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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 1996. Vol. Vol. 8 (nº 1). 247-255




UNDERSTANDING AND REPRESENTING SPACE. THEORY AND EVIDENCE FROM STUDIES WITH BLIND AND SIGHTED CHILDREN

S. Millar

Oxford: Oxford University Press. 1994

REVISION DE LIBROS / BOOK REVIEW

Los seres humanos recibimos información muy variada del medio en que vivimos a través de los distintos sistemas sensoriales (la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto). Algunas de las preguntas que surgen de manera natural a partir de esta sencilla observación son ¿Cómo organiza e integra el ser humano esta información tan variada?, ¿los distintos canales sensoriales funcionan como sistemas independientes unos de otros?, o por el contrario, ¿la información captada a través de un sistema sensorial (i.e., la visión) interactúa con la percibida a través de otros sistemas sensoriales (i.e., el tacto o la audición)?

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Los seres humanos recibimos información muy variada del medio en que vivimos a través de los distintos sistemas sensoriales (la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto). Algunas de las preguntas que surgen de manera natural a partir de esta sencilla observación son ¿Cómo organiza e integra el ser humano esta información tan variada?, ¿los distintos canales sensoriales funcionan como sistemas independientes unos de otros?, o por el contrario, ¿la información captada a través de un sistema sensorial (i.e., la visión) interactúa con la percibida a través de otros sistemas sensoriales (i.e., el tacto o la audición)?

En la década de los años 30, Thurstone proporcionó una amplia evidencia de que el conocimiento espacial constituye un componente destacado e independiente del resto de los componentes de la inteligencia humana. El conocimiento espacial (el factor espacial al que se refería Thurstone), lejos de significar una capacidad única, incluye capacidades tan diferentes como aquellas necesarias para comprender y representarnos el espacio que nos rodea de una manera coherente, para atender a ciertas localizaciones espaciales específicas, para manipular objetos y formas de distintos tamaños percibidos ya sea de manera visual o háptica, para imaginarnos si será necesario inclinar el sofá del cuarto de estar para sacarlo por la puerta o si, por el contrario, podremos sacarlo en su posición normal sin que roce con el marco de la puerta, o la capacidad para utilizar el mapa de un lugar para movernos en una ciudad desconocida.

Es en este marco en el que se encuadra el libro de Susanna Millar, objeto de esta revisión. La autora intenta responder en él a la pregunta que ha guiado su investigación durante toda su vida profesional. La pregunta es, ¿Qué papel desempeñan las distintas modalidades sensoriales en la codificación y representación espacial? El fin principal de este libro no es otro que intentar proporcionar una teoría sobre la codificación espacial que resuma y recoja el trabajo de tantos años de investigación realizada con niños ciegos congénitos y con sus controles normales.

La autora rechaza abiertamente la conocida creencia de que visión es igual a experiencia espacial, aunque destaca la idea de que la visión es muy importante para la adquisición de dicha experiencia. El estudio sistemático de la actuación de los niños ciegos congénitos en tareas espaciales y la comparación de esta actuación con la de los niños con visión normal permite a Millar averiguar cuál es la influencia de las distintas modalidades sensoriales (en especial, la visión y el tacto activo) sobre los procesos que intervienen en la codificación espacial. Los estudios realizados con niños ciegos congénitos ayudan a comprender cómo influye la ausencia de visión en la realización de tareas espaciales. La autora destaca que tanto el niño pequeño como el niño ciego congénito tienen, en principio, la capacidad y el potencial para adquirir la competencia espacial. Este libro trata de explicar ¿cómo se logra esta competencia?

