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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 2005. Vol. Vol. 17 (nº 2). 257-262




LA ESTRUCTURA DE LAS CREENCIAS SOBRE LA PROBLEMÁTICA MEDIOAMBIENTAL

María Amérigo, Juan Ignacio Aragonés*, Verónica Sevillano* y Beatriz Cortés

Universidad de Castilla-La Mancha y * Universidad Complutense de Madrid

La presente investigación analiza las creencias que orientan la relación individuo-medio ambiente, hipotetizando que éstas se organizan en una estructura tripartita, según que el énfasis se ponga en el propio sujeto (egoísmo), en los seres humanos (socioaltruismo) o en la biosfera (biosferismo). Esta estructura se contrasta con otros enfoques bidimensionales donde se enfrentan una orientación ecocéntrica y una antropocéntrica. Los resultados obtenidos con una muestra de estudiantes (N= 212) apuntan hacia la existencia de una estructura bidimensional de las creencias ambientales: una dimensión antropocéntrica vinculada a las consecuencias que el deterioro medioambiental tiene para uno mismo y para el ser humano en general y al valor instrumental del medio ambiente; y una dimensión ecocéntrica que valora las consecuencias del daño medioambiental para los elementos no humanos del planeta y que contempla el medio ambiente por su valor intrínseco.

The structure of beliefs about environmental concern. In this study beliefs about the relationship between the individual and his/her natural environment are analysed and it is hypothesised that these beliefs are organised in a three-dimensional structure, according to the emphasis placed within the relationship on: self (egoism), human beings in general (socioaltruism) and the Biosphere (biospherism). This structure is compared with other works that defend a bidimensional structure of anthropocentricity versus ecocentricity. Results based on a student sample (N= 212) indicate the existence of a bidimensional structure of environmental beliefs: an anthropocentric dimension, concerned with the effects of environmental deterioration on self and human beings in general and with the instrumental value of the environment; and an ecocentric dimension which assesses the consequences of environmental deterioration for non-human elements of the planet and which considers the natural environment for its own intrinsic value.

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Las consideraciones filosóficas sobre el debate ecocentrismo-antropocentrismo, es decir, sobre si el ser humano se siente integrado con la naturaleza o la utiliza para sus propios fines, respectivamente, han derivado en trabajos que tratan de analizar las creencias y/o las actitudes sobre la relación individuo-medio ambiente. Desde un enfoque claramente sociológico cabría destacar aquellos trabajos que analizan la transición hacia un nuevo sistema social que, como consecuencia del deterioro medioambiental provocado por el ser humano, implica un cambio necesario en creencias, actitudes, valores y estilos de vida (Dunlap y Van Liere, 1984; Milbrath, 1986). Un cambio que enfrenta visiones del mundo diferentes: la «retaguardia» que pone el énfasis en la capacidad de la ciencia y la tecnología para solventar la actual problemática ambiental o «Paradigma Social Dominante» (PSD), frente a la «vanguardia» empeñada en un cambio radical hacia una sociedad ambientalmente más limpia y segura o «Nuevo Paradigma Ecológico» (NPE). Se habla así de nuevas ideologías políticas que se constituyen en auténticos paradigmas, en el sentido de que suponen marcos de significado para interpretar la realidad y legitimar y justificar cursos de acción (Dunlap y Van Liere, 1984; Milbrath, 1986).

La consideración de estos dos paradigmas opuestos no implica que las creencias que las personas mantengan acerca de la relación ser humano-medio ambiente pertenezcan de manera radical a uno u otro paradigma. A escala individual, hay muchas personas que, aun adhiriéndose al PSD, hacen esfuerzos por proteger el ambiente. Milbrath (1986) afirma que la mayoría de la gente no constituye «tipos puros» en su pertenencia a uno u otro paradigma, sino que existen tipologías mezcladas. De hecho, el autor establece una serie de «posturas hacia el ambiente» situadas en un espacio de dos dimensiones ortogonales en función de: a) valorar un ambiente limpio y seguro frente a la riqueza material; y b) ser partidario del cambio social o resistirse a él. La dimensión PSD-NPE sería diagonal en este espacio.

