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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 2005. Vol. Vol. 17 (nº 3). 441-446




EL EFECTO DE LAS IDENTIDADES NACIONALES CON DISTINTOS NIVELES DE INCLUSIVIDAD EN EL PREJUICIO HACIA EXOGRUPOS

Armando Rodríguez, Verónica Betancor, Ramón Rodríguez, María Nieves Quiles, Naira Delgado y Efrén Coello

Universidad de La Laguna

En la presente investigación se estudia el efecto que tienen las identidades con distinto nivel de inclusividad en la actitud de rechazo hacia exogrupos relevantes. Para ello se parte de dos supuestos principales, primero, que las personas tienen múltiples identidades que pueden estructurarse de manera jerárquica y, segundo, que éstas tienen una fuerte dependencia contextual. Las dos investigaciones realizadas muestran, en consonancia con las hipótesis de partida, que las categorías altamente inclusivas (p. ej., europeo) van asociadas a niveles más bajos de prejuicio hacia el exogrupo que las categorías menos inclusivas (p. ej., español). Los resultados se discuten a la luz de las teorías de la categorización.

The efffects of identities with different levels of inclusion in prejudice towards outgroups. In this paper we study the effects that identities with different levels of inclusion have on attitudes towards relevants outgroups. We start from two main assumptions. First, people have multiple identities, which can be structured hierarchically. Second, identities have a context–dependent nature. The two studies carried out showed, in support of our hypothesis, that more inclusive categories (e. g., European) are associated with less prejudice towards outgroups than less inclusive categories (e. g., Spanish). The results are discussed in the light of several categorization theories.

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El análisis psicosocial de la realidad muestra que los individuos pertenecen a varios grupos a la vez (religiosos, lingüísticos, étnicos…), y que algunos de ellos constituyen una fuente importante de identidad. Además, mientras que algunas de estas identidades no tienen una relación especial entre sí, otras, en cambio, se refieren a una misma dimensión. Tal es el caso de la identidad nacional, que se articula según relaciones de inclusividad, de modo que una persona puede sentirse, al mismo tiempo, tinerfeña, canaria, española y europea.

Como apunta Oakes (1987/1990), aunque es imperativo tener en cuenta la densa retícula de identidades, sólo aquella identidad más saliente en un momento y contexto determinado tiene consecuencias en la conducta de los individuos. Ello ocurre porque las identidades sociales no son estáticas ni se activan simultáneamente; en la medida en que responden a pertenencias grupales y dan claves para entender el medio desde una perspectiva que comparten todos los miembros, son muy sensibles a las demandas sociales generadas por los contextos comparativos. En este sentido, el propósito de este estudio es responder a preguntas como, ¿son las personas que tienen muy activada su identidad local —p. ej., cordobés— más prejuiciosos que los que tienen muy activada su identidad regional —p. ej., andaluz— o que los que tienen muy activada su identidad nacional —p. ej., español— o su identidad supranacional —p. ej., europea—? O también, ¿son los vascos nacionalistas más prejuiciosos que los vascos europeístas? En definitiva, esta investigación pretende comparar el efecto que tienen diferentes identidades con distintos niveles de inclusividad en el prejuicio hacia diversos exogrupos.

Para abordar este objetivo nos apoyamos en la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1981). Para Tajfel, la identidad social es la conciencia que tienen las personas de su pertenencia a grupos sociales, pertenencia que tiene un significado emocional y valorativo. Este autor considera que los seres humanos desarrollamos nuestra identidad a partir de un proceso de comparación social. En este proceso tendemos a favorecer a los grupos de los que formamos parte en detrimento de aquellos que nos son ajenos, con el objetivo de alcanzar un autoconcepto positivo. Todo ello hace de la identidad un constructo dinámico y en constante elaboración y cambio.

A partir del estudio de esta perspectiva dinámica de la identidad se ha encontrado que, por ejemplo, la inclusividad categorial juega un papel determinante en la comparación intergrupal (Mummendey y Wenzel, 1999); que cuando las identidades que se activan cambian, las creencias, normas, percepciones y juicios cambian a la par (Verkuyten y Hagendoorn, 1998); y que la identidad funciona de un modo comparativo, dependiendo del grado de identificación con dos categorías de distinto nivel de inclusividad (Huici y Ros, 1993).

