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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 2000. Vol. Vol. 12 (nº 4). 579-585




PERCEPCIÓN DE LA SOLEDAD

Francisca Expósito y Miguel Moya

Universidad de Granada

El objetivo de esta investigación era conocer la percepción que la gente tiene de la soledad, fundamentalmente de los diferentes tipos de personas que pueden sentirse solas, así como las dimensiones que subyacen a tal percepción. Tras seleccionar en un primer estudio los tipos más representativos de personas que pueden sentirse solas, y las características más comúnmente asociadas a ellas, una muestra de 269 universitarios, hombres y mujeres, evaluaban la semejanza entre los diferentes tipos de personas presentados y los calificaban sobre diversas escalas bipolares. Utilizamos para el análisis de los datos el método estadístico de escalamiento multidimensional (MDS) que nos permitió obtener una representación gráfica de las percepciones que los participantes tenían de las personas estímulo, así como el análisis de cluster. Los resultados muestran que dos dimensiones son básicas en la estructura de las percepciones de las personas que pueden sentirse solas: una concerniente al atractivo físico de la persona percibida y al carácter voluntario o impuesto de la soledad, y una segunda dimensión relacionada con el estatus socioeconómico de la persona y el hecho de tener o no una relación de pareja. Los resultados se discuten a la luz de la literatura sobre soledad existente en el área psicosocial y en el área de estudio de las relaciones interpersonales.

Perception of the loneliness. The aim of this research was to study participants perception of loneliness. More specifically we were interested on the perception of the different kind of persons who can feel alone, and in the cognitive dimensions used by judges to differentiate between such persons. In a first study the most representative types of persons who usually feel alone and the characteristics associated to them were selected. In a second study, a sample of 269 male and female college students were asked to evaluate the similarity between the different types of persons presented and were asked to rate them on several bipolar scales. multidimensional scaling (MDS) was used in order to obtain a graphical representation of the perceptions of the different kind of people who can feel alone as well as the underlying dimensions of these perceptions. Cluster analysis was also used. Results showed that two dimensions underlied perceptions of persons who can feel alone: first dimension was related to person perceived physical atracttive and wether the loneliness situation was choosen or imposed; second dimension was related to person’s socioeconomic status and to the fact of having or not a dating relatioship. The results are discussed from a psychosocial perspective.

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Muchos de los juicios que hacemos sobre las personas (o los fenómenos sociales) son categoriales y están basados en el grado de semejanza que percibimos entre la persona sobre la que emitimos los juicios y otra persona típica que nos resulta familiar. Con frecuencia nos formamos impresiones y describimos a la gente en términos que denotan configuraciones de personalidad prototípicas («el típico machista», «la mujer liberada»), que nos resultan familiares y que compartimos con otras personas de nuestra subcultura (Forgas, 1985).

Los efectos de la prototipicalidad en los juicios de percepción de personas han recibido considerable atención en los últimos años. El prototipo puede funcionar como «una base organizacional para estructurar la codificación de información nueva que nos llega de una persona, suministra expectativas sobre su conducta futura y ayuda a la recuperación de su conducta pasada» (Cantor y Mischel, 1979, p. 42).

El creciente interés por las variables cognitivas que intervienen en el proceso de cognición social ha llevado a descuidar el papel que los factores culturales tienen en los juicios de percepción de personas (Tajfel y Forgas, 1981). La distintividad o saliencia de un estímulo social depende, en gran medida, de factores como los valores, normas y expectativas existentes dentro de una subcultura. Rosch, Mervis, Gray, Johnson y Boyes-Bream (1976) consideraban que «dado que la estructura del ambiente que nos rodea difiere bastante en diferentes partes del mundo, es de esperar que las categorías de diferentes culturas, también difieran» (p. 435).

