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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 1992. Vol. Vol. 4 (nº 2). 491-511




UN ANÁLISIS EXPLORATORIO DE LOS POSIBLES EFECTOS DEL DIVORCIO EN LOS HIJOS

Pedro BENGOECHEA GARIN

Departamento de Psicología. Universidad de Oviedo

El estudio tiene como objetivo analizar y explicar reacciones o respuestas que los hijos dan a la separación matrimonial de sus padres, según sea la edad y el nivel de instrucción de aquéllos. Para tal fin han sido estudiadas y analizadas una serie de variables que hacen referencia a diversos aspectos del niño como su personalidad, la inteligencia, su adaptación personal, escolar y social, el estado de ánimo, la educación que recibe de sus padres, y la percepción del clima socio-familiar. Fueron estudiados 1.441 niños, desde los 6 a 18 años y comprendidos entre 1° de E.G.B. y 3° de B.U.P., de entre los 905 niños pertenecen a familias intactas y los otros 536 niños eran hijos de padres separados. También se tuvo en cuenta el momento en que se producía la separación matrimonial, para ver cuál era el efecto de la separación de los padres mientras ésta tenía lugar y al año o más de haberse producido aquélla.

Palabras clave: Divorcio; Separación; Niños; Efecto; Respuesta.

An exploratory analysis of the possible effects of divorce on children. The research has as objective to analyze and try to explain the reactions or responses that the children have to the separation of their parents, depending on the age and the educational level of those. With this aim, a set of variables refers to different aspects of the child as the personality, the intelligence, his/her personal adaptation, in the school and social, state of mind, the education he/she receives from-the parents and the perception of the social-familiary climate were studied an analyzed 1.441 children from 6 to 18 years old and between 1°- E.G.B. and 3°- B.U.P., were studied, 905 children belonged to intact families and 536 were children of separated parents. The time of the separation was borne in mind in order to know the effect of the separation of the parents at the moment it happened or a year or more after in look place.

Key words: Divorce; Separation; Children; Effect; Response.

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Si bien el divorcio no significa lo mismo que la separacijoón matrimonial, sin embargo, se utilizan con frecuencia ambos términos, indistintamente, para significar el fin de la vida conyugal. La palabra divorcio tiene un triple significado:

a) disolución matrimonial, significado técnico en el lenguaje jurídico moderno;

b) siempre separación personal, referida exclusivamente al deber de cohabitación; y

c) declaración de nulidad, que no es lo mismo que disolución. En el lenguaje jurídico y constitucional divorcio significa disolución del vínculo matrimonial, siendo un error hablar de divorcio en el sentido de separación o nulidad. Con todo, nosotros adoptaremos el uso indistinto de ambos vocablos, siguiendo la tradición americana, para referirnos al hecho de la ruptura de la convivencia de los esposos.

El divorcio o separación no sólo es un fenómeno sociológico y demográfico de extraordinaria extensión y amplitud, sino, particularmente, un proceso psicológico potente, con implicaciones profundas en la vida de los individuos. Es un fenómeno de múltiples hechos disociadores: divorcio legal (ruptura del contrato legal), divorcio económico (dos unidades económicas y no una), divorcio físico (dos residencias y no una), divorcio emocional (pasar de una dependencia a una independencia afectiva), divorcio familiar (el cambio de estatus dentro de los grupos familiares), que impacta en todas las facetas de la vida y exige una reorganización cuidadosa en las mismas, de los sujetos afectados.

La mayoría de los procesos de separación se caracteriza por un alto grado de desacuerdo de la pareja que se exterioriza, denigraciones y recriminaciones mutuas, pero recientes estudios consideran el divorcio como una crisis transicional (Ahrons, 1980) que interrumpe el proceso de desarrollo de la fase del ciclo vital de la familia (Cartes y Mc Goldrick, 1989), creando en su lugar una serie de cambios que lanzan a todos los miembros de la familia a una situación de caos y desequilibrio durante un período de 1 a 3 años (Hetherington, 1982), hasta que se vuelve a estabilizar. La falta de apoyo social o pautas a seguir para la familia que atraviesa por esta situación añade dificultades al proceso, por lo que necesitamos un modelo de divorcio como normativa de transicIón familiar (Ahrons, 1980), y creemos que este sistema, basado en un paradigma teórico de crisis, es un instrumento útil para la conceptualización de la experiencia del divorcio para la familia.

LOS HIJOS Y EL DIVORCIO

Son efectivamente muchos los efectos del divorcio aducidos por distintos investigadores en los niños. Sería prolijo e innecesario enumerarlos todos aquí. Solamente citaremos aquellos que guardan una cierta correspondencia con los hallados en nuestro trabajo. Para Hetherington y colaboradores (1985), dentro de su modelo de crisis del divorcio para niños, figuran el sentimiento de pérdida, cambio, incertidumbre y los estrés asociados al conflicto. Aquí también, al igual que en el proceso de la separación de la pareja, habría que diferenciar entre:

a) la situación antes del divorcio;

b) el desequilibrio y la desorganización asociados al momento en que se produce la separación; y

c) el período de la reorganización e intentos de superación de la situación.

