80 sigue siendo Festinger un autor muy citado (Lamberth, 1982; Lindzey y Aronson, 1985, etc.).
Pero no sólo es muy citado en los Estados Unidos, sino también en Europa. En efecto, en los no muchos manuales europeos de psicología social ocupa Festinger un lugar destacado por el número de citas que se le dedican. Así, el texto de Tajfel (1984) no cita mucho a los autores no europeos, pero entre ellos destaca Festinger (15), siendo más citados que él sólo Berkowitz (16) y Walster (17). También en el libro de Eiser (1989, orig. 1986) es Festinger (20) el más citado de los autores no europeos tras Ajzen y Fishbein (28). Por último, en el reciente manual de Hewstone y cols. (1990, orig. 1988) Festinger (19) ocupa el tercer lugar de entre) los autores más citados, si exceptuamos a los dos "pontífices" de la psicología social europea, Moscovici (20) y Tajfel (30), tras Jones (20) Kelley (28), autores estos últimos eminentemente cognitivos. Este protagonismo de Festinger en la Psicología Social europea en los años 80 no hace sino continuar la tradición de manuales anteriores como el de Lemaine y Lemaine (1969) donde Festinger fue el autor más citado (22), muy por encima de clásicos como Newcomb (6), Kelley (7) o Asch (5), o el de Jodelet y cols. (1970), donde no sólo un psicólogo social europeo, Moscovici (9) superaba a Festinger (5).
De otro lado, entre los escasísimos manuales españoles de psicología social que incluyen índice de autores está el de Pastor Ramos (1978) en el que Festinger (46) es el autor más citado. Y entre los manuales latinoamericanos, en el de Rodrigues (1980) ocupa Festinger (65) el segundo lugar, por detrás sólo de Kelley (7$) y muy por delante de clásicos como Asch (16), Lewin (19), Newcomb (39) o Sherif (9).
Finalmente, Festinger está presente en una psicología social tan alejada de la norteamericana como es la soviética. En efecto, por no poner sino un ejemplo, una de sus figuras más representativas, si no la principal, Galina Andreeva, en su "Sotzielnaya psijologiya" (1980) le cita a Festinger en tres ocasiones, aunque lógicamente cita más a psicólogos sociales más sociales como G.H. Mead, Sherif, Moscovici, Tajfel o Lewin. E incluso, para terminar, en textos de psicología no social, suele ser Festinger muy citado. Por poner un sólo ejemplo, no imparcial, recordemos que en el libro de James Geiwitz (1974, orig. 1969) sobre Teorías no freudianas de la personalidad, no sólo se incluye la teoría de la disonancia como una teoría de personalidad, sino que incluso es Festinger el autor más citado.
En resumen, cada manual tiene una orientación teórica y, por consiguiente, cita más a unos autores que a otros, pero entre ellos Festinger ocupa siempre uno de los primeros puestos, si no el primero, hasta el punto de que podemos decir que Festinger ha sido y sigue siendo si no el autor más citado de toda la historia de la psicología social, sí al menos ocupa uno de los primeros puestos por el número de citas que le dedican. En el análisis bibliométrico que nosotros hemos llevado a cabo ocupa, como hemos visto, el primer puesto, seguido a muy corta distancia por Kelley y a mucha más por los demás autores clásicos.
En definitiva, hoy día, a tres años de su muerte, podemos afirmar algo en lo que coinciden todas las notas necrológicas hechas a raíz de su fallecimiento, que Festinger, para bien o para mal, ocupa un lugar clave en la psicología contemporánea, siendo, 35 años después de la publicación de su más conocida obra, un indiscutible clásico.
5. ¿Por qué la permanencia del interés por Festinger?