Los estudios sobre percepción de personas tienen una larga tradición en Psicología. Conocer cómo ocurren los procesos de cognición social es importante por muchas razones, pero fundamentalmente porque puede contribuir a mejorar el funcionamiento de nuestra vida en sociedad. La percepción de personas nos suministra información referente a las emociones que dichas personas experimentan, nos permite formarnos una impresión relativamente unificada de ellas, realizar atribuciones sobre la causa de su conducta y, en última instancia, nos permite actuar de una determinada manera (Moya, 1994). Aunque el proceso de percepción es básicamente adaptativo, esto no implica que esté libre de sesgos y errores. Un ejemplo de ello son las Teorías Implícitas de la Personalidad (TIP), que designan tanto aquellas creencias que cada uno de nosotros tiene acerca del ser humano en general (Leyens, 1983), como el hecho de que tenemos una idea preformada acerca de qué características van unidas en las personas. Así, por ejemplo, alguien puede pensar que «atractivo físico» y «honestidad» son dos características que suelen ir unidas, mientras que para otra persona «atractivo físico» va asociado a «superficialidad» (Bruner y Tagiuri, 1954).

La base sobre la que los rasgos que percibimos en los demás se asocian ha sido objeto de debate. Algunos autores (Moya, 1994) han defendido que la dimensión que utilizamos para asociar rasgos es la evaluativa. Un ejemplo de ello es el efecto halo o tendencia a asociar a una persona que posee cierto rasgo positivo otros rasgos también positivos, así como atributos negativos a partir de otras cualidades también negativas. Por tanto, conocer la base sobre la que estructuramos la percepción de los demás proporciona información valiosa acerca de nosotros mismos como individuos, pero también de los valores y costumbres de nuestro medio social y cultural.

La soledad es un estado emocional que sobreviene cuando la persona no ha logrado las relaciones interpersonales íntimas o estrechas que desea. Este estado de insatisfacción parece afectar a un número cada vez mayor de personas, a pesar de que las condiciones de vida están mejorando. Algunos datos indican que la soledad afecta a alrededor del 25% de la población americana y, en nuestro país, a un tercio de las personas que superan los 65 años de edad.

El interés por el estudio de la soledad no se debe exclusivamente a su creciente incidencia, sino también a la importancia cada vez mayor que las relaciones interpersonales tienen en nuestra vida cotidiana. No obstante, en Psicología Social se ha prestado mayor atención y esfuerzo a tratar de conocer los factores que intervienen en la formación de vínculos sociales (atracción, enamoramiento, etc.), olvidándose un tanto de las consecuencias que puede tener para una persona romper sus lazos sociales íntimos, o la incapacidad para conseguir dichos vínculos. A pesar de su relevancia, el retraso en la investigación de la soledad se ha debido a las muchas dificultades que su estudio conlleva, entre las que se encuentran el hecho de que hayan surgido numerosas definiciones del constructo, la falta de un marco teórico explicativo y la dilatación en el desarrollo de instrumentos de medida fiables.

Si bien en general la soledad ha sido considerada como la ausencia de compañía (soledad social), algunos autores han utilizado el término para referirse a una experiencia subjetiva mucho más compleja que tiene su origen en el modo en el que el individuo percibe la calidad de sus relaciones (soledad emocional) (Russell, 1982; Weiss, 1973). Algunos autores consideran la soledad como un rasgo, mientras que otros la conciben como un estado pasajero (Gerson y Perlman, 1979; Shaver y Buhrmester, 1985). A esta falta de consenso habría que añadir el estigma social que suscita la soledad. La literatura ha puesto de manifiesto que las personas solitarias son evaluadas negativamente en el contexto de las relaciones y que además, tales evaluaciones se generalizan a otras áreas de la vida que nada tienen que ver con el ámbito relacional. No resulta extraño entender que personas que se sienten solas traten de ocultar sus sentimientos para evitar el rechazo de la sociedad, dificultando de esta manera el estudio de este fenómeno.