Understanding and representing space consta de 10 capítulos. El capítulo 1 plantea una serie de cuestiones relativas al conocimiento y a la representación espacial, tales como los orígenes de la controversia sobre lo innato y lo adquirido, el concepto de habilidad, la distinción entre competencia y actuación, y el concepto de espacio y codificación espacial. En el capítulo 2, Millar considera dos clases de teorías sobre cómo se relacionan entre sí los sistemas sensoriales. Unas teorías asumen que estos sistemas poseen entradas sensoriales muy separadas e independientes entre sí, haciéndose necesaria la adquisición de esquemas mediadores que relacionen los distintos tipos de información. Otras teorías, por el contrario, sugieren la existencia de un procesamiento único de la información. Después de revisar los resultados provenientes de cada tipo de teorías, la autora concluye que los resultados de la investigación transmodal (visión, tacto) parece indicar que ninguno de estos dos tipos de teorías funciona adecuadamente. Al contrario, la evidencia revisada sobre los resultados obtenidos con niños muy pequeños y otros que muestran que el reconocimiento de objetos en el espacio es mejor cuando se utilizan las dos modalidades sensoriales, parecen indicar que la información adquirida a partir de las diferentes modalidades converge y, en parte, se solapa, en lugar de procesarse de manera independiente. Esta convergencia obtenida a partir de la información adquirida a través de las distintas modalidades sensoriales proporciona al individuo importante información redundante.

El capítulo 3 desarrolla más la idea de que las modalidades sensoriales constituyen fuentes convergentes de información espacial. Para apoyar empíricamente la idea de que las distintas modalidades sensoriales proporcionan información complementaria y convergente, que se solapa, analiza y presenta resultados de algunos experimentos.

El capítulo 4 proporciona al lector gran abundancia de resultados obtenidos a partir de la neuropsicología que apoyan la existencia de convergencia de la información. La evidencia neuropsicológica presentada por Millar refuerza la idea de que el conocimiento espacial se basa en la codificación e integración de la información recogida a partir de las distintas modalidades sensoriales.

El capítulo 5 analiza separadamente cómo la visión y el tacto codifican la forma, mostrando que en el tacto el movimiento activo y propositivo del perceptor difiere dependiendo del tamaño de los objetos con los que interactúa, cosa que no ocurre en visión. Distingue Millar, entre lo que significa identificar la forma de un objeto y localizar dicho objeto en el espacio. Se trata, ciertamente de dos capacidades diferentes. Para identificar la forma de un objeto, el individuo debe identificar una serie de características o rasgos distintivos a partir de sus contornos. Por el contrario, para localizar un objeto en el espacio es necesario que se establezca una relación entre el objeto en cuestión y algún marco de referencia o sistema de coordenadas espaciales que permita su localización en el espacio. Existe en estos momentos una gran cantidad de evidencia neuropsicológica que parece sugerir la existencia de dos sistemas diferentes. El sistema "qué" que se refiere a lo que el objeto es (de qué objeto se trata), y el sistema "dónde" que hace referencia a su localización en el espacio. Estos dos sistemas son diferentes tanto para el tacto como para la visión. Las principales ideas expuestas en este capítulo se refieren a que el sistema visual proporciona información de referencia redundante que permite la codificación de la forma, tamaño y profundidad de los objetos. Por el contrario, la codificación de la forma a partir del tacto difiere en función del tamaño y de la profundidad de los objetos. Como indica Millar, la información complementaria necesaria para reconocer el objeto difiere debido a las limitaciones de la agudeza del tacto, al tipo de información adquirida a partir del movimiento exploratorio realizado para percibir el objeto, y de la existencia o no de pistas de referencia fiables dentro de los objetos o de información centrada en el cuerpo del observador con respecto a la cual orientar el objeto en el espacio.

