La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 1993. Vol. Vol. 5 (Suplem.1). 83-90
Eduardo CRESPO
Universidad Complutense
Se explora la productividad teórica de la metáfora de la lectura como alternativa a la de la percepción en la explicación de los procesos sociocognitivos. Este cambio se vincula a la teoría de las otras mentes esbozadas por Heider (1958).
Palabras clave: Cognición social; Epistemología.
Form perception to reading: knowledge as social practice. This article considers the theoretical possibilities of the metaphor of reading as an alternative to the metaphor of perception for the explanation of sociocognitive processes. This change is related to the theory of others minds outlined by Heider (1958).
Key words: Social cognition; Epistemology.
Nadie duda que la psicología social cognitiva está teniendo un desarrollo muy notable en los últimos tiempos. En los recientes estudios bibliométricos (p.e. West, Newsom y Fenaughty, 1992) esto es algo que queda muy patente: la orientación cognitiva es la orientación dominante en la psicología social de las últimas décadas. De hecho, cabe pensar que, a diferencia de la psicología general, la orientación cognitiva siempre fue la orientación dominante en la psicología social.
La psicología social cognitiva, aunque lógicamente es muy plural en sus desarrollos teóricos y empíricos, se ha constituido sobre modelos o prototipos relativamente comunes acerca de lo que se considera como cognición o conocimiento. Uno de estos modelos ha sido -y continúa siendo- el del procesamiento de la información. No me extenderé ahora sobre el alcance analítico de esta metáfora del conocimiento. Mi intención, con este escrito, es mostrar más bien la existencia de un segundo modelo de lo que se entiende por relación de conocimiento, que creo que tiene un notable interés para la articulación de una psicosociología del conocimiento y cuyos fundamentos los podemos vincular con algunos clásicos de la psicología social, y en concreto, con Fritz Heider. Este segundo modelo tiene a la lectura como prototipo metafórico de lo que es el conocimiento, frente al modelo de la percepción, que sería el modelo dominante.
Este modelo perceptivo del conocimiento está directamente vinculado al pensamiento moderno, una de cuyas características es el interés por la fundamentación epistemológica del conocimiento y, por tanto, por las condiciones de certidumbre del mismo.
En mi opinión la historia de la psicología social y, por tanto, la de la psicología social cognitiva, está vinculada a la historia de la modernidad, al igual que lo están el resto de las ciencias sociales. Estos saberes se constituyen históricamente como consecuencia de una autonomización progresiva del pensamiento, cuya validez se hace intramundana. Uno de los fundamentos de este saber autónomo y empírico sobre el ser humano es el concepto de individuo, que constituye uno de los rasgos principales de la modernidad (cf. p.e. Maravall, 1972, 1986). La civilización moderna, en el campo de las ideas, nace con la distinción entre naturaleza material y espiritual, entre naturaleza y conciencia, "por la distinción del pensamiento y de las cosas" (Fevre, 1985: 208).
Las ciencias sociales, y la sociología en concreto, se desarrollan cuando comienza, precisamente, a hacer crisis la idea de modernidad, "cuando aparece claramente que el sistema y los actores no se corresponden entre sí" (Touraine, 1990 p. 5). Constitutivo de este pensamiento moderno e ilustrado era la convicción de que el desarrollo económico y científico van parejos con el desarrollo político democrático así como con la liberación del sujeto humano. En el pensamiento moderno se da una coincidencia entre progreso social y personal. Esta convicción es, precisamente, la que empieza a hacer crisis a finales del siglo XIX, cuando se pone cada vez más de manifiesto que la utopía del progreso se puede transformar en ideología opresiva de aquellos grupos y personas que son considerados "irracionales", de aquellos sujetos destruidos en su subjetividad por la racionalización, tales como los enfermos mentales, los trabajadores industriales, las mujeres, los niños y los países colonizados1.