En consecuencia, el estudio de la soledad tiene una gran relevancia psicosocial. Lejos de lo que en un principio se pensara, no es una característica individual de quienes la padecen, sino que se trata de un proceso dinámico y complejo que va más allá del ámbito privado, convirtiéndose en un problema social. Por ello consideramos interesante, y necesario, explorar cómo en nuestra sociedad se percibe a las personas que se sienten solas y las características que se les atribuyen. Denominar o describir a una persona utilizando una etiqueta comporta procesos más complejos que el mero hecho de la clasificación. La etiqueta «solo» activará comportamientos diferentes dependiendo de las explicaciones que se den de dicha soledad. Así por ejemplo, si una persona cree que la soledad se debe a causas internas de quien la padece, como ser tímida o poco atractiva, se comportará de una manera diferente de aquel otro perceptor social que atribuya la soledad a una causa esporádica y/o contextual, como haberse trasladado a otra ciudad o haber enviudado.

Para lograr nuestros objetivos hemos escogido una de las técnicas más utilizadas en el estudio de percepción de personas y de estímulos sociales en general, el Escalamiento Multidimensional (MDS). Esta técnica permite cuantificar y describir fenómenos psicológicos complejos que no son accesibles a otros análisis cuantitativos, presentándose como una alternativa a la metodología de tipo cualitativa y descriptiva. El MDS trata de medir y comprender las relaciones entre objetos cuando las dimensiones subyacentes no se conocen. Los perceptores no hacen juicios directamente sobre las dimensiones, sino acerca de la proximidad o parecido entre los objetos (ciudades, sabores, personas.), y es el investigador quien utiliza el MDS para conocer las dimensiones subyacentes a tales juicios (Camacho y Hernández, 1988).

El objetivo de este estudio ha sido explorar la visión que la gente tiene de las personas que sienten la soledad, así como las características y atributos que las definen. Pensamos que la soledad es un fenómeno psicosocial y que por tanto es probable que quienes compartan una misma cultura tengan percepciones similares.

Método

Primera fase o estudio piloto

Una muestra compuesta por 300 estudiantes de tercer año de Psicología (varones y mujeres) contestó un formulario en el que se les pedía que pensaran en «tipos de personas que pueden sentirse solas». Cada participante debía escribir al menos 7 tipos de personas diferentes. Una vez completada la lista, se les pidió que escribieran las características que mejor definían a cada tipo mencionado. Con los datos recogidos obtuvimos la siguiente información:

1) Seleccionamos los tipos de personas que pueden sentirse solas más representativos en función de su frecuencia de aparición, incluyéndose también algunos tipos de personas que si bien no aparecían de forma reiterada, fueron considerados de cierto interés. Las personas semejantes fueron agrupados en la misma categoría, obteniéndose 18 tipos de personas que según nuestros participantes pueden sentirse solas (los 17 primeros tipos son comunes para hombres y mujeres): anciano/a, divorciado/a, viudo/a, enfermo/a hospitalizado/a, extranjero/a, mendigo/a o vagabundo/a, huérfano/a, soltero/a, adolescente, discapacitado/a, depresivo/a, estudiante fuera de casa, adicto/a, introvertido/a, preso/a, enfermo/a de SIDA, y homosexual. Las categorías soldado y ama de casa sólo aparecieron cuando los estímulos eran hombres o mujeres, respectivamente.

2) Se seleccionaron las características con mayor frecuencia asociadas a cada uno de los tipos de personas, para construir un conjunto de escalas bipolares que después se utilizaron en el MDS. Las escalas bipolares construidas fueron: 1) estatus socioeconómico alto-estatus socioeconómico bajo; 2) cuenta con apoyo social-carece de apoyo social; 3) realiza muchas actividades sociales-realiza pocas actividades sociales; 4) socialmente aceptado/a-socialmente rechazado/a; 5) triste-alegre; 6) controla la situación-no tiene control de la situación; 7) es una situación voluntaria-es una situación impuesta; 8) tiene pareja-no tiene pareja; 9) posee alta autoestima-posee baja autoestima; 10) convive con otras personas-vive completamente solo/a; 11) historia personal feliz-historia personal desdichada; 12) se siente querido/a-no se siente querido/a; 13) situación laboral estable-situación laboral inestable; 14) alto nivel cultural-bajo nivel cultural; 15) físicamente atractivo/a-físicamente poco atractivo/a; 16) merece lo que le ocurre-no merece lo que le ocurre y 17) ve a los demás de forma positiva-ve a los demás de forma negativa.

