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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 1996. Vol. Vol. 8 (nº 1). 25-44




PERFIL PSICOSOCIAL DE LOS ADOLESCENTES ESPAÑOLES

Gonzalo Serrano, Agustín Godás, Dámaso Rodríguez y Lourdes Mirón

Universidad de Santiago de Compostela

El artículo presenta de modo resumido las conclusiones de una investigación sobre la adolescencia en España. Se pretende establecer los patrones conductuales, generales y diferenciales, en las principales áreas de la vida social, la relación de los adolescentes con sus grupos, los factores determinantes de sus conductas antisociales y, en general, su percepción de la realidad social.La muestra,representativa de la población española,ha sido de 7580 sujetos.Se ha tenido en cuenta un conjunto de variables sociales y demográficas relevantes y se ha utilizado un gran número de cuestionarios y escalas para medir las dimensiones psicológicas y sociales estudiadas.

Psychosocial characteristics of Spanish adolescents. This article summarizes the conclusions of our research on adolescence in Spain. We intented to establish the behavioral patterns -global and differential- in the main field of social life, the relationships of adolescents with their groups, the determinant factors of their antisocial behaviours and, generally, their perception of social reality. Sample size,representative of the Spanish population, was 7580 subjects. We have considered a set of social and demographic outstanding variables and have used a great number of questionnaires and scales to measure our psychological and social dimensions.

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El abordaje de los problemas de la adolescencia y juventud ha tomado actualmente un nuevo énfasis por el creciente protagonismo juvenil en la vida social, su presencia en el ámbito del consumo y la trascendencia de los aspectos vinculados a la delincuencia y a la drogadicción.

Los cambios de conductas sociales,la crisis de valores, el ajuste social, la perspectiva laboral, etc. son algunos de los problemas que a esta edad se presentan con gran intensidad y repercusión de cara al futuro.

Han sido numerosos los intentos que, durante las décadas de los 60 y 70, ha habido para definir y caracterizar esta etapa del desarrollo (Cfr. Rogers, 1962; Erickson, 1971; Grinder, 1976; etc.). Existe acuerdo general sobre la incidencia de una serie de tópicos como el afrontamiento del rol sexual, el establecimiento de unas relaciones sociales nuevas,además del necesario desarrollo intelectual y la interiorización de un sistema de valores coherente e integrado.Asimismo,se ha insistido repetidamente en la "crisis" de la adolescencia por el carácter determinante que el cambio tiene en este momento del desarrollo psíquico y social.

Más recientemente, el problema de la adolescencia se ha planteado desde una perspectiva fundamentalmente evolutiva y vinculada a los cambios sociales y culturales que influyen sobre ella.La aparición de fenómenos nuevos ha abierto nuevas líneas de investigación e intervención social.Estos recientes problemas, junto a la temática de la inserción social a todos los niveles de los adolescentes y jóvenes,configuran los ejes que vertebran la preocupación psicosocial sobre el tema.

Quizás, tres son los ámbitos por donde discurren actualmente los estudios sobre la adolescencia, sin entenderlos como espacios cerrados, sino en estrecha interacción. A saber,procesos y agentes de socialización,pautas generales de conducta y problemas de inadaptación.

Los estudios sobre la adolescencia y la juventud en el contexto cultural español han sido muy numerosos, habiéndose creado un abundante cuerpo de conocimientos al respecto. Los aspectos tratados son diversos, los métodos de recogida de datos no siempre los mismos y el enfoque en unos casos más sociológico y en otros de tono más psicológico. A nivel de ejemplo pueden mencionarse las Encuestas Nacionales a la Juventud, los informes de la Fundación Santa María, los trabajos realizados en ámbitos territoriales regionales o locales y un elevado número de estudios monográficos sobre aspectos más concretos, como drogas, valores, religiosidad, ocio, etc. Algunos de ellos son citados en las referencias bibliográficas.

El presente artículo pretende presentar de modo resumido el planteamiento y conclusiones de una investigación sobre la adolescencia en España, de modo que se ofrezca una visión global e integrada al respecto. En diversas publicaciones estamos dando a conocer los resultados por áreas temáticas concretas y de modo más detallado. Aquí, por obvias razones de espacio, no podemos dar cuenta de todos los datos exhaustivamente,sino de una manera genérica y orientada a transmitir una perspectiva de conjunto.

Planteamiento y objetivos

De modo general, se pretende establecer los patrones o perfiles diferenciales de los adolescentes españoles en ámbitos que han sido considerados fundamentales dentro de la literatura psicológica y sociológica sobre la adolescencia. Se trata de ofrecer una "fotografía" de esta etapa, que responda a la elemental pregunta de cómo son los adolescentes; en lo que toca a sus relaciones sociales, a su ocio, a su pensamiento y, en general, a sus actividades más relevantes.

Pero, de un modo muy especial, se pretende determinar el grado de influencia de los contextos de socialización sobre las conductas, adaptadas o desviadas, de los adolescentes. Entendiendo por "contextos de socialización", por una parte, las pautas interactivas y reguladoras que definen la relación del adolescente con su entorno; por otra, las condiciones socioeconómicas, ambientales e individuales que actúan, modulando tanto el proceso de socialización como la misma conducta del adolescente.

Pasando ya a un nivel más concreto, los objetivos pueden sintetizarse como sigue.

A. Determinar las características de la relación que el adolescente mantiene con sus grupos más cercanos, analizando las interacciones familiares, las conductas del grupo de iguales, la relación del adolescente con su ámbito escolar y la integración comunitaria.

B.Evaluar las características que,para los adolescentes, poseen actividades tales como las prácticas de ocio, conductas sexuales, religiosas y políticas, conductas antisociales y consumo de drogas.

C. Hacer especial énfasis en la capacidad de determinación que el entorno social ejerce sobre los comportamientos antisociales.

D. Establecer la relación entre las percepciones y conductas adolescentes y algunas variables sociodemográficas especialmente relevantes, como la edad, sexo, clase social y lugar de residencia.

E. De modo análogo, profundizar en la relación entre las características de los adolescentes con algunas variables expresivas de su realidad psicológica, como la asertividad, autoestima y satisfacción personal.

Instrumentos de medida y variables

El instrumento utilizado para la recogida de los datos ha sido una encuesta de opinión, que denominamos "Cuestionario General", compuesto por cuestionarios conocidos y utilizados en la literatura científica y otros elaborados por nosotros mismos, que han evidenciado satisfactoriamente su fiabilidad y validez. En la primera página se pregunta por los datos sociodemográficos básicos y, a continuación, figuran 255 ítems, ordenados temáticamente, que hacen referencia al conjunto de aspectos y dimensiones sobre los que interesa información.

A.Variables sociodemográficas

Hemos considerado un conjunto de variables sociodemográficas (edad, sexo, nivel socioeconómico-cultural y lugar de residencia) en base a la hipótesis de que son susceptibles de establecer diferencias en el tipo de interacción con los agentes de socialización y en las propias conductas y percepciones de los adolescentes. Se trata de una hipótesis general, de sentido común y permanentemente constatada en los estudios sobre la adolescencia. El problema estriba no tanto en su formulación genérica, sino en la operacionalización de tales variables y en el modo y grado de influencia sobre la vida y comportamiento de los individuos.