Desde una perspectiva psicosocial cabría destacar las investigaciones que aplican el modelo de expectativa-valor sobre actitudes y creencias de forma que se analiza la preocupación medioambiental a partir de las creencias sobre las consecuencias que el deterioro medioambiental puede tener para ciertos elementos valorados por las personas, en concreto: uno mismo, los demás seres humanos o la biosfera - elementos no humanos del planeta (Stern y Dietz, 1994; Schultz, 2000, 2001). Estos autores sostienen que las creencias hacia las consecuencias del deterioro medioambiental están motivadas o dinamizadas por los valores —entendiendo éstos como estructuras estables que se generan en el proceso de socialización y que orientan la acción (Stern y Dietz, 1994)— de forma que éstos sirven como marco para interpretar selectivamente la información acerca del medio ambiente. En diversos trabajos y partiendo de la estructura universal de los valores humanos desarrollada por Schwartz (1992), se ha puesto de manifiesto empíricamente una relación entre orientaciones de valor «egoístas», «socioaltruistas» y «biosféricas» y las creencias acerca de las consecuencias que el deterioro medioambiental puede tener para uno mismo, los seres humanos en general y los elementos no humanos del planeta, respectivamente (Stern, Dietz y Kalof, 1993; Stern y Dietz, 1994; Schultz y Zelezny, 1998). Por su parte, Schultz (2000 y 2001) constató empíricamente la existencia de esta estructura tripartita de las creencias sobre las consecuencias del deterioro medioambiental —egoísta altruista y biosférica— a partir de un análisis de contenido realizado transculturalmente sobre la pregunta ¿cuál es el problema ambiental que más le preocupa y por qué? Los resultados fueron utilizados para elaborar instrumentos de medida de las creencias sobre las consecuencias que el deterioro medioambiental tiene para uno mismo, los demás y los animales y plantas y la estructura tripartita fue obtenida y confirmada a través de diversos análisis factoriales aplicados sobre diferentes muestras.

La consideración de la estructura tripartita de las creencias ambientales ha generado gran cantidad de investigación empírica tal y como ponen de manifiesto los trabajos ya señalados; no obstante, otros autores contemplan las actitudes acerca de la problemática ambiental desde dos dimensiones que suponen «motivos o valores que sustentan el apoyo a las cuestiones ambientales» (Thompson y Barton, 1994, p. 149). Desde esta perspectiva se podría hablar de «individuos antropocéntricos» que valoran el ambiente natural por la contribución de éste a la calidad de la vida humana y de «individuos ecocéntricos» que valoran la naturaleza per se. Este enfoque implica una doble consideración de las creencias acerca de la relación individuo-medio ambiente natural: bien la creencia de que la naturaleza ha de estar al servicio del ser humano (antropocentrismo); o que ésta posee un valor intrínseco y en la que el propio ser humano forma parte como un elemento más (ecocentrismo).

Thompson y Barton (1994) elaboraron una escala para medir estas dos dimensiones que ha sido profusamente aplicada en diversos trabajos (Amérigo, González y Aragonés, 1995; San Juan, 1996; González y Amérigo, 1999). No obstante una observación detenida de esta escala advierte que la dimensión ecocéntrica original de Thompson y Barton (1994) parece medir dos aspectos distintos vinculados a los motivos para la conservación medioambiental: por un lado, hay ítems que hacen referencia a los beneficios físicos o psicológicos para el individuo que genera el mero hecho de estar o pensar en la naturaleza, por ejemplo, el ítem 28: «El estar en la naturaleza es un gran reductor del estrés para mí» (p. 152). Estas medidas estarían vinculadas a los efectos emocionales positivos que produce el contacto con la naturaleza. El protagonista es el self, por lo que estos ítems podrían considerarse como pertenecientes a una dimensión «egocéntrica». Por otro lado, el resto de los ítems ecocéntricos hacen referencia a los aspectos biosféricos que enfatizan el valor intrínseco de la naturaleza. Por ejemplo, el ítem 26: «La naturaleza tiene valor por sí misma» (Thompson y Barton, 1994, p. 152). Es decir, observando la escala diseñada por estos autores para medir ecocentrismo puede advertirse que esta dimensión se desdobla en dos: una dimensión egocéntrica que podría estar relacionada con la dimensión egoísta señalada en los trabajos de Schultz y Stern y colaboradores; y una dimensión biosférica que podría relacionarse asimismo con la dimensión biosférica señalada en los trabajos de estos mismos autores.