Segunda fase o estudio principal

El objetivo fue obtener datos cuantificables indicativos de las diferencias percibidas entre los tipos de personas seleccionadas.

Participantes

Participaron 269 estudiantes de tercer curso de Psicología, 68 hombres y 201 mujeres, con una media de edad de 21.46 (SD = 2.74). La participación fue voluntaria.

Procedimiento

Se construyó un cuestionario que comprendía tres secciones:

Sección 1. Datos sociodemográficos (edad, sexo, estado civil...).

Sección 2. Se presentaban los 18 tipos de personas seleccionados. Con estos 18 estímulos se formaron 153 pares (18 X 17/2). Para cada par se pidió a los participantes que juzgaran la semejanza percibida entre ambos en una escala de 9 puntos (1 = completamente diferentes, 9 = completamente semejantes). Aproximadamente la mitad de los participantes evaluaron 18 tipos de hombres y la otra mitad 18 tipos de mujeres. De este modo, tuvimos cuatro grupos de sujetos, resultado de combinar el sexo del estímulo con el sexo de quien realizaba las evaluaciones.

Los juicios de semejanza de cada par comparado se hicieron en una matriz simétrica (18X18) sin elemento diagonal principal, donde tanto las filas como las columnas eran los diferentes tipos de personas que pueden sentirse solas (estímulos).

Sección 3. Los participantes evaluaron cada persona estímulo sobre las 17 escalas bipolares de 9 puntos que habíamos seleccionado en el estudio piloto.

Se utilizó la técnica de Escalamiento Multidimensional (MDS) con el fin de obtener una representación de los diferentes tipos de personas que pueden sentirse solas en un espacio n- dimensional, de manera que cada estímulo es representado por un punto en el espacio y la semejanza percibida entre pares de estímulos por la distancia euclidiana entre dos puntos (Arce, 1990; Arce, Seoane y Varela, 1989). Las medidas directas de la semejanza entre pares de estímulos, se utilizaron para la elección de la dimensionalidad mínima subyacente y las calificaciones de cada estímulo sobre las 17 escalas bipolares se utilizaron para interpretar el espacio dimensional construido. Además, se utilizó el análisis de cluster con el fin de conocer la manera en que las personas agrupaban a los diferentes estímulos en función de su semejanza.

Resultados

Para una mejor presentación de los datos, en primer lugar expondremos los resultados obtenidos en los análisis de MDS y, en segundo lugar, los procedentes de los análisis de cluster.

Elección e interpretación de la dimensionalidad en las diferentes submuestras

Se realizaron cuatro análisis de MDS de los 18 estímulos, uno en cada grupo estudiado, para conocer las dimensiones subyacentes en su percepción. Se utilizó el programa ALSCAL de Takane, Young y Deleeuw (1977). Los datos de entrada fueron las matrices simétricas de semejanza, de orden 18 X 18, una por cada participante. Solo se utilizó la información contenida en el triángulo inferior de la matriz. El nivel de medida supuesto fue ordinal, el proceso discreto, la matriz condicional y el modelo de replicación. Se obtuvieron soluciones en 5, 4, 3 y 2 dimensiones.

Posteriormente, con el fin de seleccionar las dimensiones subyacentes a la representación espacial de estímulos ofrecida por los MDS realizados, así como para facilitar su interpretación, se realizaron análisis de regresión lineal múltiple. Las variables dependientes en los cuatro casos fueron las puntuaciones medias de los sujetos en las 17 escalas bipolares, para cada uno de los 18 estímulos, y, como variables independientes, las coordenadas de los estímulos ofrecidas por el MDS.