En el período posterior al divorcio, muchos hijos presentan desórdenes conductuales y trastornos emocionales: sensaciones de ira, resentimiento, ansiedad, depresión y culpabilidad son las más comunes, junto con la confusión y aprensión por el cambio de relaciones con los padres (Hetherington, Cox y Cox, 1985; Wallerstein y Kelly, 1980).

Para otros autores, los problemas más comunes que se presentan en el comportamiento de los hijos de padres separados son la agresividad, la desobediencia, disminución del trato social, problemas en la relación con gente de su misma edad y en las relaciones heterosexuales (Bray, 1988; Hetherington y otros, 1985; Zill, 1988).

La respuesta de los niños al divorcio es amplia y variada y depende de factores como la edad y el desarrollo evolutivo del niño, temperamento y personalidad, diferencias sexuales, acumulación del estrés, cambios vitales tanto en la economía familiar como en las relaciones interpersonales con los padres, apoyos extrafamiliares, etc. Así, por ejemplo, por lo que se refiere a la edad y desarrollo evolutivo del niño Hetherington (1979) sostiene que la experiencia del divorcio difiere cualitativamente para los niños de diversas edades: los niños más pequeños se autoinculpan, mientras que los mayores se enfrentan con más confianza y recursos ante el divorcio de sus padres (Wallerstein y Kelly, 1975; Brown y Hobart, en prensa). La exposición de los hijos a las disputas, denigraciones y recriminaciones entre sus padres les conducen a aquéllos a trastornos conductuales y lealtades conflictivas (Block y Morrison, 1981; Hetherington y otros, 1982). Estas recriminaciones de los padres provocan desacuerdos y una desidealización de éstos por parte de los hijos (Hetherington, 1972).

En el trabajo profesional, las diversas reacciones que observábamos constituían cuestiones que despertaban nuestro interés y curiosidad por hallar una explicación con suficiente apoyo empírico. Entre las particularidades más notorias de tales reacciones se podrían señalar algunas como: la diferencia cualitativa de la respuesta en función de la edad del niño; las diferentes reacciones producidas tanto en el transcurso como en el tiempo posterior al divorcio; la afectación más intensa de ciertos rasgos de la personalidad del sujeto; las atribuciones más desfavorables realizadas hacia un padre que hacia otro; expresiones de tristeza, desajustes emocionales, disminución de competencias, inadaptaciones, percepción de una educación, más restrictiva y menos asistencial personalizada, unida a una mayor discrepancia educativa de los padres; aparición de fuertes hostilidades entre los cónyuges con continuas acusaciones y recriminaciones mutuas; el alejamiento del padre no custodio, percibido como abondono; el "depósito" de los hijos en régimen de internado en Colegios y Centros. Analizar tales cuestiones, a ser posible de forma puntual y específica, ha sido el objeto de nuestro trabajo.

A tal fin han sido estudiadas una serie de variables que hacen referencia a aspectos como la personalidad (inestabilidad emocional, ansiedad, timidez, inseguridad, sentimientos de culpabilidad, etc), la inteligencia (rapidez de comprensión y aprendizaje de ideas), la adaptación (tanto personal, escolar y social), síntomas depresivos (dificultades de interacción social, autoestima negativa, sentimientos de autopunción, etc), el clima socio-familiar (el grado de relaciones, desarrollo y estabilidad de los miembros de la familia) y las actitudes educativas de los padres (de tipo asistencial personalizada o caracterizada por aspectos restrictivos: estilo punitivo, marginación afectiva, estilo hipernómico, cte.); aspectos en los que presumimos que tiene una mayor repercusión los efectos del divorcio.

MATERIAL Y METODOS

Aspectos e instrumentos de medición

A continuación, se exponen aquellos aspectos de mayor interés que fueron evaluados por los instrumentos que se mencionan para los distintos niveles escolares.

a. La personalidad y sus dimensiones, incluida la inteligencia, fueron medidas en los niños de 1º, 2º y 3° curso de E.G.B., por el cuestionario de personalidad "ESPQ" de R.W Coan y R.W. Cattel; en los niños de 4°, 5° y 6°, por el cuestionario "CPQ" de R.B. Porter y R.B. Cattel; en los niños de 7º y 8° curso, por el cuestionario "HSPQ" de R.B. Cattell, M.O. Cattell; para los chicos de B.U.P. y F.P. se aplicó el 16-PF de R.B. Cattell. TEA Ediciones S.A. Madrid.

b. La depresión y sus respectivas subescalas fueron medidas por el cuestionario de "Depresión para Niños" de M. Lang y M. Tisher, aplicable a los sujetos comprendidos entre los 8 y 16 años. TEA Ediciones S.A. Madrid.