Por otra parte, y en lo que respecta a la dimensión antropocéntrica de la escala de Thompson y Barton (1994), todos los ítems hacen referencia a aspectos relacionados con los beneficios que la protección medioambiental puede acarrear al ser humano en general. Esta dimensión antropocéntrica podría relacionarse con la dimensión socioaltruista señalada en los trabajos de Schultz y Stern y colaboradores. En este sentido, y atendiendo a los trabajos más recientes de Schultz, sería plausible reformular la escala de Thompson y Barton (1994) en torno a las tres dimensiones confirmadas por este autor, lo que sin duda arrojaría alguna luz sobre la estructura de las creencias proambientales como el elemento cognitivo de la preocupación ambiental. El objetivo, por tanto, de la presente investigación consistiría en verificar si la escala de Thompson y Barton (1994) está midiendo tres dimensiones, egoísta, biosférica y antropocéntrica, en lugar de las dos —ecocéntrica y antropocéntrica— que dice medir y si estas tres dimensiones se corresponden con las obtenidas en los trabajos desarrollados por el grupo de Schultz y Stern y colaboradores.

Estas dimensiones generan efectos diferenciales en la representación de la problemática ambiental. Así, por ejemplo, Aragonés, Izurieta y Raposo (2003) pusieron de manifiesto cómo la definición del concepto «desarrollo sostenible» adquiría matices diferentes en función de la posición que las personas mantienen hacia la naturaleza: la categoría «progreso» en los antropocéntricos, frente a la «conservación» de los ecocéntricos. En el presente trabajo también se pretende relacionar las dimensiones de las creencias proambientales con la percepción sobre el tipo de impacto local versus global de los problemas medioambientales. En este sentido cabría citar el trabajo de Uzzell (2000), donde se puso de manifiesto el concepto de hipermetropía ambiental; es decir, los problemas ambientales son percibidos como más graves cuanto más alejados se encuentren del perceptor, y el sentido de responsabilidad se vuelve impotente ante problemas percibidos a nivel global. Asimismo, Corraliza y Berenguer (1998) pusieron de manifiesto cómo las actitudes hacia la problemática ambiental podrían ser más o menos específicas en función de la proximidad al sujeto de un problema ambiental concreto. En esta investigación se hipotetiza que aquellas personas egocéntricas y/o antropocéntricas reflejarán problemas ambientales con un impacto local, mientras que las ecocéntricas o biosféricas tendrán más accesibles problemas ambientales con un impacto global sobre el medio ambiente.

Método

Participantes

La muestra de participantes que componen este estudio está formada por un total de 212 estudiantes universitarios de las ciudades de Talavera de la Reina (34%), Toledo (21,2%) y Madrid (44,8%), con un rango de edades entre 18 y 24 años (M= 20,2; DT= 1,57) y una distribución de 20,8% varones y 79,2% mujeres. La distribución según la ideología política arroja resultados de un 20,3% de sujetos que no declaran ninguna ideología; 45,3% que se declara de izquierda o centro izquierda; 22,2% de centro y 12,2% de derecha o centro derecha.

Instrumentos

Los participantes cumplimentaron un cuestionario autoadministrado que estaba formado por distintos apartados. En primer lugar al participante se le pedía que enumerase cuantos problemas ambientales conocía, permitiéndole un máximo de doce. A continuación debían completar una escala sobre la valoración de las consecuencias que para ellos tenía el deterioro medioambiental, en función de que dichas consecuencias afectaran a uno mismo, a la biosfera o a los seres humanos en general. Esta escala adaptada del trabajo de Schultz (2000) consistía en un total de 12 ítems tipo Likert de 7 puntos, distribuidos aleatoriamente. Posteriormente, se recogían una serie de preguntas de tipo sociodemográfico. Finalmente, se utilizó una versión reducida de la escala de antropocentrismo/ecocentrismo de Thompson y Barton (1994) en base a las tres dimensiones —egoísta, biosférica y antropocéntrica— ya mencionadas (ver Tabla 1) donde el participante tenía que responder utilizando un formato Likert de 5 puntos.

