La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 2006. Vol. Vol. 18 (nº 3). 425-432
Alexandre García-Mas, Aurelio Olmedilla*, Miguel Morilla**, Claudia Rivas***, Eva García Quinteiro**** y Enrique Ortega Toro*
Universidad de les Illes Balears, * Universidad Católica San Antonio (Murcia)
** Universidad Pablo Olavide (Sevilla)
*** Universidad Autónoma del Estado de México y **** Universidad de Santiago de Compostela
La cooperación interpersonal deportiva se presenta como una teoría explicativa de la dinámica interna de los equipos deportivos distinta a las teorías actualmente en vigor, especialmente la cohesión deportiva. La cooperación se sustenta en dos bases: 1) la concepción racional y utilitarista, derivada de la interacción e interdependencia interna, de las tomas de decisiones personales en cuanto a cooperar o no con el objetivo del equipo; y 2) la disposición personal a demostrar conductas cooperativas sin esperar nada a cambio. A partir de este marco teórico se ha llevado a cabo la construcción en tres fases de un cuestionario para evaluar la cooperación en la situación deportiva. En la última versión de 15 reactivos, con características psicométricas estandarizadas, se ha podido demostrar la existencia de dos factores disposicionales (Cooperación condicionada y Cooperación incondicionada) y tres factores situacionales (Cooperación con el entrenador, con los Compañeros de equipo y Fuera del campo de juego). Finalmente, se discute el significado de este marco teórico respecto de la dinámica de los equipos deportivos, así como su relevancia en el campo aplicado, tanto en al evaluación como en la aplicación e intervención.
A new model of sportive cooperation and its evaluation by means a questionnaire. We present in this paper the sportive cooperation as a theoretical framework for the teams’ dynamics, and as an alternative to others theories, specially the sportive cohesion. This theory has a double basis: 1) The rational and utilitarist decision taking upon the personal cooperation or not, with the team’s goal, based on the internal teammates interaction, and the environmental stimuli; and 2) A personal, and more stable, disposition to cooperate, despite the possibility of obtain any counterparts for this behavior. From this framework, we have build –in a three phase process- a questionnaire adressed to evaluate the sportive cooperation. The final version –composed of 15 items with standard psychometric propierties- shows two kinds of factors. First, we have two dispositional, traitlike, factors: The Conditional cooperation, and the Unconditional cooperation. Second, we have three situational factors: the Cooperation with the Coach, with the teammates, and the Cooperation outside the game and the training. Lastly, we discuss the maining of this theory respect to the sportive team’s dynamics, and its relevance for the applied psychology, both for the evaluation and the interventions on the teams.
Los equipos deportivos son grupos especiales, con características específicas derivadas de la actividad deportiva, de su rendimiento y de su propia dinámica. Nuestro objetivo en este artículo es presentar un nuevo marco teórico para explicar su dinámica: la cooperación deportiva, basada en la interacción interpersonal y en la búsqueda de objetivos personales por parte de los jugadores respecto de los objetivos del equipo, del líder o el entrenador y de sus compañeros. Asimismo, trataremos de fundamentarlo mediante la caracterización psicométrica y aplicación de un cuestionario derivado del mismo marco teórico.
Clásicamente, un equipo se describe como un conjunto de personas (jugadores) que trabajan conjuntamente para realizar una tarea, comparten responsabilidades en cuanto a los resultados colectivos, y que se ven a sí mismos y por los demás como entidades sociales (Cohen y Bailey, 1997; Sundstrom, De Meuse y Futrell, 1990); pero también podemos indicar que un equipo es un conjunto de personas que interactúan dinámicamente, interdependientemente, y de forma adaptativa hacia un objetivo común y valorado, trabajando cada jugador especializadamente en un marco temporal limitado de pertenencia al equipo (Salas, Dickinson, Converse y Tannenbaum, 1992).
