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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
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Psicothema, 2003. Vol. Vol. 15 (nº 3). 452-457




LA TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL DEL MALTRATO FÍSICO INFANTIL: ESTUDIO EN DOS GENERACIONES

Eva Gómez Pérez y Joaquín de Paúl*

Universidad de Cantabria y * Universidad del País Vasco

Se presenta una investigación cuyo objetivo central es comprobar en qué medida el recuerdo de haber recibido malos tratos físicos en la infancia predispone a las personas a maltratar en la vida adulta. Se trata de un estudio retrospectivo a partir de dos generaciones: un grupo de estudiantes (n= 574) y el grupo de padres que accedió a participar voluntariamente (n= 324). Se evaluaron los recuerdos de maltrato físico infantil de padres y estudiantes, además se evaluó el potencial de maltrato. Los resultados obtenidos apoyan parcialmente el rol de la historia de maltrato infantil como factor de riesgo en el maltrato adulto. Los estudiantes con recuerdos de maltrato presentan un potencial de maltrato mayor que aquellos que carecen de estos recuerdos. En la muestra de padres, sin embargo, el recuerdo del maltrato infantil no se relaciona significativamente con su condición como padres maltratradores, condición obtenida mediante el recuerdo de sus propios hijos.

Intergenerational transmission of physical abuse: A two generation study. This research seeks to prove to what extent the physical abuse memory during the childhood will predispose to abuse during the adulthood. This is a retrospective study in wich we analyse two generations: a student group (n= 574) and their parents (n= 324). We assesed the physical abuse memory of parents and students. We also assesed the child abuse potential in the student group. The results confirm partially the role of child abuse as a risk factor of abuse during adulthood. The students had abuse memories demostrated a more high abuse potential. However, the childhood abuse memory in the parents sample does not have a significant relationship with their condition as child abusers.

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Desde el inicio del estudio sobre el maltrato infantil la razón por la cual los padres maltratan a sus hijos ha sido una de las cuestiones que mayor interés ha suscitado en la investigación sobre este fenómeno.

Uno de los factores que parecía ser una constante desde los primeros estudios era que la mayoría de estos padres tenían historias de infancia caracterizadas por el rechazo, la desatención y los malos tratos infantiles.

A partir de entonces, la hipótesis de que las personas víctimas de malos tratos tenían una alta probabilidad de convertirse en maltratadores de sus hijos comenzó a tener gran fuerza. Durante la década de los 70 los resultados favorables de algunas investigaciones, así como la mención de esta relación en algunas revisiones de la época (Spinetta y Rigley, 1972; Van Stolk, 1972; Fontana, 1973; Baldwin y Oliver, 1975) llevaron, a pesar de la disparidad de los resultados encontrados, a la aceptación mayoritaria de esta hipótesis por parte de investigadores y profesionales del sistema de protección infantil. Esta aceptación mayoritaria llegó a provocar situaciones de auténtica discriminación hacia los padres y madres con una historia de abuso, quienes veían rechazadas sus peticiones sobre la custodia de sus hijos al considerarse que su historia infantil era una prueba irrefutable de su inadecuación como padres (Kaufman y Zigler, 1989).

Las décadas de los 80 y de los 90, sin embargo, han contribuido a situar con mayor objetividad las relaciones entre una historia infantil de malos tratos y la condición de los padres como maltratadores. Se han cuestionado los altos porcentajes de transmisión encontrados debido fundamentalmente a los numerosos problemas metodológicos presentes en las investigaciones realizadas (Kaufman y Zigler, 1987, 1989; Burgess y Youngblade, 1988; Widom, 1989; Knutson, 1995). Se detectaron problemas relacionados con la escasa representatividad de las muestras utilizadas, la carencia de grupos de comparación entre sujetos, el conocimiento que tenían las personas que recogían la información sobre la historia de infancia de los padres de su estatus como maltratadores, o el problema tanto de la ausencia de definición del maltrato infantil utilizada por el investigador como la utilización de definiciones poco consensuadas del término, entre otros.