Resultados

Para identificar una posible estructura tripartita de las creencias hacia el medio ambiente en función de las tres dimensiones egoísta, altruista y biosférica, se realizó un análisis de componentes principales, rotación oblicua, sobre las escalas que evaluaban la importancia de las consecuencias del deterioro medioambiental sobre uno mismo, los seres humanos en general y los elementos no humanos del planeta (escala de Schultz). Asimismo, también se realizó un análisis similar sobre los 15 ítems seleccionados de la escala de Thompson y Barton, con la idea de encontrar la misma estructura tripartita. Los resultados relativos a la escala de Schultz revelaron una estructura de tres componentes, pero algunos ítems de la dimensión altruista saturaban también en la dimensión egoísta. Por su parte, los análisis efectuados con la escala de Thompson y Barton generaron estructuras de cuatro componentes, apareciendo una dimensión clara correspondiente al antropocentrismo y en las demás dimensiones se mezclaban los ítems egocéntricos y biosféricos.

Estos resultados iniciales orientaron la estructura factorial de las creencias ambientales hacia la consideración de dos factores de forma que, en el caso de Schultz, se unieran las dimensiones egoísta y altruista, y en el caso de Thompson y Barton las dimensiones egocéntrica y biocéntrica, tal y como lo estaban originalmente.

Se repitieron los análisis de componentes principales, rotación oblicua, pero esta vez forzando la extracción a dos componentes. Los resultados que aparecen en la tabla 2 confirmaron estas predicciones indicando lo siguiente: 1) En la escala sobre las consecuencias del deterioro medioambiental (Schultz), los ítems biosféricos se unen en un componente, mientras que los egoístas y altruistas se unen a su vez en un componente que bien podría reconocerse como una dimensión antropocéntrica (KMO= 0,833; χ2= 1139,945, p<0,001). 2) La escala de Thompson y Barton confirma su estructura original, distinguiéndose una dimensión ecocéntrica y otra antropocéntrica (KMO= 0,724; χ2= 656,799, p<0,001).

Estos resultados llevan a plantear la posibilidad de considerar una estructura de las creencias hacia el medio ambiente bidimensional, ecocéntrica y antropocéntrica, siguiendo así los planteamientos de Thompson y Barton, y uniendo lo egoísta y lo altruista de Stern y Schultz en una única dimensión. Los resultados sobre la factorización conjunta, así como la fiabilidad interna de las cuatro escalas medida a través del α de Cronbach, se recogen en la tabla 2. Tal y como puede observarse en la misma los valores α alcanzados son satisfactorios. Un análisis de correlación entre las puntuaciones factoriales obtenidas (ver Tabla 3) produjo resultados coherentes con respecto a la dimensión biosférica; es decir, la dimensión biosférica de Schultz correlacionó significativamente y de forma positiva con la dimensión ecocéntrica recogida por la escala de Thompson y Barton. Un resultado no estadísticamente significativo se obtuvo, sin embargo, para las escalas antropocéntricas. Sí correlacionaron de forma significativa y negativa el antropocentrismo medido a través de la escala de Thompson y Barton y el biosferismo medido a través de la escala de Schultz.