Estas investigaciones abordan la identidad desde una perspectiva dinámica, pero ninguna de ellas analiza el problema del efecto de los distintos niveles de inclusividad de la identidad sobre el prejuicio. Para avanzar en esta dirección, en el presente artículo se exponen dos investigaciones sobre el efecto del grado de inclusividad de la identidad activada en el prejuicio hacia exogrupos relevantes. En ellas esperamos probar que las categorías altamente inclusivas se asocian a niveles más bajos de prejuicio hacia el exogrupo que las menos inclusivas.

Para apoyar nuestra hipótesis nos basamos en la Teoría de la Autocategorización (Turner, 1987/1990), que sostiene que los seres humanos poseen múltiples autoconceptos que forman un sistema de clasificación que se activa en función de la situación en la que se encuentren. Concretamente, Turner (1987/1990) afirma que las categorizaciones del yo forman parte de un sistema jerárquico de clasificación que tendría, al menos, tres niveles: un sistema supraordenado del yo como ser humano en el que se acentuarían las semejanzas del yo con el resto de los seres humanos y se acentuarían las diferencias frente a otras formas de vida; un nivel intermedio que comprendería las semejanzas y diferencias sociales entre seres humanos como miembros de grupos y, finalmente, el nivel subordinado basado en las diferencias entre uno mismo como individuo único frente al resto de los individuos. Así, por ejemplo, un estudiante europeo puede autocategorizarse como ser humano (nivel abstracto), como europeo (nivel medio de abstracción) y como valenciano (nivel concreto). La elección de un nivel u otro de categorización depende de variables contextuales como la accesibilidad de la categoría y el grado de ajuste que comporta esa categorización (Oakes, 1987/1990).

Además, cuanto más inclusiva es la categoría (p. ej., europeo), el nivel de abstracción es mayor y la información distintiva sobre los miembros menor (Turner, 1987/1990), lo más probable es que se produzca una percepción de grupo con escasa entidad, con límites borrosos y artificiales respecto a otros grupos y con pocas cualidades «esenciales» en los miembros (Rothbart y Taylor, 1992).

Sin embargo, las categorías menos inclusivas (p. ej., valenciano) son las que proporcionan más información distintiva necesaria para el desarrollo y mantenimiento de la autoestima, se activan de modo más recurrente y, por ello, es más probable que den lugar a más comportamientos de favoritismo endogrupal.

Para probar la potencia empírica de cada una de estas posibilidades se llevaron a cabo dos investigaciones en las que, manipulando la activación de identidades con distintos niveles de inclusividad, se observó el nivel de prejuicio hacia dos exogrupos, los alemanes en el primer estudio y los magrebíes en el segundo.

ESTUDIO 1

Método

Participantes

Participaron 1.200 estudiantes de Bachillerato de las Islas Canarias. De éstos, 513 eran hombres y 687 mujeres, con una edad media de 17,5 (S= 1,1) y un rango de edad entre 16 y 23 años.

Diseño

Se empleó un diseño factorial de 3 (identidad activada: insular vs. regional vs. nacional) x 6 (distancia social hacia los alemanes: lugar, barrio, vecino, amigo, embarazo y matrimonio), en el que la primera variable era intersujetos y la segunda intrasujeto.

Material y procedimiento

Se emplearon dos pruebas, un cuestionario de identidad y una escala de distancia social.

El cuestionario de identidad, que ya fue empleado por Leyens, Rodríguez, Rodríguez, Gaunt, Paladino, Vaes y Demoulin (2001), sirvió para activar la identidad insular, regional y nacional. Así, después de unas instrucciones generales sobre la pertenencia de las personas a grupos, se preguntaba a cada sujeto cómo se sentía como tinerfeño (vs. canario vs. español), a través de seis cuestiones que tenían como objetivo activar la identidad específica: (1) Me siento identificado con el modo de pensar que tenemos en Tenerife (vs. Canarias vs. España); (2) Me gustaría que se respetaran más todas las tradiciones…; (3) Me siento orgulloso de ser…; (4) Hay sentimientos que sólo puedo hablarlos con gente que sea…; (5) Ser… influye mucho en lo que soy y (6) Me encanta… Cada pregunta iba seguida de una escala de siete puntos cuyos extremos iban desde desacuerdo (1) hasta acuerdo (7).