En la actualidad, a pesar de que algunos de estos problemas han sido resueltos, la investigación sobre la transmisión intergeneracional del maltrato infantil sigue recibiendo críticas basadas en la permanencia de algunas dificultades típicas de este tipo de investigaciones (Ertem, 2000). Por ejemplo, el hecho de que la mayoría de las investigaciones sigan siendo retrospectivas, analizándose la historia infantil de los padres una vez conocido su estatus como maltratadores. Recordemos que este hecho provoca lo que Garmezy (1983) denominó «error etiológico», error que consiste en que, mientras que retrospectivamente la historia de maltrato conduce de forma aparentemente inevitable a maltratar, prospectivamente haber sido maltratado no lleva necesariamente al maltrato. La dificultad estriba en que estos estudios retrospectivos no son capaces de detectar la proporción de personas adultas con historias de maltrato que no maltratan a sus hijos, perdiéndose una perspectiva importante sobre la transmisión del maltrato y provocando una importante sobreestimación en las tasas obtenidas (Kaufman y Zigler, 1987).

Pero, al margen de las críticas metodológicas, para los investigadores sigue teniendo un enorme interés el conocimiento de los procesos por los que una historia infantil negativa influye en las personas predisponiéndolas a experimentar a lo largo de su vida toda una serie de experiencias relacionales negativas, entre las cuales se encuentra la propia repetición del ciclo de maltrato. Las investigaciones realizadas en los últimos años con diferentes planteamientos metodológicos obtienen resultados que no siempre apoyan la existencia de este ciclo. Mientras que algunos de los estudios longitudinales de la década de los 90 (Smith y Thornberry, 1995; Widom, 1989; Zingraff, Leiter, Myers y Jonsen, 1993) señalan con cierta claridad que una experiencia de maltrato en la infancia constituye un importante factor de riesgo para desarrollar un comportamiento maltratante como adulto, en otros casos, la historia de maltrato infantil de los sujetos no parece incrementar en los sujetos este riesgo (Altemeier, O’Connor, Sherrod y Tucker, 1986).

La cuestión de la historia de maltrato físico como factor de riesgo para el maltrato físico infantil parece haberse planteado en los últimos años en unos términos que permiten proponer una línea de estudio interesante. Dados los problemas metodológicos que se achacan a estos estudios y los resultados a veces discrepantes de los mismos, se ha planteado la posibilidad de que la historia de maltrato físico infantil no sea un factor de riesgo, careciendo de relevancia causal en la explicación del maltrato. Bajo este supuesto, simplemente se trataría de un «marcador», en el sentido de que aparece y se detecta en los casos en que se da maltrato infantil porque se encontraría asociado a la existencia de otros factores de riesgo (ausencia de apoyo social, estilo de apego inseguro, etc.) que serían los que ejercerían su influencia causal (De Paúl y Arruabarrena, 2001).

La propuesta que se hace en este estudio será la de profundizar en el rol que la historia de maltrato físico infantil tiene en la hipótesis de la transmisión intergeneracional, analizando el fenómeno a partir de dos fuentes diferentes: la de los padres y madres y la de sus hijos. La mayor parte de las investigaciones existentes en este campo obtienen la información a partir de una única fuente: la de los propios padres identificados como maltratadores por los Servicios de Protección Infantil, lo que puede incorporar sesgos en los resultados puesto que algunos de estos padres pueden declarar haber sufrido maltrato en la infancia como forma de justificar su condición de maltratadores, corriéndose un cierto riesgo de sobrerrepresentación.

La investigación propuesta utiliza como fuente inicial a los hijos que informan tanto de los recuerdos sobre su historia infantil de maltrato físico como de su potencial de maltrato adulto. A partir de esta información inicial los padres, desconocedores de la condición como maltratadores o no maltratadores en que les ha colocado la información proporcionada por sus hijos, informan de sus propios recuerdos sobre la historia de maltrato infantil. Otra ventaja de la presente investigación es que a pesar de ser un estudio retrospectivo, al no reducirse a los padres maltratadores, sino también al resto de los padres no maltratadores, existe la posibilidad de valorar la proporción de padres maltratados en la infancia que no perpetúan el ciclo.