Una vez establecidas las dimensiones relativas a las creencias medioambientales en la muestra estudiada, se pasó a analizar hasta qué punto estas dimensiones generaban una representación diferencial de los problemas ambientales en función de su impacto local/global. Con el objeto de establecer los problemas ambientales más accesibles, se analizaron los tres primeros problemas ambientales consignados por los participantes. Dos miembros del equipo de investigación actuando como jueces expertos, clasificaron un total de 688 problemas ambientales diferentes, en función de su impacto local versus global. Siguiendo una adaptación de los trabajos de Uzzell (2000) y Bones, Boniauto, Metastasio, Aiello y Sensales (2000), cada problema ambiental fue puntuado en una escala de tres puntos en función de si el impacto del mismo afectaba a: uno mismo/la ciudad= 1; el país (ámbito nacional)= 2 y el continente o el mundo= 3. Tras la codificación, se alcanzó un acuerdo interjueces del 76,6%, sobre una frecuencia total de 628 menciones. Hubo 12 problemas que no fueron codificados por alguna de las jueces, por tratarse de cuestiones ajenas, en opinión de alguna de ellas, a la problemática ambiental (violencia, relaciones humanas, salud, racismo, etc.). Una vez clasificados los problemas ambientales se seleccionaron a los participantes en los que había habido un acuerdo total interjueces, puntuando cada uno de los tres problemas ambientales mencionados en una escala de 1 a 3, según el tipo de impacto local/global. No obstante, una dificultad encontrada y que cabría mencionar, fue que hubo un problema ambiental concreto —la contaminación— citado muy frecuentemente, sobre el cual no hubo acuerdo entre las jueces. Ello redundó en el tamaño muestral de los sujetos considerados como válidos para esta prueba (N= 89), que se vio reducido a un 42% de la muestra total. A estos participantes se les puntuó en una escala de siete puntos desde 3 (participante completamente local, ya que los tres primeros problemas mencionados fueron considerados como locales) hasta 9 (participante completamente global, ya que los tres primeros problemas mencionados fueron considerados como globales). Para obtener dos grupos extremos en el continuo local/global y dado que el porcentaje de participantes que puntuaron máximo en la escala global fue de 25,8%, se seleccionaron como participantes locales aquellos que puntuaron 3, 4 o 5 en el mencionado continuo (23,6%). Los resultados del análisis de diferencia de medias en las respectivas escalas se muestran en la tabla 4.

Tal y como puede observarse, tan sólo la escala de Schultz relativa a las creencias sobre las consecuencias del deterioro medioambiental sobre la humanidad (antropocentrismo) genera diferencias estadísticamente significativas en la dirección hipotetizada.

Discusión

Los resultados ponen de manifiesto que la escala de Thompson y Barton (1994), diseñada para medir creencias antropocéntricas y ecocéntricas que subyacen al comportamiento proambiental, apoyan tal diferenciación. De esta forma, los motivos para justificar la protección medioambiental pueden provenir de creencias antropocéntricas fundamentadas en el valor utilitarista del medio ambiente, o bien pueden contemplarse creencias ecocéntricas que enfatizan el valor intrínseco de la naturaleza y en la que el ser humano (el self) se haya inserto de una manera indisociable. A pesar de esta evidencia empírica producida por los resultados de la escala, una observación directa de los ítems que la componen, tal y como se puso de manifiesto en la introducción, permite pensar que si bien el ecocentrismo es un concepto globalizador, parece que en él se encuentran dos conceptos que bien podrían formar los polos de un continuo; en uno el self en la naturaleza y en el otro la propia naturaleza. Por lo que respecta a la escala de Schultz (2000), diseñada para medir la importancia atribuida a las consecuencias del deterioro ambiental sobre uno mismo, los demás seres humanos y la biosfera, esta escala no es capaz de discriminar ciertos matices que el autor denomina altruistas de la propia concepción del self, y de hecho, cuando la estructura factorial se fuerza a dos dimensiones, lo altruista y lo egoísta se unen en una dimensión que bien podría denominarse «antropocéntrica». Por otra parte, esta dimensión antropocéntrica sí parece claramente diferenciada de la dimensión biosférica contemplada por la escala de Schultz, que centra el énfasis en la importancia atribuida a las consecuencias del deterioro medioambiental en los elementos no humanos del planeta. El análisis de correlación entre las diversas medidas puso de manifiesto la consonancia entre las medidas biosféricas. Así, las correlaciones entre las dos escalas denominadas ecocéntrica/biosférica resultaron ser positivas. De esta forma, los resultados apuntan a que las personas que creen que el medio ambiente forma parte de un ecosistema que tiene sentido en sí mismo, valoran en mayor medida las consecuencias del deterioro medioambiental sobre la biosfera. También se encontró una correlación estadísticamente significativa, pero negativa, entre la escala antropocéntrica de Thompson y Barton y la escala biosférica de Schultz, lo que indica que las creencias antropocéntricas para conservar el medio ambiente se asocian a puntuaciones bajas en la escala que valora las consecuencias del deterioro medioambiental en animales y plantas.