Combinando los resultados obtenidos por estos dos análisis, seleccionamos la solución dimensional óptima que resultó ser bidimensional en todos los casos. No se apreciaron diferencias significativas en la percepción que hombres y mujeres tenían de los diferentes estímulos, por lo que, por razones de espacio, presentaremos los resultados obtenidos en uno de los grupos.

Espacio dimensional del grupo de mujeres que evaluaron mujeres que pueden sentirse solas. El análisis se realizó con 88 mujeres que evaluaron a estímulos mujeres. Dos dimensiones fueron suficientes para explicar la configuración espacial, obteniendo un índice de Stress = .28, que indica el grado de ajuste entre el modelo y los datos — cuanto más cercano a 0 más óptimo es el ajuste (Young y Lewychyj, 1979). La varianza explicada por las dos dimensiones fue del 62% (RSQ, o proporción de varianza de los datos escalados explicados por sus correspondientes distancias). La figura 1 muestra la configuración de estímulos ofrecida por el MDS.

Algunos estímulos aparecen próximos en el espacio, como «anciana», «depresiva» y «enferma hospitalizada». Se supone que esta proximidad está relacionada con las propiedades de los estímulos, que son percibidos como tipos de personas semejantes. En la tabla 1 se ofrecen los coeficientes de correlación múltiple y regresión entre las coordenadas de puntos derivadas por el MDS en las dimensiones I y II y cada una de las escalas bipolares. Los valores ofrecidos por el análisis de regresión nos permiten interpretar las dimensiones subyacentes a la representación espacial de estímulos ofrecida por el Escalamiento Multidimensional. Una correlación alta y significativa indica que la escala puede ser identificativa de una de las dimensiones si además el coeficiente de regresión es alto y significativo en esa dimensión (Rodríguez, Sabucedo y Arce, 1991; Kruskal y Wish, 1978).

Como muestra la tabla 1, la única escala que correlacionó significativamente con la dimensión I fue «físicamente atractivo-físicamente poco atractivo» (.54, p<.05) y marginalmente «voluntaria-situación impuesta» (.44, p= .07). Trasladando estos resultados a la figura 1, observamos que los estímulos se distribuyen a lo largo de la dimensión I de forma más o menos homogénea, apreciándose dos agrupaciones que coinciden con los extremos. Por un lado, las mujeres perciben como semejantes (se sitúan próximos en el espacio) a las personas «anciana», «depresiva», «enferma hospitalizada» y «ama de casa». En el polo opuesto se agrupan las personas «adolescente», «extranjera», «presa», «introvertida» y «estudiante fuera de casa». En este segundo extremo se situarían las personas físicamente atractivas y con mayor capacidad de elección de su situación.

Las escalas que correlacionaron significativamente con la dimensión II fueron: «estatus socioeconómico alto-estatus socioeconómico bajo» (-.51, p< .05) y «tiene pareja-no tiene pareja» (.48, p< .05). En este caso también los estímulos se distribuyen de forma homogénea a lo largo de la dimensión. No obstante, resaltamos el hecho de que, tal y como muestra la figura 1, en un extremo de la dimensión II están las personas «discapacitada», «huérfana», «enferma de SIDA» y «adicta» (estatus socioeconómico bajo y tienen pareja) y en el polo opuesto las mujeres «divorciada», «viuda» y «soltera» (estatus socioeconómico alto y no tienen pareja).

Resultados de los análisis de cluster.