Metodo

Participantes

Muestra de estudiantes

Se trata de una muestra compuesta por un total de 574 estudiantes de formación profesional y universitarios que accedieron a participar en esta investigación de manera voluntaria. Estos estudiantes pertenecen a los últimos cursos de todas las especialidades de dos centros de Formación Profesional de la comunidad de Cantabria (uno rural y otro urbano), y al segundo curso de todas las especialidades de la Diplomatura de Magisterio de la Universidad de Cantabria. La media de edad de los estudiantes participantes en la investigación es de 19 años (SD= 2,6) y un rango que va desde los 16 hasta los 34 años. La mayoría de los sujetos de la muestra tienen entre 16 y 21 años, situándose casi el 86,7% entre los 19 y 21 años. De entre todos estos sujetos un 56% son mujeres frente a un 44% que son varones. Por otro lado, el 49,75% de la muestra pertenece a medio urbano, mientras que el 50,25% pertenecen al medio rural.

Todos estos sujetos completaron el Childhood History Questionnaire, CHQ (Milner, Charleswort, Gold, Gold y Friesen, 1988) y el Inventario de Potencial de Maltrato, CAP (Milner, 1986). Los casos que integran el grupo de sujetos con recuerdos de haber sufrido una historia de maltrato físico infantil son todos aquellos que declaran recordar haber sufrido alguna de las siguientes situaciones: (1) conductas de castigo físico sin secuelas (bofetadas, tirones de pelos…) en una alta frecuencia; y/o (2) alguna de las secuelas, independientemente de su frecuencia (moratones, fracturas, etc.). El número de sujetos que integran este grupo es de (n= 50). El grupo de sujetos sin recuerdos de una historia de maltrato físico infantil está integrado por todos aquellos que declaran no recordar haber sufrido este tipo de conductas por parte de sus padres en la infancia. Este grupo está compuesto por un total de (n= 524).

Muestra de padres y madres

Fueron seleccionados para integrar esta muestra todos los padres y madres de aquellos sujetos que recordaban haber recibido maltrato físico en su infancia, así como una proporción de padres y madres de aquellos sujetos que informaron no recordar haber sido maltratados físicamente en su infancia seleccionados al azar.

La muestra de los padres quedó constituida por un total de 311 sujetos, de los cuales 169 eran madres y 142 padres. Todos estos padres y madres accedieron voluntariamente a participar en la investigación contestando al Childhood History Questionnaire (Milner, Charleswort, Gold, Gold y Friesen, 1988). De los padres que accedieron a participar en la investigación, un total de (n= 63) integran el grupo de padres y madres maltratadores físicos (32 y 31, respectivamente), mientras que el resto de padres y madres (n= 248) (111 y 137, respectivamente) integran el grupo de padres y madres no maltratadores. La media de edad de este grupo es de 48 años, en un rango que va desde los 36 hasta los 68 años (SD= 6,5).

Instrumentos

Cuestionario de Historia Infantil (Childhood History Questionnaire, CHQ). El CHQ es un autoinforme que recoge información acerca de la historia de maltrato en la infancia. Contiene una serie de preguntas relacionadas con la presencia y frecuencia (nunca, rara vez, ocasionalmente, a menudo, muy a menudo) de conductas de maltrato físico (cachetes, bofetadas, patadas, puñetazos y tirones de pelo) y de secuelas de maltrato físico (moratones, heridas, cortes, dislocaciones, quemaduras y fracturas de huesos). Además se formulan preguntas sobre la presencia y frecuencia de comportamientos de abuso sexual (toques inapropiados, contacto sexual, penetración/violación y exhibicionismo). Se proporciona un espacio en cada uno de los ítems arriba indicados para que el sujeto señale la identidad del agresor (padre, madre, tío, etc.). Se solicita información al sujeto sobre tales conductas y sobre las secuelas ocurridas antes y después de los 13 años de edad. A los efectos de esta investigación se han evaluado únicamente los ítems referidos al castigo físico.

Se han realizado algunas modificaciones sobre el cuestionario original, algunas de las cuales obedecen a un criterio cultural, debido a que la consideración de severidad de determinadas conductas de maltrato físico en España puede ser diferente. Por ejemplo, en nuestro país no es comparable en severidad un empujón a un puñetazo o un arañazo a un corte. Por ese motivo se han combinado las conductas de una severidad similar en cada categoría de respuesta, para poder valorar con mayor objetividad la intensidad en las conductas de malos tratos. Igualmente se han cambiado las figuras familiares que pueden maltratar al sujeto. Puesto que nuestro interés está centrado únicamente en el maltrato infantil realizado por los padres y madres, hemos reducido las posibilidades de respuestas sobre los perpetradores del maltrato a estos dos casos.

