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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
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Psicothema, 2000. Vol. Vol. 12 (nº 2). 255-259




CONDUCTA DE VOTO EN LOS JÓVENES

Francisco Javier Grossi, Francisco Javier Herrero, Francisco Javier Rodríguez y José Antonio Fernández. Alonso

Universidad de Oviedo

La Conducta de Voto es, de las distintas formas de Participación Política, la que más investigación ha suscitado. El tipo de variables que se han utilizado para predecirla es variado, destacando entre todas ellas las sociodemográficas y, en concreto, la Edad. A menudo se ha puesto de manifiesto la existencia de una relación en forma de U invertida entre ambas variables según la cual los jóvenes serían casi ajenos a esta forma de participación política. Sin embargo, no faltan estudios que rechacen tal relación. A fin de poner en claro este punto, así como la influencia de las variables psicosociales y de la educación sobre la conducta de Voto, y la relación edad-ideología, se ha realizado esta investigación con una muestra de 193 jóvenes comprendidos entre los 18 y 29 años.

Voting behavior in young people. From all the different types of Political Behavior, voting behavior is the most studied. The kind of variables that have been used to predict it is wide, being necesary to point up the role played by the sociodemographics ones, specialy the age. Often it has been pointed out the existence of a relation between both variables with form of U inverted. According to it, young people would have a lower tendency to vote than the olders. However some researchs have rejected this posibility. The aim of this study is to put in clear this point, as well as other topics included in this subject (influence of education and psychosocial variables on voting behavior, and the relationship between age and ideology). The sample is constituted by people 18 to 29 years old (N = 193).

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La conducta electoral es de las distintas formas de Participación Política la que más investigación ha recabado (Seoane, 1988). La razón de tal interés se encuentra en que la participación electoral es la pieza clave sobre la que gira el sistema político democrático, es más, podría llegar a afirmarse que es el elemento que diferencia a los sistemas políticos democráticos de los autoritarios (Bennet y Bennet, 1986). No debemos, sin embargo, identificar única y exclusivamente la Participación Política con la conducta de voto, en tanto que los ciudadanos disponen de un amplio repertorio de actividades al que recurrir como medio de incidir en los asuntos públicos: asistencia a mítines o manifestaciones (legales o ilegales), envío de cartas de protesta, etc. El voto, pues, es una forma puntual de Participación Política.

De entre las variables predictoras más frecuentemente utilizadas para determinar el voto de los ciudadanos destacan los factores sociodemográficos, siendo uno de los más investigados la edad (Peterson, 1990; Grossi, Rodríguez, Herrero y Ovejero, 1990). De todas maneras, en distintas ocasiones la variable edad no ha sido considerada como una variable predictora pura, sino como moduladora de otras de igual o mayor relevancia: educación, sexo, grado de integración en la comunidad, etc. (Milbrath, 1981).

En este trabajo abordamos el fenómeno de la Participación Política en un sector poblacional de tanta importancia para la sociedad como el de la juventud. Somos conscientes de que el término de juventud es esquivo y que por él se pueden entender distintas cosas, desde un intervalo de edad a un estado psicológico, o incluso una masa compacta promotora de cambios sociales (Grossi y Calvo, 1992). Nosotros, tratando de ser operativos, hemos decidido adoptar el criterio que identifica el fenómeno de la juventud con el proceso que discurre en un período de edad no cerrado, pero que acotamos por razones muestrales entre los 18 y 29 años (edad universitaria).

No se quiere afirmar con ello, que el hecho de ser joven se reduzca a estar dentro de la categoría muestral considerada. Ser joven, la juventud implica mucho más: una condición social específica, distinta a la del niño y a la del adulto (Zarraga, 1985, 1989; Grossi y Calvo, 1992) y que se caracteriza por el desequilibrio, debido a que el sujeto no puede ejercer las funciones del adulto, para las que está ya físicamente capacitado; desequilibrio que se agrava en nuestro país debido a la dificultad que existe para encontrar empleo, condición indispensable, junto con la administración de los recursos, la autonomía personal y la constitución de un hogar propio, para emanciparse y acceder así a la condición social de adulto (Agulló, 1998; Grossi y Calvo, 1992; Moral y Ovejero, 1999).

