La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 1993. Vol. Vol. 5 (Suplem.1). 53-64
Frederic MUNNE
Universidad de Barcelona
¿Por qué no hay una sola teoría? ¿Por qué hay muchas teorías? ¿Son epistemológicamente iguales todas las teorías? ¿Cuál es la teoría válida? ¿Hay alguna relación entre teoría, crisis y crítica? Este trabajo intenta contestar estas cuestiones y para ello distingue diversos niveles de formalización de la teoría, analiza especialmente dos de ellos (paradigmas y metaparadigmas), reflexiona sobre el fundamento del pluralismo teórico y relaciona éste con la ciencia crítica. El modelo presentado puede ser útil para la construcción Y la crítica de teorías.
Palabras clase: Epistemología; Teorías psicosociales; Paradigmas; Ciencia crítica.
Theoretical pluralism and social behaviour. Why is there not only one theory? Why are there many theories? Are all the theories epistemologically equal? Which is the real theory? Is there any relationship between theory, crisis and criticism? This paper intends to answer this questions. For this it distinguishes various formalization levels of theory, specially it analyzes two of them (paradigms and metaparadigms), and considers about the background of theoretical pluralism relating this with critical science. The model presented can be useful for the construction and criticism of theories.
Key words: Epistemology; Psychosocial theories; Paradigma; Critical science.
EL HECHO DE LA PLURALIDAD DE TEORIAS
El avance teórico en las ciencias sociales y, más particularmente en la psicología social se caracteriza por una imparable proliferación de teorías y la constante oferta de alternativas fundamentales. Estas páginas sintetizan, a la par que desarrollan, mis trabajos anteriores sobre las implicaciones epistemológicas de esta situación caótica (Munné, 1986, 1989, 1991, en prensa c y d) 2.
El pluralismo teórico no es un hecho nuevo, pero sí su exacerbación actual. Ante esto, cabe insistir en la vieja cuestión de por qué no hay una (sola) teoría o, con una nueva sensibilidad, preguntar ¿por qué hay muchas teorías? Lo primero responde a un enfoque monista, empeñado en disponer de una teoría indiscutible, sostenida por todo el mundo. El mito de una teoría unificada tiene claras connotaciones de imperialismo epistemológico. Más bien el desarrollo científico ha ido en contra de este desideratum: las teorías únicas parecen dejar paso, con el quehacer científico, a múltiples teorías. El enfoque monista respira idealismo.
Un enfoque del pluralismo teórico desde el propio pluralismo es más coherente, realista y además no opera por vía negativa. Por su propia lógica, es un enfoque que exige considerar las teorías en su conjunto. Esto es, sólo panorámicamente parece factible tratar con sentido el tema. Ahora bien, hacerlo así representaba poner el foco de atención en la relación entre las teorías. Esto se predica aquí en el mismo sentido que el físico y tipólogo del árbol de la ciencia, Ampère (1843), afirmaba que la relación entre los términos de un razonamiento es más importante que los términos mismos; no, en el sentido de la lógica formal aristotélica. Pues bien, para indagar las descuidadas relaciones entre las teorías, se requiere una visión sincrónica, es decir estructural y funcional, del pluralismo teórico.
Así planteada la cuestión sobreviene una cascada de preguntas: ¿Todas las teorías pretenden lo mismo? ¿Todas las teorías son epistemológicamente iguales? ¿Cuál es la teoría verdadera? ¿Por qué cambian las teorías y hay crisis teóricas? ¿Hay alguna relación entre la teoría, la crisis y la crítica?
El problema se extiende incluso al pluralismo disciplinar.
LOS NIVELES DE FORMALIZACION DE LA TEORIA
Conviene aclarar en qué sentido se habla aquí de teoría. Se entiende que toda teoría es una interpretación formalizada que enmarca algún aspecto de la realidad. La teoría es significante de la realidad, al encerrarla en un marco y aprehenderla más o menos formalizadamente, como vamos a ver. Ahora bien, un marco (teoría) también puede enmarcar la realidad teórica (otras teorías). Aquí se empleará el término en ambos sentidos.