Además de las dimensiones encontradas en las representaciones de estímulos ofrecidas por el MDS, observamos que existían agrupaciones de estímulos en cada uno de los cuadrantes. Con el fin de conocer mejor esas pequeñas estructuras se realizaron análisis de cluster que nos permitieran comprobar qué estímulos se agrupaban en función de su similitud (Arabie, Carroll y De Sarbo, 1987). De igual manera que hicimos con el MDS, realizamos cuatro análisis de cluster, diferentes en función del sexo de quien evaluaba y del sexo del estímulo evaluado. Los datos de entrada para cada análisis fueron las matrices medias de semejanza. Se utilizó el paquete estadístico SPSS/PC+ y el método empleado para agrupar los estímulos fue el análisis de grupo jerárquico aglomerativo. Las agrupaciones se forman uniendo estímulos en grupos cada vez mayores hasta que todos los estímulos son miembros de una agrupación. Se aplicaron dos métodos diferentes de agrupamiento: el de vínculo único y el método de vínculo completo, obteniéndose resultados muy semejantes. Aquí sólo se presentarán los resultados obtenidos por el método de vínculo completo. Tampoco los análisis de cluster arrojaron diferencias importantes en función del sexo del perceptor o del sexo del estímulo percibido, por lo que sólo vamos a presentar uno de ellos.

Mujeres que evaluaron mujeres que pueden sentirse solas. La figura 2 ofrece los resultados de la evaluación que hicieron las mujeres de la semejanza entre los 18 tipos de mujeres que podían sentirse solas.

Como muestra la figura 2, en un primer paso el análisis unió «enferma» con «discapacitada», seguido de« extranjera» y «estudiante fuera de casa». «Anciana» y «viuda» formaron un cluster al que después se unió «ama de casa». Las participantes percibieron muy semejantes entre sí a la mujer «depresiva» y a la «introvertida», seguidas de «adolescente» y, a más distancia, «homosexual». «Adicta» y «enferma terminal (SIDA)» se consideraron con cierto grado de semejanza, igual que ocurrió con «mendiga» y «huérfana».

En general, el análisis realizado nos permitió diferenciar tres cluster: 1) Formado por personas con cierto estigma social, en cuanto a que son rechazadas socialmente y la causa de la soledad parece guardar relación con alguna característica física o derivada del estilo de vida: «enferma», «discapacitada», «adicta», «enferma terminal (SIDA)», «presa». 2) Un grupo más heterogéneo formado, en primer lugar, por «depresiva» e «introvertida» a quienes se une «adolescente» (en general personas tímidas y con escasas relaciones sociales); a este grupo se unió «homosexual» y posteriormente «extranjera», «estudiante fuera de casa», «mendiga» y «huérfana». La soledad percibida de estas personas parece estar relacionada con la ausencia de compañía, ya sea por razones situacionales (traslado), ya sea por características de la propia persona. 3) Un tercer grupo formado por quienes pueden experimentar soledad al carecer de las relaciones deseadas (en calidad o en cantidad): «anciana» y «viuda», «divorciada» y «soltera» y, por último, «ama de casa».

Comparando los resultados obtenidos en los diferentes análisis de cluster realizados (considerando tanto a participantes varones y mujeres como a estímulos de ambos sexos), encontramos (aunque por razones de espacio no pueden ser incluídos aquí) bastante parecido en la percepción que hombres y mujeres tienen de los tipos de personas que pueden sentirse solas. Tanto unos como otras agrupan a una serie de personas caracterizadas por su condición estigmatizada. No obstante, el estímulo «homosexual» se une a este grupo cuando son hombres los que juzgan a otros hombres, lo cual puede reflejar el rechazo que los varones muestran hacia la homosexualidad masculina. Además, un resultado sorprendente es que los estímulos «presa» y «mendiga» se unen a este cluster cuando se juzga a mujeres y no cuando se juzga a hombres.

También hay algunas diferencias en el tercer cluster, que agrupa a personas que se caracterizan por vivir solos, sin pareja, bien porque han perdido su relación, bien porque nunca la han tenido. Cuando los estímulos son mujeres, tanto los participantes varones como mujeres incluyen en este grupo a «ama de casa». Sin embargo, cuando los estímulos son hombres, las mujeres incluyen en el grupo al «mendigo» y al «huérfano», y los varones participantes no.