Los primeros estudios en las ciencias sociales se plantean justamente este problema, el de la articulación entre las demandas del sistema y la motivación del individuo. No es extraño que sea entonces cuando se realicen los primeros estudios de psicología social: La psicología social nace y, se desarrolla en el centro de esta crisis del pensamiento moderno, en el conflicto entre sociedad y subjetividad; la psicología de las masas, la psicología de los pueblos y los estudios de socialización son un buen ejemplo de esta problemática. Solo posteriormente, con la adopción casi generalizada de una filosofía social positivista, la psicología social abandonará este tipo de reflexiones que le caracterizaron en su inicio, ya que, como dice Habermas (1982) "el positivismo es eso: renegar de la reflexión" (p. 7).
En los últimos años ha hecho eclosión una nueva manifestación de esta crisis de la modernidad, que se ha manifestado como desánimo producido por la quiebra de los ideales "progresistas". Esta crisis del proyecto intelectual de emancipación ha llevado a una desesperanza y a un escepticismo que Habermas ha caracterizado, acertadamente en mi opinión, como neoconservador.
La psicología social -o al menos cierta psicología social-, al igual que las otras ciencias sociales, no es en absoluto ajena a este tipo de planteamientos, donde lo que se pone en cuestión es una nueva fundamentación del proyecto de la modernidad, entendida ésta de un modo no absoluto. Entre las cuestiones que se plantean está la superación de la identificación entre modernidad e instrumentalidad, así como la búsqueda de una nueva relación entre subjetivización y racionalización. En este proceso de búsqueda de nuevas alternativas intelectuales ocupa un lugar importante el giro desde una filosofía de la conciencia a una filosofía del lenguaje. Este es el giro que, en mi opinión, se está dando en cierta psicosociología del conocimiento, cuyo objetivo, al igual que el de las ciencias reconstructivas de las que habla Habermas, se plantea como un conocimiento explícito respecto a un saber preteórico implícito, pudiendo apreciarse un desplazamiento que va de la percepción a la lectura como metáforas-guía de la investigación científica.
El modelo de la percepción es dominante en la psicología social del conocimiento no sólo porque una parte muy importante de las investigaciones sociocognitivas se dediquen al estudio de los procesos de percepción causal, sino también porque la percepción, y más en concreto, la percepción visual, funciona en gran medida como modelo o paradigma general de lo que es la relación de conocimiento. Tomar a la percepción como prototipo del conocimiento supone, en cierto modo, entender el conocimiento como una relación entre un sujeto y un objeto claramente diferenciados: el sujeto que percibe y el objeto percibido. Implícita en este modelo está la idea del conocimiento como relación entre dos entidades radicalmente diferentes, cuya existencia es independiente entre sí; una relación que es considerada de forma dual (sujeto vs. objeto). Esa relación puede entenderse, ciertamente, perturbada o determinada por factores muy diversos, entre los que se encuentran tanto mecanismos universales de tratamiento distorsión de la información (heurísticos, esquemas, errores sistemáticos etc.), como los propios estados motivacionales de los sujetos, la valoración que los mismos hacen del objeto al que se enfrentan o la relación social en la que se encuentran implicados (dependencia respecto al objeto, relaciones intergrupales etc.). Los resultantes de estas interferencias o determinaciones suelen entenderse como sesgos o errores perceptivos; en aquellos modelos más elaborados esta transformación se entiende como una construcción o categorización del objeto. Este prototipo perceptivo del conocimiento es heredero de una tradición de pensamiento filosófico que se plantea como uno de sus principales problemas las condiciones de la certidumbre en el conocimiento y el problema concomitante de la validación de los asertos, el problema, en definitiva, de la representación del objeto por parte del sujeto.