Hemos visto que Festinger se mantiene en el candelero desde hace 35 años, e incluso su nombre, unido a las teorías de la consistencia, parece haber ganado puestos a lo largo de la última década (Abelson, 1983; Zajonc, 1983). Ahora bien, ¿por qué las teorías de la consistencia en general, y la de la disonancia en particular, siguen atrayendo tanto el interés de los psicólogos sociales casi 40 años después de que Harary (1953) publicara su artículo seminal?. En mi opinión son fundamentalmente tres las razones que explican esta fenómeno:
a) El auge del cognitivismo: la psicología social, que ya era cognitivista desde los años 20 y 30, vio reforzado su cognitivismo con la llegada a EE.UU. de los psicólogos alemanes de la Gestalt que huían de Hitler (Koffka, Wertheimer y particularmente Lewin, por no citar sino a tres) que potenciaron el estudio de temas claramente cognitivos como la percepción social, la formación de impresiones o el equilibrio cognitivo. Es decir, que la psicología social, que siempre había sido cognitiva se hizo más cognitiva aún tras la Segunda Guerra Mundial (véase Ovejero, 1985), posibilitando el surgimiento y auge de las teorías del balance cognitivo en los años 50. Pero si esto era así en los años 50, cuando el paradigma imperante en psicología era el conductista, no es de extrañar que cuando, tras los años 70, el paradigma cognitivista sustituyera al conductista, la psicologia social se haga más cognitivista aún, dando lugar a la llamada psicología social cognitiva (Ovejero, 1984). No es raro, pues, que en esos años se "refloten" teorías tan cognitivas como las del balance y particularmente la de la disonancia, que habían atravesado un túnel oscuro durante buena parte de los 70 (véase Abelson, 1983).
Pero no fue el auge del cognitivismo el único factor que contribuyó a "desempolvar" las teorías del balance cognitivo. Existen, a mi modo de ver, al menos otros dos factores más: el primero es el carácter motivacional de estas teorías y el segundo las lecturas sociológicas que se están haciendo en los últimos años de la teoría de la disonancia.
b) Carácter motivador de la teoría de la disonancia: el secreto del surgimiento de las teorías del balance estriba, según Zajonc (1983), en que no se trata de un mero concepto, el del balance o la consistencia, sino de todo un paradigma, de un paradigma cognitivo-motivacional, que consiste sencillamente en la siguiente idea: las cogniciones pueden tener consecuencias motivacionales y emocionales. Y por eso estamos volviendo a esa idea central de Harary, Cartwright y Abelson, recogida después con gran éxito en Festinger: porque esas consecuencias motivacionales no se dan en los ordenadores. Justamente es aquí donde falla la metáfora computacional (véase Vega, 1982). Sin embargo, las teorías del balance, y entre ellas la de Festinger tal vez más que las otras, sí relacionan las cogniciones con la motivación, algo que a casi 40 años vistos, resulta ser algo tremendamente actual. "Las teorías de la consistencia postulan que los seres humanos tratan de mantener una consistencia psicológica entre sus creencias, actitudes y conductas; es decir, la gente está motivada a mantener un sentido de orden y compatibilidad entre su conciencia, sentimientos y acciones. Cuando los individuos se enteran de inconsistencias en sus creencias y actitudes, están motivados a restaurar la consistencia" (Perlman y Cozby, 1985, p. 93).
Sin embargo, como señala Germain de Montmollin, con quien tuve la fortuna de trabajar en La Sorbona (París), de entre las teorías de la consistencia, es en la de Festinger "en la que la coherencia está más explícitamente formulada en términos de drive" (1975, p. 356), o sea, en términos de impulso o motivación.
En resumidas cuentas, en una época como en la actual, donde el "paradigma" cognitivista ha llegado a ser tan dominante en psicología social que Markus y Zajonc (1985) llegan a afirmar textualmente que hoy día es prácticamente imposible hacer psicología social que no sea cognitiva; ahora que el enfoque de la mal llamada cognición social está en boga, particularmente en los Estados Unidos (y digo mal llamada porque de social no tiene prácticamente nada); justamente ahora que parece que todo es cognitivo, resulta útil volver a las viejas teorías cognitivas en psicología social, teorías en las que, como en la de la disonancia, existían, recordando unas recientes palabras de Sangrador (1991, p. 77), fuerzas dinámicas generadoras de modificaciones tendentes a la búsqueda de la consonancia o del equilibrio. En cambio, en las modernas teorías cognitivo-sociales, no hay nada de eso: son ciertamente mucho más frías que las clásicas como la de Festinger. Como si lo motivacional estuviese ausente del hombre moderno, cuando, en realidad, hoy día, tal vez más que nunca, son motivacionales los principales problemas que afectan al mundo laboral, escolar, etc.. Ello explica que estemos volviendo a esas viejas teorías.