Discusión

El objetivo de esta investigación consistió en descubrir las dimensiones subyacentes a la percepción que las personas tienen de aquellas otras que pueden sentirse solas. Los datos ofrecidos por el escalamiento multidimensional han mostrado la existencia de dos dimensiones suficientes para representar a estos tipos de personas. A nuestro juicio, una dimensión hace referencia a cuestiones caracterológicas. Rokach y Brook (1995) utilizan esta terminología para referirse a la importancia que las experiencias del individuo, sus actitudes y características de personalidad e individuales, tienen en el desarrollo de la soledad. Si estos factores son negativos, podrían dificultar el inicio y mantenimiento de relaciones fructíferas y de apoyo. La segunda dimensión encontrada es semejante a la denominada relacional o histórica por Rokach y Brook (1995), que comprendería causas de la soledad relacionadas con las relaciones íntimas infructuosas, separación y traslados, así como con la marginalidad social.

Si bien la significación estadística de algunos de los resultados obtenidos parecían poco alentadores (por ejemplo, el bajo número de escalas que cargaron significativamente en las dimensiones ofrecidas por el MDS), al analizar detenidamente los resultados — y contrastarlos con los obtenidos en los análisis de cluster — podemos comprobar que coinciden con los encontrados habitualmente en la literatura sobre soledad.

Así, la dimensión que diferencia entre tipos de personas que pueden sentirse solas según la situación de soledad sea percibida como «voluntaria» o «impuesta», recoge la distinción establecida respecto a los efectos positivos o negativos de la soledad. Para unos la soledad es positiva por considerarla un momento de reflexión e inspiración— recuérdese los períodos de aislamiento y soledad a la que se someten escritores, artistas o religiosos. En cambio, la soledad se percibe como un problema cuando es una situación impuesta de la que no podemos escapar. Según Béjar (1993), podemos hablar de dos tipos de soledad, una, la soledad como elección, entendida como privacidad o búsqueda voluntaria de aislamiento; otro tipo sería la soledad como destino, entendida como ausencia de compañía deseada, una condición impuesta.

Por otro lado, existe una extendida creencia según la cual las personas sin pareja se sienten solas (aspecto importante en la segunda dimensión encontrada). Por ejemplo, el paradigma del Arca de Noé pone énfasis en el emparejamiento como una norma social, de modo que «estar solo es ser diferente y ser diferente es estar solo, y estar dentro de este círculo fatal es estar solo. Estar solo es haber fracasado» (Gordon, 1976). Si las relaciones íntimas tienen un gran valor en la vida de los seres humanos (Thornton y Freedman, 1982), es lícito pensar que la ausencia de tales relaciones se perciba como una condición indeseable llegando en muchas ocasiones a afectar el bienestar físico, psicológico y social de quienes se encuentran en tal situación (Lin, 1986; Sarason y Sarason, 1984). En ocasiones se considera la soledad desde una perspectiva residencial, confundiéndola con el sentimiento de soledad, de modo que se tiende a pensar que quienes conviven con otras personas experimentan menos sentimientos de soledad que quienes viven solos. Por ejemplo, la Teoría de la Integración Social de Durkheim (1951) avala esta creencia y resalta la importancia de la integración social en tanto que incluye al individuo en una red de influencias interpersonales que dan significado y propósito a su vida. Esta tradición sociológica resalta el hecho de que la regulación social beneficia a la sociedad ayudando a mantener el orden y la estabilidad y beneficiando también al individuo. Huges y Gove (1981), por ejemplo, compararon los efectos de vivir solo con los de vivir en compañía, concluyendo que quienes estaban en la primera situación eran más vulnerables a padecer conductas desviadas y problemas psicológicos, llegando incluso a realizar actos autodestructivos porque carecían de los mecanismos de regulación adecuados.

Nuestros resultados también muestran la imagen negativa que existe de las personas que pueden sentirse solas. Así, en el estudio piloto, casi todas las características mencionadas por los participantes de los tipos de personas tenían un carácter negativo. La soledad como experiencia negativa puede entenderse mejor por la existencia de estereotipos culturales que describen a las personas solitarias como perdedoras sociales, convirtiendo esta situación en un estigma social (Perlman y Joshi, 1987). La creencia en el mundo justo, puede llevar a atribuir la causa de las características indeseables o negativas que posee una persona a factores personales que la hacen merecedora de lo que le ocurre. Esto puede darse incluso cuando una persona realiza autoatribuciones, inhibiendo así la puesta en marcha de estrategias eficaces de afrontamiento frente a la soledad.