En su acepción más estricta y rigurosa, el término "teoría" remite a las teorizaciones puntuales, en las que la concreción es máxima y la generalización escasa. Se trata de microteorías, que como tales están pegadas a los datos (los datos, o sea lo que se nos da, son una formalización de lo empírico y no de lo conceptual, una preteorización en tanto que condicionan los hechos o materia bruta tal como se dan).
En el otro extremo tendríamos las grandes teorías, despreciadas por unos (como Mills) y encumbradas por otros (como Parsons). Entre ambas acepciones, las teorías de alcance medio protagonizan como vaticinará Merton el actual desarrollo de las ciencias sociales. En un sentido más amplio, cualquier teoría, sea cual sea su alcance, tiene un referente más o menos implícito que, en las ciencias humanas, viene dado por una determinada concepción del ser humano asociada a una también determinada concepción sobre el conocimiento considerado científico de aquél. Llamaremos paradigma al primero y metaparadigma al segundo. Por último, toda teoría pertenece a un (eventualmente más de un) ámbito disciplinar, que aporta el contexto fenoménico al que aquélla se refiere.
Vemos como una fenomenología de la formalización teórica discrimina varios niveles y que cada uno engloba el anterior.
El conjunto puede ser representado, pues, mediante unos círculos concéntricos (Figura 1).
Nivel I: Las microteorías. Por ej., la teorización que destilan muchas hipótesis experimentales o estudios empíricos.
Nivel II: Las teorías de alcance medio. Por ej., la teoría del modelling, o la teoría de la atribución y sus desarrollos.
Nivel III: Los paradigmas. Por ej., el interaccionismo simbólico o el sociocognoscitivismo.
Nivel IV: Los metaparadigmas, traducibles por ej. en el positivismo o el estructuralismo.
Nivel V: El ámbito disciplinar. Así, la psicología social, como un campo de teorización relativamente autónomo.
Cabría reservar un nivel a las grandes teorías. Pero, aparte de lo que se dirá más adelante, se prescinde del mismo porque carecen de relevancia o si la tienen se confunden con algún paradigma: como la teoría del sicoanálisis (Freud) o la teoría de la acción (Parsons). Además, mientras las microteorías tienden a integrarse en teorías de alcance medio, éstas no requieren de una gran teoría como referente de significado sino que lo encuentran en un paradigma.
Por otra parte y en cierto modo, dentro de un primer nivel formalizador habría que situar los conceptos, ya que detrás de cada concepto hay un inevitable marco teórico generalmente implícito. Esto está latente en Goffman (1981), quien yendo más lejos que Merton, dijo tener "grandes dudas sobre el valor de las teorías sociológicas generales de estos últimos años, y aún sobre el de sus sucesoras más limitadas, las teorías de alcance medio", añadiendo en tono reivindicador que "lo que necesitamos, creo, es una modesta pero perseverante cualidad analítica (analyticity): necesitamos marcos conceptuales de bajo alcance".
No todos los niveles de formalización tienen la misma naturaleza epistemológica. Los dos primeros (marcos de alcance) forman un continuum de carácter escalar. Esto les confiere propiedades fractales (Munné, en prensa a), lo cual significa, por ejemplo, que los sesgos o deformaciones de una microteoría se reproducirán aunque no idénticamente en la de alcance medio que la integre, y viceversa (de considerar el nivel de las grandes teorías, esto es también aplicable a éstas). Por su parte, los niveles III y IV modelizan creencias y valores. En cuanto al último nivel, su naturaleza disciplinar revela una entidad configurada por las relaciones interdisciplinarias, que son fuente constante de nuevos ámbitos.
EL NIVEL PARADIGMATICO
Grosso modo, el nivel de los paradigmas corresponde a lo que suele considerarse las grandes corrientes, tendencias u orientaciones de una disciplina, cada una de las cuales agrupa un conjunto, más o menos vasto, de teorías y excluye el resto. Se trata, pues, de unos auténticos marcos, que delimitan unos puntos de vista propios. Las teorías de un marco se interesan por una misma clase de cuestiones o problemas, tienen una terminología común o al menos intercambiable con sentido y los científicos que las sostienen forman una comunidad suficientemente diferenciada por sus raíces e intereses. Todo esto sin perjuicio de que sean constantes las discusiones entre ellos. Cuando estos marcos se diferencian por sostener diferentes supuestos epistemológicos con respecto al ser humano, estamos ante los paradigmas. Ejemplos de este marco, fundamentales y fundamentantes, son el funcionalismo o el marxismo en sociología, el psicoanálisis o el conductismo en Psicología, etc.