El capítulo 6 estudia la codificación espacial referida a alguna forma de referencia. En él se revisan los resultados de un número de estudios sobre memoria de localizaciones, distancias y direcciones evaluada dentro de un espacio de reducidas dimensiones mientras que el capítulo 7 evalúa la evidencia relacionada con el conocimiento espacial entendido a gran escala. Millar está en desacuerdo con aquellas teorías evolutivas que mantienen que el desarrollo espacial supone un cambio en el marco de referencia desde una posición egocéntrica hacia una posición alocéntrica. Por el contrario, la evidencia empírica revisada la llevan a concluir que el modo de codificación espacial depende de la posibilidad de acceder a la información relevante y que tanto los niños pequeños como los adultos pueden utilizar varias formas de codificación. Esta codificación puede basarse en marcos de referencia externos, en marcos de referencia centrados en su propio cuerpo, o incluso en movimientos. Esta codificación es susceptible de mejora tanto en velocidad como en precisión con la práctica y la experiencia. El capítulo 7 trata del conocimiento de rutas y de la orientación referida a un espacio geográfico, más amplio. Los resultados de los estudios evaluados parecen indicar que la memoria del desplazamiento en el espacio exige la utilización de algún tipo de proceso simbólico. El capítulo 8 profundiza en el estudio de la representación no verbal mediante imágenes, dibujos y mapas. El capítulo 9 señala algunas implicaciones prácticas relacionadas con el entrenamiento y con la educación del niño ciego. En especial, Millar señala la necesidad de entrenar a los niños a través del movimiento y de hacerles percibir la relación existente entre los objetos y las partes y las diferentes posturas de su cuerpo, destacando la importancia de ayudarles a establecer marcos de referencia corporales que les ayuden organizar y a representarse las superficies y los objetos que existen en el espacio que les rodea.

El último capítulo del libro presenta el modelo de Millar, al que denomina CAPIN (convergent active processing un interrelated networks), sobre la comprensión del espacio y el desarrollo. Tres puntos destacan a través de la lectura del libro que son básicos para el modelo. El primero se refiere a la relación que existe entre las modalidades sensoriales, en especial entre la visión y el tacto. El segundo tiene en cuenta ciertos factores relacionados con el desarrollo. Finalmente, el tercero tiene que ver con la codificación en aquellas situaciones en las que se carece totalmente de visión. La teoría mantiene que la codificación espacial consiste en relacionar la información que llega a los sentidos con marcos de referencia. Esta información procedente de varias modalidades es convergente y se solapa de forma que produce la redundancia necesaria para que el individuo sea capaz de organizar dicha información con respecto al algún tipo de marco de referencia. La total ausencia de visión reduce la información sobre los marcos de referencia externa. En esta situación, la codificación en función de claves propioceptivas centradas en el propio cuerpo resultan mucho más fiables aunque son mucho más difíciles de utilizar en tareas complejas de reorganización espacial. En esta situación, señala Millar, es necesario restablecer en la persona referencias externas y proporcionar información redundante basada en el movimiento. La teoría que propone la autora de este libro señala que la codificación espacial depende del procesamiento convergente activo realizado en redes interrelacionadas. Esto produce redundancia de la información, provenientes del interior y del exterior, necesaria para la codificación en función de los marcos de referencia.

Desde mi punto de vista la teoría es interesante, aunque muy global y que por estar expresada de una forma meramente descriptiva la hace difícil de poner a prueba en su conjunto. La teoría sugiere un modelo conexionista. Sin embargo, para poder simularle en un ordenador sería necesario una descripción más pormenorizada y cuantitativa de todos sus componentes.

El principal valor del libro está en la decidida aproximación de Millar al difícil tema de la percepción intersensorial, y en la reunión y exposición de una gran cantidad de resultados experimentales, en cierto modo dispersos, derivados tanto de los estudios realizados durante una larga vida dedicada a intentar comprender como se produce la codificación espacial y la percepción de la forma por parte del niño invidente, como de los trabajos realizados por un gran número de estudiosos del tema.

Esta obra tiene importantes implicaciones prácticas para todos aquellos dedicados a la educación de los niños invidentes o deficientes visuales, ya se trate de educadores o padres. Pero además tiene también importantes sugerencias para los educadores de niños con visión normal. El libro está igualmente indicado para aquellas personas interesadas en los problemas evolutivos y, como no, en el conocimiento de las bases de la percepción visual y háptica. Viene a llenar un vacío existente en el estudio de la percepción y la memoria hápticas. Los libros de texto sobre estos temas se centran de modo prácticamente exclusivo en el estudio del procesamiento de la información que llega al individuo a partir de la modalidad visual, sin tener en cuenta la gran cantidad y diversidad de información específica que somos capaces de adquirir a partir del tacto activo y propositivo. Este libro constituye una clara excepción a este planteamiento, y de ahí su interés.

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