Sin embargo, no se encontró una correlación positiva y significativa entre las escalas antropocéntricas resultantes de este estudio. La razón bien podría encontrarse en que tanto los sujetos antropocéntricos como los ecocéntricos medidos a través de la escala de Thompson y Barton estarían igualmente preocupados por las consecuencias que los problemas ambientales pueden causar a ellos mismos o a los seres humanos en general, de tal forma que el objeto de evaluación de la escala de Shultz —las consecuencias del deterioro medioambiental sobre uno mismo o los seres humanos en general— preocupa de igual forma sea cual sea la posición antropocéntrica o ecocéntrica que se tenga del medio ambiente.

Un resultado que aparece aquí y que puede ser interesante por su sistemática aparición en diversos trabajos es la ausencia de significación estadística en la correlación entre las dos medidas de ecocentrismo y antropocentrismo, bien utilizando la escala de Schultz o la de Thompson y Barton, lo que podría indicar una cierta independencia entre las mismas. El mismo resultado fue encontrado por Thompson y Barton (1994) con su escala original, y por San Juan (1996) y Amérigo, González y Aragonés (1995). Sin embargo, en otros trabajos en los que se utilizan distintas formas de medir el antropocentrismo y el ecocentrismo se encuentran resultados diferentes entre estas dos dimensiones, lo que ahonda en el problema de la medida de las mismas (Bechtel, Corral y Pinheiro, 1999; Hernández, Suárez, Martínez-Torvisco y Hess, 2000). A este respecto hay que reseñar las reflexiones de Hernández, Corral, Hess y Suárez (2001), según las cuales la ausencia de relación entre antropocentrismo y ecocentrismo parece característica de sociedades industrializadas, pero no así de aquellas en vías de desarrollo, donde la relación es, sin embargo, positiva. Según estos autores parece que el nivel de industrialización y desarrollo favorece una forma distinta de concebir las relaciones individuo-medio ambiente: bien desde una perspectiva dual antropocéntrica/ecocéntrica, o bien desde una perspectiva holista en donde antropocentrismo y ecocentrismo no entran en conflicto.

Otra cuestión que se analizó fue la de ver si estas dos dimensiones antropocéntrica, por un lado, y ecocéntrica/biosférica, por el otro, diferenciaban a los sujetos en relación a la consideración del tipo de impacto local/global, respectivamente, a la hora de pensar en los problemas ambientales. Esta idea fue corroborada con la escala antropocéntrica de Schultz, pero no con el resto de las escalas que, aunque los resultados apuntaron en la dirección hipotetizada, las diferencias no resultaron ser estadísticamente significativas. Los problemas surgidos a la hora de categorizar los problemas ambientales como locales o globales y el escaso número de personas que componían la muestra pueden haber dificultado la corroboración de la hipótesis planteada.

Los resultados de este estudio no sólo matizan algunas dimensiones que subyacen a las dos escalas, sino que permiten reflexionar a propósito de los problemas que generan los conceptos de antropocentrismo y ecocentrismo cuando se proyectan sobre objetos diferentes, aunque traten sobre el mismo tema: el medio ambiente. Así, en el caso de la escala de Thomson y Barton (1994) se mide una orientación de la conducta hacia el medio ambiente y en el caso de Shultz (2000) se trata de la valoración del impacto del medio ambiente sobre diferentes objetos. Los desajustes en la medida bien podrían deberse además de a cuestiones puramente metodológicas, a la dificultad de una correspondencia biyectiva entre los conceptos que se están midiendo.

Nota de los autores

Este trabajo se inserta en un proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Dirección General de Investigación (BSO2002-03459).

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