Aunque he empleado el término paradigma promovido con éxito por Kuhn (1962), la acepción que acabo de dar sólo en parte coincide con una de las acepciones, la sociológica, de este autor. Según esta última, un paradigma es un patrón de investigación, definitorio de problemas y métodos, asumido por una comunidad científica para su práctica y que comparte unos presupuestos, incuestionados como tales, así como unos mismos canales de comunicación, terminología, métodos y valores. La acepción aquí empleada, en cambio, se centra en el referente a todo ello, dado por un modelo (teórico) del ser humano (en las ciencias de la naturaleza, un modelo del mundo natural), que se basa en la imagen que se tiene del mismo. Así entendido, el contenido de un paradigma consiste en un conjunto coherente y relativamente autónomo de premisas, que subyace en todas aquellas teorías que obtienen su significado de un mismo modelo.
En la psicología social actual destacan básicamente los siguientes marcos paradigmáticos:
1) El marco psicoanalítico social: Derivado del psicoanálisis, ha invertido los presupuestos epistemológicos de Freud, fuertemente individualistas (ver Munné, 1989). Se centra en los procesos interpersonales no conscientes, en tanto que moduladores de la afectividad (sentimientos, emociones). Su lenguaje baraja conceptos como inconscientes, represión, culpa, liberación, dinámica. El fenómeno clave reside en la conciencia. En su formación interviene primariamente la psiquiatría, pero son también constituyentes la psicología y la antropología. El ser humano es visto como un homo irrationalis.
2) El marco conductista social aplica al comportamiento social el esquema E-R del conductismo psicológico, sobre todo en su versión mediacional. Se centra en los procesos de adquisición y modificación de conductas sociales. La terminología (condicionamiento, aprendizaje, refuerzo, ejecución, etc.) se refiere exclusivamente a la conducta, entendida inicial y básicamente como acción observable. Su modelo ha evolucionado desde un homo mechanicus, elaborado por el conductismo psicológico, hasta un homo oeconomicus en el que el comportamiento social es interacción en términos de costes y ganancias.
3) El marco sociocognitivo se refiere a cómo el sujeto organiza en su mente el mundo social, y por lo tanto a los modos cómo llegamos a tener un conocimiento estructurado de ese mundo, conocimiento en el que la percepción de la realidad importa más que la propia realidad. La clave de la explicación reside en la mente. Las cogniciones y expectativas saturan su léxico. El impacto de la inteligencia artificial ha transformado el modelo original de un homo cogitans en un homo cyberneticus, en el que el procesamiento de la información cuenta más que la información misma.
4) Otro marco psicosocial proviene de la tradición del rol. Inspirada en G. Mead, su evolución reciente es muy llamativa: a las diferentes teorías del rol y del interaccionismo simbólico, se han añadido marcos como la etnometodología y la etogenia. A la acción, como portadora de significado, se refiere todo su discurso integrado por conceptos como reglas, comunicación simbólica, definición de la situación. En la elaboración y consolidación de este marco ha contribuido la microsociología. El modelo inicial, un homo ludens, se desplaza hacia la imagen de un cada vez más activo homo artifex, artesano de su propia realidad. Dudosa es todavía la emergencia, desde este último modelo, de un nuevo marco con versiones aparentemente heterogéneas, que van desde el construccionismo social (Gergen) oscilante entre un humanismo y un marxismo diluido hasta el constructivismo social de ascendencia sociocognitiva (Escuela de Ginebra) pasando por el constructivismo comunicacional (grupo de Palo Alto).
5) El marco psicosocial inspirado en el pensamiento de Marx ve el comportamiento social como un producto de relaciones de dominio y explotación, generadas dialécticamente por sendas contradicciones internas, o sea por la propia situación. El interés incide en fenómenos como la explotación y la alienación humanas, la ideología, el compromiso. Este último elemento radicaliza el componente crítico del marco. El fenómeno clave es la acción productiva y/o creadora. Sus fuentes disciplinares, inspiradas en el principio de totalidad, cubren desde la sociología y economía hasta la política. El sugestivo modelo de un homo faber que le inspira, está seriamente afectado por la crisis de la ideología que le venía sustentado.