c. La inadaptación personal, escolar y social de los niños, por el "Test Evaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil" (TAMAI), de Pedro Hernández y Hernández. TEA Ediciones S.A. Madrid.

d. La insatisfacción familiar, esto es, la insatisfacción por el ambiente familiar y las relaciones de los padres entre sí, por el citado "TAMAI", en los tres niveles de edad y escolarización. TEA Ediciones S.A. Madrid.

e. El clima socio-familiar, que hace referencia a las relaciones, desarrollo y estabilidad de la familia, fue medido por la "Escala de Clima Social en la Familia" (FES) de R.H. Moos, B.S. Moos y E.J. Trichett, en chicos de 8º de E.G.B. y F.P. TEA Ediciones, S.A. Madrid.

f. Las actitudes educativas de los padres y su discrepancia educativa, también por "TAMAI", en los tres niveles mencionados.

Obtención de muestras

Se trató de conseguir el mayor abanico de edades del período infanto-juvenil distribuidos en diferentes niveles escolares al objeto de poder comprobar la influencia de la edad y la instrucción en los efectos del divorcio. A tal fin, se obtuvieron dos grandes grupos de sujetos de ambos sexos, comprendidos entre los niños de 6 a 18 años y de diverso nivel escolar (desde 1° de E.G.B. hasta los cursos de B.U.P. y F.P., ambos incluidos). Un grupo se componía de 905 niños, pertenecientes a familias intactas, que sirvió de grupo control. El otro grupo constaba de 536 niños, en su mayoría de padres separados y pertenecientes a familias uniparentales, considerado como grupo experimental. Por lo que respecta a la selección de las muestras, los niños del grupo control o situación familiar intacta se obtuvieron en su totalidad en los distintos Centros de Enseñanza a donde se acudían a realizar sus estudios. Para la máxima representatividad de la población general se acudió a centros ubicados en áreas socioeconómicamente diversas de la zona, si bien, se prefirió áreas de clase media baja y baja, al ser la clase dominante de nuestras familias separadas. Con referencia a los niños cuyos padres se hallaban tramitando la separación, se procuró contar con el máximo número de casos posibles a nuestro alcance, pertenecientes en su mayoría al lugar donde se efectuó el estudio.

Lo propio se hizo con aquellos niños de padres separados que permanecían en régimen de internado, disponiendo de una gran mayoría de la población infanto-infantil recluida en distintos Centros o Colegios. También los niños acogidos a la guarda y custodia de algún padre después de la separación fueron reclutados en los distintos Centros de Enseñanza a donde acudían para cursar sus estudios.

Todos los niños se distribuyeron en los siguientes bloques de edad y escolarización:

Bloque 1: Niños/as de 1° y 2° curso de E.G.B., de 6 a 8 años de edad.

Bloque 2: Niños/as de 3°, 4° y 5° de E.G.B, de 8 a 11 años de edad.

Bloque 3: Niños/as de 6°, 7° y 8° de E.G.B., de 11 a 14 años de edad.

Bloque 4: Chicos/as de B.U.P. y F.P. de 14 a 18 años de edad.

El total de los niños de familias intactas ascendía a 905 niños distribuidos de la siguiente forma:

Bloque 1 - 226 niños

Bloque 2 - 126 niños

Bloque 3 - 306 niños

Bloque 4 - 246 niños

Para poder comprobar si la incidencia de la separación o divorcio era la misma o no en el momento en que tal separación se producía y al año o más de haberse producido ésta, se dispuso:

1. de niños cuyos padres tramitaban la separación legal (102 niños), llamados "Grupo experimental de Juzgado".

2. de niños mayoritariamente de padres separados, residentes en centros de régimen de internado (internos) 332, y

3. de niños acogidos a la guarda y custodia de alguno de los padres, después de su separación matrimonial, 109 niños, llamados "Grupo experimental de Acogidos".

Cada uno de estos grupos se comparó con el grupo de niños no separados o de unidad familiar intacta (grupo control), y, posteriormente, se compararon los grupos de niños de padres separados (grupos experimentales) entre sí, en cada una de las variables analizadas. Si bien, se procuró disponer del máximo número de casos, el tamaño de cada muestra variaba en la respectiva cuestión o aspecto estudiado, puesto que dependía en cada caso de la posibilidad de poder contar con un número adecuado de niños de cada nivel de edad y escolarización que pudiera cumplimentar el cuestionario y las pruebas exigidas. De ahí que algunas muestras, si bien en su conjunto comprendían un número considerable de sujetos, al ser distribuidos éstos por edad y nivel escolar, reducían en algunos casos de tal suerte el tamaño de la muestra, que no se han podido tener en cuenta sus resultados, y, en otros casos, se han tenido que considerarlos con reserva.

Procedimiento de aplicación

Por lo general las pruebas fueron aplicadas de forma colectiva; la batería de los test se adecuaba a los niveles de edad correspondientes para su correcta comprensión. La cumplimentación era anónima y voluntaria. Se les explicaba el motivo de la participación en las pruebas, diciéndoles que no era otro que el de ayudar y orientar a los niños con problemas personales o familiares. A los más pequeños, por razones de comprensión, se les dictaba oralmente las preguntas, a los demás se les impartía instrucciones de cómo cumplimentar.