Diversas investigaciones han utilizado el CHQ para evaluar la frecuencia de situaciones de maltrato físico y abuso sexual (De Paúl, Milner y Múgica, 1995; Milner, Robertson y Rogers, 1990) y para establecer diferencias entre sujetos víctimas y no víctimas de dichas situaciones (Casanova, Domanic, McCanne y Milner, 1994; Crouch, Milner y Caliso, 1995).

Los datos sobre la consistencia interna del cuestionario obtenidos con muestras americanas (Milner et al., 1990) y españolas (De Paúl, Milner y Múgica, 1995) son adecuados. En el estudio realizado por Milner et al. (1990) se aplicó este instrumento a una muestra de 375 sujetos con una edad media de 19 años, mientras que en el estudio realizado por De Paúl et al. (1995) se aplicó a una muestra de 258 sujetos con una media de edad similar a la anterior, obteniéndose unos coeficientes alpha de .88 y .87, respectivamente.

Inventario de Potencial de Maltrato Infantil (Child Abuse Potential Inventary, CAP). El inventario CAP es un cuestionario autoaplicado diseñado para detectar padres/madres que maltratan físicamente a sus hijos o evaluar el nivel de riesgo que tiene un padre/madre de llegar a hacerlo (Milner, 1986). Está compuesto por 160 ítems que responden a un formato de respuesta «De acuerdo-En desacuerdo». El inventario contiene una escala de abuso y tres escalas de validez (deseabilidad social, respuesta al azar e inconsistencia). El inventario CAP ha sido validado para población española (De Paúl, Arruabarrena, Múgica y Milner, 1999), mostrando una adecuada fiabilidad y validez discriminante y de constructo. La escala de Abuso está compuesta por 73 ítems que se agrupan en cinco dimensiones (malestar psíquico, rigidez, infelicidad y problemas de relación social, problemas con la familia y problemas con los hijos) similares a las obtenidas en la Escala de Abuso original. La consistencia interna de la Escala de Abuso es de .96 para la versión original y de .95 para la versión española. Con la utilización de una «puntuación de corte» de 32 puntos, la capacidad de la versión española de la Escala de Abuso para clasificar correctamente a sujetos maltratadores físicos y no maltratadores es de 83,7% (De Paúl, Arruabarrena, Múgica y Milner, 1999). Dado que la Escala de Abuso contiene ocho ítems referidos a los propios hijos y que ninguno de los sujetos de la muestra tenían hijos, los participantes recibieron la consigna de no contestar a estos ítems. Como criterio para establecer una puntuación de corte aplicable a esta muestra el mantener un porcentaje de sujetos clasificado como alto-riesgo similar al observado en la aplicación a la población general, la puntuación de corte de la Escala de Abuso se estableció en 29 puntos.

En nuestro estudio hemos utilizado las puntuaciones obtenidas por los sujetos en la Escala de Abuso para clasificarlos en dos grupos: de alto y bajo riesgo. Se ha utilizado como puntuación de corte 29 (puntuación aconsejada tras el proceso de validación del instrumento en el Estado español). Grupo de alto riesgo: sujetos cuyas puntuaciones en la Escala de Abuso están por encima de la puntuación de corte 29. Grupo de bajo riesgo: sujetos que obtienen en dicha Escala de Abuso una puntuación inferior a 29.

Procedimiento

Todos los estudiantes de nuestra investigación completaron los cuestionarios CHQ y CAP en grupo. Se solicitó del jefe de estudios de cada centro que antes de entrar los investigadores en las aulas proporcionase a los alumnos un código personal que cada sujeto debía escribir en la primera hoja de respuestas de cada instrumento. La lista de los alumnos con sus códigos personales debía permanecer en el centro para preservar el anonimato de los participantes. A partir de estos datos se solicitó a los jefes de estudio un listado con las direcciones de los estudiantes a partir de sus códigos, con el fin de poder utilizar a sus padres si accedían a participar en la investigación. Posteriormente los investigadores ofrecían una serie de instrucciones sobre la realización de los cuestionarios procediéndose a la entrega del paquete. El tiempo aproximado de aplicación colectiva fue aproximadamente de 60 minutos.