c) Lectura sociológica de la teoría de la disonancia: ciertamente, no es está una razón de gran peso a la hora de explicar el surgimiento de la teoría de la disonancia, pero nos ayuda a comprender el fenómeno. Aunque pueda parecer paradójico, ahora que la psicología social psicológica intenta aproximarse más a la sociológica (véase Stephan, Stephan y Pettigrew, 1991), se vuelve a las teorías del balance y en particular a la teoría de la disonancia de Festinger que es una teoría psicologista e individualista , basada además, al menos en parte, en datos obtenidos en experimentos de laboratorio. La razón de esto, que aclara la paradoja, está en algunas lecturas sociologistas que se están haciendo de la teoría de Festinger, sobre todo a partir de los trabajos de Beauvois y Joule (1981), en los que estos autores utilizan explícitamente la teoría de la disonancia de Festinger para explicar las ideologías, haciendo la hipótesis de que éstas son adoptadas como mecanismos de racionalización de la conducta, o sea, en contra de lo que se cree, la gente no se comporta según la ideología que posee, sino más bien son las conductas efectivamente realizadas las que llevan a una ideología consonante con tales conductas. Más en concreto, Beauvois y Joule (1981) estudian las relaciones entre las conductas de sumisión y las ideologías. "Nuestros comportamientos cotidianos son bastante frecuentemente comportamientos de sumisión a una autoridad moral (ideológica), institucional, organizacional o simplemente física.... Ciertamente nuestra conducta cotidiana es frecuentemente una conducta de sumisión a la autoridad..., estas conductas de sumisión pueden tener algunos efectos sobre nuestras opiniones, nuestras creencias y nuestras representaciones, o sea sobre lo que habitualmente se conoce como ideologías" (Beauvois,y Joule, 1981, pp. 7-8). Y lo desarrollan desde lo que ellos llaman teoría de la racionalización, basada en gran medida en la teoría de la disonancia, como se ve claramente con sólo echar una ojeada a los títulos de los capítulos que componen este libro: Cap. 1: Coherencia ideológica e inconsistencia; Cap. 2: Coherencia y racionalización: la teoría de la disonancia; Cap.3: La sumisión forzada, etc..
En definitiva, aunque no estamos ante una teoría intrínsecamente psicosocial, sí es posible extraer de ella importantes implicaciones psicosociales. "Ciertamente estamos ante una teoría fronteriza, general por los procesos estudiados, psicosociológica por el material sobre el que actúan los procesos" (Beauvois y Joule, 1981, p. 185), de la que sin duda pueden sacarse diferentes lecturas.
6. Conclusiones y consideraciones finales
Pocos autores y pocas teorías han suscitado a la vez tantos fervientes admiradores y tantos críticos como Festinger y su teoría de la disonancia, hasta el punto de que Zajonc, a pesar de ser uno de sus más conocidos defensores, llega incluso a afirmar que "la teoría de la disonancia no es una teoría en el sentido estrictamente formal de la palabra. En realidad, consiste en un dispositivo heurístico cuya principal finalidad (y, en verdad, consecuencia) consiste en estimular la investigación" (Zajonc, 1968). Pues bien, sea o no verdad la primera de esta cita de Zajonc, es indiscutiblemente cierta la segunda parte: nadie puede dudar del gran valor heurístico de la teoría de la disonancia. Y ahí es justamente donde reside el secreto de su éxito, hasta el punto de que Rodrigues (1980, p. 163) puede concluir que "a pesar de las innumerables críticas recibidas por la teoría de Festinger, constituye, innegablemente, la realización más fructífera jamás vista en la psicología social", añadiendo que (1) a pesar de las críticas, el saldo a favor de la teoría de Festinger es positivo, (2) aún los más tenaces críticos reconocen el valor heurístico de la teoría; y que (3) ninguna otra teoría de la psicología social presenta la variedad de aplicaciones de la teoría de la disonancia ni es capaz de integrar, de forma coherente, tal cantidad de descubrimientos experimentales. Como vemos, el juicio de Rodrigues es excesivamente favorable a Festinger hasta llegar a afirmar categóricamente (p. 161) que "de modo general, se puede afirmar que la mayor parte de los trabajos empíricos destinados a comprobar las proposiciones de la teoría de Festinger le brindan un fuerte apoyo a la teoría", opinión, por otra parte, exagerada y que no todo el mundo comparte (véase Jiménez Burillo, 1981, Vol. I, p. 77).