Con respecto a la edad, hemos tomado el conjunto de ellas que normalmente se adscriben a la adolescencia: desde los 14 hasta los 18 años, ambas inclusive. Por razones fácilmente comprensibles, en la administración de los cuestionarios han aparecido sujetos mayores de 18 años. A efectos de contraste y pruebas diferenciales, los hemos considerado un grupo más (denominado "19 años"), escaso numéricamente, pero de interés a efectos de conocer tendencias y comparar las últimas fases de la adolescencia con el principio de la juventud.

Hemos creído que la forma más sencilla y abarcadora de considerar el nivel socio-económico-cultural de la familia del adolescente pasaba por una doble distinción. En primer lugar,diferenciando a los sujetos de BUP-COU y los de FP; en segundo lugar, dentro de los de BUP-COU, los que acuden a centros privados y centros públicos. La hipótesis que subyace va más allá de una mera diferencia funcional, sino que se refiere fundamentalmente a una dimensión de marcado carácter socioeconómico. Aunque esta correspondencia no sea absolutamente exacta y aplicable a todos y cada uno de los sujetos, ciertamente parece un buen criterio de clasificación social. Los sujetos de FP suelen pertenecer a familias de menor nivel socioeconómico que las de BUP-COU; y, dentro de éstos, los adolescentes que estudian en centros privados suelen ser, globalmente, de nivel superior a sus compañeros de centros públicos.

La utilización de otros parámetros, como la profesión o estudios de los padres, podrían dar lugar a agrupamientos más problemáticos y difusos. De todos modos, se han tomado para contrastar y reafirmar, como así ha sido, el criterio que hemos empleado.

Por tanto, las comparaciones correspondientes, cuando han tenido lugar, se han hecho entre sujetos de BUP-COU y de FP, por una parte; y por otra, entre sujetos de BUP-COU de centros privados y BUP-COU de centros públicos(A partir de ahora el grupo de BUP-COU será denominado simplemente grupo de BUP).

La variable lugar de residencia resulta interesante, no solo porque aporta otro criterio socioeconómico, sino por implicar también referencias culturales, comunitarias y de oportunidades. En este caso solo hemos considerado a los centros de BUP: se ha distinguido al respecto tres ámbitos: rural o urbano de pequeñas ciudades (menos de 5.000 habitantes); urbano del centro de ciudades grandes; y periferia de las grandes ciudades.

Esta diferenciación no la hemos realizado con los centros de FP, dado que su composición social suele ser más homogénea, al margen de su localización geográfica. Téngase en cuenta, además, que el muestreo sobre el grupo de FP se llevó a cabo en centros públicos,por cuanto la estadística de centros privados al respecto es bastante ambigua y poco segura.

B.Variables psicológicas y sociales

Se trata de las dimensiones de los adolescentes que se van a estudiar. Han sido agrupadas por grandes áreas, cada una de las cuales abarca una o más variables. A continuación exponemos cada una de ellas.

– La temática familiar comprende cinco variables: "Relación familiar", "Control paterno", "Control materno", "Apoyo paterno", "Apoyo materno".

– La temática grupal recoge las siguientes variables: "Sociabilidad", "Lugar de reunión", "Antinormatividad grupal".

– El factor residencial o comunitario comprende: "Lugar de residencia", "Tiempo de permanencia residencial", "Satisfacción residencial", "Cohesión vecinal".

– Las conductas sociales abarcan: "Conductas antisociales", "Consumo de tabaco, alcohol y drogas".

– El área escolar viene dado por las variables: "Satisfacción escolar", "Trabajo ideal".

– Las conductas de ocio se expresan por las variables: "Satisfacción con el ocio", "Actividades de ocio".

– El capítulo sobre sexualidad incluye las variables: "Edad conocimiento proceso embarazo", "Fuente primera información sexual", "Edad primera masturbación", "Frecuencia conducta de masturbación", "Atracción homosexual", "Actividad homosexual", "Edad primer coito", "Actividad heterosexual", "Impresión experiencias sexuales", "Uso métodos anticonceptivos", "Información sobre SIDA", "Miedo al SIDA", "Actitud ante la igualdad de los sexos", "Actitud ante la tolerancia sexual".

– El área religiosa engloba las siguientes variables: "Calificación religiosa", "Asistencia a la Iglesia", "Frecuencia comunión", "Creencia en Dios", "Acuerdo con la Iglesia", "Influencia de la religión".

– El capítulo de los valores recoge un amplio listado de valores finales e instrumentales.

– Un conjunto de dimensiones que hemos denominado "expresiones del yo" incluye las siguientes variables: "Insatisfacción personal", "Asertividad", "Autoestima".

– El comportamiento político incluye las variables: "Participación política convencional", "Participación política no convencional", "Powerlesness", "Orientación de voto".

Muestra

Dado que se pretende obtener conclusiones válidas para el conjunto de la población adolescente española, el muestreo se ha realizado sobre el territorio del Estado español, con sujetos de edades comprendidas entre 14 y 18 años.

Queda fuera del estudio la adolescencia no escolarizada. Sin duda, se trata de una limitación, pero no es menos cierto que la gran mayoría de adolescentes está escolarizada y nuestro objetivo radica precisamente en ofrecer una perspectiva de la globalidad de los adolescentes, no de pequeños grupos relativamente minoritarios, de indiscutible importancia y necesidad de atención, pero, desde un punto de vista cuantitativo, escasamente conformadores de la realidad adolescente, tomada en su conjunto.

Por otra parte, hemos dejado fuera del ámbito geográfico de nuestro estudio las comunidades autónomas de Andalucía y País Vasco. La razón estriba en que en dichas comunidades se ha elaborado trabajos muy bien realizados, y de planteamiento parecido al nuestro. Puede comprobarse en "Psicosociología del adolescente vasco" (1986) y "El proceso de socialización en los/las jóvenes de Euskadi" (1994), ambos editados por el Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco y "Jóvenes andaluces de los 90", editado por la Junta de Andalucía en 1993.

Los niveles educativos (BUP, FP) han sido tomados como estratos y los diversos cursos de cada uno configuran los subestratos correspondientes. La unidad primaria de muestreo ha sido el centro educativo, lo que permite definir el nivel socioeconómico de los sujetos y el ámbito urbano (con sus modalidades) o rural en el que viven.

Asimismo, el muestreo ha sido proporcional en base a los datos oficiales del M.E.C. ("Estadística de la Enseñanza en España". Ministerio de Educación y Ciencia.Madrid. Junio, 1992). Los criterios de proporcionalidad fueron: sexo, nivel educativo (BUP,FP), edad, carácter del centro (público, privado) y hábitat.

En síntesis, el muestreo ha sido aleatorio, estratificado y proporcional. El nivel de confianza es del 95 % y el margen de error del 2,5%. Por todo ello creemos que el proceso de selección de la muestra se ha basado en estrategias que han garantizado suficientemente las exigencias de representatividad.

