La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 2005. Vol. Vol. 17 (nº 1). 49-56
Elena García-Vega, Paula Fernández García y Rosa Ana Rico Fernández
Universidad de Oviedo
En este estudio se pretende indagar la posible relación de las variables sexo y género con el comportamiento sexual en personas universitarias. Para ello se aplicaron a 306 estudiantes universitarios tres cuestionarios: el Inventario de Roles Sexuales de Bem (BSRI, 1974), para operativizar la variable género, y otros dos, elaborados a partir del Inventario Sexual utilizado por Hsu et al. (1994), sobre conductas y fantasías sexuales. Se analizaron las propiedades estructurales y psicométricas de los cuestionarios, obteniéndose óptimos resultados, en concordancia con los referidos en la literatura. Se confirma la relación existente entre el género (masculino, femenino, andrógino e indiferenciado), el sexo (hombre-mujer) y los comportamientos sexuales, si bien esta relación es inferior a la esperada. Se señalan algunas limitaciones del estudio y se plantean propuestas para la investigación futura.
Gender and sex as moderator variables of the behaviour sexual and fantasies in young university students. The aim of this work was study the influence of sex and gender variables in the sexual behaviour. Role sexual Inventory (Bem, 1974), sexual behaviour and sexual fantasies questionnaire (Hsu et al., 1994) was administrated to 306 university study. Psychometric and structural properties of scales was analyzed. The results endorse psychometric properties, as reliable and valid, was optimum, in agreement with the literature. After describing procedure and obtained results, the main conclusion is to confirm the relationship between gender( masculine, feminine, androgynous and undifferentiated), sex (male, female), and sexual behaviour, though this relation is lower to it expected. Some limitations and future research are suggested.
Hoy por hoy, muchos/as autores/as opinan que comprender la verdadera diferencia entre los cuerpos sexuados y los seres socialmente construidos es uno de los aspectos humanos más intrigantes, razón por la que no extraña que la investigación sobre el género se haya convertido en uno de los campos más fructíferos y de mayor debate en las ciencias sociales (Bengoechea y Morales, 2001; Lamas, 2000).
No obstante, aunque la introducción del concepto de género supuso grandes ventajas, varios autores (Fernández, 2000; Fraisse, 2002) advierten que en muchos artículos se utilizan las palabras género, sexo y sus derivados indistintamente, ignorando la discusión conceptual contemporánea. Por ello, desde este trabajo se defiende que para avanzar en ciertas perspectivas teóricas, es indispensable ponerse de acuerdo sobre qué términos corresponden a qué conceptos (Lamas, 2000). Así, asumimos que el género es una realidad compleja que se asienta en el sexo biológico pero que podría no coincidir con él, dado que intervienen de forma decisiva procesos socioculturales y ambientales. Es decir, el género no está directamente determinado por el sexo, ni es directamente determinante de la sexualidad (Bosch, Ferrer y Gili, 1999; Fernández, 2000; Scott, 2000).
En los últimos años el estudio sobre aspectos psicosociales del comportamiento sexual ha aumentado, y se apoya cada vez más la importancia del género en la organización del comportamiento sexual de mujeres y hombres; no obstante, la mayoría de los estudios realizan un análisis por sexo (femenino y masculino) (García, Gómez y Cantó, 2001; López et al., 1993; Navarro, Barberá y Reig, 2003; Serrano, Godás, Rodríguez y Mirón, 1996; Singh-Manoux, 2000), y todavía son pocos los autores que se han planteado la importancia de un análisis por género (Carvajal et al., 1990; García-Mina, 2003; Yela García, 1998).
Opinamos que, de cara a lograr una educación sexual que permita no solo una vida en este aspecto satisfactoria, sino también desterrar mitos centenarios, es imperativo conocer cómo influye el rol de género en el comportamiento sexual de las personas jóvenes. Asumimos, pues, un modelo de androginia según el cual, y con independencia del sexo biológico, cualquier persona puede desarrollar en mayor o menor medida características de comportamiento sexual consideradas como masculinas o femeninas. Se trataría ahora de estudiar la relación entre el tipo de género (masculino, femenino, andrógino e indiferenciado) y el sexo (chicos, chicas) e indagar si la sexualidad está más determinada por el género, por el sexo o por una interacción de ambas variables, con ánimo de generar hipótesis para futuras investigaciones.