Características de los equipos deportivos
Si nos atenemos a la consideración de un equipo como una organización con distintos niveles de significado, deberemos especificar alguna de sus propiedades, elementos o relaciones que los caracterizan (Fernández-Ríos y Rico, 2004):
1) La proximidad física. Según sus distintos grados, es un catalizador para la expresión de los restantes elementos relacionales del equipo. También es relevante respecto de la coordinación autoorganizativa entre jugadores que interactúan en una tarea motora compartida y acoplada (Todorov y Jordan, 2002), extendiéndose desde las tareas motoras individuales hasta las acciones tácticas (Araújo, 2003; McGarry, Anderson, Wallace, Hughes y Fiks, 2002), y conectándose la autoorganización con la cooperación (Schmidt, O’Brien y Sysko, 1999).
2) La identidad y la diferenciación del equipo. El equipo usa elementos objetivos (camisetas, colores, campo de juego) y subjetivos (tradiciones, «filosofía de juego», memoria colectiva) para diferenciarse de los demás equipos durante la confrontación y la competición intergrupal. Idealmente, los dos equipos se hallan en situación especular, pero esto debe matizarse para cada situación y para cada jugador (García-Mas, 2001).
3) La similitud entre los jugadores de un equipo, más observable en cuanto a sus actitudes, objetivos y pertenencia al equipo que respecto a sus características psicológicas o sus comportamientos deportivos, explicándose en parte por la desindividualización, o pérdida de autoconciencia en las situaciones que favorecen el anonimato y alejan la atención del individuo (Myers, 1995), siempre relativa al tamaño del equipo.
4) La especialización, contrapuesta con el grado de similitud- debe considerarse como el equivalente en un equipo del «rol» en los grupos. Cada jugador es en mayor o menor grado un especialista en sus conductas deportivas (posiciones, habilidades, experiencia, etc.) que desarrolla tanto en los entrenamientos como en la competición, fundamentadas en sus habilidades técnicas, físicas y tácticas (Tannenbaum, Beard y Salas, 1992).
5) Un objetivo común. El objetivo deportivo o la tarea del equipo se comparte en mayor o menor medida por los jugadores, quienes lo pueden hacer de forma explícita o tácita, en distintos grados, y está relacionado con su especialización (Orlick, 1978), aunque debe ser considerado respecto de las relaciones entre los diversos objetivos (jugadores, entrenador, equipo) y a su traducción en forma de conducta cooperativa o competitiva.
6) La interacción. Cratty y Hanin (1980) indicaron el papel relevante de los distintos grados de interacción en la dinámica de los equipos deportivos, como dependiente de las tácticas desarrolladas y de las decisiones de los jugadores. Un nivel superior es la interdependencia, es decir, el nivel en que la acción de un jugador —y, en última instancia, del equipo— depende del comportamiento deportivo de otro jugador y que posee consecuencias emocionales y motivacionales (Chelladurai, 1984). Ésta viene definida por el tipo de deporte y su reglamentación; y por las tácticas y estrategias que los entrenadores estipulan para el juego. Así, los equipos difieren por la naturaleza y profundidad de su interdependencia entre jugadores (Colquitt, 2004), con dos significados observables: interdependencia por la tarea, o la traducción inmediata del trabajo deportivo que requiere que los jugadores cooperen entre ellos para completar el trabajo; e interdependencia para el resultado, es decir, el grado en el que los beneficios o las consecuencias se perciben como contingentes al rendimiento del conjunto del equipo, más que al rendimiento de cada uno de los jugadores (Wageman, 2001).
La cohesión deportiva
Hoy existe consenso acerca de que la cohesión es uno de los conceptos más importantes en el estudio de la conducta de grupos pequeños —además de los análisis sociométricos (Barrase y Gil, 2004) o de los más actuales análisis para cuantificar el acuerdo grupal (Sánchez y Amo, 2004)— y una de las variables psicológicas que entrenadores y deportistas de deportes colectivos más dicen valorar.