Como criterio de comprobación de la eficacia de la manipulación, al final del cuestionario se pidió a los encuestados que indicaran en una escala de 1 a 7 en qué medida se habían sentido tinerfeños (o canarios o españoles) mientras contestaban la encuesta. Con el objeto de ser rigurosos, se seleccionaron los sujetos que respondieron a ese ítem con una puntuación de 6 o 7. Éstos fueron en total 604 (257 varones, 344 mujeres y 3 que no indicaron el género), distribuidos en las tres condiciones de activación, la insular (n= 245), la regional (n= 210) y la nacional (n= 149).

La escala de distancia social, diseñada originalmente por Bogardus (1947) para medir el nivel de contacto deseable con miembros de otros grupos, considera que la disposición a aceptar al otro en distintos niveles de proximidad constituye un indicador de distancia social hacia los grupos sociales. Según Biernat y Crandall (1993), es uno de los instrumentos más útiles y sencillos para medir el prejuicio hacia los exogrupos.

Se emplearon 6 puntos de distancia social: 1: (Lugar) «Encontrarse a alemanes en los sitios a los que van con sus amigos»; 2: (Barrio) «Vivir en un barrio donde se construyeran casas para alemanes»; 3: (Vecinos) «Tener como vecinos a alemanes»; 4: (Amigos) «Tener como amigos íntimos a alemanes»; 5: (Embarazo) «Enterarnos que una hermana está embarazada de un alemán» y 6: (Matrimonio) «Casarse con un alemán». Cada situación iba seguida de una escala de 7 puntos cuyos extremos indicaban que resultaba muy poco agradable (1) o muy agradable (7).

La selección de los alemanes como exogrupo se basa en que se trata de la población extranjera más numerosa en todas las Islas Canarias.

Resultados

Se llevó a cabo un ANOVA de 3 (identidad activada) x 6 (distancia social). Dicho análisis mostró la existencia de un efecto principal significativo de las dos variables independientes. La interacción, en cambio, no resultó significativa (F<1).

El primer efecto principal, nivel de activación, resultó significativo (F(2,586)= 6,715; p<.001), de modo que la proximidad y el contacto con los alemanes resultó menos agradable en la condición de activación «insular» que en la «regional» y en ésta menos que en la «nacional». El análisis de contrastes simples precisó que los responsables del efecto principal fueron, por un lado, las diferencias entre las puntuaciones de la condición regional (M= 4,4) y de la condición nacional (M= 4,7; F(1,586)= 4,35; p= .038) y, por otro, las diferencias entre las puntuaciones de la condición insular (M= 4,2) y de la condición nacional (M= 4,7; F(1,586)= 13,4; p<.001). El otro contraste posible, relativo a la diferencia entre la condición insular y a la condición regional, resultó sólo marginalmente significativa (F(1,589)= 2,8; p= .09).

El valor de F para el segundo efecto principal correspondiente a la variable distancia social fue F(5,2930)= 57.3; p<.001. Los contrastes entre los distintos niveles de esta variable muestran que los responsables de esta significación son las diferencias entre las dos distancias con menor puntuación «Barrio» (M= 4,05) y «Embarazo» (M= 3,93), frente a los otros cuatro puntos de distancia social. Concretamente, se obtiene un contraste significativo entre «Barrio» y «Lugar» (Ms= 4,05 y 4,70; F(1,588)= 123,1; p<.001), «Barrio» y «Vecinos» (Ms= 4,05 y 4,64; F(1,588)= 87,2; p<.001), «Barrio» y «Amigos» (Ms= 4,05 y 4,73; F(1,588)= 100,04; p<.001) y «Barrio» y «Matrimonio» (Ms= 4,05 y 4,69; F(1,588)= 85,7; p<.001).

También se obtienen contrastes significativos de esos puntos de distancia social frente a embarazo. Concretamente, entre «Embarazo» y «Lugar» (Ms= 3,93 y 4,70; F(1,585)= 142,2; p<.001), «Embarazo» y «Vecinos» (Ms= 3,93 y 4,64; F(1,588)= 116,5; p<.001), «Embarazo» y «Amigos» (Ms= 3,93 y 4,73; F(1,588)= 119,5; p<.001) y «Embarazo» y «Matrimonio» (Ms= 3,93 y 4,69; F(1,588)= 114,5; p<.001).