Análisis estadísticos

Aunque, en principio, la incidencia de la separación podía establecerse llevando a cabo un análisis conjunto de varianza seguido del test de Scheffé en el que se consideren, por una parte, las variables más significativas y, por otra, bloques relativos a los distintos grupos de niños distinguidos por edades y niveles escolares- se optó por analizar separadamente el efecto producido en cada variable por cada bloque de edad y nivel escolar.

Ello resultaba más trabajoso, pero creímos que, de este modo, se obtenía una información más diferenciada y precisa, lo que resulta conveniente dada la inexistencia de antecedentes relativos a estos análisis en nuestro país. Reducido, pues, el tratamiento estadístico a la comparación de dos muestras para cada variable, el procedimiento más expresivo es la estimación de la diferencia de media poblacionales sirviéndose del estadístico apropiado -como la t de STUDENT- según quepa o no admitir la igualdad de varianzas. Por lo demás, el resultado de este procedimiento coincide con el del análisis simple de varianza.

RESULTADOS

Los resultados del análisis mencionado figuran en 40 tablas, correspondientes a los distintos niveles de edad y escolarización, en los que se recogen valores medios y desviaciones típicas de las distintas variables consideradas, así como la significación de las diferencias. Un resumen de los mismos se presenta en la tabla nº 1.

A continuación se reflejan con detalle algunos casos de los diferentes niveles de edad y escolarización con los resultados más relevantes.

Bloque 2
(Niños/as de 3°, 4° y 5° curso de E.G.B., de 8 a 11 años de edad aproximadamente).

Tal como puede apreciarse en la tabla n° 2, los hijos cuyos padres se hallan en trámites legales de separación presentan diferencias de medias estadísticamente significativas al nivel del 1%, en contraste con las de los niños de familias intactas, en variables como: inadaptación escolar, insatisfacción familiar, percepción de una educación menos permisiva y más restrictiva de sus padres, y en la discrepancia educativa de éstos. En las familias intactas existe una educación muy permisiva (X: 2,38 del control frente a X: 0,46 del experimental), que restringe la educación personalizada de los padres (de X: 10,37 padre y 11,32 madre del grupo experimental a X: 9,16 y 9,60, respectivamente del grupo control), pues a la puntuación de la Educación Asistencial Personalizada se le resta el Permisivo y la Restricción. Por lo demás, la educación de los padres es percibida por los hijos como más restrictiva y menos asistencia personalizada.

A título ilustrativo de lo que hemos comentado, presentamos las gráficas en la figura 3, donde con una muestra de 100 sujetos del grupo control y 90, del experimental, escogidos al azar de las respectivas poblaciones generales estudiadas, se comprobó cómo aproximadamente el 80% de niños de familias intactas obtiene puntuaciones más altas (3, 4 y 5) en permisivismo, mientras que la totalidad de los sujetos de padres separados se sitúan en puntuaciones más bajas (1, 2). Lo propio ocurre con los aspectos restrictivos de la educación de los padres, donde mayores porcentajes de individuos de padres separados obtienen puntuaciones más altas.

Bloque 3
(Niños/as de 6°, 7° y 8°- curso de E.G.B., aproximadamente de 11 a 14 años de edad)

En la tabla n° 3, se observa, por lo que se refiere a los rasgos de personalidad, cómo los niños, acogidos después de la separación a la guarda y custodia de uno de sus padres, se muestran más reservados, emocionalmente inestables, excitables, incautos, con mayor agresividad, con una desatención mayor hacia las normas, más cohibidos, perspicaces y sujetos a seguir sus propias necesidades (poca integración), que los niños de padres no separados. La diferencia de medias en cada factor es claramente significativa al nivel del 1% o del 5%.

Como ejemplos ilustrativos véanse los perfiles de la Figura 4 que describe un grupo de sujetos de 6° de E.G.B., donde los niños los padres separados acogidos a la custodia monoparental, alcanzan decatipos superiores a los obtenidos por los del grupo en los factores señalados, siendo relevantes los de excitabilidad, dominancia, impulsividad y autocontrol, con distancias -tratándose de una escala tosca- que se establecen entre el decatipo 4 del grupo control y el decatipo 7 del grupo experimental.

En la tabla nº 4 se observa cómo los niños internos de padres separados muestran una depresión en todas sus subescalas con una diferencia significativa de medias muy clara, al n.c. del 1 %, con respecto al grupo control. Tales niños expresan un estado de humor más depresivo; mayores problemas de interacción social, aislamiento y soledad; más baja autoestima; mayores preocupaciones por la muerte y salud en sueño y fantasías; mayores sentimientos de culpabilidad y acentuación más intensa de otros aspectos depresivos, que los niños/as de familias intactas.