Aunque ya Festinger, Schacter y Back (1950) destacaron en la cohesión dos fuerzas —la atractividad del grupo, o el deseo de cada individuo por mantener interacciones con otros miembros y el control de recursos, o las ventajas que cada uno obtiene por pertenecer al equipo (Paskevich, Estabrooks, Brawley y Carron, 2001)—, la definición más aceptada es la de Carron, Brawley y Widmeyer (1998), que indica que la cohesión es «un proceso dinámico que se refleja en la tendencia de un grupo a no separarse y permanecer unido con la finalidad de conseguir sus objetivos instrumentales y/o para la satisfacción de las necesidades afectivas de sus miembros» (Carron, Brawley y Widmeyer, 1998, p. 214), destacándose ya las dos categorías generales: los aspectos sociales y los aspectos de tarea de grupo. De este modelo surgió una herramienta de evaluación, el Group Environment Questionnaire (Cuestionario de Ambiente Grupal, GEQ) (Carron, Widmeyer y Brawley, 1985; Brawley, Carron y Widmeyer, 1987), incorporando conceptos previos (Martens y Petersen, 1971) y la cohesión social y por la tarea (Carron y Ball, 1977), y que es ahora el instrumento de medición más difundido y utilizado.
Actualmente, el modelo de la cohesión incorpora conceptos como el de la interacción (Carron, Spink y Prapavessis, 1997); el Team Building como la única forma demostrada para incrementar la cohesión (Bloom, Stevens y Wickwire, 2003); el estilo de comunicación de los entrenadores (Alzate, Lázaro, Ramírez y Valencia, 1997); aunque no se ha llegado a demostrar una relación positiva entre la cohesión y el rendimiento del equipo (Kozub y Button, 2000; Carron, Colman, Wheeler y Stevens, 2002; Beal, Cohen, Burke y McLendan, 2003).
La cooperación deportiva
Nosotros queremos plantear la existencia de otra teoría explicativa del funcionamiento o de la dinámica interna de los equipos deportivos: la cooperación deportiva. Si se acude al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, cooperar es «obrar conjuntamente con otro u otros para un mismo fin» (Real Academia Española, 2001). Algunas fuentes la sitúan en el origen de los primeros grupos sociales humanos, organizados (en función de la coordinación y de la similitud de los miembros del grupo) hacia la caza de una presa para la subsistencia del grupo (Whiten, 1999).
La cooperación y competición grupal fue primeramente expuesta por Deustch (1949a y 1949b), y se extendió rápidamente hasta la Teoría de Juegos (Axelrod, 1986; Nash, 1953), adaptándose a modelos tales como el del Dilema del Prisionero (Thibaut y Kelly, 1959; Poundstone, 1995). Mediante este modelo, se definen las distintas conductas posibles de cooperación y competición entre dos jugadores con un objetivo aparentemente común, que se ven obligados a tomar esta decisión con información nula acerca de la decisión del otro, e información parcial acerca de las pasadas interacciones del otro jugador, fundamentada en el intercambio de costes y beneficios percibido por el jugador por el hecho de jugar en el equipo, relacionando conducta deportiva y objetivos personales (Miller, 1999).
En el campo de los equipos deportivos —al contrario que en la economía o en la educación— han sido escasos los intentos de estudiar la cooperación. Aparte de trabajos aislados (Johnson, Bjorkland y Krotee, 1984) en el golf, únicamente Terry Orlick (1978) planteó precozmente la oportunidad de establecer juegos y dinámicas cooperativas en el aprendizaje de habilidades deportivas en el interior de los equipos. Pero sabemos que un jugador se enfrenta repetidas veces en los entrenamientos y en las competiciones a tener que optar entre una conducta deportiva que puede ser más o menos cooperadora (con sus compañeros, con su entrenador, con la táctica o la estrategia) o más o menos competidora (García-Mas y Vicens, 1994; 1995), mientras el otro jugador, o el entrenador, se enfrenta a la misma toma de decisiones. Así, las variables fundamentales del concepto de cooperación deportiva son: toma de decisiones; objetivos de cada jugador, del entrenador y del equipo; objetivos comunes o contrapuestos; interacción e interdependencia; e información sobre los resultados de la cooperación y/o la competición (Rabbie, 1995). También podría entenderse como la resolución de un conflicto entre intereses opuestos (Thibaut y Kelley, 1959; Rico y Fernández-Ríos, 2002), o como parte de la conducta prosocial, como con el altruismo y egoísmo, el voluntarismo social o el reparto de bienes comunes (Van Vugt, Snyder, Tyler y Biel, 2000). Pero la necesidad de la interacción nos impulsa a enmarcarla en las teorías de Campo de Kurt Lewin, dada la conciencia de los jugadores de poseer un destino interdependiente, tanto objetivo y real como percibido (Lewin, 1948).