En la actualidad los datos tan alarmistas que sobre la juventud aparecen en los medios de comunicación, así como en distintos informes sociológicos, nos han hecho pensar que pudiera ser interesante conocer más acerca de la disposición de los jóvenes hacia el mundo de la política, utilizando para ello como referente principal la conducta de voto. Desde esta perspectiva trataremos de resolver algunos de los interrogantes que nuestra sociedad se plantea: ¿es esta juventud, a veces ‘pasota’ y otras veces agresiva, la llamada a tal fin?; ¿cómo puede un sistema crecer y apoyarse en algo que muestra un desinterés hacia aquello que constituye un elemento central del sistema mismo? y ¿es posible un sistema democrático sobre la base de una juventud que supuestamente tendría como forma principal de participación política aquella del tipo no convencional y especialmente la agresiva?

Tratando de responder a éstas y otras preguntas relacionadas con la variable edad, han sido frecuentes los estudios que han confirmado la existencia de una relación curvilínea en forma de ‘U’ invertida entre la Conducta de Voto y la Edad, lo que significaría que los porcentajes medios de participación electoral aumentarían progresivamente de forma paralela a la edad, hasta llegar a un punto álgido, entre los 36 y los 45 años (Bar Cendon, 1982), a partir del cual se comienza a descender (Bar Cendon, 1982; Flanigam y Zingale, 1983; Milbrath, 1981). Sin embargo, existen estudios que han alcanzado resultados muy distintos (Braña, 1989; Sabucedo y Arce, 1991; Vargas, 1984), resaltando la falta de relación entre ambas variables.

Las razones de tales divergencias, pensamos, que pueden encontrarse en las variables que están en el origen del peso, de la incidencia de la edad como elemento de importancia, pues existe evidencia suficiente de que la edad tiene mayor relevancia entre las personas con una menor educación (formal), siendo probable que aquellos con mejores niveles de educación formal voten a todas las edades (Braña, 1989). Ello, pues, pondrá de manifiesto la necesidad de utilizar procedimientos de bloqueo.

Los resultados obtenidos al respecto de la Edad como variable predictora, así como de otras variables sociodemográficas y psicosociales en relación con la Conducta de Voto (Grossi y otros, 1990; Sabucedo, 1988; Serrano, Godás, Rodríguez y Mirón, 1996), nos han llevado a platearnos las siguientes hipótesis:

H1: No existen diferencias significativas entre la población universitaria y no universitaria en los niveles medios de participación electoral.

H2 : Los sujetos agrupados dentro del nivel de edad inferior mostrarán diferencias significativas a nivel de actitudes sociopolíticas respecto a las generaciones precedentes.

H3: Los sujetos de más edad tendrán unos porcentajes de voto mayores que los más jóvenes

H4: Las variables psicosociales discriminan mejor que las sociodemográficas la conducta y tendencia de voto.

Método

Material

Este estudio se ha realizado mediante la utilización de un cuestionario generado para tal fin. Las Variables Predictoras en ella consideradas se agruparon bajo dos dimensiones diferenciadas: de un lado, las Sociológicas y, de otro, las Psicológicas.

Como Variables Predictoras Sociológicas hemos considerado el Nivel de Estudios, el Nivel Socioeconómico y la Clase Social, mientras que las Variables Predictoras Psicológicas serían las actitudes de la persona hacia el Ecologismo, el Antimilitarismo y el Aborto, además del Interés en la Política, la Ideología política de uno mismo, el grado de Materialismo, Conservadurismo e Igualitarismo, y por último la elección entre Libertad, Igualdad y Orden.

Las Variables Criterio utilizadas fueron Tendencia y Conducta de Voto. La primera de ellas se introdujo con la finalidad de determinar las preferencias electorales del sujeto, mientras que la otra variable aparecerá como el resultado de agrupar todos los sujetos que ponen de manifiesto que votarían a un partido concreto frente a aquellos que manifiestan su tendencia a la abstención.