En la Figura 6 aparecen unas gráficas comparativas de los tres grupos experimentales respecto al grupo control, y de las diferencias existentes entre sí, en escalas de decatipos y centiles. En general, se aprecian visualmente valores más altos en depresión en los grupos experimentales que en el grupo control, excepto los niños cuyos padres se hallan en trámite de separación, quienes puntúan menos en autoestima, preocupación por la muerte/salud, sentimiento de culpabilidad y depresivos varios, no sólo con respecto a los otros grupos experimentales, sino también en comparación al mismo grupo control. Llama la atención la fuerte ausencia de aspectos positivos de la vida (PV) que manifiestan tanto los niños internos como aquellos otros niños cuyos padres tramitan la separación, pues alcanzan puntuaciones centiles próximos a 90 y 80, respectivamente.

Bloque 4
(Chicos/as de B.U.P. y F.P., desde los 14 a los 18 años de edad aproximadamente).

En la tabla 5 se observa cómo los chicos internos de padres separados, cuando valoran el clima social de su familia, perciben una cohesión más fuerte entre sus miembros familiares; una menor conflictividad en las relaciones; actividades de desarrollo personal: como sociales y recreativas, escasas; y, por el contrario, las actividades religiosas, en mayor cuantía. Las diferencias de medias en las variables mencionadas, con respecto a los chicos de familias intactas, son significativas al n.c. del 1% y del 5%.

En la Figura 8 se ilustra lo dicho, mediante el perfil de las puntuaciones típicas de una serie de sujetos, escogidos al azar de entre las poblaciones más amplias, para tal comprobación.

DISCUSION

La inteligencia como capacidad de rapidez de comprensión y aprendizaje de ideas, particularmente en los niños internos de padres separados ha resultado significativamente inferior en todos los niveles de edad y escolarización, no sólo con respecto a los niños de familias intactas, sino también en comparación con los otros grupos experimentales de niños del divorcio. Ello demuestra la influencia que el internado tiene como variable moduladora, intensificando los aspectos negativos en aquellos que residen en él. Al hablar de la escasez de inteligencia, se ha de entender no como una infradotación, sino más bien, como un ejercicio disminuido de la capacidad para las tareas escolares debido a las tensiones y traumas familiares (Ríos González, 1976). Los datos muestran la inferioridad de tal capacidad en los niños del divorcio, en mayor grado que en los hijos de padres no separados, confirmando así nuestras predicciones y coincidiendo con los hallazgos de Wallerstein y Kelly (1975), quienes observaron una disminución de competencias, particularmente las relacionadas con el funcionamiento de la escuela, en los niños del divorcio.

En lo referente a las otras dimensiones: sumisión, timidez, inhibición social, sentimientos de dependencia, inseguridad y culpabilidad son los rasgos que se detectan en los niños de edades más tempranas de nuestro estudio, para ir pasando hacia aquellos otros aspectos de ansiedad, excitabilidad, agresividad, desatención por las normas, etc., en edades posteriores de crecimiento. Nuestros datos se corresponden con los mencionados por autores como, Hetherington y otros, 1982, 1985; Wallerstein y Kelly, 1980; Bray, 1988; Zill, 1988.

Sin embargo, conviene observar que muchos de estos rasgos como las diferentes reacciones dependen de la vulnerabilidad del niño, pues los hijos temperamentalmente difíciles se adaptan peor a los cambios y se muestran más frágiles a las adversidades (Hetherington, en prensa). Características como la inteligencia, independencia, autocontrol y autoestima están relacionadas con la adaptabilidad de los hijos a experiencias de la vida llenas de tensiones (Garmezy, 1983; Hetherington en prensa). Según Wallerstein y otros (1988), los hijos de preescolar, al no ser capaces de valorar acertadamente la situación del divorcio, sus consecuencias, pueden culparse ellos mismos del divorcio, temer el abandono de sus padres, percibiendo equivocadamente las emociones, necesidades y comportamientos de éstos y tratar de reconciliarlos.

Si se comparan los niños internos, de edades más jóvenes, de nuestro estudio con los homólogos cuyos padres tramitan la separación, veremos que los primeros muestran una capacidad intelectual significativamente inferior y mayor agresividad. Lo propio ocurre con los acogidos a la guarda y custodia después de la separación de sus padres, respecto de los cuales los internos se diferencian por ser más impresionables y dependientes. La variable "internado" creemos que puede ser un factor limitador de estos niños, donde pueden sentirse privados de un medio estimular adecuado con unas normas, a veces, superprotectoras, que dificultan la necesaria autonomía y desarrollo personal. El hecho de que los niños de 6 a 11 años, de padres que tramitan la separación se muestran más sumisos, impresionables, dependientes, con un mayor sentimiento de culpabilidad e inseguridad, que los niños acogidos a la guarda y custodia, apoya nuestra hipótesis de que durante el proceso de divorcio se ve más afectada la personalidad del niño que en tiempo posterior, lo que indica que esa fase se caracteriza por una mayor convulsión psíquica. Ante la disgregación familiar los niños patentizan en mayor medida su inseguridad ante la incertidumbre de la situación y buscan, a través de una mayor dependencia, su necesidad de apoyo y afecto. La variedad de nuestros resultados obtenidos en la escala evolutiva reafirman una vez más la tesis de Hetherington (1979), que sostiene que la experiencia del divorcio y la respuesta a él dependen del grado de desarrollo del niño y que tal experiencia del divorcio difiere de forma cualitativa para los niños de diversas edades.