Más moderado, y a mi juicio ecuánime, es el juicio final que sobre Festinger y su teoría emiten Deutsch y Krauss (1980, pp. 77-78): "La labor de Festinger ha promovido investigaciones experimentales aun cuando sus teorías, como tales, son a menudo vagas, sobregeneralizadas y, en algunos aspectos, obviamente incorrectas. ¿Por qué han sido entonces tan productivas para otras investigaciones?. La respuesta reside en la extraordinaria habilidad de Festinger para ir más allá de lo obvio y realizar predicciones desafiantes, y en su talento para crear notables formas experimentales que sugieren rápidamente apasionadas variaciones. El trabajo de Festinger, en general, ha sido más estimulante que correcto. Esta actitud es totalmente razonable. En el estadio actual del desarrollo de la psicología social, nadie es ‘correcto' por mucho tiempo. El lapso de vida de cualquier teoría es corto. A causa del interés que despertó y su audaz generalización, Festinger suscitó investigaciones susceptibles de dar origen a ideas nuevas, algunas de las cuales sin duda contribuirán a un desarrollo más sistemático de sus propias concepciones".
Más recientemente, Robert Zajonc, en el ya citado Obituario por la muerte de Festinger en el American Psychologist (1991) hacía un balance general, lógicamente tan positivo como se acostumbra a hacer en este tipo de escritos, pero con datos y argumentos tan interesantes que no me resisto a incluir en este trabajo una larga cita de Zajonc (1991, pp. 651-662): tras afirmar que Festinger es a la psicología social lo que Freud a la psicología clínica o Piaget a la psicología evolutiva, añade: "Digo es y no era porque su influencia intelectual es permanente. Todos nosotros, no sólo los psicólogos sociales sino todos los psicólogos, hemos sido influidos por su trabajo y por el trabajo de sus muchos y brillantes estudiantes. Identificamos el surgimiento del enfoque experimental en la psicología social con sus situaciones sociales en el laboratorio.... Como Dostoevski y como Picasso. Festinger puso en marcha un estilo de investigación y teoría de las ciencias sociales que ahora es la característica común de todos los que trabajan creativamente en este campo. A Leon le gustaba formular sus problemas como oposiciones de tendencias, y bajo el supuesto de que el ser humano huye de tales oposiciones y, por consiguiente, intenta resolverlas. Y esa es la base de toda su obra. Así, en el caso de sus estudios sobre el nivel de aspiración, opone Festinger la ejecución o rendimiento a la expectativa anterior, dos tendencias opuestas cuya resolución predice el nivel de aspiración. Lo mismo en sus investigaciones sobre la toma de decisiones, donde subraya Festinger las alternativas opuestas entre las que hay que elegir. Igualmente en su trabajo sobre la comunicación social informal, donde analiza las consecuencias de un conflicto entre las presiones hacia la uniformidad y hace predicciones basadas en el análisis de las consecuencias de estas presiones. También en sus trabajos sobre la comparación social, donde opone la necesidad de conocer a la ausencia de certidumbre sobre los propios valores y capacidades. Finalmente, en su más conocida teoría, la de la disonancia, opone Festinger unas cogniciones a otras o las cogniciones con la conducta. Incluso también sus más recientes trabajos sobre la visión están expuestos en términos de conflicto: opone la sensación visual a la cinestésica. Y es que, como buen discípulo de Lewin; Festinger contempla los procesos psicológicos en términos dinámicos. Aunque, al contrario que Lewin, Festinger no los representa en términos topológicos ni las formula en conceptos matemáticos.... La fuerza de la formulación de Leon Festinger proviene de su intuición de que la interacción de tendencias opuestas podría conceptualizarse como antecedentes motivacionales de la conducta de la gente, y como tal la naturaleza de estas tendencias opuestas y sus magnitudes permitiría, en consecuencia, unas predicciones precisas sobre las consecuencias y sobre la dirección de la conducta. El 'estilo' de Festinger ha sido absorbido tan rápida y tan profundamente por la disciplina que hoy día apenas podemos darnos cuenta de su profunda y extensa influencia".