El pensamiento crítico contemporáneo, tanto postmoderno como pragmatista o neomarxista, se plantea, precisamente, una nueva reflexión sobre esta cartesiana "angustia por la certidumbre'', que caracteriza al pensamiento moderno. Es en este sentido en el que considero que un cierto sector de los psicólogos sociales cognitivos se ha ido abriendo a un nuevo tipo de paradigma del conocimiento. Este nuevo prototipo del conocimiento lo podemos caracterizar como el de la lectura. Tal como señala Hoy (1988) "leer no es lo mismo que ver signos negros sobre una página. A diferencia del proverbial árbol del bosque, un texto y su significado sólo son en los actos de lectura. Incluso en aquellos casos en que lo que se está entendiendo no es un documento escrito (por ejemplo, al entender un acto o una sociedad), los términos de la hermenéutica pueden tratar lo que se está entendiendo como un análogo-de-texto, y el proceso de entenderlo como una lectura" (p. 58)2. Lo característico de la lectura -como metáfora diferenciada de la percepción- es la orientación hacia la comprensión y el entendimiento como objetivos de la propia actividad. La comprensión y el entendimiento se constituyen por un tipo de relación dialógica con el objeto3, relación que está abierta a la negociación y a sucesivas interpretaciones.
LA PSICOSOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO
El concepto de conocimiento como lectura y diálogo no es, en realidad, nuevo en la psicología. Graumann (1988), por ejemplo, ha recuperado algunos planteamientos clásicos, que resultan notablemente actuales. Vincula este autor el concepto de cognición a una teoría de la mente. Contrasta Graumann una concepción inmanenlista de la cognición con otra, a la que denomina trascendental. El inmanentismo, que el autor remite a Locke, entiende la cognición como algo interno al sujeto, como un suceso intra-sistémico, según el cual "las ideas, pensamientos, sentimientos, motivos son concebidos como entidades y procesos contenidos en una mente de tipo contenedor" (p. 20). Este modelo inmanentista es el que predomina, según Graumann, en el moderno cognitivismo: "es cierto que E y R han sido sustituidos por input y output de información, pero la realidad de más allá, i.e. fuera del sistema, tiene existencia teórica sólo en su propia representación dentro del sistema" (p. 23). El modelo alternativo de mente, el trascendental, lo fundamenta Graumann en los Principios de Psicología de William James. Para este autor "no es en nuestra mente o conciencia donde "representamos" objetos que pueden o no existir fuera de nuestra mente. La mente misma es esta relación y presencia o, para usar el embarazoso término, trascendencia que va más allá" (Ibid.). La relación del sujeto con el mundo que define al conocimiento implica, según Graumann, el lenguaje y la comunicación.
Gergen (1988) ha diferenciado, igualmente, entre un concepto del conocimiento como construcción social frente a la concepción del conocimiento como representación mental. Esta última '"mantiene que el conocimiento es la posesión de individuos aislados (hasta que se comparte), y se fundamenta en algún tipo de dualismo mente-materia (un conocedor y un objeto de conocimiento)" (p. 31). La postura construccionista, que Gergen mantiene, parte de la consideración de las expresiones lingüísticas, que en el otro modelo se consideran expresión de pensamiento, como discurso público y, por tanto, como un acontecimiento social. Según este autor "las proposiciones acerca del mundo (incluyendo a las personas) no son (y en principio no pueden ser) construidas inductivamente a partir de la observación. Más bien, tales proposiciones representan en gran medida convenciones históricamente contingentes de inteligibilidad" (Gergen, 1988, p. 35). El construccionismo que defiende Gergen puede entenderse, a veces, como propicio a un cierto idealismo relativista, al hacer equivalente toda manifestación discursiva con una convención lingüística, poco sensible, por tanto, en su análisis a las determinaciones extratextuales que constituyen el entramado del poder en la vida social. Sin embargo, sus ideas han contribuido de forma muy notable a la constitución del paradigma discursivo del conocimiento y al avance en este tipo de investigaciones.