Una vez que fueron obtenidos los datos de esta muestra se procedió a un primer análisis de los mismos para formar los subgrupos mencionados anteriormente, sujetos con historia infantil de maltrato físico y sujetos sin historia de maltrato. A partir de estos subgrupos se procedió a la selección de la muestra de padres y madres.

El procedimiento empleado para el contacto con los padres consistió en el envío de una carta de presentación de la investigación a cada familia por parte de los directores de los centros educativos informando de que alguna persona relacionada con la investigación podría pasar por sus domicilios para pedirles su colaboración en la misma. A los pocos días se visitaba el domicilio, sin que la persona que acudía conociera el estatus de los padres como maltratadores o no. Si los padres decidían colaborar se les explicaba la forma de realizar los cuestionarios, subrayando el carácter anónimo de los mismos y pidiéndoles que los contestasen individualmente y en privado. A los pocos días la misma persona procedía a recogerlos.

Resultados

Recuerdos de una historia de maltrato físico en la infancia

Según los resultados obtenidos en la presente investigación un 8,7% de la muestra de hijos declaran tener recuerdos de haber recibido malos tratos físicos en la infancia por parte de sus padres. En el caso de los varones el 10,27% declara tener recuerdos de maltrato físico en la infancia, en el de las mujeres el 7,16% informa de estos recuerdos. En cuanto al autor del maltrato, el 46% de los hijos con recuerdos de maltrato responsabilizan del abuso al padre, el 34% a la madre y en el 20% de los casos dicen haber sufrido malos tratos tanto por parte del padre como de la madre.

Por último, la edad a la que estos sujetos recuerdan haber sufrido malos tratos físicos ha sido antes de los trece años en el 48% de los casos, reduciéndose a un 14% aquellos que declaran haberlos sufrido después de esa edad. El porcentaje de sujetos que declaran recordar haber sufrido maltrato físico antes y después de esa edad se eleva al 38%.

Respecto a la muestra de padres y madres de nuestra investigación se ha comprobado igualmente la proporción de sujetos que recordaban haber sufrido maltrato físico en la infancia por parte de sus padres. En el caso de las madres, un 8,9% recuerdan haber sido maltratadas físicamente en su infancia, mientras que en el caso de los padres la proporción de los que notifican recordar haber sufrido malos tratos físico se eleva al 9,7%.

Recuerdos en la muestra de hijos sobre la historia infantil de maltrato físico y potencial de maltrato

Para analizar la relación entre el recuerdo del maltrato físico y el potencial de maltrato se procedió a comparar la puntuación en la Escala de Abuso del Inventario CAP de aquellos sujetos de la muestra de hijos que notificaron recuerdos de maltrato físico con la de aquellos que notificaron no tener dichos recuerdos. Los datos obtenidos señalan que aquellos hijos que notifican recuerdos de malos tratos físicos presentan puntuaciones significativamente más altas en la Escala de Abuso (M= 29,84 SD= 11,05) que aquellos que notifican no recordar haber sido objeto de malos tratos físicos en su infancia (M= 22,34, SD= 10,41) t= 4,60, p<.0001.

De igual forma, las puntuaciones obtenidas por los hijos con recuerdos de maltrato en el factor Malestar Psicológico (M= 14,52, SD= 6,73) y en el factor relacionado con los Problemas con la Familia (M= 3,56, SD= 2,53) son significativamente más altas que las obtenidas por aquellos otros que han declarado no recordar haber sufrido malos tratos físicos en la infancia (M= 10,95, SD= 6,59), t=-3,59, p<.001 y (M= 1,52, SD= 1,74), t= -5.56, p<.0001, respectivamente. No se encontraron, sin embargo, diferencias significativas ni para el factor rigidez ni para el factor infelicidad. Los resultados pueden verse en la Tabla 1.