En definitiva, no hay duda de que, como afirman Rodrigues, Deutsch y Krauss, o Zajonc, la influencia de Festinger sobre la psicología social ha sido enorme. Creo que nadie lo pone en duda. Lo que muchos dudamos es que tal influencia haya sido muy positiva, pues si la teoría de la disonancia suscita serias dudas sobre su carácter psicosociológico, su autor fue evolucionando hacia posturas menos psicosociales aún, hasta el punto de que quien tal vez sea el autor más clásico de la psicología social experimental, no de la psicología social no experimental, fue haciéndose cada vez menos social, como el mismo reconoce abiertamente. En efecto, en la Introducción al libro que publicó pocos años antes de su muerte ("The Human Legacy", 1983), Introducción que en mi opinión puede ser considerada como su testamento científico, Festinger reniega abiertamente de su pasado experimentalista, que es tanto como renegar de toda su labor científica anterior. Esa Introducción dice mucho, a mi modo de ver, de Festinger como un sabio, porque como es bien conocido, rectificar es de sabios. Y además no es frecuente encontrarnos con rectificaciones de este calado. Y la rectificación de Festinger fue más allá de un mero listado de intenciones y se tradujo en una serie de investigaciones sobre arqueología y prehistoria que plasmó en el citado libro de 1983, a sus 64 años. En concreto decía Festinger en esa Introducción:
"Hace cuatro años cerré mi laboratorio en el que, con el tiempo, había terminado por estudiar aspectos muy significativos de cómo se mueve el ojo humano. Esa no era una ocupación propia de un hombre maduro. La gente joven se llega a entusiasmarse fácilmente: cualquier nuevo hallazgo es más excitante. Las personas de más edad tienen una perspectiva más amplia del pasado y, tal vez, demasiado poca paciencia con el futuro. A sus ojos pocos descubrimientos pequeños son importantes; cosas que en mi juventud me hacían saltar y gritar ahora me dejan ‘frío' ".
El tener una perspectiva crítica sobre el reciente pasado es desalentador en algunos sentidos. Durante más de cuarenta años me impliqué activamente en la investigación en el campo de la psicología y durante ese tiempo trabajé en estadística, estudié la conducta de los animales, trabajé en procesos de decisión y motivación, propuse teorías sobre la conducta social y exploré la percepción social. Conmigo muchas personas inteligentes y activas investigaron y llenaron las revistas de artículos técnicos en estos y otros campos. Estos cuarenta años han cubierto un período extraordinariamente activo en la psicología en general.
Cuarenta años de mi vida me parece un período muy largo y aunque durante este tiempo hemos aprendido algunas cosas sobre los hombres y sobre la conducta humana, sin embargo el progreso no ha sido suficientemente rápido, ni tampoco han sido suficientemente impresionantes los nuevos conocimientos. Y lo que es peor, desde una perspectiva más amplia, no tan estrecha, parece que no hemos estado trabajando en problemas importantes.... En consecuencia, cerré mi laboratorio, abandoné la metodología experimental y decidí que quería aprender todo lo que se podía aprender de los seres humanos investigando en sus orígenes en la prehistoria" (Festinger, 1983, pp. IX-X).
Como vemos, con la madurez y clarividencia que dan los años, Festinger cambió de rumbo y tuvo, además, la valentía, poco frecuente en las personas entradas en años, para caminar por ese nuevo rumbo llevando a cabo una serie de investigaciones que se plasmaron en el citado "The Human Legacy". Pero ya no tuvo tiempo de ser un clásico también en esta nueva orientación. El, que había sido un fumador empedernido, murió de cáncer en su ciudad natal el 11 de febrero de 1989, pero no de cáncer de pulmón, murió diciendo: "Aseguraos de que todo el mundo sepa que no era un cáncer de pulmón". Evidentemente, el cáncer de hígado no era disonante con su estilo de vida. La teoría de la disonancia cognoscitiva conseguía un nuevo ejemplo confirmatorio.
1. Recordemos que Zajonc (1983) le concede a Abelson la paternidad de la idea central de las teorías del balance, pero el propio Abelson (1983) confiesa que él se basó en un artículo anterior de Cartwright y Haray (1956), artículo que no hacía sino desarrollar un trabajo anterior de Haray (1953).
2. La cifra entre paréntesis indica el número de páginas en que es citado el autor.
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