6) Por último, hay un paradigma humanista que enfatiza el desarrollo integral del ser humano como hacedor de sí mismo (homo volens). Ha generado muy poca producción psicosocial en los dos primeros niveles.
La descripción de los marcos paradigmáticos actuales en psicología social pone de manifiesto las características del nivel III:
a) El modelo es el elemento nuclear de un paradigma. Nunca está acabado (histoticidad). Ni perfectamente delimitado: un paradigma es un conjunto borroso, cuyo foco reside en dicho modelo. Los modelos son implícitos: raramente se cuestionan, funcionando como los principios axiomáticos de Wittgenstein y los sobreentendidos de Hofstátter (1963).
b) Cada paradigma se refiere a un aspecto determinado del comportamiento social. Por ello, cada uno plantea preguntas diferentes y respuestas asimismo diferentes. Como parangón puede ponerse una habitación, que contemplada desde cada una de sus paredes, proporciona visiones forzosamente distintas de la misma. Esto significa que la explicación siempre es parcial y (dicho en sentido constructivo) sesgada. En consecuencia, cualquier problema o una misma situación son susceptibles de aprehensión pluriparadigmática. El comportamiento social tiene una multidimensionalidad radical. Puede ilustrarse lo que esto significa a través de un construct clave en las ciencias del comportamiento: el self social. Desde el ángulo sociocognitivo, este constructo es tratado como autoconcepto, como en el principio de consistencia actitudinal. Desde las teorías del rol y sus derivaciones es aprehendido como la autoimagen, que genera conceptos como el rol y el estatus (Mead, Harré). El psicoanálisis social lo trata como autoestima, núcleo dinamizador de la afectividad del sujeto (el ego freudiano). La psicología social marxista se preocupa por el extrañamiento de si (alienación). En fin, la psicología social humanista basa el self en el aspecto volitivo, dado por la autorrealización (Maslow).
c) El anterior ejemplo, sirve también para mostrar que, al tener cada marco un lenguaje propio, los conceptos temáticos de un marco no tienen sentido en otro, y si lo tienen no poseen el mismo sentido. Este tiene relevancia práctica: si cambiamos de marco cambia el significado de los datos, o sea que ;unos mismos datos "leídos" desde uno u otro marco no dicen lo mismo!. Por mi parte, he aplicado este punto a las decisiones judiciales y a la toma de decisiones en las organizaciones (Munné, en prensa c y d, respectivamente).
d) Cada marco empleará los métodos y las técnicas de investigación o intervención según el aspecto del comportamiento cuyo estudio o tratamiento se propone como objetivo.
e) Finalmente, cada marco tiene unas posibilidades y tiene también unas limitaciones: sus propias posibilidades y limitaciones.
EL NIVEL METAPARADIGMATICO
Varios paradigmas pueden coincidir y formalizarse en un mismo modelo de ciencia. El producto teórico así compartido enmarca diferentes aspectos de lo mismo, tratados desde una común concepción de la ciencia. Es un metaparadigma. (No empleo, pues, este término en el sentido dado por Masterman, 1970, de la carga especulativa de un paradigma kuhniano).
Este nivel de polarización tiende a polarizarse, al menos en las ciencias sociales. En el caso de la psicología social, se detectan claramente dos grandes metaparadigmas, que a falta de una denominación mejor llamo interaccionismo psicosocial y personalismo psicosocial. He aquí los rasgos tendenciales de cada metaparadigma, que afectan a la filosofía, la epistemología, la metodología, las técnicas de análisis e intervención, la ideología, etc. (Cuadro 1):
El metaparadigma interaccionista es compartido por el sociocognitivismo y el conductismo social. Y el metaparadigma interpersonalista, por la psicología social marxista y la humanista. En una posición híbrida, interparadigmática, que les acarrea innumerables problemas, están el psicoanálisis social y el marco de los roles y sus derivados.