Sin embargo, sabemos que no todas las conductas sociales cooperativas se hallan exclusivamente motivadas por la consecución del propio interés, dado que en determinadas circunstancias, los jugadores de un equipo –en función de sus diferencias individuales (Simon, 1990, 1993)— deben suspender en alguna proporción la consecución parcial o total de sus propios objetivos, con la finalidad de asegurar la continuidad de la existencia funcional del equipo (Caporael et al, 1989). Esto nos obliga a considerar, junto a lo anterior, la existencia de una tendencia disposicional más estable que module en alguna medida las conductas cooperativas que se puedan observar (Meglino y Korsgaard, 2004).
En función de todo lo anterior, nuestra hipótesis de trabajo—véase figura 1— plantea que la conducta deportiva observable de un jugador de equipo será en parte dependiente de su decisión acerca de cooperar o no con el objetivo del equipo, en función de un factor disposicional (tendencia más estable); y cuatro factores situacionales agrupados en dos categorías: dónde cooperar (en el campo de juego: entrenamiento y competición; y fuera: vestuarios, vida personal), y con quien hacerlo (los compañeros de equipo y el entrenador).
Método
Material
Partiendo del marco teórico descrito, para diseñar el instrumento de medición se tuvo en cuenta que no fuera específico de un solo deporte (Carron, Widmeyer y Brawley, 1985) y se intentó obtener una elevada interacción entre expertos de la psicología del deporte y expertos en equipos deportivos.
Primera fase
En esta fase se recogieron 220 reactivos sugeridos por la población de estudiantes de psicología del deporte de la Universitat de les Illes Balears, siguiendo las líneas del marco conceptual:
Cooperación con los compañeros; con el entrenador; en el campo de juego (entrenamientos y competición); fuera del campo de juego; disposición general a cooperar; interacción e interdependencia; y objetivos personales y del equipo.
Este primer grupo de items fue supervisado y modificado por un grupo de expertos (3 de la psicología del deporte y 2 del entrenamiento de deportes de equipo), y quedó reducido a 40 reactivos.
Este cuestionario se administró a un grupo de sujetos (N: 98) de dos deportes de equipo (fútbol y baloncesto); con 22,3 años de media; repartidos en los dos sexos y de tres niveles distintos de práctica y competición. En este estudio (García-Mas, 2001) se halló una división estadísticamente significativa entre las puntuaciones obtenidas en las respuestas (en los tres niveles considerados) a los grupos de reactivos que representaban los supuestos factores (cuatro situacionales y uno disposicional). El máximo nivel de cooperación se obtuvo con los sujetos de Rendimiento formal y en la situación Dentro del campo. Igualmente, se diferenciaron las puntuaciones de cooperación con el entrenador respecto de los compañeros, siendo el valor mínimo encontrado el correspondiente a las puntuaciones de la cooperación Fuera del campo.
Segunda fase
Material
Tras la primera fase, se redujeron los reactivos por parte del grupo de expertos, ya que alguno de ellos había mostrado dificultades de comprensión y otros habían sido respondidos de forma muy dispersa, quedando el cuestionario con 21 ítems.
Participantes
La muestra del estudio estuvo formada por 106 jugadores de fútbol de competición, que competían en equipos españoles y mexicanos. De ellos, 25 (el 23.6%) lo hacían en categoría alevín, 7 (el 6.6%) en categoría infantil, 18 en categoría cadete (el 17%); 31 (el 29.2%) en categoría juvenil; 11 (el 10.4%) en categoría de aficionados; y 14 (el 13.2%) como semiprofesionales. De acuerdo con las categorías, las personas participantes en el estudio tenían edades comprendidas entre los 11 años y los 31 años (con una media de 16.47 años y una desviación típica de 4.34 años).