Método
Muestra
Los participantes del presente estudio constituyen una muestra de 306 estudiantes universitarios de diferentes facultades de la Universidad de Oviedo. El 63% (193) mujeres y el 37% (113) hombres. La media de edad 22,35 años (rango 18-41 años) y la desviación típica de 2,83.
Instrumentos
Se utilizaron tres instrumentos para el estudio:
Bem Sex Role Inventory (1974). El Inventario de Roles Sexuales de Bem (BSRI) es un instrumento para medir la androginia. Consiste en 60 adjetivos, 20 son estereotípicamente masculinos, 20 son femeninos y otros 20 no tienen tipificación de género. Se pide a las personas que indiquen hasta qué punto los describe cada ítem en una escala de 1 (nunca) a 7 (siempre). Una vez cumplimentado se puede clasificar la muestra en cuatro categorías: masculina, femenina, andrógina e indiferenciada. Existen algunas versiones de este instrumento en nuestro país (Sebastián, 1990; García-Mina, 1997), si bien se ha optado por la versión original por diversas razones. En primer lugar, porque parece necesario adecuar el instrumento a la realidad actual, a nuestro entender se han producido significativos cambios en este concepto en los últimos años, en segundo lugar porque el presente artículo es solo una parte de una amplia investigación en la cual se ha verificado la fiabilidad y validez de este instrumento, encontrando, tal y como esperábamos, importantes deficiencias que nos han permitido construir un BSRI reducido con solo 20 ítems (Fernández, García-Vega y Rico, en prensa) y con las suficientes garantías de medir género.
Inventario de Conductas Sexuales/Inventario de Fantasías Sexuales (Adaptación del inventario Sexual de HSu. et al., 1994). Ambos cuestionarios se incluyen dentro del mismo apartado porque tienen todos los ítems idénticos. Sin embargo, en los 66 ítems del primero, la persona encuestada debe señalar con qué frecuencia realiza cada conducta, y en el segundo inventario debe responder con qué frecuencia fantasea con cada una. Para ambos se ofrecen tres opciones de respuesta: nunca, ocasionalmente y frecuentemente.
Procedimiento
Los cuestionarios anteriormente descritos fueron aplicados en horas lectivas en las aulas de diferentes facultades de la Universidad de Oviedo, previo permiso del profesorado. Con ánimo de lograr intimidad, colaboración y sinceridad, se distanció al alumnado del mismo modo que se hace habitualmente para realizar exámenes.
Análisis de datos
Antes de exponer los resultados mostramos brevemente el análisis psicométrico de los cuestionarios a través del Coeficiente Alfa de Cronbach y del Análisis Factorial Exploratorio (AFE). Con posterioridad, pasamos a clasificar a la muestra según su rol de género a través del BSRI (Bem, 1974). Una vez asignado un rol de género a cada estudiante, esta variable, al igual que la variable sexo, se relacionó con los otros dos cuestionarios (fantasías y conductas sexuales) con el objetivo de conocer las conductas y fantasías sexuales más y menos frecuentes en la muestra universitaria en general, así como diferencias y semejanzas entre sexos y géneros. Concretamente, se ha comenzado explorando los estadísticos descriptivos para todos y cada uno de los ítems de ambos cuestionarios, para después examinar las hipótesis, tanto de los efectos principales (análisis por sexo y por género), como de la interacción para cada una de las seis variables, simultáneamente, que resultaron de las puntuaciones factoriales (tres factores para el cuestionario de conductas (Tabla 1) y otras tres para el de fantasías (Tabla 2). En segundo lugar, se ponen a prueba las hipótesis, de modo simultáneo, para los ítems de cada factor. Por último, y con ánimo de realizar una incursión en profundidad, se realizan análisis univariados y comparaciones múltiples. Se pone a prueba si existen diferencias entre los géneros (resultantes de aplicar el BSRI), para cada sexo (mujer-hombre) por separado y, de igual modo, si se manifiestan diferencias entre ambos sexos para cada género.
El primer y segundo análisis lo llevamos a cabo mediante un análisis multivariado de la varianza, al amparo de un diseño factorial 2 (sexo: hombre y mujer) x 4 (género: masculino, femenino, andrógino e indiferenciado) de factores fijos. El análisis univariado lo realizamos haciendo uso de estadísticos paramétricos (AVAR de Fisher, Brown-Forsythe y T de Student) y no paramétricos (AVAR de Kruskal-Wallis y el estadístico de Kolmogorov-Smirnov). Por último, para las comparaciones múltiples de medias utilizamos el método de Sheffé o el de Games-Howell, dependiendo de la homoscedasticidad o no de las varianzas. Cuando solo se compararon dos medias, se tuvo en cuenta la desigualdad de Bonferroni.