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LOS NIVELES DE FORMALIZACION
Ahora pueden comprenderse mejor las diferencias entre los paradigmas. Aquellos son referentes previos sobre lo que conocemos, mientras que éstos sobre cómo (lo) conocemos. El contenido y la estructura del conjunto de niveles de formalización lo ha descrito topológicamente, en relación con la psicología social, en un modelo poligonal (figura 2), que recientemente ha sido aplicado a las teorías sobre el comportamiento colectivo (Javaloy, 1991) y organizacional (Quijano, 1992).
De cuanto llevamos expuesto se deduce que en el conocimiento teórico del comportamiento social intervienen fundamentalmente dos implícitos: 1) la concepción del ser humano y 2) la concepción de la ciencia. En cierto modo, puede considerarse que los niveles III y IV contienen teorías implícitas no sobre de la personalidad sino sobre el ser humano y el conocimiento científico del mismo. En este sentido, estamos ante un enfoque ingenuo, al modo heideriano. Por otra parte, es obvio señalar que a ambos implícitos les es inherente una dimensión ideológica y axiológica. En consecuencia, no tratar como teorías a los productos teóricos de esos niveles resulta capcioso, porque es quedarse "en lo que se ve" y por consiguiente una manera de limpiar a los niveles inferiores de cargas metaempíricas, tratando a las microteorías y a las teorías de alcance medio como productos colgados en un vacío epistemológico, incontaminados de imágenes y valores.
Cuantitativamente, a más paradigmas más aspectos de la realidad pueden cubrirse. Pero cualitativamente, los paradigmas (casi como los metaparadigmas) son difícilmente encajables. Con unos y otros sucede como con aquella conocida figura gestáltica de la vieja y la joven: o se ve una o se ve la otra, pero no ambas a la vez. Uno no puede pensar o trabajar, simultáneamente, con más de un metaparadigma o paradigma. (Otra cosa es intentar elaborar o moverse en un marco híbrido). Los niveles III y IV son sectorizantes y suponen una elección, implícita normalmente y cargada axiológicamente que refleja el objetivo.
No es extraño que las disputas entre paradigmas o entre metaparadigmas se queden en un diálogo entre sordos.
He asistido a decenas de esas discusiones sin que jamás se llegara a un mínimo acuerdo. Cada uno intenta vanamente convertir al otro en un tránsfuga, con el lenguaje y los argumentos propios. Una discusión así sólo tiene sentido si cada parte reconoce la validez epistemológica de la otra posición y renuncia a ser el portavoz de la verdad. El contacto entre metaparadigmas resulta más explosivo, si cabe, que el de paradigmas3.
Una precisión sobre el nivel I. Es un nivel versátil: como refleja la fig. 2, las microteorías pululan un tanto indiscriminadamente alrededor del centro. Dada la lejanía del nivel III, su referente paradigmático a menudo es amorfo. Los resultados de un mismo experimento o encuesta pueden "leerse" desde diversas teorías.
Debido a su diferente naturaleza, no se emplean todos los niveles de igual modo. Normalmente, se trabaja, esto es, se investiga y aplica, en los dos primeros niveles: se piensa en y se dan por supuestos los dos siguientes; y se instala uno en el nivel V.
TRANSFONDO EPISTEMOLOGICO DEL PLURALISMO TEORICO
El pluralismo teórico, al actuar por aspectos de la realidad, refleja la inabarcabilidad de la realidad por la teoría. Desde un aspecto y de una vez, la realidad es inagotable. La inabarcabilidad no significa que no podamos conocerlo todo, sino más bien que no podemos conocerlo todo a la vez.
La inabarcabilidad muestra que el perspectivismo del pluralismo teórico se debe no tanto a la toma de posición y la circunstancia del sujeto (Ortega, 1954) y a la percepción sociohistórica (Sampson, 1991) como a una calidad epistemológica del objeto.
La inabarcabilidad, que manifiesta complejidad de la realidad, constituye un principio epistemológico fundamental, que está en contradicción dialéctica con otro principio fundamental. Es el principio de totalidad, según el cual para no desvirtuar el objeto, éste debe ser aprehendido en toda su realidad, o sea, en toda su dimensión y en todo su contexto. Probablemente, de éste último principio, aislado y tomado como absoluto, arranca la tentación totalitaria potencial en cualquier teorización fundamental, esto es, la pretensión de englobar, pongamos por caso, toda la psicología social, de ser capaz de abarcar todo un ámbito disciplinar. Frente a esto, el pluralismo revela el carácter paradójico de aquella contradicción.