Concretamente, los datos de la muestra son los siguientes:

– Número total de sujetos 7.580

– BUP 70,6 %
• BUP-Público 80 %
• BUP-Privado 20 %

– FP 29,2 %
– Mujeres 53,3 %
– Hombres 46,4 %

– Edades:
• 14 años 15 %
• 15 años 19,5 %
• 16 años 22,6 %
• 17 años 21 %
• 18 años 11 %
• 19 años 8,8 %

– Hábitat:
• Rural-Ciudad pequeña 24 %
• Centro ciudad 47,4 %
• Periferia grandes ciudades 28,6 %

Análisis estadísticos realizados

Con respecto a todas las variables se realizaron análisis descriptivos, que han proporcionado la distribución de frecuencias, las puntuaciones medias y la desviación típica de cada una de ellas. A menudo, por razones de pertinencia o de claridad, los datos se han expresado mediante porcentajes.

Para comprobar la existencia de diferencias estadísticas entre los grupos con relación a las variables, hemos utilizado, según los casos, la prueba T de Student, el análisis de la varianza y la prueba de Lawsle-Baker. Para el análisis de la asociación entre variables, nos hemos servido de la correlación. Finalmente, para realizar análisis predictivos hemos utilizado el análisis de regresión múltiple y el análisis discriminante.

Resultados y discusión

Relaciones familiares

Los adolescentes transmiten una visión de sus relaciones familiares, sin duda, positiva. El clima familiar es bueno, el apoyo que ofrecen los padres se considera alto y el control que perciben por parte de ellos se califica de bastante aceptable. Podría decirse que el adolescente se encuentra bien en su familia, que se trata de un ámbito social protector y confortable.

Las viejas imágenes de permanentes conflictos entre padres e hijos y la crispación intergeneracional parece romperse. Además, resulta notable la gran homogeneidad que manifiestan todos los grupos que hemos ido considerando. Estamos, pues, ante una tónica muy generalizada. Sin embargo, conviene resaltar algunos matices diferenciales.

Parece ser mayor el control ejercido sobre las chicas, lo que pone de manifiesto algo que se repetirá con frecuencia: todavía existe una socialización diferente entre chicos y chicas, a pesar de la indudable tendencia hacia un mayor "igualitarismo" educativo. Ser hombre o mujer implica -de modo distinto y menos marcado que en épocas anteriores- expectativas y actitudes diferentes para los padres.

Los datos obtenidos, en función de las edades de los sujetos, evidencian un cierto despegue: sin alterar la relación familiar, tanto el control como el apoyo va siendo menor a medida que el sujeto crece, preparándose, por tanto, el camino hacia la autonomía personal.

A destacar el papel cohesivo de la madre; ella sigue siendo, en mayor medida que el padre, la que se halla más cerca de los hijos, manteniendo así su tradicional dimensión marcadamente afectiva y emocional.

Finalmente, señalar el papel central de la familia como ámbito de socialización y ajuste social: las buenas relaciones familiares operan de modo muy relevante sobre al adaptación social de los individuos, tanto personal como socialmente, en la asunción de normas y en la integración social. La expresión de unas ajustadas relaciones familiares se asocia positivamente a la satisfacción social en general y a una favorable integración social y grupal. Los análisis de regresión efectuados ponen de manifiesto la asociación negativa entre la integración familiar y la manifestación de conductas antisociales. De ahí la función central de la familia como agente de socialización y ajuste social.

La mayor parte de trabajos similares en planteamiento al nuestro van en la misma dirección. Los realizados sobre la juventud vasca ponen de relieve una valoración muy positiva del ambiente familiar, caracterizándolo como un espacio de confianza y seguridad. La investigación mencionada sobre los jóvenes andaluces también manifiesta la alta satisfacción que tiene para ellos la vida familiar.

En general, en casi todas las encuestas, en torno al 80-85% de encuestados perciben favorablemente las relaciones familiares.

Grupo de iguales,escuela y comunidad

El tono general de los resultados en estos tres contextos socializadores sigue la línea positiva que antes veíamos con respecto a la familia. El momento evolutivo de la adolescencia es eminentemente interactivo y ello se expresa a todos los niveles: los vínculos grupales, la presencia de los amigos y la permanente comunicación social se sitúa en el centro de la vida adolescente.

La importancia del grupo de iguales en la determinación de la conducta del adolescente viene dada porque una de sus funciones específicas consiste en crear normas conductuales y mecanismos que mantengan esas normas. Los compañeros proporcionan información directa e indirecta sobre comportamientos que resultan apropiados y/o valorados en determinadas situaciones, distintas a las que se le presentan al adolescente en el hogar.

Una variable central considerada fue la "sociabilidad". Por tal entendemos tanto el nivel de interacción del adolescente con su grupo (la mayor o menor dificultad que el sujeto encuentra a la hora de mantener este tipo de relaciones) como el grado de satisfacción que le produce.

Pues bien, el nivel de sociabilidad de los adolescentes españoles resulta elevado y, al igual que en otros estudios, se constatan diferencias significativas entre el nivel de sociabilidad de hombres y mujeres, siendo bastante más alto en las segundas que en los primeros.

Pero este buen "tono" social no debe enmarcarse en un contexto social crispado o especialmente enfrentado a la sociedad;antes al contrario, acontece dentro de un marco social muy ajustado,en sentido psicológico. Resulta bajo el índice de lo que hemos llamado "antinormatividad grupal", es decir, la evaluación del nivel de desviación conductual de los sujetos que constituyen el grupo de iguales. Globalmente, los adolescentes se autodeclaran adaptados e inmersos en grupos poco problemáticos y lejanos de visiones tópicas, con frecuencia importadas, que los presentan casi como "pre-delincuentes".

No obstante,encontramos diferencias significativas respecto al nivel de antinormatividad grupal en chicos y chicas, que se dan justamente en sentido inverso al de la sociabilidad,de modo que los varones manifiestan una tendencia más alta a interaccionar con grupos de iguales desviados que las mujeres.

Por lo que toca a la escuela,el adolescente se muestra en general satisfecho con el entorno educativo en el que está escolarizado. Las mujeres y los sujetos entre 14 y 16 años son los que perciben más positivamente la calidad del profesorado, las relaciones con sus compañeros de aula y demás usos y normas del centro escolar.

Como no podía ser menos el nivel socioescolar ofrece datos diferenciales muy expresivos. El alumnado de BUP se muestra más satisfecho que el de FP en los temas relacionados con el equipamiento y condiciones materiales. Por otra parte, los sujetos que asisten a centros privados opinan más positivamente de su entorno escolar que los de centros públicos, salvo en la dimensión referida a los compañeros de aula, donde no se observan diferencias significativas.

Y, al igual que ocurre con la familia, una buena integración escolar parece ser un necesario mecanismo de ajuste, de bienestar personal y de control de conductas antisociales indeseables. No se trata, por supuesto, de postular relaciones de estricta causalidad, pero los datos permiten afirmar que, probablemente, la existencia de ámbitos socializadores, como la familia y la escuela, bien establecidos y donde el adolescente se sienta integrado y satisfecho, pueden ser un poderoso instrumento de prevención de comportamientos antisociales.

Los datos relativos al sentimiento de comunidad o "cohesión comunitaria", según la denominación utilizada, van en el mismo sentido. Sin duda, ocupan un lugar menos relevante en la vida social del adolescente, pero su dimensión socializadora e integradora también resulta clara.