Sin embargo, los resultados del segundo estudio muestran algunos matices al resultado comentado en el párrafo anterior, dado que los participantes diferencian entre personas que pueden sentirse solas atractivas y no atractivas y entre personas de alto y de bajo estatus socioeconómico. Estos resultados no han sido tan extensamente encontrados en la literatura sobre soledad. En los estudios sobre percepción de personas se señala que cuando percibimos a los demás empleamos con frecuencia categorías basadas en el atractivo físico. Además, en función de nuestras teorías implícitas de la personalidad solemos deducir que quienes son atractivos también tienen otras cualidades positivas (Moya, 1994). Nuestros resultados avalan que si bien se percibe que hay un tipo de personas que experimentan la soledad y carecen de atractivo físico, hay otras que también pueden sentirse solas a pesar de tener atractivo. Lo mismo puede decirse del estatus socioeconómico.

El hecho de que sean las mismas escalas que acabamos de mencionar las que de forma sistemática definen las dimensiones ofrecidas por los diferentes análisis MDS realizados (en participantes hombres y mujeres y percibiendo a estímulos de ambos sexos —aunque en este trabajo sólo se presente uno de tales análisis), sugiere el carácter consensual y compartido de estas percepciones, su dimensión social. Parece existir un discurso social, un sentido común y unas representaciones sociales que determinan el modo de ver y entender la realidad que nos ocupa (Moscovici, 1984).

No queremos cerrar este trabajo sin reconocer las limitaciones metodológicas que esta investigación presenta. Somos conscientes de que se trata de un estudio fundamentalmente descriptivo y aproximativo al fenómeno de la soledad en nuestra sociedad. En consecuencia, la metodología utilizada no nos permite dilucidar la dirección de causalidad en algunas asociaciones encontradas (por ejemplo, entre el atractivo físico de ciertas personas y la soledad). Aún así, creemos que era un trabajo necesario y que sienta las bases para futuros estudios e investigaciones relacionados con el tema.

A modo de conclusión, señalar que toda la información obtenida, aunque de carácter descriptivo, ha servido fundamentalmente para tres propósitos. Primero, explorar un fenómeno psicosocial que empieza a ser importante en nuestra sociedad, dada su creciente incidencia, encontrando que presenta características comunes con otras sociedades. Si como decía Rosch et al. (1976) la estructura del ambiente varía en las diferentes partes del mundo dando lugar a categorías distintas, el hecho de que las personas que proceden de diferentes partes del mundo tengan representaciones sociales parecidas del fenómeno de la soledad nos lleva, cuando menos, a pensar que los resultados de investigaciones sobre el tema realizadas en contextos culturales diferentes al español pueden tener aplicabilidad en nuestro país (y viceversa). Segundo, señalar la importancia que los factores sociales y culturales tienen en la interpretación del fenómeno de la soledad y en la percepción de las personas que pueden sentirse solas. Nuestros datos muestran algunas características distintivas, o al menos no tan tratadas en la literatura sobre el tema, en la percepción de las personas que experimentan la soledad. Tal y como ha sido sólidamente mostrado por las investigaciones psicosociales, la percepción no se presenta como un proceso objetivo, de mero registro de la realidad, sino que refleja las ideologías y creencias de los perceptores sociales (como queda claro, a nuestro juicio, en la percepción de este tipo de personas en función de su atractivo físico y del estatus socioeconómico). Por último, este trabajo puede considerarse como un primer paso en el diseño de una serie de investigaciones dirigidas a profundizar en el conocimiento del fenómeno de la soledad y de sus condicionantes psicosociales.

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Aceptado el 18 de febrero de 2000

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