Muestra

El estudio se centra en la población de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias comprendida entre los 18 y los 29 años, de acuerdo al nivel de estudios realizados (Universitarios vs. No Universitarios). El método de muestreo utilizado ha sido el polietápico estratificado en primera fase y por conglomerados en la segunda fase, con selección aleatoria de las unidades de muestreo, y de acuerdo con la variable Sexo. En la muestra obtenida (N=193) el número de mujeres con estudios universitarios (65 %) es superior al de varones (44 %), siendo la distribución de las mujeres según los estudios cursados igual por grupos de edades, mientras que en el caso de los hombres los más jóvenes tienen un nivel medio de estudios más alto que el resto de los grupos de edad.

Análisis y Discusión de los Resultados

El análisis de los resultados permite constatar que se han cumplido las predicciones realizadas. Así, respecto de la primera hipótesis puede afirmarse que se ha visto confirmada en los tres ámbitos considerados (elecciones municipales, regionales y nacionales); en los tres casos la relación ha sido casi nula (-0.070, -0.076, -0.081, respectivamente), lo cual pone de manifiesto la independencia de las variables conducta electoral y nivel de educación formal. De hecho, la distribución de frecuencias obtenida para la participación electoral es casi idéntica para universitarios y no universitarios, pues solamente existen cinco puntos de diferencia entre ellos que, por otra parte, son constantes en los tres ámbitos considerados, local, regional y nacional (88% no universitarios frente al 83% de los universitarios).

Se confirma, por tanto, que la conducta de voto, por ser un tipo de actividad política altamente demandada por el sistema, no necesita unos niveles especiales de iniciativa, implicación y habilidades, por lo que tampoco requeriría un nivel de conocimientos tal que haga de ella una conducta característica de personas con un nivel educativo alto. Estos resultados están en la línea de los obtenidos por Braña (1989) y Sabucedo y Cramer (1991), lo que viene a confirmar lo inadecuado de los primeros modelos al pretender explicar la conducta de voto exclusivamente en función de variables sociodemográficas (Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, 1944), dentro de las cuales la educación tenía un papel altamente relevante.

La segunda hipótesis ha sido formulada a partir de los resultados que ponen de manifiesto la ruptura del patrón clásico que asocia la ideología de izquierda con la juventud en lo que parece ser un fenómeno común a toda Europa (Grossi y Calvo, 1992; Informe Fundación Santa María, 1984, 1989). Los resultados obtenidos confirman lo dicho, en tanto que cinco de las ocho variables psicológicas consideradas para las actitudes sociopolíticas se encuentran significativamente relacionadas con la edad: Posición ante el Aborto (0.286), Ideología Política (-0.286), Materialismo (0.115), Igualitarismo (0.10) y Dilema Igualdad-Orden (-0.11).

A la luz de estos resultados, excepto para la variable Conservadurismo (0.037), podría decirse que los jóvenes comprendidos entre los 18 y los 21 años son más conservadores que aquellos comprendidos entre los 22 y los 29 años. En este mismo sentido se expresan distintos estudios realizados en nuestro país, que sitúan a partir de los 21-24 años el comienzo de un desplazamiento hacia la izquierda (Informe Fundación Santa María, 1994). Los jóvenes entre los 18 y los 21 años se caracterizarían por sus posturas claramente antiabortistas, regirse por principios materialistas, no ser igualitaristas, preferir el orden a la igualdad y/o libertad y por tener una ideología política de derechas.

Este perfil de los jóvenes, sin embargo, debe matizarse, pues si bien es cierto que se puede observar un mayor conservadurismo entre los jóvenes nacidos en la democracia, también lo es que, salvo en el caso del aborto, este conservadurismo es de corte socioeconómico y no ético-moral. Prueba de ello es que la variable Conservadurismo, medida a través de ítems principalmente ético - morales (pena de muerte, misa dominical, eutanasia, homosexualidad, ...), no ha resultado ser significativa.