Conductas antisociales y consumo de drogas

Conducta antisocial

Tradicionalmente se ha vinculado la adolescencia con la realización de conductas delictivas. Sin embargo, cuando se analizan por separado cada una de las conductas que componen el constructo delincuencia (conductas contra normas, vandalismo, agresiones contra personas, robo y tráfico de drogas), se pone de manifiesto que los adolescentes realizan con frecuencia conductas antisociales leves y apenas se implican en las conductas más graves.

En la Tabla 1 se observa que mientras que el 80% de los jóvenes dicen realizar con frecuencia conductas contra normas (beber alcohol antes de los 16 años, escaparse de casa, no respetar las normas de tráfico, etc.), sólo alrededor del 50% se han involucrado alguna vez en conductas de vandalismo y agresiones leves a personas, menos del 30% han robado en alguna ocasión y menos del 5% han traficado con drogas ilegales.

Estos porcentajes son además significativamente diferentes entre los hombres y las mujeres. Los hombres informan de una mayor realización de todas las conductas antisociales, siendo las diferencias especialmente notorias en las conductas que implican violencia: vandalismo y agresiones a personas. Aproximadamente el 25% de los adolescentes varones realizan con frecuencia conductas de vandalismo y el 19% agresiones a personas, mientras que entre las mujeres apenas el 7.5% realiza vandalismo de manera frecuente y menos del 4% conducta agresiva contra personas. Estas diferencias son debidas, probablemente, al proceso de socialización diferencial de hombres y mujeres, proceso en el que la conducta agresiva sigue siendo apoyada, o al menos tolerada, entre los varones, pero es totalmente rechazada entre las mujeres.

La frecuencia de realización de conductas antisociales se incrementa con la edad entre los 14 y los 16 años, y a partir de este momento algunas de ellas tienden a descender (conducta contra normas, vandalismo y agresiones a personas) y otras se mantienen o se incrementan ligeramente (robo y venta de drogas). La edad de 16 años se convierte así en un punto de corte interesante con respecto a la conducta desviada, máxime si tenemos en cuenta que esta es la edad en la que algunas de las conductas prohibidas dejan de serlo, y, sobre todo, la edad que delimita la atribución de mayor responsabilidad penal.

La realización de conductas antisociales se asocia positivamente, tanto para los chicos como para las chicas, con tener amigos desviados, con la realización de otras conductas desviadas (consumo de drogas) y con el mantenimiento de valores centrados en la satisfacción personal (tener una vida excitante, importancia de la sexualidad y del amor, importancia del ocio y los viajes), y se asocia negativamente con un entorno familiar afectuoso, un entorno escolar y vecinal satisfactorios, y el mantenimiento de valores centrados en el bienestar social (importancia de la igualdad social, la democracia, la honestidad y la sinceridad).

Por último, es importante señalar que los datos obtenidos en este trabajo con respecto al tipo y la frecuencia de las conductas antisociales realizadas por los jóvenes, coinciden, en gran medida, con los encontrados en estudios similares realizados en nuestro País. En ellos se evidencia que las conductas realizadas con mayor frecuencia serían las conductas contra normas (escaparse de casa, conducir sin carnet) y el implicarse en peleas y causar destrozos (La marginación Social del Menor, 1981; Encuesta sobre la Juventud Navarra, 1983; Psicosociología del Adolescente vasco, 1986; Los Jóvenes Andaluces de los 90, 1993). Del mismo modo, en todos ellos se pone de manifiesto que los adolescentes varones realizan todas las conductas antisociales con una frecuencia mucho mayor que las mujeres.

Consumo de drogas

El consumo de drogas es una conducta bastante extendida entre los jóvenes, aunque las sustancias consumidas son, mayoritariamente, las drogas legales, y únicamente un pequeño porcentaje de adolescentes indica consumir, de manera frecuente, drogas ilegales (Tabla 2)

El 70% de los adolescentes han fumado alguna vez, y el 85% han tomado alcohol. Consumen habitualmente tabaco aproximadamente el 33% y alcohol el 38%.

Entre las drogas ilegales, un 25% han experimentado con cannabis, y lo consumen con frecuencia algo más del 6%. Menos del 5% consumen, experimental o habitualmente, drogas médicas (tranquilizantes y anfetaminas), inhalantes o heroína y cocaína.

La droga ilegal menos consumida resulta ser la heroína (menos del 2% han experimentado con ella).

Los hombres consumen en mayor medida todas las sustancias que las mujeres, con excepción del tabaco, para el que el consumo de las mujeres se ha incrementado hasta el punto de superar ligeramente al de los varones. Las diferencias en consumo entre chicos y chicas son significativas para todas las sustancias, excepto las drogas médicas, aunque los patrones de consumo no establecen diferencias tan notorias entre ellos como la realización de conductas antisociales.

Con pocas excepciones, el consumo de las distintas sustancias tiende a incrementarse progresivamente con la edad. Habitualmente consumen tabaco y alcohol un 15% de los adolescentes de 14 años, frente al 50% de los que tienen 18-19 años. Del mismo modo, menos del 2% consumen habitualmente cannnabis a los 14 mientras que lo consume el 11% de los de 19 años. Para la heroína y la cocaína también se aprecia incremento con la edad, aunque los porcentajes de consumidores habituales son muy reducidos en todos los grupos. Las únicas sustancias en las que el consumo no se incrementa linealmente con la edad serían los inhalantes (incluso se observa un ligero descenso en el consumo habitual después de los 16 años) y las drogas médicas (el consumo habitual se estanca a partir de los 16). Estas diferencias en cuanto a las sustancias consumidas en función de la edad probablemente sean debidas a la mayor o menor facilidad para conseguirlas en cada momento. Entre los más jóvenes es más frecuente el consumo de las sustancias más asequibles, mientras que los adolescentes de mayor edad pueden ir abandonando el consumo de estas sustancias al tener mayor acceso a otras drogas.

El consumo de drogas legales se asocia positivamente con el consumo de drogas ilegales, con la realización de actividades sexuales y con una preferencia por determinadas actividades de ocio (bailes y espectáculos, ver TV y escuchar la radio) y negativamente con una buena relación familiar, con la satisfacción escolar, y con actividades de ocio como hacer deporte. El consumo de drogas ilegales se asocia con estas variables, y también, positivamente, con la realización de actividades desviadas,y con tener amigos desviados.

De nuevo, es importante destacar que los datos referidos al tipo de sustancias consumidas mayoritariamente por los adolescentes, y a la evolución del consumo en función de la edad coinciden, básicamente, con los obtenidos en otros trabajos de las mismas características realizados en nuestro País (Juventud y Droga en España, 1980; Psicosociología del Adolescente vasco, 1986; Jóvenes Andaluces de los 90, 1993; A Mocidade Galega, 1993)

Resumiendo los datos de nuestro estudio, referidos a la realización de conducta antisocial y al consumo de drogas, podría afirmarse que ambas conductas son más frecuentes entre aquellos jóvenes que manifiestan algún grado de insatisfacción con los entornos de socialización convencional (familia y escuela), y que (en parte probablemente debido a ello) se relacionan con iguales desviados. Esta relación con amigos desviados probablemente incidirá en el tipo de actividades de ocio que eligen y en la configuración de todo un sistema de valores en el que predomina la satisfacción personal antes que la preocupación social.