Discusión

Nuestro objetivo era comprobar si al activar identidades menos inclusivas o más inclusivas, variaban las actitudes hacia el exogrupo. De acuerdo con los resultados, cuanto menos inclusiva es la identidad activada más negativa es la actitud hacia los exogrupos o, más exactamente, menos satisfactorio y agradable se anticipa el contacto con dicho exogrupo.

En efecto, ha bastado hacer más consciente la pertenencia categorial de las personas a un determinado nivel de inclusividad nacional para que variaran sus respuestas sobre el nivel de contacto deseable con los alemanes. Ello da idea del efecto potencial y, en muchos casos, devastador que tiene la emergencia repentina de una identidad de bajo nivel en la conducta intergrupal.

Sin embargo, la escala de distancia social no respondió a la lógica sobre la que se sustenta un escalograma de respuestas (Bogardus, 1947). Así, los seis puntos de distancia empleados representan seis niveles de contacto que van desde el más accidental (lugar) hasta el más próximo y comprometido (matrimonio). Y el patrón de respuestas debería mostrar una reducción en la satisfacción a medida que el contacto se vuelve más estrecho. Paradójicamente, los resultados muestran menos rechazo al matrimonio y a la amistad que a vivir en un barrio donde se construyen casas para alemanes.

Esta dislocación del escalograma ha podido deberse a dos patrones de respuestas de los individuos. En primer lugar, a un cambio en valores y hábitos de vida, de modo que los jóvenes se preocupen menos del grado de proximidad si éste depende del individuo, que de una situación que les venga impuesta aun siendo de menor intimidad, ya que le otorga menos controlabilidad. Otra posibilidad provendría de la naturaleza explícita de la medida de distancia social, que empujaría a nuestros participantes a ser más prudentes en las cuestiones que transparentan mejor la discriminación, y menos prudentes ante situaciones que no levantan sospechas de racismo.

La segunda investigación busca replicar la relevancia de los niveles de inclusividad en el prejuicio y superar las limitaciones de la escala de distancia social empleando una medida implícita para juzgar el grado del prejuicio o de rechazo hacia el exogrupo y, al tiempo, probar si la repulsa hacia el exogrupo llega al punto de deshumanizar a sus miembros.

Estudio 2

Si en la investigación anterior observamos el efecto de distintos grados de inclusividad de la identidad en el prejuicio hacia un exogrupo, en la presente investigación se trata de ver si las variaciones en esa identidad poseen una carga negativa potencial que va más allá de la «simple» repulsión al contacto con el otro. De hecho, nuestro objetivo en esta investigación es comprobar si al emplear una medida más implícita sobre el exogrupo, los individuos que activan una identidad poco inclusiva tienden a deshumanizar y sustraer «esencias humanas» al exogrupo de comparación relevante. Con este objetivo seleccionamos «magrebíes» como exogrupo, ya que la sociedad local está especialmente sensible a la entrada masiva de inmigrantes norteafricanos, y, sobre todo, a que se trata de un grupo que ha sido, tradicionalmente, objeto de prejuicio.

Desde la perspectiva del esencialismo psicológico (Rothbart y Taylor, 1992), Leyens, Paladino, Rodríguez-Torres, Vaes, Demoulin, Rodríguez-Pérez y Gaunt (2000) han hipotetizado que las personas atribuyen diferentes esencias a los grupos, reservando para su propio grupo aquellas características que corresponderían a la «esencia humana». Estas características propias de la naturaleza humana serían la inteligencia, el lenguaje y algunas emociones que sólo pueden sentir los humanos (sentimientos), en oposición a otras emociones que compartimos con los animales. Leyens y cols. (2000) analizan la diferencia entre estas dos clases de emociones, y estudian la característica humana que sirve como medio de infrahumanización de los otros: la capacidad de sentir. Así, en diversas investigaciones, Leyens y colaboradores (Leyens et al., 2001; Paladino, Leyens, Rodríguez-Torres, Rodríguez-Pérez, Gaunt y Demoulin, 2002) verificaron que los individuos: a) atribuyen más sentimientos al endogrupo que al exogrupo; b) son reacios a asociar dichos sentimientos al exogrupo; y c) tienen comportamientos más positivos (altruismo, imitación y disposición para la interacción) hacia aquellos a los que han descrito en términos de sentimientos.