Para un análisis más detallado de las diferencias en el potencial de maltrato entre quienes recuerdan haber sufrido malos tratos físicos de quienes no recuerdan haberlos recibido, se procedió a clasificar a todos los sujetos de la muestra de hijos en dos grupos diferenciados respecto a su potencial de maltrato. La puntuación utilizada para clasificar a los sujetos en alto y bajo riesgo de maltrato como se ha señalado ha sido (29). Los resultados demuestran la existencia de relaciones estadísticamente significativas entre el recuerdo de haber sufrido o no maltrato físico y la condición de los sujetos como de alto o bajo riesgo X2= (1,N= 542)= 6,84; p= .009. En nuestro caso el 42,9% de los hijos con recuerdos de haber sufrido maltrato físico pueden ser considerados con un alto riesgo para el maltrato futuro, mientras que entre los hijos sin recuerdos de haber sido maltratados se reduce a un 25,5% los que pueden ser considerados con un alto riesgo para el maltrato futuro.

Transmisión intergeneracional: Padres/Madres-Hijos

Se ha examinado la relación entre la variable recuerdos de una historia infantil de maltrato físico en los padres y madres de nuestra investigación y su condición como padres y madres maltratadores físicos. El objetivo pretendido con este análisis ha sido conocer la proporción de padres que han continuado el ciclo de maltrato físico.

Respecto a las madres que integran la muestra global de padres de nuestra investigación, no hemos encontrado diferencias significativas entre aquellas que han declarado haber recibido maltrato físico en su infancia de quienes no, respecto a su condición como madres maltratadoras X2 (1, N= 169)= 0,49; p= .48. Un 13,3% de hijos que declaran haber sufrido malos tratos físicos de parte de sus madres tienen madres que declaran igualmente haber sido maltratadas físicamente en la infancia, mientras que cuando las madres no recibieron malos tratos físicos en sus infancia el porcentaje de hijos que declaran haber sido maltratados por sus madres es del 5,2%.

Respecto a los padres tampoco hemos encontrado diferencias significativas entre aquellos que han declarado haber recibido maltrato físico en su infancia de quienes no, respecto a su condición como padres maltratadores X2 (1, N= 142)= 0,11; p= .73. Un 14,3% de hijos de los que declaran haber sufrido malos tratos físicos de sus padres tienen padres que declaran igualmente haber sido maltratados físicamente en la infancia. Mientras que cuando los padres no recibieron malos tratos físicos en sus infancias el porcentaje de hijos que declaran haber sido maltratados por sus padres es del 7,7%.

Discusión y conclusión

El objetivo central de nuestra investigación ha sido comprobar en qué medida el recuerdo de haber recibido malos tratos físicos en la infancia predispone a las personas que lo sufren, cuando son adultos, a maltratar también físicamente a sus hijos y, si esto es así, en qué proporción de sujetos ocurre. Para llegar a cubrir este objetivo se analizaron dos generaciones de sujetos: la de un grupo de estudiantes (muestra de hijos) y la de sus padres. Los recuerdos de una historia infantil de maltrato físico en la infancia de los padres se ha relacionado con los recuerdos de una historia infantil de maltrato físico en sus hijos. Asimismo, el recuerdo de una historia de maltrato infantil de los hijos se ha relacionado con su potencial de maltrato infantil.

Los resultados de esta investigación apoyan tan solo parcialmente la hipótesis de que una historia de maltrato físico constituye un factor de riesgo en relación con el potencial para convertirse en maltratadores físicos en la vida adulta. El recuerdo de los hijos de haber sufrido maltrato físico en la infancia no se ha encontrado significativamente relacionado con el recuerdo de sus padres sobre su propia historia de maltrato físico. Para los padres y madres de nuestro estudio, el recuerdo de una historia infantil de maltrato físico no consiguió incrementar significativamente su predisposición a maltratar físicamente a sus hijos respecto a aquellos padres que declaran no recordar haber sufrido esta historia.

Por otro lado, la tasa de transmisión intergeneracional encontrada respecto a esta primera generación de padres es bastante más baja que la aceptada actualmente entre investigadores, situada entre el 25 y 35% de los casos (Kaufman y Zigler, 1987; Gelles y Loseke, 1993) y prevista en nuestra investigación. Nuestros datos encuentran que tan solo el 14,3% de los padres y el 13,3% de las madres con recuerdos de maltrato infantil tienen hijos que declaran haber recibido maltrato en su infancia.