Una opinión convergente con la concepción del conocimiento como lectura es la que recientemente ha expresado Jerome Bruner (1991). Según este autor se ha producido un cambio de énfasis en la historia de la psicología cognitiva desde el interés primero por los procesos de construcción del significado a los más recientes intereses por el procesamiento de la información. Este cambio es, en su opinión, negativo, ya que "la información es indiferente con respecto al significado''. (p. 21). Considera Bruner que ha habido una auténtica "revolución cognitiva", cuyo objetivo era "recuperar la 'mente' en las ciencias humanas después de un prolongado y frío invierno de objetivismo" (p. 19). Esa revolución no la sitúa en los años setenta -como quienes la identifican con los modelos de procesamiento de la información- sino en los cincuenta, cuando intentaron "instaurar el significado como el concepto fundamental de la psicología" (p. 20)4. Adopta Bruner (1991) una postura constructivista que vincula explícitamente al interpretativismo. "La tesis básica del constructivismo -dice Bruner (1991)- es simplemente que el conocimiento es "correcto" o "incorrecto" dependiendo de la perspectiva que hayamos decidido tomar /.../ [es] una huída del "significado autoritario "'(p. 39). Su posición la asimila explícitamente al concepto de pragmatismo que Rorty analiza: "Según él, el pragmatismo -y el punto de vista que he presentado cae dentro de esta categoría- no es "más que antiesencialismo aplicado a nociones como 'verdad', 'conocimiento', 'lenguaje', 'moralidad' y otros objetos semejantes de la teorización filosófica" (Ibid.). El constructivismo es para Bruner -al igual que era el interaccionismo para G.H.Mead- "una expresión profunda de la cultura democrática" (p. 43-4).
La psicología popular, que es para Bruner el objeto de estudio de la psicología cultural (podríamos legítimamente llamarla, igualmente, psicología social), se caracteriza por ser "de naturaleza narrativa en lugar de lógica o categórica" (p. 55). La narratividad permite atender a los procesos de construcción de los significados como objeto de la psicología cultural: construcción que es de sentido normativo y canónico.
La consideración del conocimiento como una actividad dialógica y argumentativa tiene en la actual psicología social una materialización en varias líneas de investigación que están resultando muy productivas. Entre ellas destacan, a mi entender, las investigaciones sobre las explicaciones cotidianas, el estudio retórico del pensamiento, las investigaciones sobre las estructuras sociocognitivas, así como la muy plural orientación del análisis del discurso. No voy a extenderme aquí sobre lo que considero características más interesantes de estas líneas de investigación. Quisiera simplemente señalar que, en mi opinión, ésta no es una corriente extraña en la Psicología social y que es posible encontrar una cierta coincidencia con algunos de los planteamientos de Heider (1958), que es uno de nuestros clásicos.
HEIDER Y EL CAMBIO DE PARADIGMA
Heider (1958) se plantea como objetivo el desarrollo de una psicología de las relaciones interpersonales que se fundamente en una caracterización adecuadamente social de los (inter)actores. Esta caracterización supone una psicología de uso común, cotidiana o ingenua. Los actores sociales son sujetos que perciben e interpretan la situación en la que se mueven en virtud de una teoría sobre las otras mentes, Heider, de hecho, parte de un modelo explícitamente perceptivo del conocimiento; en concreto, el modelo de Brunswik sobre el arco perceptivo, pero sin embargo, desarrolla una psicología social fundamentada en un modelo comunicacional del conocimiento. Heider (1958) plantea como objeto de la psicología de las relaciones interpersonales, de la Psicología social en definitiva, la explicación científica de las explicaciones cotidianas de la acción.
Este autor se mueve explícitamente entre una posición fenomenológica y empírico-causal. Considera que la percepción social es posible entenderla tanto desde un punto de vista fenomenológico como desde un punto de vista causal: "Por descripción fenoménica se entiende la naturaleza del contacto entre la persona y su medio tal como es directamente experimentado por la persona. Por descripción causal se entiende el análisis de las condiciones subyacentes que dan lugar a la experiencia perceptiva", (p. 22). Sin embargo, Heider no considera contrapuestos ambos tipos de explicación: "A pesar de estas diferencias, sin embargo, posteriores consideraciones nos hicieron darnos cuenta de que la disparidad entre las descripciones fenoménica y causal no es tan completa como parecía al principio," (p. 25). De hecho, podemos considerar el resto de la obra como una minuciosa descripción de los procesos de construcción de la realidad, desde un punto de vista cognitivo-social. Las ideas de Heider se desarrollaron posteriormente, de forma mayoritaria, como hipótesis experimentales acerca de los procesos psicológicos de atribución y equilibrio cognitivo, ajenas en cierto modo a la Psicología social heideriana, donde los procesos cognitivos se trataban como un elemento de las relaciones interpersonales. Sin embargo, la investigación sobre los procesos de atribución causal ha cobrado, a partir de los años ochenta, una nueva dimensión al recuperarse el aspecto interactivo de la cognición social; la percepción social se entiende, desde esta posición, como explicación cotidiana de la acción.