Resultados
Análisis psicométrico
A. -El Inventario de Conductas Sexuales tiene una consistencia interna de .9658. Fue necesario eliminar tres ítems por tener varianza cero, a saber: C49 (torturar a tu pareja sexual), C63 (observar a alguien haciendo el amor con tu propia pareja) y C64 (relaciones sexuales con animales). Consideramos que tres son los factores que mejor explican la variabilidad total de la muestra (45,001%). El primer factor es responsable del 33,173%, e incluye conductas sexuales convencionales en compañía. El segundo y tercer factor explican el 7,907% y 3,921%, respectivamente, y ambos engloban a conductas sexuales menos convencionales o inusuales. Los ítems que corresponden a cada factor se presentan en la tabla 1.
B. -El Inventario de Fantasías Sexuales cuenta con un coeficiente de fiabilidad de .9622. Concluimos que tres son los factores que explican la variabilidad total de la muestra (48,522%). El primer factor, que agrupa fantasías sobre conductas sexuales genitalizadas más o menos convencionales en compañía (estimulaciones mutuas y posturas coitales), explica el 31,190%; el segundo factor explica el 12,139% de la varianza total, se compone de conductas en solitario (masturbación o pornografía) y en compañía, pero poco convencionales como forzar o humillar a tu pareja (sadismo o masoquismo leves). El tercer factor, que es el responsable del 5,193% de la varianza, incluye conductas extravagantes e incluso delictivas, como torturar o azotar. Consideramos que «forzar» a realizar actos sexuales no implica que éstos lleguen a su fin, es decir, no significa una violación, que sí sería si se «obligase» a realizar actos sexuales, de ahí que denominemos «leves» a estas conductas.
C. -El BSRI manifiesta una fiabilidad que, aunque menor que los dos cuestionarios anteriores, también es elevada (.7837). El AFE muestra una estructura multidimensional, responsable del 37,77% de la varianza muestral. Siendo los dos primeros factores (masculinidad-feminidad) responsables de explicar el mayor porcentaje. Detalles de la estructura factorial se muestran en Fernández, García-Vega y Rico (2004).
Estudio descriptivo
A través del cuestionario BSRI (Bem, 1974) se establece la asignación de los sujetos a uno u otro género en función de la mediana en los ítems masculinos y femeninos. En nuestra muestra, la mediana fue 4,9 y 4,3, respectivamente. De este modo, observamos en las mujeres los porcentajes 11,44%, 33,7%, 26,4% y 28,5% para los tipos de género masculino, femenino, andrógino e indiferenciado. En los hombres estos porcentajes son 39,9%, 8,8%, 31,9% y 20,4% en el mismo orden, respectivamente. Esto es, la mayor parte de las mujeres se consideran femeninas e indiferenciadas, aunque le sigue muy de cerca el porcentaje de las andróginas; y la mayor parte de los hombres se consideran masculinos y andróginos.
Al observar los estadísticos descriptivos del cuestionario de conductas sexuales encontramos que, ítems como C44, C48, C50, C51, C55, indicadores de sadismo y masoquismo leves (forzar, humillar); C42, C49, C45, C52, indicadores de sadismo y masoquismo fuertes (azotar, torturar); C46, C55, C62, C61, C63, C66, C56, indicadores de relaciones sexuales en público; C57 (relaciones con parientes cercanos), C64 (zoofilia); C65 (prostitución) y C53 (experiencias homosexuales o heterosexuales) son las actividades sexuales menos practicadas por la muestra (todas ellas están incluidas en el Factor 2 y en el Factor 3 resultantes del AFE). Las únicas conductas que nadie reconoce practicar son C49 (torturar a tu pareja sexual), C63 (observar a tu pareja haciendo el amor con alguien) y C64 (zoofilia). Son las conductas convencionales del primer factor las más realizadas por la muestra.
Si nos centramos en los estadísticos descriptivos del cuestionario de fantasías sexuales advertimos que todas y cada una de las fantasías, en alguna ocasión, han sido objeto del deseo por alguno/a de los/as estudiantes. Conductas sexuales que apenas se practicaban o no se habían hecho nunca sí son objeto de fantasías.