Por lo general, los niños/as de cualquier edad y nivel escolar, a excepción de un número pequeño de adolescentes (14 sujetos), expresan una significativa depresión en sus diversas manifestaciones, a causa del divorcio de sus padres. Nuestros resultados se corresponden con los obtenidos por otros investigadores como, Hetherington (1979); Chethik (1986); Ríos González (1976). Todo divorcio supone una pérdida de un ser querido, y como tal, produce sentimientos de tristeza y dolor en la vida de los hijos, manifestándolos en estados de humor depresivos, tendencia a la soledad y aislamiento, baja autoestima, sentimientos de culpabilidad, preocupaciones por su salud, etc. Como dice el profesor Río (976), una de las repercusiones inmediatas de la separación es la de "entrar en pena" que lleva a la apatía, tristeza, deseo inconsciente de morir o tendencia a no estructurar de modo alguno un modelo de vida que sirva de estímulo o apoyo a ulteriores progresos. Creemos con Drill Rebeca (1986) que la depresión está asociada más con la pérdida de un ser querido, padre o madre, que con el divorcio mismo. Hemos encontrado que algunos adolescentes internos, de padres separados, de nuestro estudio, expresan una depresión significativamente menor que los mismos chicos de padres no separados, lo que parece apoyar la tesis de Wallerstein y Kelly (1975); Wallerstein y otros, (1988), quienes aseguran que los adolescentes después de un período inicial de pena y cólera se hacen más capaces de hacer frente a las exigencias generales de orden práctico. Lo que sería improbable, creemos, con un ánimo desolado por la tristeza.

Con las reservas debidas a una muestra pequeña, la depresión diferenciada de los niños cuyos padres tramitan la separación, acentuando la ausencia de aspectos positivos de la vida, es n indicador del poco optimismo que asiste a estos niños para descubrir el lado favorable de las cosas. Sin embargo, no hay en ellos una tendencia intrapunitiva que les lleve a infravalorarse, sentirse ulpable o tener preocupaciones por su salud, etc., pues a esta edad (11 a 14 años) son capaces de diferenciar y atribuir a otros los hechos en los que ellos no tienenimplicación directa, como sucede en la separación de sus padres.

Otro de los efectos del divorcio es la inadaptación tanto personal, como escolar y social que sufre el niño. Después del período de crisis del divorcio, algunos hijos muestran una extraordinaria capacidad para adaptarse, otro sufren continuos retrasos evolutivos o trastornos; otros parecen adaptarse bien n las primeras etapas de la reorganización familiar, pero presentan efectos retardados que surgen con posterioridad, con especial incidencia en la adolescencia (Hetherington en prensa). Entre los problemas desadaptativos figuran la agresividad, la desobediencia, la disminución del trato social, problemas en los estudios y de adaptación en la escuela, problemas con gente de su misma edad y en las relaciones heterosexuales (Bray, 1988; Hetherington y . otros, 1982, 1985; Zill, 1988).

Según nuestros datos, en general, los niños de padres separados, comprendidos entre los 8 y los 14 años (de 3° a 8° de E.G.B.) muestran una inadaptación personal y escolar significativamente mayor que los niños de familias intactas, cumpliendo así nuestras predicciones. La inadaptación personal hace referencia a las dificultades que los niños del divorcio tienen no sólo consigo mismo (autodesajuste), sino también con la realidad (desajuste disociativo). Su comportamiento se caracteriza por el temor, miedo e intranquilidad junto a la infravaloración de sí mismos. Esta valoración desajustada de sí les conduce a echar sobre sí mismos la tensión vivida, o bien, a través de los autodesprecios y autocastigos, o bien, por estados depresivos o reacciones de somatización.

La inadaptabilidad escolar hace referencia a la aversión hacia profesores y colegio, para niños más pequeños (de 3°, 4° y 5° curso de E.G.B.); y a la hipolaboriosidad (baja aplicación) e indisciplina (comportamiento disruptivo en clase), para los chicos de la 2ª etapa de E.G.B. (6°, 7° y 8° curso). Sin embargo, la circunstancia de que los adolescentes del divorcio de nuestro estudio no presenten con respecto a sus homólogos de familias intactas, una inadaptación personal, escolar y social, que sea estadísticamente significativa, está reforzando la tesis ya mencionada de Wallerstein y Kelly (1975). Entre los niños experimentales del divorcio, con respecto a los de familias intactas, los niños internos aparecen como los más inadaptados personal, escolar y socialmente, a consecuencia, creemos, de no sólo la ruptura familiar, sino también del alejamiento del medio natural donde debe desarrollarse el niño.