El hecho de que las conductas antisociales y el consumo de drogas ilegales sean significativamente más frecuentes entre los hombres que entre las mujeres, junto con el dato referido a la mayor satisfacción familiar y escolar de las chicas, tiende a confirmar la importancia de estos entornos de socialización en la decisión de los jóvenes de involucrarse o no en este tipo de conductas.

Por último, señalar que aunque se observa una asociación importante entre la realización de actividades antisociales y el consumo de drogas, si tenemos en cuenta que la evolución en la frecuencia de realización de unas y otras no sigue un curso paralelo, es muy posible que esta asociación se deba más a la presencia de unas condiciones socioambientales similares que a la determinación que unas puedan ejercer sobre las otras.

Ocio y tiempo libre

El ocio y,en general,el tiempo libre cobran especial importancia en la adolescencia, ya que se trata de dimensiones del comportamiento social que no se reducen a meras formas de entretenimiento. Son tanto expresión como instrumentos para afrontar los temas fundamentales que tiene que resolver; a saber, la búsqueda de su propia identidad, el establecimiento de su autonomía con respecto a los adultos y la toma de decisiones que determinarán sus proyectos de futuro.

Las diversas formas con que los adolescentes ocupan su tiempo libre resultan bastante parecidas. A pesar de ciertas diferencias, el conjunto de la adolescencia presenta unas pautas muy análogas y no excesivamente diversificadas.

Lejos de sus preferencias se hallan actividades de carácter cultural, religioso y político. Los fines de semana son para ir a bailar fundamentalmente, realizar actividades deportivas y asistir a espectáculos (cine, sobre todo).A diario, el ocio lo ocupa la interacción social, la música, la radio y la TV.

Por su interés descriptivo ofrecemos la tabla en que se expresa,a nivel porcentual, la frecuencia con que se practican las actividades de ocio propuestas.

Así pues, casi un 60% dedica diariamente más de una hora a escuchar la radio; un 73% destina a ver TV de una a tres horas diarias;y con parecida intensidad se ocupa de oir música un 71% de los adolescentes. Si la escucha de la radio es,prioritariamente, sobre música, tenemos, pues, que diariamente éste es el modo más frecuente y universal de aplicación del tiempo libre.

Desde una perspectiva diferencial entre sexos, lo más notable es la mayor dedicación de los varones a ver la TV y a realizar actividades deportivas diariamente. Por lo que toca a los fines de semana, los chicos se ocupan en mayor medida con el deporte, mientras que las chicas se orientan preferentemente al baile y al cine.

Como no podía ser menos, la valoración que hace el adolescente de su modo de invertir el tiempo de ocio resulta muy positiva; casi un 92% declara pasar habitualmente bien el tiempo libre, porcentaje que se mantiene muy estable en todos los agrupamientos considerados. Lo que no impide que casi un 30% del total eche de menos más lugares de esparcimiento, más tiempo que dedicar al ocio,y otro tipo de actividades distintas a las que normalmente realiza.

La mayor parte de estudios consultados,análogos al nuestro en lo tocante a las edades de los sujetos y forma de plantear las cuestiones, revelan unas tendencias conductuales muy parecidas en la temática del empleo del tiempo libre.

En el análisis de la Fundación Sta.María (1984) sobre las tendencias de la juventud española desde los años 60 se informaba del aumento del tiempo dedicado a ver TV y del descenso en la lectura de libros y asistencia a reuniones religiosas y políticas.Globalmente, se interpretaba como una tendencia a una "mayor pasividad", como característica del tiempo dedicado al ocio. Nuestros datos confirman el asentamiento de tales intereses, pero ponen de relieve nuevas y marcadas tendencias, como la práctica de actividades deportivas y la importancia creciente de salidas a pubs y discotecas.

El comportamiento sexual

Uno de los campos, sin duda, más trascendentes en la vida de los adolescentes es la sexualidad. Es ahora cuando emerge de manera nueva y distinta en el desarrollo humano, mostrándose de modo prácticamente súbito, recorriendo toda la existencia del sujeto y produciendo consecuencias muy importantes, tanto a nivel personal como social. Por el cambio que conlleva y el lugar central que pasa a ocupar, la sexualidad presenta características muy propias que es preciso abordar. También es cierto que la sexualidad se presenta determinada por variables tales como la edad, el sexo o la educación, por lo que será especialmente importante ocuparnos de las correspondientes expresiones diferenciales.

La investigación al respecto es amplísima. En el mundo anglosajón, desde los trabajos de Schofield (1976) y la revisión de Mc.Kinney (1982) hasta investigaciones mucho más concretas y parciales; en nuestro País los estudios también son numerosos (Fundación Sta. María, 1985; Gurrea, 1985; Gobierno Vasco, 1985; Orizo, 1991; etc.).

Dado el carácter global de la presente investigación hemos seleccionado aquellos aspectos de la vida sexual que consideramos más relevantes para nuestros propósitos, dejando otros que pueden ser menos centrales en este contexto.

Con respecto a la edad de conocimiento del proceso del embarazo y parto, parece claro que se sitúa en torno a los 10 años. Ello no obsta para pensar que haya elementos de esa información que puedan haberse tenido antes.

Sin embargo, lo más interesante al respecto reside en la fuente de información. Es obvio que los profesores tienen un papel más importante que el de los padres,en función quizás de que a éstos les resulte más problemático dar cuenta de aspectos vinculados tradicionalmente a un ámbito tan tabú para nuestra cultura cual es la sexualidad. Esta especie de transferencia de la responsabilidad de informar hay que entenderla como un elemento facilitador de la misma información.

De todos modos, la madre también tiene un lugar muy relevante, máxime si lo comparamos con el padre, expresión indudable de la mayor cercanía de la madre con los hijos pequeños. El papel tradicional del padre vuelve a ponerse de relieve en este caso: más lejano, más normativo, menos íntimo y expresivo.

La primera conducta sexual examinada ha sido la masturbación. Resulta notable la gran diferencia al respecto entre chicos y chicas. En los primeros, se trata de una conducta muy instalada ya en la adolescencia, con un índice de frecuencia importante. En las mujeres estamos ante una práctica sexual infrecuente y globalmente periférica. Los datos son concluyentes:solo un 9% de los chicos dice no haberse masturbado, mientras que en el caso de las mujeres adolescentes el índice alcanza un 74,5%. Siguiendo la misma tendencia, antes de los 14 años, el 70% de los varones ha experimentado la masturbación frente a un 17% de chicas.

Cuando se pregunta por la frecuencia de la masturbación, en aquellos casos que se practique, de nuevo se pone de relieve que para los varones se trata de un comportamiento muy generalizado. Véase la siguiente tabla:

Dos consecuencias pueden obtenerse. En primer lugar, que la iniciación sexual de los varones es más temprana;en segundo lugar, que ya desde el principio de la actividad sexual nos encontramos con dos patrones conductuales claramente diferenciados por sexos.