Estudio inferencial
En la tabla 3 exponemos los resultados del análisis multivariado de la varianza 2x4 (sexo x género) para las puntuaciones factoriales de cada uno de los tres factores de fantasías y conductas sexuales simultáneamente, en los que la hipótesis nula resultó rechazada. Atendiendo al tamaño de efecto, se observa cómo las diferencias explicadas por el sexo se deben a las fantasías (Factor F1, F2 y F3) en primer lugar, y a las conductas (Factor C1, C2 y C3) en segundo lugar, y por este orden. Es decir, son las fantasías más que las conductas sexuales las responsables de esas diferencias entre mujeres y hombres. También es destacable que la media es más alta para las mujeres en el primer factor de conductas sexuales convencionales (FC1) y en el tercer factor de fantasías sexuales no genitalizadas (FF3), siendo mayor para los hombres en el resto de los factores. Por lo que respecta al género, los responsables de las diferencias son FC1, FF3 y FC3 (conductas sexuales poco convencionales). La media más elevada en FC1 es para los andróginos, en FC3 para los masculinos y en FF3 para los femeninos.
En la tabla 4 se muestran los resultados del análisis multivariado de la varianza para los ítems de cada uno de los seis factores, en los que la hipótesis nula resultó rechazada. En todos los ítems del cuestionario de conductas sexuales es el sexo, exclusivamente, el responsable de las diferencias. A la derecha de la tabla se indican los ítems responsables de esa diferencia y su dirección. De nuevo encontramos cómo solo las mujeres tienen diferencias más altas para los ítems del primer factor de conductas; aunque no en todos los ítems, sino en conductas que tienen que ver con acariciar, abrazar, besar, que tu pareja te masturbe y vestir prendas eróticas. Las conductas que resultaron significativas del segundo y tercer factor, siendo más frecuentes para los hombres, fueron masturbarse sin compañía, ver pornografía, forzar y humillar a tu pareja sexual, ser acariciado/a en la zona anal por tu pareja, tu pareja observa que te masturbas, observar a otros hacer el amor, contacto sexual con un extraño y exhibir el cuerpo en público. Respecto al cuestionario de fantasías sexuales las diferencias vienen explicadas por el sexo para todos los ítems del factor 1 y para cuatro ítems del factor 3 (besar, caminar de la mano y vestir prendas eróticas o del otro sexo), para los ítems del factor 2 de fantasías hay diferencias por sexo y por género. Los hombres tienen medias más altas en todos los ítems menos en fantasear con conductas homosexuales, donde la frecuencia es mayor para las mujeres. Respecto al género, las personas de género masculino tienen una media más elevada en fantasear con conductas sexuales violentas, con animales, orgías y sexo anal.
En las tablas 5 y 6 se exponen las diferencias entre géneros en mujeres y hombres que resultaron estadísticamente significativas para cada una de las conductas y fantasías sexuales. Respecto a las conductas sexuales (Tabla 5), para las mujeres resultaron significativas las diferencias entre géneros en 22 de las 33 conductas sexuales que forman el primer factor, siendo las andróginas las que realizan con mayor frecuencia el coito en varias posturas, masturbaciones mutuas, besar, acariciar, seducir y vestir prendas eróticas. Con respecto a los ítems del segundo factor, solo se encuentran diferencias en dos conductas (masturbarse sin compañía y coito anal), pero curiosamente aquí las medias más elevadas son para las mujeres masculinas. En el factor 3 no hay diferencias de género en ninguna conducta. En los hombres solo se manifiestan diferencias entre géneros en cuatro conductas sexuales del primer factor (hombre sobre la mujer vestidos, caminar de la mano, sexo que se prolonga por horas y coito en posición de costado) y son los andróginos los que tienen medias más elevadas. En las fantasías sexuales (Tabla 6) se encuentran diferencias entre las mujeres de distinto género en dos de las fantasías del factor 1 (tu pareja estimula oralmente tus genitales y te masturba, respectivamente), realizándolas más frecuentemente las mujeres masculinas. Entre tres fantasías del factor 2 (intercambio de parejas, observar a alguien hacer el amor con tu propia pareja y zoofilia), siendo las medias más elevadas, mayoritariamente, en las mujeres masculinas. En el factor 3 existen diferencias en otras tres fantasías sexuales no genitalizadas; las andróginas fantasean más que las indiferenciadas en besar o que te besen senos de mujer desnudos, las femeninas más que las indiferenciadas en besar en los labios y las masculinas y andróginas más que las indiferenciadas en besar zonas sensibles. En los hombres existen diferencias en dos fantasías del factor 2 (azotar a tu pareja y experiencia homosexual) y en otras dos del factor 3 (caricias y caminar cogidos de la mano), fantaseando más con esas conductas los hombres femeninos; excepto en el ítem F45 (azotar a tu pareja), donde la media es mayor para los hombres masculinos.