La totalidad es una contrapartida de la incertidumbre. En virtud de la inabarcabilidad, los paradigmas y metaparadigmas son aproximaciones, en el sentido literal del término, a la realidad. Por añadidura, ningún nivel puede ser agotado desde el nivel inferior. Siempre cabrán nuevas teorías de alcance medio que desarrollen un mismo paradigma y microteorías que desarrollen una determinada teoría de alcance medio. Hay en todo ello una incertidumbre irreductible, como el "ruido" que acompaña a cualquier transmisión comunicativa.
En otro aspecto de la incertidumbre también se manifiesta la inabarcabilidad. A más nivel de formalización teórica nos alejamos de la realidad; pero, en cierto sentido, nos acercamos a ella por ser más abarcador el nivel superior. No podemos formalizar una teoría a la vez específica y global. De un modo parecido al principio microfísico de indeterminación (Heisenberg): a mayor determinación del alcance, menor determinación de la especificidad; y viceversa. La formalización en niveles es, así, una fuente de incertidumbre.
Otra cosa es la ambivalencia, típica del nivel III, pues sus marcos difusos son capaces de funcionar como modelo o en alcance. Y esto en un doble sentido. No sólo las grandes teorías pueden confundirse con algún paradigma, como se dijo al comienzo, sino que los paradigmas pueden ser disfrazados de gran teoría. Es una pseudoestrategia totalitaria para presentarse como no inabarcables y con una base empírica (es el caso de Skinner, a pesar de su anatema de la teoría). Es una capacidad camaleónica decisiva porque, como vamos a ver, una misma teoría en IIla o en IlIb (ver fig. 1) es objeto de un diferente tratamiento crítico.
PLURALISMO TEORICO Y CIENCIA CRITICA
Por definición, toda ciencia es crítica. Pero esto únicamente es así en términos de crítica interna.
El conocimiento dogmático, que crea una ilusión de totalidad, acecha al científico. El teórico tiende a la monogamia epistemológica. Además, está socializado para ver como infidelidad si no traición cualquier transfuguismo, aunque sea coyuntural, en los niveles superiores de formalización. En cambio, el práctico recurre intuitivamente al pluralismo, moviéndose con cierta soltura (desfachatez o ignorancia, dirá el primero) y más o menos congruentemente entre los paradigmas e incluso metaparadigmas disponibles.
Sería grave deducir que el pluralismo supone que se pueda sostener cualquier teoría. Todo lo contrario. Los diferentes paradigmas o metaparadigmas, al no referirse a lo mismo sino exactamente a aspectos de lo mismo, son en rigor incomparables. El relativismo, que en una primera impresión acompaña al pluralismo teórico, esconde un radicalismo: el valor único y absoluto, aunque no eterno, de cada paradigma o metaparadigma. (De un modo parecido a como las pautas sociales son culturalmente relativas, pero tienen un valor absoluto para y en el sistema que las establece). En definitiva, un marco no puede ser sustituido por otro.
Por ello, puede no ser incoherente acogerse, en cuestiones diferentes, a diferentes marcos. Y ahí entra la dimensión crítica del conocimiento científico, exigida por la naturaleza epistemológica de los niveles superiores. Se trata de la crítica externa. La distinción entre crítica interna y crítica externa se refiere a si un marco es valorado desde dentro o desde fuera de sí mismo, lo que en rigor afecta a los niveles superiores, ya que los inferiores discriminan relaciones de alcance. Esta distinción es clave, porque en la crítica interna, el sujeto se adecúa al objeto, mientras que en la externa es el objeto el que queda adecuado al sujeto. Si en el primer caso la objetividad parte del objeto, en el segundo parte del objetivo.
El pluralismo teórico es una conditio sine qua non para una ciencia plenamente crítica, es decir, para una ciencia que asuma la crítica externa, que es la sustantiva y la que produce reactancia. Los protagonistas de una ciencia crítica, en este sentido no más propio pero sí más fuerte, son los paradigmas y los metaparadigmas. En el monismo sólo un paradigma y un metaparadigma pueden asumir esa crítica, la cual deja por lo mismo de ser tal. Por eso, una teoría unificada sería la muerte de la crítica externa.