Los niños más pequeños de padres en trámite de separación se caracterizan por aspectos aversivos escolares, tanto hacia el profesor como el colegio. No es de extrañar que sea así; ciertamente, el estrés asociado al conflicto, la pérdida, el cambio y la incertidumbre de la separación parental desmotiva al niño hacia el estudio y crea en él el rechazo hacia la escuela y profesores. Los niños pequeños acogidos a la guarda y custodia después de la separación de sus padres, no presentan las inadaptaciones apuntadas en los otros grupos, a excepción del desajuste disociativo (pesimismo y huida de la realidad). Para estos niños es como si el concepto de la vida se hiciera más difícil y problemático, tuvieran la tendencia a imaginar o elaborar pensamientos negativos, pesimistas, y en consecuencia, a desarrollar defensas que les impida sufrir, disociándose de la realidad.

Tales síntomas parecen ir en la línea de lo que suele entenderse como esquizoidismo o propensión psicótica, y nos parece más acentuado cuando no se ha logrado reestructurar la nueva vida familiar, extremo éste que ya hipotetizamos. En niños de más edad (de 11 a 14 años; de 6°, 7° y 8° de E.G.B), acogidos a la custodia después de la separación parental, además de esta insatisfacción personal (descontento consigo y con la realidad), muestran también una inadaptación escolar, a través de la aversión a la instrucción (hacia profesores y colegios), e hipolaboriosidad (baja aplicación hacia el aprendizaje). Si se comparan los grupos experimentales entre sí, vemos que los niños internos muestran mayor inadaptación personal, escolar y social que los niños de los otros grupos experimentales, siendo el internado, por razones obvias, el factor acumulativo de la inadaptación. Los niños más pequeños (de 8 a 11 años) de padres en trámite de separación muestran una inadaptación personal menor que los niños acogidos después de la separación, lo que probablemente explica la falta de una organización familiar adecuada que padecen éstos después del divorcio. Sin embargo, los niños de más edad (de 11 a 14 años) del mismo grupo de padres que tramitan la separación, si los comparamos con los acogidos de la misma edad, presentan una mayor inadaptación personal, lo que podría ser una respuesta diferencial, propia del desarrollo evolutivo del niño.

Tal como predecíamos en nuestras hipótesis, en los niños del divorcio de cualquier edad y nivel escolar de nuestro estudio hemos encontrado una manifiesta insatisfacción con el ambiente negativo de la familia y la desarmonía matrimonial de sus padres. Tal insatisfacción es más acusada en los niños cuyos padres tramitan la separación que en los otros grupos experimentales, y ello parece lógico, cuando la desorganización familiar es mayor en el momento en que se produce la separación de los padres, y con frecuencia, se ve obligada, en tales circunstancias, el hijo a presenciar con pena las peleas, denigraciones y recriminaciones que mutuamente se hacen los padres.

Al hablar del clima social de familia se miden tres dimensiones: las relaciones (grado de comunicación, libre expresión y la interacción conflictiva), el desarrollo (procesos de desarrollo personal: autonomía, actividades culturales, recreativas, religiosas, etc.), y estabilidad (estructura, organización y grado de control) de los miembros familiares.

La valoración diferenciada del clima socio-familiar que realizan los chicos de más edad con respecto a los más jóvenes, nos sugiere que tal apreciación está determinada no sólo por el desarrollo evolutivo, sino también, por las expectativas y diferentes roles que se ven obligados a satisfacer en su familia los hijos mayores. En efecto, a los hijos se les pide que desempeñen algunas de las funciones del padre que se ha ido (Hetherington, 1979). Los hijos mayores, desde los recursos de que disponen para defenderse, pueden hacer frente o cuestionarse algunos aspectos del funcionamiento y cometidos de la familia que los hijos menores no lo harían (Brown y Hobart, en prensa).

Especial mención merecen los adolescentes internos de padres separados, por cuanto que el internado actúa como una variable moduladora que modifica la percepción de los sujetos. Estos, al evaluar sus familias consideran que en ellas existe una mayor y significativa cohesión entre sus miembros, una menor posibilidad en las actividades sociales y recreativas, y una mayor intensidad en las prácticas religiosas, que en el caso de los mismos jóvenes de padres no separados. No cabe duda de que el internado está influyendo en las percepciones y actitudes de estos jóvenes, contribuyendo a sesgar la visión o percepción que éstos tienen de su familia, de su comportamiento, etc, tales resultados nos parecen como una réplica de lo que encuentran en su vida de internado, y que tratan de transferirlo a sus propias familias de origen. Es probable que entre los compañeros de convivencia hayan encontrado la integración que les faltó a los miembros de su familia, que en el centro exista un gran control (disciplina, normas, etc) que reprima toda la agresividad social y conflicto, en el internado sienten una escasez de actividades sociales y recreativas, y exista, por otra parte, una acentuación más intensa en las prácticas religiosas o una mayor insistencia en los valores éticos.