La orientación sexual de los adolescentes es claramente heterosexual. Los resultados de las preguntas sobre la homosexualidad no dejan lugar a dudas: se trata de prácticas muy minoritarias. Si hay contactos sexuales entre individuos del mismo sexo (por ejemplo, por razones de iniciación o de curiosidad) no son entendidas como homosexuales en sentido estricto. Los resultados son nítidos y en ningún caso hay diferencias significativas entre los grupos considerados, ni siquiera entre chicos y chicas.Un 96,3% declaró no haber tenido prácticas homosexuales.

Con relación a la su conducta sexual es importante constatar que no pasa de un modo prioritario por el coito. Según los datos de que disponemos, entre un 20 y un 25 % de los varones y un 13 o 15 % de las chicas han realizado el coito antes de los 18 años. Sin embargo, ello no obsta para que manifiesten haber tenido otro tipo de actividades sexuales .Al respecto, el caso de las mujeres resulta revelador: un 70% manifiesta haber tenido algún tipo de contacto sexual.

Por tanto, la actividad sexual de los adolescentes es una realidad a partir de los 15 años aproximadamente, aunque no se caracterice por ser total y haber experimentado el coito.

También aquí la diferencia entre los sexos resulta notable. La edad de iniciación en los varones es más temprana y el nivel de actividad más intenso. De nuevo, pues, se reproduce el patrón diferencial que mencionábamos antes, producto de una socialización distinta, especialmente patente en este ámbito.

En general, la vida sexual experimentada resulta muy agradable. Pero nótese que también se producen diferencias entre los sexos. Los varones poseen una percepción más positiva, probablemente porque acceden a la sexualidad de una manera más libre y desinhibida que las chicas.

Los datos obtenidos por el análisis de regresión ofrecen algunos elementos interesantes. La actividad sexual viene explicada parcialmente por un conjunto de dimensiones que tienen que ver con la edad, un pensamiento tolerante - acorde lógicamente con las conductas a ejecutar - y la asertividad necesaria para vencer la dificultad que entraña el acercamiento intersexual. Pero las variables de mayor peso se refieren al consumo de tabaco y alcohol. Parece como si estas conductas de consumo y la actividad sexual expresasen simultáneamente la necesidad que tiene el adolescente de iniciarse en comportamientos adultos, cobrando autonomía y rompiendo prohibiciones.Se trata, pues, de la manifestación de la evolución emancipatoria que significa este momento del desarrollo vital.

En lo referente a uso de métodos anticonceptivos, los datos son reveladores y preocupantes. Casi la mitad de los sujetos que tienen relaciones sexuales íntimas no utilizan ningún método. La razón de esta situación no parece fácil de explicar. Quizás resida en la desinformación, en la dificultad de acceso a los métodos, o, tal vez, en la concepción romántica que sobre el amor sexual tiene el adolescente, que le lleva a rechazar métodos anticonceptivos. Tema, sin duda, importante y de urgente investigación.

No menos inquietantes son los datos relativos a la información sobre el SIDA. Casi un 75 % del total de los encuestados se percibe desinformado, de uno u otro modo. Si los que dicen estar informados, quizás no lo estén tanto, el tema es digno de consideración por las instituciones y agentes sociales competentes.

Los resultados obtenidos de la administración de Escalas de Actitudes sobre la Igualdad y la Tolerancia relativas a conductas sexuales resultan muy expresivos. Tal vez, sitúan el tema de las creencias de los jóvenes en términos más ajustados y, sobre todo, matizados. Ni son, en general,tan tradicionales como a veces se pregona, ni, por el contrario, se manifiestan radicales al respecto. Están a favor, tanto de la igualdad entre los sexos como de la tolerancia sexual,pero matizadamente. En segundo lugar, nos encontramos, como en tantas ocasiones, que la población adolescente no es un conjunto uniforme e indiferenciado. Dos variables afectan a las actitudes aquí tratadas: la edad y el lugar de residencia.

Los más jóvenes (14 y 15 años) están menos por la igualdad y la tolerancia que sus compañeros mayores. Es lógico que la misma interacción entre los sexos, que ya es mucho más intensa a los 16 y 17 años, traiga un cambio de actitudes y genere una mayor flexibilidad a la hora de formarse opiniones al respecto.

En relación a la otra variable, el hábitat, en ambos casos se contrapone la ciudad grande a la ciudad pequeña o rural. No es sorprendente que sea así. Las grandes ciudades siempre posibilitan una mayor movilidad social, un más intenso intercambio de opiniones y contactos; el control social y el peso del pensamiento tradicional resulta mayor en ciudades pequeñas, pueblos o ámbitos rurales, por lo que parece coherente que las actitudes correspondientes sean tributarias de esta realidad.

Los datos de los análisis de regresión múltiple permiten profundizar algo más en estos dos núcleos de actitudes ante la vida sexual.

Ante todo, constatar la estrecha y lógica relación entre igualdad y tolerancia. También, la vinculación de la igualdad con el sexo femenino y de la tolerancia con los varones adolescentes.Se trata, por otra parte, de formas de entender una realidad opuestas al mundo de lo religioso, en sentido convencional; de modo que los sujetos que puntúan alto en estas escalas de actitudes describen un perfil conductual alejado de las prácticas religiosas y de la influencia de la Iglesia.

Finalmente, señalar algún matiz diferenciador. La tolerancia se asocia con el consumo de alcohol y con la actividad sexual, formando un conjunto que expresa consistencia, por una parte, y, por otra, vinculación con las comportamientos de consumo, expresión de la apertura a experiencias nuevas y autoafirmativas. Sin embargo, la igualdad presenta una tonalidad menos rupturista y más integrada, con la presencia de variables tales como la sociabilidad y, con signo negativo, las conductas antisociales.

Las creencias religiosas

La "fase de transición" que supone la adolescencia introduce elementos críticos a muy diversos niveles, entre los cuales se encuentra la dimensión religiosa. Hasta hace unos años, los estudios sobre la adolescencia constataban que la problemática religiosa era una de las que mayor conmoción generaban durante esta etapa del desarrollo humano, con todo lo que implicaba de revisión crítica y replanteamiento vital. Y es que las creencias religiosas resultan ser uno de los núcleos temáticos más primarios del proceso de socialización, están muy vinculados al ámbito familiar y su relación con la moral puede llegar a ser tan estrecha que, a veces, se confunden o superponen ambas dimensiones.

A lo largo de la adolescencia se suele producir una "revisión racional" de las creencias, los individuos dejan de ser pasivos ante ellas, deciden sobre los problemas morales y religiosos. La reubicación de modelos y referentes fuera de la familia, las nuevas capacidades intelectuales y culturales adquiridas y el acceso a otros ámbitos sociogrupales son aspectos que facilitan una actitud mucho más personalizada ante el hecho religioso.

Sin embargo, para situar el problema no basta con acudir únicamente a la dimensión psicoevolutiva del sujeto humano, sino considerar además otros elementos de carácter macrosocial.

La amplia revisión de estudios e investigaciones que sobre la juventud española hace la Fundación Santa María (1984) ya constataba una opinión muy generalizada relativa a la creciente secularización de la sociedad española a lo largo de las décadas de los 70 y los 80. Ello supone que, junto a a una subcultura católica mayoritaria, coexiste otra de carácter laico.