Los trabajos de Leyens y colaboradores han hallado una fuerte tendencia de los individuos a reservar para su endogrupo las cualidades más humanas de la experiencia emocional, es decir, los sentimientos. Sin embargo, no se ha abordado si esta tendencia se intensifica o se modera dependiendo del nivel de inclusividad de la categoría grupal que proporciona identidad a los individuos. Éste es el propósito del presente estudio.

Método

Participantes

Participaron 75 estudiantes de primer curso de Psicología, de los que 7 fueron eliminados de los análisis por no alcanzar la puntuación de identidad igual o superior a 3.

Diseño

Se trata de un diseño factorial de 3 (identidad activada: supranacional vs. nacional vs. regional) x 2 (grupo estímulo: endogrupo vs. exogrupo) x 2 (tipo de emoción: sentimientos vs. emociones) x 2 (valencia: positiva vs. negativa). El primer factor es intersujetos y los otros tres intrasujeto.

Material y procedimiento

Los participantes recibieron un cuadernillo con tres tareas: relato de un día en la vida, escala de identidad nacional y listado de términos emocionales.

Relato de un día en la vida. En esta tarea se pedía a los sujetos que relataran un día en su vida como canario (vs. europeo vs. español):

«… Lo que se te pide en esta investigación es que cuentes aquellas cosas que haces, sueñas, sientes a lo largo de un día típico de tu vida, un día cualquiera, pero destacando aquello que en tu opinión es más característico de las personas que vivimos en Canarias (vs. en España vs. en Europa).»

Escala de identidad nacional. A continuación se presentaban dos cuestiones destinadas a comprobar el grado de activación de la identidad manipulada. Concretamente, se decía a los sujetos que indicaran: «1) en qué medida te sientes canario (vs. español vs. europeo), y 2) en qué medida te sientes similar a otros…». Ambas cuestiones iban seguidas de una escala de siete puntos, en la que 1 significa «muy poco» y 7 «totalmente».

Listado de términos emocionales. La medida de infrahumanización, siguiendo el procedimiento de Leyens y colaboradores (2001), se llevó a cabo mediante un listado de 8 sentimientos, 4 positivos (deleite, felicidad, ternura y compasión) y 4 negativos (melancolía, resentimiento, remordimiento y recelo). Como elementos de control se emplearon 8 emociones, 4 positivas (placer, coraje, asombro y sorpresa) y 4 negativas (cólera, aversión, irritación y miedo). Un pretest realizado con 51 personas de similares características que los participantes mostró que no hay diferencias significativas en la valencia entre las medias de los 4 sentimientos positivos (M= 8.4), y las medias de las cuatro emociones positivas (M= 8.2, t(50)= 1,48; p= .14). Tampoco existen diferencias significativas entre los 4 sentimientos negativos (M= 3.6) y las cuatro emociones negativas (M= 3.2, t(50)= 1,75; p= .08). Finalmente, el listado incluía 26 términos de relleno relativos a competencia y sociabilidad. Las instrucciones pedían a los participantes que distribuyeran las 42 características entre su grupo (canario vs. español, vs. europeo), y el grupo magrebí, sin poder aplicar la misma característica a los dos grupos a la vez.

Resultados

Los resultados se analizaron atendiendo a los dos objetivos de nuestra investigación. El primero es una réplica parcial del estudio anterior si asumimos un paralelismo entre prejuicio hacia el exogrupo y favoritismo endogrupal (medido éste a partir del número de términos emocionales —sentimientos y emociones— positivos y negativos atribuidos al endogrupo y al exogrupo). Se trata de confirmar si, independientemente de la existencia de juicios de infrahumanización, se dan procesos de favoritismo endogrupal ligados a la inclusividad del endogrupo. El segundo objetivo es verificar si a medida que se desciende en el nivel de inclusividad se amplifica la tendencia a infrahumanizar al exogrupo. Es decir, si la atribución de sentimientos positivos y negativos es mayor al endogrupo que al exogrupo como apuntan Leyens y colaboradores (2000), y si esto varía en función del nivel de inclusividad de la identidad endogrupal activada.