La experiencia deportiva de los sujetos, respecto de la práctica del fútbol, era de 8.19 años de media (con una desviación típica de 3.54 años). En cuanto a la posición táctica de los participantes del estudio, 13 (el 12.3%) eran porteros; 31 (el 29.2%) eran defensas; 32 (el (30.2%) eran centrocampistas; y 28 (el 26.4%) eran delanteros.
Resultados
Análisis factorial del Cuestionario
En la tabla 1, previa eliminación de los pesos inferiores a 0.5, se puede apreciar que la concepción de la cooperación deportiva se percibe desde cinco dimensiones, por lo que los ítems se agrupan en cinco factores. En concreto el factor 1 (Disposicional, de Cooperación condicionada, DCC), recibe las principales cargas de los ítems 4, 8, 12 y 1 referidos a la «cooperación si se le reconoce o si los otros cooperan». En el factor 2 (Situcional, cooperación con el Entrenador, SE) cargan mayoritariamente los ítems 5, 7 y 9, referidos a la «cooperación con el entrenador». En el factor 3 (Disposicional, de Cooperación incondicionada, DCI) se obtienen las cargas más elevadas de los ítems 14, 11, 15 y 2, referidos a la «cooperación porque si». En relación al factor 4 (Situacional, de cooperación con los compañeros, SC), se aprecia que cargan mayoritariamente los ítems 6 y 13, relacionados con la «cooperación con compañeros de equipo». Finalmente, el factor 5 (Situacional, de cooperación Fuera del campo de juego, SF) recibe las principales cargas de los ítems 10 y 3, relacionados con la «cooperación fuera del campo». Los cinco factores explican el 64,32% de la varianza.
Fiabilidad del Cuestionario
La fiabilidad del CCD se calculó mediante el coeficiente alfa de Cronbach, el cual debe interpretarse como un indicador de la consistencia interna de los ítems ya que se calcula a partir de la covarianza entre ellos. El valor obtenido fue de 0.795.
En la tabla 2 se aprecian las medias y las varianzas de los 15 ítems que finalmente formaron parte del CCD, así como el coeficiente Alfa de Cronbach si se eliminará cada uno de los ítems. Al apreciar los valores de alfa de Cronbach si se eliminará cada uno de lo ítems, se aprecia la necesidad de cada uno de ellos, puesto que ninguna eliminación supone un incremento sobre el alfa del cuestionario.
En la tabla 2 se observa que la media de los ítems pertenecientes a cada uno de los factores, presentan valores medios muy semejantes entre ellos, a excepción del ítem 4 que presenta valores ligeramente superiores al resto de ítems que forman parte del factor DCC.
Análisis descriptivo del Cuestionario
Desde una perspectiva general, los datos reflejan que el deportista dispone de una media de 62.92 puntos en el cuestionario de colaboración, con una desviación típica de 6,34 puntos. En la figura 2 se aprecia que el factor que alcanza puntuaciones medias más elevadas es el factor DCI (16.05), siendo el SC el que dispone de los valores medios más bajos (8.38). De igual modo se aprecia que los factores DCI, SC y SF presenta desviaciones típicas pequeñas, lo que demuestra la homogeneidad de la muestra. Por el contrario en los factores DCC y SE, se observa una mayor dispersión de los datos, lo que supone una mayor heterogeneidad de la muestra en estos factores.
En la figura 3 podemos ver cómo ha sido afectado el modelo que habíamos elaborado a partir del marco teórico definido para la cooperación deportiva, ampliándose el concepto de disposición a cooperar, y reduciéndose los factores situacionales previstos teóricamente.
Discusión y conclusiones
Como conclusión general, se puede aseverar que en función de los resultados obtenidos en este estudio se ha podido comprobar que el marco teórico de la cooperación deportiva es capaz de explicar parte de las interacciones y de la dinámica interna de un equipo deportivo, desde un punto de vista complementario a las teorías actualmente aceptadas, como es el caso de la cohesión deportiva.