Como hemos mencionado, uno de los problemas metodológicos que suelen padecer este tipo de estudios alude a la utilización de muestras clínicas como población objeto de estudio. Este tipo de muestras, obtenidas generalmente a través de fuentes como son los servicios sociales o los registros de casos de protección infantil, poseen una serie de características, precisamente las que les hacen usuarias de estos servicios, consideradas como variables de riesgo para la ocurrencia del maltrato infantil. Es difícil en dichas circunstancias discriminar en qué medida es la historia infantil de maltrato la que lleva a estos padres a maltratar o es el conjunto de estas características de riesgo lo que perpetúa el ciclo de malos tratos, siendo responsables además de las altas tasas encontradas. En nuestra investigación, la muestra utilizada no es una muestra clínica, lo que podría haber provocado esta disminución sobre la tasa de transmisión prevista.

Por otro lado, existe evidencia de que, cuando en la segunda generación se investiga más de un tipo de maltrato, esta hipótesis encuentra un apoyo mayor, mientras que cuando se investiga un solo tipo de maltrato en ambas generaciones las tasas encontradas suelen ser más bajas (Hunter y Kilstrom, 1979; Goodwin et al., 1983; Pianta et al., 1989). En nuestro caso tan solo hemos investigado la transmisión intergeneracional a partir de una única categoría de maltrato recordado (maltrato físico), lo que podría afectar igualmente a las tasas obtenidas en nuestra investigación. Sería aconsejable, sin embargo, que en investigaciones futuras sobre el tema se contemplase la posibilidad de que la transmisión siguiera caminos diferentes a la repetición de un único tipo de maltrato. El hecho de que la violencia sólo engendre violencia tan sólo es una posibilidad de entre las muchas existentes, pudiendo generarse otro tipo de situaciones de malos tratos, incluso podría plantearse la posibilidad de que la transmisión del ciclo se produjese dentro de la misma generación, por ejemplo, entre hermanos. La evidencia de que una proporción importante de padres que maltratan a sus hijos han tenido experiencias infantiles negativas, así como rupturas en las relaciones con sus propios padres, sin que necesariamente hayan sufrido formas de maltrato iguales a las que ellos utilizan parece avalar estos argumentos.

Los resultados obtenidos con la muestra de los hijos de nuestra investigación sí ofrecen apoyo a la hipótesis establecida respecto a la consideración de la historia de maltrato físico como un factor de riesgo en relación con el maltrato adulto. Estos datos sugieren que una elevada proporción de los hijos (41,7%) que declaran recordar una historia infantil de maltrato físico presentan puntuaciones elevadas en la Escala de Abuso. Resultados similares se han encontrado en investigaciones internacionales (Caliso, 1986; Milner et al., 1990; De Paúl et al.,1995; Litty et al., 1996; Merril, Thomsen, Gold y Milner, en prensa). Las elevadas tasas encontradas en la mayor parte de las investigaciones citadas pueden ser consecuencia de haberse evaluado tan solo la probabilidad futura de maltratar y no el maltrato ejercido, como en el caso de los padres, lo que hace posible que algunos de estos sujetos no lleguen a maltratar, convirtiéndose en falsos positivos.

En nuestra investigación, la posibilidad de analizar los recuerdos de la historia de maltrato físico infantil tanto del grupo de padres y madres cuyos hijos han declarado recordar haber sufrido malos tratos por su parte, como de aquellos otros padres cuyos hijos no recuerdan haber recibido malos tratos nos ha permitido conocer la elevada proporción de padres y madres que consiguen romper este ciclo. Recordemos que el no dar acceso a este tipo de padres en buena parte de las investigaciones en que se investiga este ciclo constituye un importante sesgo al que se ha achacado la sobreestimación de las tasas de transmisión intergeneracional encontradas (De Paúl, 2001).

La importancia que todavía hoy se concede a una historia infantil de maltrato como factor determinante de la transmisión intergeneracional de este ciclo debe ser considerada con cautela debido a los importantes sesgos metodológicos que presiden aún buena parte de las investigaciones que se encargan de su estudio y la disparidad de resultados obtenidos en las mismas. Se necesita seguir acumulando conocimiento sobre esta hipótesis a partir de metodologías diversas que permita responder a los interrogantes claves planteados para el entendimiento de este fenómeno e ir progresivamente eliminando muchos de estos sesgos. Por último, sería aconsejable promover la investigación de este fenómeno de la transmisión intergeneracional en distintos países para conocer en qué medida este fenómeno es generalizable y si existen diferencias culturales que incorporen características específicas en el mismo.

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