El efecto de la inclusividad. Llevamos a cabo un análisis para determinar si el nivel de inclusividad afecta al número de rasgos positivos y negativos (sentimientos y emociones) que se atribuyen al exogrupo. Para ello hemos ejecutado un ANOVA de 3 (inclusividad) x 2 (valencia de los rasgos atribuidos al exogrupo). Los resultados muestran sólo un efecto principal de la variable valencia, con más atribución de rasgos negativos (M= 4,12) que positivos (M= 3,05; F(1,65)= 14,6; p<.001). Este efecto queda matizado por la significación derivada de la interacción entre valencia e inclusividad (F(2,65)= 8,52; p<.001), ya que rasgos positivos y negativos describen una tendencia inversa en relación con los niveles de inclusividad. El análisis de los efectos simples de la interacción reveló que la significación se debía a la diferencia entre el nivel de activación regional y el nivel de activación supranacional, tanto respecto a los rasgos positivos (M= 2,48 y 3,60, respectivamente, F(1,65)= 7,83; p= .007), como a los rasgos negativos (M= 4,96 y 3,35, respectivamente, F(1,65)= 11,30; p= .001). Los datos relativos a la activación nacional (España) no muestran diferencias significativas frente a los otros niveles de activación, ni en los rasgos positivos (M= 3,05) ni en los rasgos negativos (M= 4,05), aunque contribuyen a reflejar la tendencia defendida en la hipótesis.

La infrahumanización del exogrupo. En primer lugar, se llevó a cabo un ANOVA de 2 (tipo de emoción: sentimiento vs. emoción) x 2 (valencia: positiva vs. negativa) x 2 (grupo estímulo: endogrupo vs. exogrupo). Los resultados confirmaron los datos de Leyens y cols. (2000), ya que se produjo una interacción significativa de las tres variables (F(1,67)= 14,9; p<.001). Esta interacción matizó los efectos principales obtenidos y las interacciones dobles de las variables grupo estímulo x tipo de emoción (F(1,67)= 22,3; p<.001), y grupo estímulo x valencia de la emoción (F(1,67)= 14,7; p<.001).

Los sujetos atribuyeron más sentimientos positivos al endogrupo (M= 2,97) que al exogrupo (M= 1,01), y el mismo número de sentimientos negativos al endogrupo (M= 1,93) que al exogrupo (M= 2,0). También, como en los resultados de Leyens y cols. (2000), las puntuaciones en emociones adoptan una pauta indiferenciada respecto al endogrupo y al exogrupo. Un paso más allá consiste en verificar si esta condición se refleja también en la infrahumanización del exogrupo. Para ello llevamos a cabo un ANOVA de 2 (valencia de los sentimientos) x 3 (inclusividad) en los sentimientos relativos al exogrupo. Los resultados muestran un efecto principal de la variable valencia que queda matizado por la interacción significativa de las dos variables (F(2,65)= 6,12; p= .004).

Como se observa en la Figura 1, la tendencia a infrahumanizar se ve afectada por el fuerte papel que desempeña la valencia de los sentimientos. El análisis de los efectos simples de la interacción deja constancia de los contrastes significativos. Concretamente se encuentran diferencias entre el nivel regional y supranacional en los sentimientos positivos (M= 1,4 y 0,68, respectivamente; F(1,65)= 6,93; p= .01) y en los sentimientos negativos (M= 1,5 y 2,2, respectivamente; F(1,65)= 5,11; p= .027). Asimismo, se ha encontrado un efecto simple de la interacción significativa entre el nivel regional y el nacional en los sentimientos negativos (M= 1,5 y 2,2, respectivamente; F(1,65)= 4,04; p= .05).

Discusión

El objetivo era comprobar cómo afecta la inclusividad al favoritismo endogrupal y a la deshumanización del exogrupo. Los resultados de la primera investigación permitían predecir una pauta de datos convergentes, si sólo tenemos en cuenta la valencia de los términos emocionales a distribuir entre el endogrupo y el exogrupo. Y, de hecho, así fue. Los participantes experimentales aplicaron más características positivas al exogrupo magrebí en la condición supranacional que en la nacional, y en ésta más que en la regional. Y lo opuesto ocurrió con los términos negativos.