La construcción del cuestionario, en sus distintas fases, ha respetado el principio de la validez de constructo a la vez que se aseguraba una correcta percepción del significado del concepto de cooperación en el campo deportivo, aunque después del análisis factorial los hechos han alterado en alguna manera los factores que conforman el marco teórico en el que nos habíamos fundamentado (figura 2 y figura 4). Tras este proceso, el cuestionario ha quedado compuesto por 15 items (véase Anexo).
Respecto de los resultados, podemos obtener otras conclusiones. En primer lugar hay que dejar establecido que se ha confirmado que la fuente de las conductas de cooperación deportiva es doble. Por una parte existe la determinación de la conducta de cooperación deportiva debida a la toma de decisión por parte de cada jugador en función de la primacía de la racionalidad y de la motivación por la búsqueda o consecución de sus intereses u objetivos. Pero por la otra, de forma complementaría y tal como también predecía nuestra hipótesis, se ha confirmado la existencia de un factor correspondiente a una disposición personal a cooperar en ausencia –o al menos restando valor- de la motivación por la obtención prioritaria de los objetivos personales.
En el sentido más práctico, esta consideración del aspecto disposicional de la conducta cooperativa tiene un valor explicativo muy relevante —para un entrenador, por ejemplo— para evaluar la tendencia de sus jugadores para responder frente a las muy distintas y cambiantes situaciones deportivas, y su contribución en forma de esfuerzo físico, de perseverancia, de su expresión de las capacidades y habilidades deportivas, y sobre todo, de la calidad del seguimiento de las instrucciones tácticas y estratégicas proporcionadas por el entrenador. En definitiva, es un conocimiento decisivo para tratar de aprovechar el máximo de la cooperación que le puedan proporcionar sus jugadores.
En segundo lugar, podemos concluir que se ha comprobado la existencia de cooperación situacional diferenciada —como se preveía— entre distintos estímulos relevantes y presentes en la situación deportiva, como son el entrenador y los compañeros de equipo. Los resultados, esta vez contrariando las predicciones, han demostrado que la situación correspondiente a la cooperación expresada en el juego (entrenamiento y competición) no ha quedado constituida por ella misma como uno de los factores independientes de la cooperación. En nuestra opinión, esta cooperación situacional ha quedado englobada en la disposición general a cooperar, ya que pudiera ser que los deportistas del equipo entendieran que su disposición personal a cooperar tiene como expresión fundamental las conductas de cooperación (y de competición, complementariamente) que se dan en el campo de juego, o bien se puede pensar que no existe una diferenciación tan clara y que para estos deportistas, su cooperación se expresa de forma directa y sin contrapartidas situacionales en el terreno de juego, sea cual sea su grado.
En tercer lugar, debemos concluir en que se puede pensar que los comportamientos de cooperación situacionales se derivan de la disposición personal a cooperar de forma condicionada. En otras palabras, deciden entregar su esfuerzo físico, técnico y táctico gracias a que perciben que pueden obtener algunos de sus objetivos como contrapartida de compañeros o de su entrenador, con lo que entra de lleno en la esfera del aprendizaje y la experiencia acumulada. E incluso vemos que este movimiento de toma y daca se entiende como posible fuera del ámbito estricto del juego deportivo.
Como corolario de las anteriores conclusiones, esta doble fuente de la cooperación deportiva implica que los equipos deportivos podrán describirse psicológicamente en función de los distintos perfiles cooperativos de sus jugadores, tal como hemos visto en los resultados de esta primera aplicación del cuestionario de cooperación. Por lo tanto, se podrá hablar de equipos más o menos dispuestos a cooperar, de equipos más o menos homogéneos desde el punto de vista de uno u otro factor de la cooperación, o podremos explicar –por ejemplo, tratando de concretar más- alguna conducta cooperativa que sobresale de forma relativa por encima del nivel de cooperación de sus compañeros de equipo.