La psicología social heideriana introduce como característica de su objeto -la interacción social- la multiplicidad de perspectivas, lo cual supone una teoría fenomenológica sobre las otras mentes. La estructura básica de esta multiplicidad de perspectivas es una estructura ternaria que comprende al sujeto conocedor al objeto del conocimiento o actitud y a otra(s) personas) que mantiene(n) una relación, tanto con el sujeto como con el objeto. El fundamento de la obra de Heider es, a mi entender, la explicación de las relaciones interpersonales como un proceso construido interpretativamente: las relaciones sociales están mediadas por la mutua interpretación del sentido de la acción. Este proceso interpretativo lo fundamenta Heider en un modelo perceptivo, el del arco perceptivo cuyos puntos de apoyo son el percepto y las propiedades disposicionales. El desarrollo de esta propuesta perceptiva se materializa en los modelos atribucionales de procesamiento de la información. Sin embargo el planteamiento heideriano creo que se sitúa más apropiadamente en una psicosociología comunicacional e interpretativa.
La estructura comunicacional que analiza Heider creo que es similar, en cierta medida, a la estructura ternaria del signo desarrollada por Peirce y Morris y a la estructura básica de la relación social que Moscovici (1972) considera. Para Peirce (1931) la semiosis, de cuyo estudio se consideraba pionero, era entendida como "una acción o una influencia que sea, o implique, una cooperación de tres sujetos, un signo, su objeto y su interpretante influencia trirelativa (tri-relative) que en ningún caso es reductible a una acción entre pares" (5.484). De Peirce es la famosa definición de que "un signo es algo que está en lugar de otra cosa para alguien en ciertos aspectos o capacidades" (2.228). El semiótico Charles W. Morris ([1938], 1972) desarrolló las ideas de Peirce en una teoría de los signos que está directamente vinculada a la psicosociología interaccionista (Morris fue, entre otras cosas, el editor de la obra póstuma de G. H. Mead, 1936). Remonta la idea triádica de la semiosis a los clásicos griegos, concibiendo a ésta como un proceso que implica tres factores: "lo que actúa como signo, aquello a lo que el signo se refiere y aquel efecto producido en algún intérprete en virtud del cual la cosa en cuestión es un signo para este último" (p. 54). A cada uno de los elementos los denomina, siguiendo en ello a Peirce, vehículo del signo, designatum e interpretante. El interpretante es distinto del intérprete, que sería en ese caso un cuarto factor5. La cuestión interesante para la psicología social es que la significación o semiosis, como modo humano de relación, es siempre un proceso mediado, un proceso social: "algo es un signo sólo porque algún intérprete lo interpreta como signo de algo; una toma en cuenta de algo es un interpretante en tanto en cuanto algo que funciona como signo lo evoca; un objeto es un intérprete solamente en el caso de que tome en cuenta a algo de forma mediata" (p. 56).
Esta idea ternaria de la semiosis permite una explicación plenamente social de la comunicación y creo que es, en definitiva, muy similar a la concepción heideriana de la práctica social construida a través de la psicología de sentido común. Tal como he señalado, la relación social entre un sujeto y un objeto viene determinada, para Heider, por un tercer elemento, el significado que dicho objeto tiene en el campo social del sujeto. Este campo está constituido por otros sujetos, sus acciones y las ideas, actitudes e intenciones que se les atribuyen. La psicología cotidiana que estructura la atribución y, por tanto, el sentido de la situación, se constituye como un proceso interpretativo, en el cual entra en juego una teoría sobre las otras mentes.