Los niveles de formalización son altamente discriminantes en la crítica. A menos nivel, más importancia de la crítica interna; a más nivel, más importancia de la crítica externa. Dicho de otro modo, las microteorías y las teorías de alcance medio son relativamente inmunes a la crítica externa, mientras que los paradigmas y metaparadigmas lo son a la interna. Por eso, pocas veces los ataques desde un paradigma se dirigen frontalmente a otro paradigma; es más corriente atacar sus microteorías o mejor sus teorías de alcance medio, con la excusa de la especificidad.
Además, debido a los niveles de formalización, toda crítica se formula con un determinado alcance y en ella subyacen también unos determinados modelos del ser humano y de la ciencia. En último término, cualquier crítica no es sino otra teoría, en gestación o no.
BALANCE DEL PLURALISMO TEORICO
El pluralismo tiene un poso de ambigüedad. Cuanto queda fuera del marco asumido carece de significado, pero sus fronteras pueden sobrepasarse a través del "arco voltaico" que va de lo sintomático a lo ambiguo.
Lo fundamental, que es grandeza y servidumbre, es que el marco siempre lo ponemos nosotros. Por eso, a medida que más nos afecta, menos se acepta el pluralismo teórico: si en la intervención es habitual recurrir a él y en las técnicas se reconoce, en los enfoques metodológicos se plantea con resistencia y en la teoría (al menos, en los niveles III y IV) se evita.
El pluralismo teórico es la democratización de la ciencia y conlleva el riesgo de la elección. En principio y epistemológicamente, no hay ninguna razón para preferir una teoría a otra, al menos en los niveles superiores. Otra cuestión es que el grado de evolución o madurez confiera más potencialidad a uno u otro paradigma o metaparadigma. Y que tanto el rechazo como la aceptación vayan orientados por el objeto y el objetivo. En consecuencia, el pluralismo teórico invita a reflexionar sobre la validez y la verdad de las teorías. Quede para otra ocasión.
El pluralismo teórico tiene repercusiones metaparadigmáticas. Es un modo alternativo de teorizar, que obliga a convivir con la contradicción epistemológica entre la inabarcabilidad y la totalidad, y a ir en pos de una síntesis entre el pluralismo fáctico y el monismo ideológico. Porque si bien nuestro conocimiento no llega a agotar la realidad, ésta no deja de ser total. Por eso, aunque sólo cabe asumir la inabarcabilidad, hay que apostar por la totalidad, persiguiéndola como principio inalcanzable. En esta gran paradoja reside la utopía de la ciencia.
NOTAS
1. Texto revisado de la conferencia sobre "Theoretical pluralism and social behavioour. Understanding the epistemological structure of psychosocial theories", pronunciada en la International Conference on Innovation in Social Psychology: New Trends, en el Instituto Superior de Psicología Aplicada (Lisboa, 17-19 de diciembre de 1992).
2. Quiero recordar a los asistentes al curso de doctorado, organizado por los doctores Maritza Montero y Miriam Dembo, que sobre este tema impartí en noviembre de 1991, en el Instituto de Psicología, de la universidad Central de Venezuela. Fue un curso irrepetible, con alumnos de excepción pues estaba integrado básicamente por profesores como María Inmaculada Banchs, Luis Eduardo Hernández Rávago, Alfonso Orantes, Euclides Sánchez, Esther Wiesenthal, y que por añadidura contó con la asistencia enriquecedora de las organizadoras amén de otros profesores ya doctores como Ligia Sánchez. Sus preguntas y objeciones provocaron muchas de las ideas aquí desarrolladas.
3. En el mismo meeting de Lisboa, aludido en la nota 1. tuvo lugar una fuerte discusión entre los sectores cualitativista Y cuantitativista, por no decir aséptico y. comprometido. de la psicología social, en la que después de un insistente intercambio de acusaciones mutuas y por enésima vez. las cosas quedaron como estaban, o más exactamente. cada sector salió más convencido de la solidez de la propia postura.
REFERENCIAS
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