Todo lo dicho nos lleva a pensar que, en general, las generaciones llamadas a dar el relevo social poseen una mentalidad abierta y se hallan orientadas principalmente hacia los valores materiales, aspectos que son un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos. De cualquier manera, queremos dejar constancia de que las tendencias aquí referidas han sido bajas, ya que aunque las relaciones son significativas su tamaño es reducido, lo que indudablemente afecta a la robustez de nuestras conclusiones.

La tercera hipótesis planteada en la investigación apuntaba hacia el hecho de que los sujetos más adultos puedan tener unos porcentajes mayores de participación electoral. Esta hipótesis se fundamentaba en el argumento ya clásico Milbrath (1981) de que tales individuos al hallarse totalmente integrados en la comunidad, pues en su mayoría se han incorporado al mundo laboral (tanto los que lo han hecho al terminar sus estudios como aquellos que los han abandonado para empezar a trabajar), se han casado y algunos de ellos ya han conformado su propia familia, estarían más dispuestos a participar en toda actividad que desde ella demande. Los resultados obtenidos, aunque no confirman la hipótesis, son consonantes con ella, en tanto que el porcentaje medio de conducta de voto para las tres elecciones ha sido mayor en un 12% para los de más edad (26-29 años).

Ahora bien, agrupados los jóvenes de 18 a 25 años en un solo grupo, dado que el rol social que desempeñan es muy similar y, por tanto, su nivel de integración social también, se han obtenido correlaciones significativas al n.c. del 1% al cruzar los grupos de edad de 18 a 25 y 26 a 29 con la participación electoral. Se puede afirmar que, a mayor integración del individuo en la comunidad en que vive mayor participación. Esta hipótesis se vería avalada por el dato aportado por la Fundación Santa María (1994) de que son los jóvenes mayores de 25 años los que constituyen el grupo de edad con mayor implicación social y política.

En la cuarta hipótesis se ha tratado de esclarecer cuál puede ser el papel de las variables Psicológicas y Sociológicas en la Conducta de Voto. Asumiendo una postura psicosocial entendemos que la conducta social del sujeto para ser explicada necesita tanto de las variables sociológicas como de las psicológicas, en el sentido de que no pueden entenderse las unas al margen de las otras (Braña, Arce y Sabucedo, 1992). Las variables psicológicas, creencias, actitudes y valores, se configurarían a través del ambiente sociocultural en el cual el sujeto se desarrolla, mientras que las variables sociológicas, o sociodemográficas, adquieren sentido en la medida que consideremos el contexto histórico y político en el que acaecen, así como los modos y creencias que les subyacen.

Con el fin de evaluar el peso específico de estos dos tipos de variables en la participación electoral y la tendencia de voto para cada uno de los ámbitos considerados (Municipal, Regional y Nacional) utilizamos la técnica del Análisis Discriminante (método directo). Los resultados que aparecen más adelante ponen de manifiesto, de un lado, que las variables utilizadas en esta investigación predicen mejor la Tendencia de Voto (qué partido votará un sujeto) que la Conducta de Voto (si votará o no) y, por otro, que las variables psicológicas son mejores predictoras que las sociológicas, lo cual confirma nuestra cuarta hipótesis.

Los porcentajes explicados de la varianza de la Conducta de Voto por las variables sociodemográficas serían de 13,60 %, 18,76 % y 17,54 % y para las psicológicas 17,12%, 20,78% y 17,58 % (elecciones municipales, regionales y nacionales, respectivamente). Aunque estos porcentajes son más bien bajos, se encuentran en línea con trabajos anteriores, tales como el de Cassell y Hill (1981), con un porcentaje de varianza explicada de la Conducta de Voto del 17%, o el de Sabucedo y Cramer (1991) que explica el 18,77 % (en ambos casos el resultado ofrecido es el total, consideradas las variables psicológicas y sociológicas).