Por último, también se han analizado las diferencias entre hombres y mujeres del mismo género que resultaron estadísticamente significativas para cada una de las conductas y fantasías sexuales. No obstante, puesto que los resultados van en la misma dirección que el análisis individual por sexo, haremos simplemente un breve comentario. En las conductas sexuales no se encuentran muchas diferencias entre mujeres y hombres; sin embargo, los hombres realizan más que las mujeres de su mismo género conductas como masturbarse más sin compañía, humillar sexualmente a sus parejas, uso de pornografía, exhibir su cuerpo en público, les gusta el contacto sexual con extraños, etc. Las mujeres realizan más frecuentemente que los hombres de su mismo género caricias, abrazo y besos; caminar más frecuentemente tomadas de la mano, vestir ropas eróticas y del sexo opuesto. Respecto a las fantasías sexuales, sí encontramos mayor número de diferencias entre mujeres y hombres del mismo género. Los hombres, independientemente del género que tengan y más frecuentemente que las mujeres de su mismo género, tienen más o menos las mismas fantasías relacionadas con sexo en grupo, conductas sexuales violentas, usar lenguaje sucio, relaciones con alguien virgen, usar aparatos artificiales, sexo oral, masturbaciones mutuas, pornografía, sexo anal, coito en todas las posiciones y con personas extrañas.
Discusión y conclusiones
Un primer objetivo de esta investigación consistía en la distribución de la muestra de acuerdo a su rol de género, utilizando para ello el Inventario de Roles Sexuales de Bem, BSRI (1974). Los resultados muestran una distribución bastante homogénea en las cuatro clasificaciones; no obstante, el grupo con mayor número de estudiantes fue el de personas andróginas, dato que concuerda con otras investigaciones (Carvajal et al., 1990). Por otra parte, el hecho de que nuestra muestra esté formada por personas universitarias suponemos que influye en este resultado, basándonos en que las personas de mayor nivel educativo están menos tipificadas socialmente (Moya, 1985) y en la influencia de la edad en los estereotipos de rol de género (García-Mina, 2002).
Sin embargo, si analizamos independientemente el género de hombres y mujeres, se observa que el mayor porcentaje de mujeres es el de mujeres femeninas, y el mayor porcentaje en los hombres es el de hombres masculinos, siendo la proporción de hombres masculinos semejante a la de mujeres femeninas, como ya encontró Bem (1974).
Aparentemente, estos resultados nos desvelan que a pesar del avance en el intercambio de roles, sigue existiendo una importante tipificación sexual. Si bien creemos que se debe tomar con cautela tal afirmación, dado que entendemos que el Inventario de Bem en la actualidad presenta algunas deficiencias metodológicas, probablemente fruto del paso del tiempo. Nos hemos encontrado con la dificultad de clasificar muchos de los ítems tal y como lo hace Bem, como ya expusimos en los resultados y en otras publicaciones (Fernández, García-Vega y Rico, 2004, en prensa; García-Vega, Rico y Fernández, 2003). Así pues, se sugiere la necesidad de una revisión de los ítems más acorde con nuestro tiempo, y al estilo de la ya realizada por García-Mina (1997).