El hecho de que, los niños/as de padres separados, de cualquier edad y nivel escolar, en comparación a los niños/as de familias intactas, consideren que la educación que reciben de sus padres se caracteriza significativamente por alguno o varios de los aspectos restrictivos y aversivos, tales como el estilo punitivo (castigo y rechazo), estilo despreocupado (abandono y desatención), perfeccionismo hipernómico (exceso de normativa), perfeccionismo hostil (recriminar o censurar) y marginación afectiva, encuentra evidencia empírica en nuestros datos y refuerzan las pruebas de aquellos investigadores como Hetherington y otros (1982); Wallerstein y Kelly, (1980), quienes hablan de que después de la separación en un período de menor interés por el cuidado y la atención de los hijos. Es normal que las madres con custodia tengan un carácter más complejo, sean volubles, poco comunicativas y comprensivas e inconsecuentemente punitivas en el trato con sus hijos (Hetherington y otros, 1982). En el primer año, después del divorcio, los padres están demasiado preocupados por su propia depresión, cólera o necesidades emocionales y son incapaces de responder a las exigencias del niño. Durante este tiempo el padre o madre divorciados tienden a ser incoherentes, menos afectuosos y faltos de control sobre sus hijos (Hetherington y otros, 1978).

Nuestros análisis recogen algunas de las percepciones de los hijos acerca de la actuación educativa de sus padres separados, que van a ser explicadas a continuación y que suscitan consideraciones adicionales de notable interés.

• Los niños del divorcio, comprendidos entre los 8 y 14 años, si se comparan con los de familias intactas, se observa que los primeros realizan atribuciones más negativas hacia su padre que hacia su madre. La explicación de ellos nos las dan Hetherington y otros (1978), cuando aseguran que, si la madre se muestra hostil y crítica hacia el padre, el niño comienza a ver a éste de una forma más ambivalente o negativa, y como un modelo de rol menos aceptable. Otra razón podría ser la que proporcionan Furstemberg (1988) y Zill (1988), cuando aseguran que, si bien el padre tiene frecuente contacto en los primeros meses después del divorcio, posteriormente, la mayoría de ellos se va alejando de sus hijos, lo que puede facilitar esa imagen negativa, amén de otros comportamientos censurables vistos en el padre, que pueden motivar también dicho alejamiento.

• También es destacable el estilo despreocupado (abandono y desatención) que perciben en su madre, los niños del divorcio más pequeños (de 8 a 11 años) que permanecen en el internado. Cualquiera que sea la razón (descenso económico, trabajo, etc) que le haya llevado a la madre a "depositar" a sus hijos en tales Centros, en régimen de internado, seguramente sea percibido tal hecho como abandono y desatención por los hijos.

• Igualmente, el hecho de que los niños más pequeños (de 8 a 11 años) acogidos a la custodia después de la separación perciban una educación menos asistencial personalizada del padre que la que perciben los niños de padres en trámite de separación; así como el que los niños acogidos de más edad (11 a 14 años) atribuyan a su padre una educación más restrictiva y aversiva que los niños de padres no separados, podría explicarse, tal como se dijo, por el abadono progresivo del padre hacia sus hijos, o las actitudes enfrentadas y hostiles de la madre hacia el padre, o de ambos entre sí, lo que hace que los hijos se contradispongan, le conceptuen desfavorablemente y se distancien de su padre.

• Precisamente la crispación existente en las relaciones de la pareja en el momento de su ruptura o mientras se legaliza tal ruptura, hace que los niños del tercer bloque de nuestro estudio (de 11 a 14 años) hayan percibido en su padre una educación más restrictiva, que en el caso de los niños acogidos después de la separación a la guarda y custodia de uno de sus padres.

• También las continuas disensiones y desacuerdo mutuos que caracterizan la relación de los esposos antes y después de la separación, dan pie a la discrepancia educativa, esto es, a la diferencia entre el estímulo educativo del padre y de la madre que perciben la mayoría de nuestros hijos de padres separados. La discrepancia educativa es un índice importante que expresa el grado de acuerdo y relación existente en la pareja y sus padres educativos consecuentes, tal como es percibido por el hijo. Un alto nivel de discrepancia educativa supone un profundo conflicto para el hijo que no sabe a que modelo parental atenerse.

• El efecto evolutivo es notorio en los chicos adolescentes de la separación, cuando en la restricción educativa de sus padres perciben en mayor grado, aspectos contrarios a su identidad personal emergente, como pueden ser el perfeccionismo hipernómico (excesos de normativa) y perfeccionismo hostil (recriminar, censurar) que aquellos otros aspectos que hacen referencia a una falta de atención personalizada (falta de afecto, cuidado, control, etc), más propios de niños más pequeños.

REFERENCIAS

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