Queda patente, a pesar de todo, que las variables psicológicas predicen mejor la conducta de voto de los sujetos que las variables sociológicas, aunque las diferencias encontradas sean pequeñas. Dentro de las variables sociodemográficas, la de mayor peso en la función discriminante es la variable Ingresos Familiares, coincidiendo con los resultados de los últimos informes de juventud (Informe Fundación Santa María, 1994; Informe Juventud en España, 1996) y el trabajo realizado por Serrano y otros (1996). A esta variable le siguen a continuación: Sexo, Clase Social, Estudios realizados y Edad. Por lo que se refiere a las variables psicosociales, únicamente cinco de ellas alcanzaron una correlación superior a .25 dentro de la función: Interés por la Política, Posición ante el Aborto, Antimilitarismo, Posicionamiento Ideológico y grado de Conservadurismo.

La falta de poder explicativo de nuestras variables sobre la Conducta de Voto, consideramos que es consecuencia de la singularidad de esta forma de Participación Política, en tanto que como actividad altamente demandada por la sociedad todos los estamentos sociales se ven implicados por igual en su ejecución - de ahí el limitado poder predictivo de las variables sociológicas - . Las variables psicológicas, debido a que los partidos políticos tienen su razón de ser en los votos que regentan, jugarán un papel fundamental en la movilización de los ciudadanos a la participación electoral, razón por la cual la ideología no es un factor con un peso específico de relevancia. Por otro lado, el votar o no parece ser un tipo de actividad políticamente neutral, puesto que al ser la base sobre la cual se sustenta el sistema democrático, no es objeto de debate desde las diversas orientaciones políticas, lo que no obsta para que la abstención pueda ser utilizada como instrumento contra el sistema por parte de aquellos que no creen en él.

Por lo que se refiere a la Tendencia de Voto los resultados ponen de manifiesto que la proporción de sujetos bien agrupados por las variables sociológicas (13,85%, 20,56% y 23,17%) y las psicológicas (46,49%, 47,98% y 49,74%) es bastante superior al del caso anterior. Dentro de las variables sociológicas se identificaron cuatro funciones, explicando las dos primeras el 96% de la varianza. En la primera función los dos únicos factores con pesos significativos son la Clase Social y la Edad del sujeto, mientras que en la segunda función aparecen solamente los ingresos de la familia. En el caso de las variables psicológicas, también se obtuvieron cuatro funciones, de las cuales la primera ya explica el 93,97% de la varianza con una única variable: la Ideología Política.

Ello no quiere decir que solamente la Ideología Política del sujeto sea un factor importante en la conducta de voto, ya que los otros lo pueden ser también, solo que su poder discriminante se haya oscurecido por la potencia explicativa de este factor. Para comprobar este extremo se han hallado las correlaciones de las variables psicosociales con la Tendencia de Voto, pudiendo comprobar que casi todas las variables utilizadas están altamente relacionadas con la variable criterio - únicamente las variables Interés en la Política y el dilema Libertad, Igualdad, Orden no son significativas.

Las variables, por tanto, en la medida que son de tipo ideológico se han comportado de la manera esperada, como lo demuestra el que el Antimilitarismo y la Posición ante el Aborto sean las dos variables que más fuertemente se encuentran relacionadas con la Tendencia de Voto, después de la Ideología Política. Por el contrario, el Interés por la Política al ser independiente de la ideología es ortogonal respecto de la Tendencia de Voto. Inmediatamente después de las tres variables anteriores se halla el Igualitarismo, lo que se debe a que tiene también un alto contenido, pues se asienta en la concepción de la sociedad con que opera la persona: división del mundo en clases sociales, explotación de las clases trabajadoras,... Ecologismo y Materialismo, al suscitar un alto grado de acuerdo, se han revelado peores predictores, al igual que la variable de Conservadurismo lo cual no era de esperar.

Para concluir es necesario reincidir en la relación Edad-Conservadurismo político. Ya se ha dicho aquí que las generaciones más jóvenes, consecuencia de la exposición a los modelos sociales donde priman las ideas de riqueza, poder, justicia social (en el sentido de que cada uno tiene lo que se merece), etc., se identifican más con las pautas típicamente conservadoras (al menos por lo que a aspectos de acción política-económica se refiere), lo que hace que los más jóvenes sean los más predispuestos a votar a la derecha (la relación es significativa al n.c. del 1 %).