Atendiendo a los resultados obtenidos en nuestros sujetos, el factor de la cooperación incondicionada —disposicional y relativamente independiente de la situación deportiva concreta— es el que muestra los valores más elevados (y es el más homogéneo). En cambio, la cooperación con los compañeros es el que la muestra más baja valoración. Es decir, que el perfil de estos jugadores muestra una elevada tendencia personal a cooperar, más allá de las situaciones específicas, y que el establecimiento de cooperación interpersonal —situacional, condicionada— con los compañeros de equipo es el punto más débil de su estructura cooperativa.
Es indudable —desde nuestro punto de vista— que tras la evaluación de los factores y perfiles de cooperación de los jugadores, debemos preguntarnos por el tipo de intervenciones que nos permite nuestro marco teórico. Y por ello deberán situarse en un plano distinto de las que se derivan de la teoría de la cohesión deportiva, que ha encontrado únicamente en la aplicación de las técnicas de Team Building la posibilidad de intervenir formalizada y sistemáticamente. En cambio, se situarán en el análisis y mejora de las relaciones interpersonales, fundamentadas en la motivación por fijación de objetivos, tanto los personales, los bi-personales y aquellos que pertenecen fundamentalmente al equipo; en la estricta aplicación de las clásicas leyes de aprendizaje sobre las conductas cooperativas deseadas en los entrenamientos y la competición; y las intervenciones grupales en forma de resolución de problemas y de toma de decisiones individuales y colectivas que impliquen aspectos cooperativos y competitivos en distintas acciones de juego, relacionadas con la táctica propuesta por el entrenador.
En este sentido, tal vez el marco teórico de la cohesión —en el que prima la atracción interpersonal en función de la socialización y de la tarea a realizar— tiene una conexión directa con el factor de la cooperación fuera del campo de juego, así como con los factores disposicionales que representan directamente el desarrollo del trabajo deportivo del equipo en el campo de juego, pero aún se debe estudiar, así como el efecto de la atracción interpersonal entre los jugadores del equipo y su entrenador sobre la interdependencia necesaria para establecer lazos cooperativos.
Al exponer las debilidades de este estudio, creemos que la primera se deriva de la imposibilidad de establecer un paralelismo total entre un juego de suma cero, y la situación real deportiva en la que las conductas deportivas cooperativas pueden mostrarse en muy distintos grados alejados del blanco o negro de la teoría original (Fernández-Ríos y Rico, 2004). Por otra no se ha establecido previamente una relación significativa entre la teoría de la cooperación y la de la cohesión deportiva, y —en consecuencia— no sabemos si existe alguna relación entre los factores hallados en el estudio y los que conforman clásicamente la cohesión deportiva. Por lo tanto, creemos que en los estudios subsiguientes en nuestro campo, éste debería ser el primer paso a dar. Asimismo, es evidente que deberán explorarse otros aspectos relevantes, tales como la relación de los perfiles cooperativos con el tamaño del equipo, o la edad de los jugadores (¿Cuándo aparecen y consolidan los factores disposicionales a la cooperación?); el proceso básico de toma de decisiones acerca de cooperar o no; la especial relación entre el entrenador y el jugador; o la diferencia entre equipos de diferentes deportes, ya que hemos estudiado únicamente el fútbol.
Por último, en algún momento deberemos ser capaces de diseñar algún método que nos permita establecer de forma fiable si existe o no alguna relación entre los distintos niveles y perfiles de cooperación en un equipo deportivo y el rendimiento o la eficacia del mismo. Esta comprobación puede mostrarse ser tan difícil y compleja como en el caso de la cohesión deportiva, pero sabemos que será necesario evaluar el peso que pueda tener la cooperación deportiva a la hora de la consecución de los objetivos establecidos para los equipos en los que la evaluamos y medimos.
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer la colaboración de colegas (entrenadores, profesores de educación física y psicólogos) en distintas fases de elaboración de este trabajo, pero sobre todo en la discusión del marco teórico y en la creación, revisión y discusión de los ítems del CCD, entre ellos, Gloria Balagué, Jaime Bauçà, Jaume Cruz, Javier Lozano, Francisco Ortín y Pere Vicens.
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