Para el segundo objetivo de esta investigación, el efecto de los niveles de inclusividad sobre la deshumanización del exogrupo, las previsiones eran más inciertas, ya que la deshumanización constituye una actitud potencialmente más hostil hacia el exogrupo. Así, los datos avalan la hipótesis de la inclusividad, aunque sólo parcialmente, ya que la valencia de los sentimientos contamina la relación esperada. Ciertamente, los sentimientos negativos que según Leyens y cols. (2000) constituye un valor de humanidad se atribuyen más al exogrupo en la condición de identidad nacional y supranacional que en la condición de identidad regional. Sin embargo, la pauta completamente inversa que siguen las respuestas sobre sentimientos positivos deja en suspenso el potencial real de la inclusividad en la deshumanización del otro.

Discusión general

Las dos investigaciones presentadas en este artículo abordan empíricamente un aspecto de la relación entre identidad y prejuicio olvidado hasta el momento. Concretamente, el efecto que tienen identidades con distinto nivel de inclusión en la actitud de rechazo de exogrupos relevantes. Dos ideas están en el principio del estudio de esta relación. Primero, que las personas tienen múltiples identidades y que éstas pueden, en muchos casos, organizarse en una estructura jerárquica. Segundo, que las identidades no son esquemas estables e inmóviles, sino que tienen una fuerte dependencia contextual. Sin embargo, pese a lo sólido de estas conclusiones no se disponía en Psicología social de estudios que intentaran estudiar la dinámica de estas identidades y su papel en los comportamientos y reacciones evaluativos hacia otros grupos. Recientemente, Huici, Ros y colaboradores (Huici y Ros, 1993; Huici, Ros y Gómez, 2003) y Mummendey y Wenzel (1999) han materializado algunos experimentos en esta dirección, pero sus conclusiones han tenido, por ahora, poco eco en la comunidad científica.

Las investigaciones presentadas aquí han mostrado que el nivel de inclusividad de la identidad no es un aspecto irrelevante en relación con la evaluación de los exogrupos. Los resultados han mostrado cómo los niveles más altos de inclusión reducen la intensidad de las actitudes etnocéntricas en comparación con los niveles más bajos de inclusividad. La explicación de esta tendencia está aún por determinar. Sin embargo, los supuestos presentados por Turner (1987/1990) respecto a las categorías supraordenadas podrían servir de hipótesis preliminar. En efecto, todo parece indicar que en ese nivel los límites intergrupales serían más borrosos, y se dispondría de pocos elementos distintivos comunes a los miembros del endogrupo. En esa tesitura, los individuos tendrían menos criterios para excluir a otras personas y pocas razones para estigmatizarlas por no ser miembro del endogrupo. Y en la misma dirección podrían entenderse los trabajos sobre recategorización de Gaertner, Mann, Murrell y Dovidio (1989), quienes, tras estimular la activación de una categoría que incluía al endogrupo y al exogrupo, obtienen una reducción del prejuicio. Aunque en este caso se actúa directamente sobre los aspectos comunes al endo y al exogrupo, no puede obviarse que, simultáneamente, se está adoptando un nivel de identidad de mayor inclusividad en la jerarquía de identidades de los individuos.

En resumen, esta investigación nos muestra que cualquier persona puede modificar su patrón de respuesta en función de la saliencia que adopte una u otra categoría de pertenencia. No obstante, en el caso concreto de nuestra muestra, es importante no perder de vista que la saliencia de la identidad canaria, en general, es mucho más fuerte que la saliencia que puede tener la identidad española o la europea (Morera et al., 2004). Esto puede tener importantes implicaciones, pues el elemento modulador del proceso podría ser no sólo la activación de un nivel de inclusividad determinado, sino también el grado de identificación con la categoría de pertenencia. Nuevos estudios con distintas medidas de prejuicio y nuevos niveles de inclusividad, así como el uso de diferentes categorías sociales, pueden confirmar o matizar los resultados obtenidos.

Agradecimientos

El trabajo que se presenta en este artículo se ha realizado gracias a la financiación del proyecto de investigación BSO2002-01568, del Ministerio de Ciencias y Tecnología (MCYT). Asimismo, los autores agradecen las sugerencias y comentarios de Vanesa Acosta, Ariel Déniz, Dolores Morera, Alberto Pacios e Isabel Vargas.

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