Conclusiones

Los resultados expuestos muestran que los planteamientos iniciales de la investigación han sido en su mayor parte confirmados, lo que permite concluir que:

* La Conducta de Voto, a diferencia de las restantes formas de acción política, se encuentra escasamente relacionada con las variables sociodemográficas y con las actitudes psicosociales. La necesidad del voto para la legitimación del sistema democrático y de los partidos conlleva que este tipo de conducta sea demanda a la totalidad de posibles electores, lo que justifica que las variables de tipo socioeconómico se muestren escasamente relevantes. Por la misma razón y porque la acción de voto no exige un nivel cultural determinado, no puede extrañar que la variable de Educación Formal no obtenga diferencias significativas entre los jóvenes con estudios universitarios y los que no los tienen.

* El Interés en la Política, medido por la implicación y/o el grado de afinidad de la persona hacia el mundo de la política, se encuentra significativamente relacionado con la Participación Política en general, y con la Participación Electoral en concreto, aunque en una menor medida. Por razones ya referidas, el nivel de implicación personal en el mundo de la política no necesita ser elevado para ejecutar la acción de voto, sin embargo una actitud favorable, una predisposición positiva, como en el caso de los sujetos interesados en la política, hace más probable este tipo de conducta.

* Las creencias, valores, intereses, actitudes de un individuo son modeladas a través de distintos elementos de socialización, familia, amigos, medios de comunicación, etc. La Clase Social, y como elemento constitutivo de ella los ingresos económicos, además de conformar una categoría social que facilita al sujeto una identidad social aportará la organización cognitiva de los datos empíricos de la ‘realidad’ social. Cada sujeto, por tanto, como miembro de una clase social es consciente de cuál es su papel, de qué función desempeña dentro del sistema social y qué es lo que de él se demanda. Ello, pues, justifica y hace esperable que los sujetos con una clase social percibida como alta y unos ingresos altos participen más que ningún otro sujeto de las actividades demandadas por el sistema.

* Los jóvenes que se encuentran entre los 18 y los 21 años se caracterizarán por regir su conducta por unos valores distintos a aquellos presentes en las anteriores generaciones. Ello podría ser una consecuencia de los modelos en los que se han socializado; en tanto que los jóvenes de hoy se orientan hacia los valores materiales, hacia lo más inmediato y cercano al sujeto, antes que hacia principios de orden supraindividual. Con todo, en los aspectos ideológico - morales se da un mayor aperturismo (preocupación por la temática del medio ambiente, oposición decidida a la pena de muerte, posturas antimilitaristas, ...).

* En la medida en que el grado de integración de una persona en su comunidad afecta a la disposición de esta a la participación en las actividades que de ella se requieran y que la edad es un factor de integración social, cabe consecuentemente esperar, y así lo hemos observado, que la participación electoral se haya influida por la edad del sujeto. Se ha constatado que, efectivamente, son los sujetos más jóvenes los que se muestran menos proclives a participar del proceso electoral con su voto, si bien los demás tampoco lo son mucho. A nuestro entender, aparte del propio contexto y de algunos otros factores sociales, es la misma integración social, en este caso su falta, la que explicaría este hecho. En la actualidad el período de integración de los jóvenes a la sociedad adulta se ha postergado debido a, por un lado, problemas estructurales como la falta de trabajo o el encarecimiento de la vivienda y, por otro, la prolongación del tiempo de estudios y de la productividad de las personas, etc., todo lo cual ha incidido en que la asunción de los ‘derechos’ y de los ‘deberes’ que conlleva el nuevo ciclo vital no aparezca hasta una edad más tardía.

* La variable Tendencia de Voto se ha visto explicada por unos predictores diferentes a los de la Conducta de Voto. En el primer caso estos tienen que ver con los valores e ideología del sujeto, mientras que la Conducta de Voto es explicada por variables como Identificación con el Sistema, Interés por la Política, alienación, etc. Es por ello que las variables utilizadas en este estudio han sido de mayor relevancia a la hora de predecir la Tendencia de Voto que la Participación Electoral, incluso para las variables sociológicas, que siempre mostraron un poder predictor muy inferior a las psicológicas.

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Aceptado el 11 de mayo de 1999

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