También se ponía de relieve un notable descenso en la autodefinición de los individuos como religiosos, más subrayada en áreas urbanas que en ámbitos rurales.Asimismo, se evidenciaba un creciente alejamiento de la Iglesia Católica, que va perdiendo parte de una influencia ejercida durante mucho tiempo.

Así pues, nos encontramos ante una situación que no solo ha cambiado sustancialmente con relación a tiempos pasados sino que, probablemente,seguirá cambiando, lo que, en este caso muy especialmente, confiere a los juicios un carácter relativamente provisional.

Posiblemente la "crisis religiosa" no sea vista por el adolescente con el dramatismo que en épocas anteriores. Es más, en muchos casos cabe pensar que la crisis ni siquiera se produzca.Y ello por dos grandes razones fundamentales;en primer lugar, porque el índice de religiosidad entre adultos ha decrecido muy significativamente,lo que permite suponer que muchos adolescentes se educan en familias no religiosas; en segundo lugar, porque la vinculación entre moral y religión y entre la religión entendida como "institución" y la religión como "dimensión personal" tiende a debilitarse.

Los resultados que hemos obtenido en nuestro estudio parecen confirmar la dinámica antes mencionada.

Coexisten claramente dos culturas, una laica y otra religiosa. La laica abarca casi un tercio de la población adolescente y algo menos de la población adulta, si aceptamos las valoraciones que hacen los adolescentes de sus padres. Hay que suponer, pues, que estamos ante una situación no episódica sino consolidada, que evidencia, en parte de la población al menos, una visión del mundo no mediada por las creencias religiosas.

Por otro lado, la cultura religiosa y, concretamente, la cultura católica es, sin duda, mayoritaria. Pero la religión quizás tenga, para los adolescentes, más de referencia cultural que de conjunto de creencias y sentimientos estrictamente religiosos. Téngase en cuenta que solo el 29% se definen como católicos practicantes; que, de ellos, solo acude a la iglesia semanalmente un 18% y comulga un 7,5%. La autocalificación de católico no implica, pues, ni definirse como "practicante" ni desarrollar acciones visibles y convencionales. La separación entre religión-cultura y religión-sentimiento queda, pues, patente. A continuación, presentamos la tabla de resultados, relativos a la autodefinición religiosa de los adolescentes.

Si ponemos la atención en los resultados referidos a la pregunta por el grado de acuerdo con las acciones y opiniones de la Iglesia Católica es posible detectar otro de los grandes ejes por donde discurre el fenómeno religioso en la adolescencia y, quizás, en la juventud: la brecha, en este caso, entre religión-institución y religión-sentimiento: solo un 2,5% se halla muy de acuerdo con la Iglesia Católica, y casi un 75% expresa un nulo o pequeño acuerdo. Si, como antes veíamos, definirse católico no implica realizar las prácticas que la Iglesia Católica establece como obligatorias, ahora, dando un paso más, podemos afirmar que tampoco conlleva estar de acuerdo sustancialmente con ella.

Otro tema que presenta interés viene dado por los resultados del ítem sobre la creencia en la existencia de Dios. Casi dos tercios la afirma, aproximadamente un tercio duda y solo un 12% abiertamente la niega. Sin duda, la posición afirmativa es muy mayoritaria y relativamente parecida en todos los grupos en que estamos dividiendo la muestra. No obstante, el porcentaje de dudosos (25%) indica que se trata de un tema problemático y cuestionable,a pesar de ser una de las creencias más centrales de nuestra cultura occidental y cristiana.Y, aunque la posición negativa es baja porcentualmente,no resulta marginal: en el grupo de hombres adolescentes se eleva a un 14,8%.

Lo curioso del caso,y esa es una de las particularidades de este tema, es que la consideración de sí mismos como no religiosos no conlleva necesariamente la negación de la existencia de Dios.

Estamos, pues,ante una fragmentación de la conceptualización sobre lo religioso. Si tradicionalmente había un percepción integrada de todos estos aspectos, parece claro que el adolescente no lo ve así. La implicación "creencia en Dios-ser religioso-practicar la religión-estar de acuerdo con la Iglesia Católica" no tiene para el adolescente la misma coherencia ni idéntica linealidad. Se puede creer en Dios y no ser católico, autodefinirse católico y asistir poco a la iglesia e incluso disentir de ella.

Por otra parte, los análisis diferenciales evidencian que no todos los sectores de la adolescencia son absolutamente homogéneos. Hay particularidades notables. Los tres grupos más religiosos son las mujeres, los sujetos habitantes de zonas rurales y los de 14 años: sexo, hábitat y edad parecen ser variables muy importantes al respecto. La educación diferencial en el primer caso, la mentalidad más tradicional por lo que toca a las zonas rurales y el peso de la socialización primaria por lo que respecta a la edad,quizás sean las explicaciones más pertinentes de las mencionadas diferencias.

De todas formas,y a pesar de las diferencias, estamos ante matizaciones de un marco general bastante homogéneo y compartido. Es decir, puede haber grupos de adolescentes más o menos religiosos, pero los grandes rasgos que mencionábamos (fragmentación, laicismo, nueva forma de conceptualización de lo religioso) parecen ser bastante aplicables a la cultura adolescente en su conjunto.

Participación política y valores sociales

El resultado más destacable, respecto a la orientación de voto de los adolescentes, es el de la gran cantidad de sujetos (el 31.2% de los encuestados) que no son capaces de contestar a la cuestión relativa al partido o grupo político con el que se sienten más identificados y que, por lo tanto, engrosarían las filas de los "indecisos" o de la "abstención" (este porcentaje se mantiene incluso entre aquellos que, por su edad, sí tienen derecho a ejercer el voto -los comprendidos en los grupos de "18 años" y "19 años").

Este dato nos estaría hablando del escaso interés que muchos adolescentes conceden a la actividad política, en general, y a la participación electoral, en particular; la cual no parece constituir un asunto central en sus preocupaciones personales. Resultados similares se han obtenido en la mayoría de las investigaciones sobre este tema, tanto a nivel nacional como internacional. Por lo que hace referencia a nuestro entorno, Toharia (1989), recopilando datos de encuestas anteriores, afirma que el interés máximo por la política y los partidos políticos se alcanzó en España en la segunda mitad de la década de los 70 (época de la transición española), presentando desde entonces una curva decreciente que sitúa el porcentaje de los jóvenes y adolescentes que manifiestan no tener ningún interés por la política entorno a un 50% del total de encuestados en el año 1989. Por edades, además, son los adolescentes (15-17 años) los que presentan un mayor nivel de desinterés (60% de los encuestados). Por su parte, el informe sobre "Las actitudes políticas de la juventud en España" del Instituto de la Juventud (1991) confirma esta tendencia, ya que sus resultados afirman que sólo un 51% de los jóvenes se manifiestan interesados en política, mientras que un 32% se declaran totalmente desinteresados.