Un segundo objetivo de nuestro estudio consistió en indagar las conductas y fantasías sexuales más frecuentes, explorando las diferencias entre sexos y entre géneros, aplicando para ello un Inventario de Conductas Sexuales y un Inventario de Fantasías sexuales. Recopilando los datos expuestos en el apartado de resultados, podemos destacar que son las mujeres las que con mayor frecuencia realizan conductas sexuales convencionales, y de modo inverso, los hombres los que realizan conductas menos convencionales o extravagantes. Sin embargo, aunque las diferencias vayan en esta dirección, el número de conductas sexuales en las que se encuentran diferencias estadísticamente significativas son pocas. Las mujeres realizan más frecuentemente que los hombres conductas románticas: acariciar, abrazar, besar…, y vestir prendas eróticas; los hombres realizan más frecuentemente que las mujeres conductas tales como: masturbarse sin compañía, ver pornografía, humillar y forzar a su pareja sexual, etc.; pero no hay diferencias en coito vaginal, sexo oral y masturbaciones mutuas. Respecto a las fantasías, tanto hombres como mujeres refieren un importante número de fantasías, pero los hombres fantasean más que las mujeres en la mayoría de conductas, muchas de ellas poco comunes. Las únicas conductas con las que las universitarias fantasearon más que los universitarios son de nuevo conductas románticas y, en otra línea, fantasean más que los hombres con conductas homosexuales. Los hombres fantasean mucho con conductas que no realizan, en cambio, en las mujeres hay una mayor relación entre conductas que realizan y fantasías sexuales. Sin duda esto guarda relación con una menor tradición de experiencia sexual, al menos para la mayoría de las mujeres, así como con menores posibilidades de aprendizaje vicario (narraciones literarias, cine, otras mujeres, pornografía…).
Respecto al género, aunque la relación entre esta variable (según el BSRI) y las conductas y fantasías sexuales no ha sido la esperada, sí se ha encontrado una importante influencia en determinadas conductas y fantasías sexuales. Las personas andróginas realizan más frecuentemente que las masculinas e indiferenciadas coito vaginal y estimulaciones mutuas, las masculinas realizan y fantasean más frecuentemente que las femeninas e indiferenciadas conductas inusuales y violentas; de igual modo, las femeninas fantasean más con conductas no genitalizadas que las masculinas y andróginas. Al analizar conjuntamente sexo y género encontramos muchas diferencias de género en las mujeres relacionadas con conductas convencionales, siendo las mujeres andróginas quienes más las realizan. Las mujeres masculinas realizan y fantasean más que otras mujeres con conductas más practicadas por los hombres. En cambio, los hombres apenas presentan diferencias respecto a su género cuando hablamos de conductas sexuales, aunque los hombres andróginos y femeninos fantasean más que el resto de los hombres con conductas más practicadas por mujeres. Estos resultados nos dan pistas sobre la importancia de factores sociales en la elección de nuestras conductas sexuales, lo que nos gusta o deseamos.
Un dato significativo es la existencia de una mayor influencia del género en el comportamiento sexual de universitarias que de universitarios. Son las mujeres, con menor presión social que antiguamente, las que más están experimentando cambios en su sexualidad; sin embargo, las cosas no se cambian de la noche a la mañana, muchas universitarias de hoy aún han recibido una educación sexual deficitaria y bastante restrictiva.
A la vista de los resultados obtenidos podemos concluir que existe un buen número de estudiantes que se consideran andróginos/as, lo que es importante de cara a las relaciones mujer-hombre, pero que al mismo tiempo los estereotipos de género siguen teniendo mucha importancia en la juventud asturiana.
La relación del sexo (mujer-hombre) con las conductas y fantasías sexuales nos ha permitido observar algunas diferencias, aunque cada vez menores, similares a investigaciones anteriores (Avia, 2000; Ballester y Gil, 1997; Carvajal et al., 1990; Hsu et al., 1994; Lameiras y Failde, 1997; López et al., 1993; Oraá, 1996; Yela, 1998).
Respecto al género, se ha encontrado una escasa relación entre esta variable y las conductas y fantasías sexuales. Sin embargo, parece evidente, y así lo demuestran otras investigaciones, que los aspectos sociales influyen en la conducta sexual. Una posible explicación a esta contradicción puede venir dada por el carácter multidimensional de esta categoría, así como por algunas características de la muestra, edad y nivel cultural, que parecen mediar en la percepción de los estereotipos masculino y femenino, y en el comportamiento sexual.
Es necesario por tanto, a nuestro entender, crear o adaptar un instrumento de medida para la variable género (Fernández, García-Vega y Rico, en prensa), pero también una propuesta de un nuevo modelo de sexualidad. Queda abierto, pues, un interesante camino para futuras investigaciones.
Agradecimientos
Esta investigación ha sido parcialmente financiada por el Plan de I+D+I del Principado de Asturias. Ref.: PG03-02.
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