En este sentido, y para concluir, creo que la psicosociología del conocimiento puede recurrir roductivamente a la metáfora de la lectura como prototipo de la relación de conocimiento. Esta perspectiva posibilita una conceptualización de lo social que permite vincular el conocimiento y la comunicación. Los desarrollos retóricos y discursivos así lo están haciendo en la actual Psicología social y, aunque sean propuestas que tienen una escasa presencia en los principales manuales (cf. Jiménez Burillo y otros, 1992), no creo que, sin embargo, sean ajenas a algunas de las mejores tradiciones de pensamiento en la psicología social. En cualquier caso, no lo son a los actuales desarrollos del pensamiento en las ciencias sociales.
NOTAS
1. Sobre este último grupo resulta muy interesante la obra de la socióloga marroquí Zakia LahlouAlaoui (1992) donde se pone claramente de manifiesto la contradicción entre el discurso racionalista de los colonizadores franceses y su práctica opresiva, que lleva a que el discurso de la liberación tenga que ser, en parte tradicionalista y religioso.2. La diferenciación entre ver y leer paradigmas del conocimiento está vinculada a la distinción que hace Rorty, por ejemplo, entre epistemología y hermenéutica. así como a la crítica derridiana de la metafísica de la presencia (cf. pj. Dertrida, 1989).
3. Como señalaba Emilio Lledó (1990), el mito deja lugar al logos como conocimiento propio de la polis griega y del hacer democrático. El logos deja de hacerse rígido (inserto en el mito) y se hace dia-logos (entre todos sabemos) o logos compartido, repartido. refutable. Esta concepción comunicativa dialógica del pensamiento. vinculada a la práctica política democrática es la que hoy en día reivindican pensadores como Habermas. así como algunos filósofos neopragmatistas. Véase, por ejemplo, la fundamentación de la solidaridad que hace Rorty (1991). Los actuales filósofos pragmatistas están recuperando los conceptos políticos de pensadores como John Dewey o George Herbert Mead, cuyo papel en la constitución Y desarrollo de la psicología social es evidente (Bernstein, 1993).
4. Desde el punto de vista de la narración histórica es interesante observar cómo se identifican, a fines autojustificatorios, los periodos de cambio -a los que se califica de revoluciones- en la psicología. Lo que Bruner (1991) o Graumann (1989) plantean, en realidad, es que no se ha producido un avance o progreso sino un retroceso respecto a concepciones preexistentes.
5. Es esta idea, que Mead desarrolla dentro de su teoría de la acción comunicativa, la que nos permite concebir una situación plenamente social sin necesidad de interacción fáctica: ése es el campo de la psicosociología del conocimiento y por ello coincido plenamente con Moscovici (1972) cuando planteaba como objeto de la psicología social el estudio de la comunicación y la ideología y cuando manifiesta que no es la copresencia lo que hace social una situación. Los procesos cognoscitivos (actitudes, representaciones, etc.) son comprensibles, en la terminología de Peirce y Morris, como interpretantes. Peirce consideraba a éstos como fenómenos psicológicos que "se producen" en la mente; U. Eco (1975, 1976, 1977), sin embargo, considera que es posible entender la definición de Peirce de forma no antropológica y bajo esa concepción construye su semiótica. Desarrollos posteriores de esta idea llevan a la exclusión no ya de la psicología mental sino del propio sujeto como acontecimiento extra-semiótico. El intérprete desaparece de la semiosis, haciéndose ésta ajena a toda consideración sobre el poder y la dominación. Ciertos desarrollos del análisis del discurso en psicología social van, creo, en esta dirección (cfr. Crespo, 1991). Para Morris ( [1938] 1972), que adopta al igual que Mead un punto de vista conductista no watsoniano, el estudio de la semiosis no requiere la inclusión de "experiencias privadas"; es perfectamente comprensible en el ámbito público, pero en ese ámbito es fundamental el intérprete, cuya relación con el signo caracteriza la dimensión pragmática de la semiosis (Saussure, 1916, había señalado, curiosamente, la semiología -"ciencia que estudie la vida de los signos en el marco de la vida social"-como tarea de una posible psicología social).
REFERENCIAS
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