Respecto a otras formas de participación política convencional (actividades en campañas políticas, mantener contactos con la administración, pertenecer a movimientos sociales o partidos políticos, etc) y no convencional (participación en huelgas, manifestaciones, sentadas, boicots, ocupaciones, etc.), destaca sobremanera el escaso grado de incidencia de estos tipos de actividades en la vida del adolescente, con menor peso aún en el caso de las actividades relacionadas con la participación política no convencional.

Como rasgo diferencial entre los grupos que hemos considerado a lo largo de todo el estudio, resulta interesante destacar el hecho de que existe una diferencia significativa en el tipo de participación política preferida por los sujetos que acuden a centros privados y por los habitantes de la zona centro de las grandes ciudades (variables que correlacionan altamente entre sí y estrechamente relacionadas con un nivel socioeconómico medio-alto o alto), los cuales optan claramente por un tipo de actividad política convencional, frente a los sujetos que cursan estudios en centros públicos y que residen en la periferia de las grandes urbes, que muestran una mayor tendencia a participar en acciones políticas de tipo no convencional. Estos datos van en la misma línea de los reseñados por Conway (1991, p. 21), para quien "el estatus socioeconómico es de la máxima importancia a la hora de determinar tanto el tipo como la frecuencia de las actividades políticas realizadas por los ciudadanos en los Estados Unidos". Esta situación parece estar relacionada con el hecho de que los sujetos que habitan en las zonas periféricas de las grandes ciudades (con todo lo que ello implica a nivel económico y sociocultural) parecen menos percibir más dificultades que los que residen en una zona céntrica para hacer oir sus reivindicaciones y defender sus intereses ante los poderes públicos a través de los medios convencionales de participación política.

En este sentido resultan bastante coherentes los datos relativos a la evaluación de la ausencia de poder percibida (powerlessness).Los adolescentes, en general, presentan un nivel de ausencia de poder percibida claramente superior al de la población general; los grupos con un mayor nivel de powerlessness resultan ser aquellos que, de modo tradicional, y tanto por razones de discriminación sexual (mujeres) o de clase (alumnos de centros públicos y habitantes de zonas periféricas de una gran ciudad o de zonas rurales -es decir, clase media o media-baja en su mayoría), se han visto más alejados de los centros de decisión y control político y social. Esta percepción de una mayor lejanía y ausencia de poder ante las instancias sociales decisorias hace que sean los sujetos de estos mismos grupos los que presentan también un menor nivel de actividad política convencional.

La misma tendencia se observa, en el caso de las mujeres, respecto a la participación política no convencional. Ello puede relacionarse con el papel más pasivo asignado a la mujer en una educación de carácter tradicional que, como hemos comprobado en otros apartados del estudio, parece ejercer, todavía hoy, una fuerte influencia sobre el comportamiento de gran parte de las adolescentes.

Por el contrario, observamos una tendencia inversa respecto a la relación entre ausencia de poder percibida y participación política no convencional, de modo que son los grupos conformados por los habitantes de zonas periféricas de las grandes ciudades y por los alumnos de centros públicos (grupos que presentan un mayor nivel de powerlessness), los que con más frecuencia recurren a actividades políticas de carácter no convencional. Para interpretar este hecho puede ser adecuada la propuesta de Klandermans (1983) respecto a la "hipótesis de la formación de poder", según la cual el hecho de que los sujetos de estos grupos hagan una atribución "externa", achacando al sistema la falta de efectividad en la toma de decisiones políticas dirigidas a satisfacer sus necesidades e intereses, les empujaría a actuar políticamente para reducir así sus sentimientos de powerlessness. Si junto a ello, tenemos en cuenta su percepción de la inutilidad de adoptar comportamientos convencionales para dicho fin, adquiere sentido su propensión a utilizar medios de participación política no convencional en la defensa de dichos intereses.

Pero la manera de entender y afrontar la vida social en general y la participación política en particular no puede menos que ser tributaria del modo cómo los sujetos conceptualizan axiológicamente la realidad.Los valores son creencias a través de las cuales se entiende y categoriza la realidad vital,conforman en buena medida los criterios en base a los cuales las personas actúan,expresan sus propias necesidades e,incluso,predicen en parte sus conductas y actitudes (Rokeach,1973).

Pues bien,el análisis de los valores de los adolescentes pretende comprender mejor su actitud hacia lo público y la percepción valorada que los adolescentes poseen sobre la realidad social y personal.

La primera conclusión del estudio de los valores de los adolescentes es la gran homogeneidad de los adolescentes en su perfil axiológico, a pesar de que, como resulta lógico, se adviertan aspectos diferenciales entre los grupos conformados en base a las variables sociales

En general, el conjunto de valores más apreciados engloba dos dimensiones:

– El bienestar físico y socioemocional (Salud, Amistad, Amor, Familia).

– El bienestar social (Mundo en Paz, Libertad)

Se trata de un marco axiológico muy protector y muy vinculado al propio yo. Se constata una notable ausencia de valores de tono más político, más hedonista o de carácter marcadamente instrumental o moral. Estamos ante una población orientada a valores individuales antes que sociales; a valores inmediatos y concretos, frente a posiciones más abstractas y generales, propias de generaciones anteriores.

Los valores menos apreciados tampoco presentan dificultades interpretativas. El hecho de que el valor Religión sea el menos apreciado de todos está en coherencia con conclusiones anteriores, respecto a la prevalencia de valores individuales, inmediatos y concretos. Esta misma argumentación valdría para explicar el rechazo al valor Patriotismo/Nacionalismo; la connotación ideológica y política que el Patriotismo/Nacionalismo ha tenido, probablemente haya generado que su percepción no sea de algo propio y personalmente vinculante. Finalmente, la infravaloración de Ser ambicioso quizás pueda entenderse como oposición y elemento de ruptura con la inmediata generación de adultos, muy orientados al logro y a la consecución de bienes y de poder.

Los resultados emanados de los análisis de diferencias responden a la idea de que los valores cumplen una función expresiva de necesidades humanas y de las características más centrales del propio yo. Subrayamos que las particularides se sitúan siempre dentro de un marco muy homogéneo y compartido.

Las diferencias entre hombres y mujeres adolescentes siguen poniendo de relieve la socialización desigual que los agentes sociales realizan en función del sexo: más instrumental y ligada al logro en el caso de los chicos; más expresiva y orientada al afecto en relación a las chicas.

El eje explicativo de los elementos diferenciales en base al nivel socioescolar parece ser la expectativa de trabajo y los valores instrumentales a él ligados: a medida que tal expectativa se percibe como más problemática, los sujetos la consideran más valiosa y deseable.

Por lo que toca a la edad, la aparición clara de lo amoroso y lo sexual hace que se establezca una clara diferencia en los valores correspondientes entre los más jóvenes y los mayores. Parece que los 15 años marcan el punto de inflexión. A partir de esta edad la relativa importancia de lo religioso deja paso a una apreciación por lo amoroso, lo sexual, y la necesidad de logro se hace patente.

Finalmente, los resultados relativos al lugar de residencia evidencian una mayor preferencia por los valores tradicionales en los pueblos o ambientes rurales en comparación con los grupos residentes en ciudades medias y grandes.

Agradecimientos

Investigación financiada por la Dirección General de Investigación Científica y Técnica. Programa sectorial de Promoción General del Conocimiento (Proyecto nº PB 90-0365).

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