La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.
Psicothema, 2003. Vol. Vol. 15 (nº 2). 336-338
Alfredo Fierro
REVISION DE LIBROS/BOOK REVIEW
A comienzos del siglo XXI ya no quedan psicólogos en el mundo que se atrevan a encarar la antiguamente frecuente tarea de proponer una Psicología completa, una Psicología general que suponga un marco conceptual, teórico y empírico en el que practicar el análisis que le es propio al comportamiento humano en su totalidad, en su género o en su abstracción. En este panorama pocos son los autores españoles que se están atreviendo a distanciarse de lo inmediato y a proponer nuevos intentos de Psicologías a la vieja usanza prepostmoderna. Uno de los más destacados, Alfredo Fierro, acaba de sacar al mercado una de las obras más interesantes del pensamiento psicológico español de los últimos años, «Personalidad, persona, acción. Un tratado de Psicología», que aquí se comenta.
Repárese en el título del libro. Porque estamos ante un tratado, y no ante una revisión. Como el propio autor destaca, nadie debe esperar encontrar en las casi 400 páginas escritas por Fierro retahílas inacabables de referencias bibliográficas recientísimas de las que tantas veces nos valemos para ocultar mediocridades o para impresionar a la comunidad científica. En su lugar tenemos pocos autores, bien citados, todos ellos resistentes al paso, al menos, de algunos lustros. Nadie debe esperar encontrar en el tratado de Psicología de Fierro un eclecticismo interesado del tipo en-el-fondo-todos-teníamos-razón-y-no-nos-habíamos-dado-cuenta tan habitual hoy en día. En su lugar se presenta una Psicología crítica, es decir, dotada de un criterio que separa, ordena, discrimina y valora diferencialmente los contenidos sobre los que recae. Es «Un tratado de Psicología», y, por tanto, la más que notable variedad de contenidos que se recoge en cien epígrafes no se limita a mostrarlos yuxtapuestos (como con tantísima frecuencia ocurre en los textos y manuales de Psicología, como si el todo fuera, ni siquiera la suma, no más que la yuxtaposición de las partes), sino que se presentan estructurados, unificados por la lógica que les ha convocado justamente a ellos y en ese justo orden y ocasión.
La primera parte de la obra pretende despachar uno de los ámbitos más asentados de desarrollo de la Psicología de la Personalidad en los últimos 40 años. Los aspectos estructurales del psiquismo humano, tal y como han sido entendidos en la tradición rasguista, después factorialista, se van repasando sin que notemos al autor particularmente entusiasmado por este nivel de análisis del psiquismo. Así, en un juego ambivalente, estos contenidos son destacados como importantes, pero justamente su colocación en un momento tan inicial del tratado y la escasa referencia que se hace a ellos en las partes más resolutivas de la obra indica a las claras el carácter decepcionantemente incompleto que tendría cualquier Psicología que pretendiera terminarse ahí. Fierro practica así un curioso reconocimiento de toda una tradición de investigación sobre la Personalidad humana y, al mismo tiempo, una negación de la relevancia que con mucha frecuencia (por ejemplo, Eysenck) la Psicología factorialista se ha querido atribuir como el marco de referencia fundamental para la comprensión del comportamiento humano. La lista de asuntos repasados en este primer momento es escolar y escolástica, y nos suenan más o menos a todos: dimensiones frente a categorías, explicación frente a descripción factorial, el análisis factorial, enfoques monorrasguistas y multirrasguistas, el análisis léxico, los cinco grandes factores de Personalidad, los descriptores de Personalidad como estados pasajeros frente a rasgos permanentes, la estabilidad y consistencia del comportamiento, la plasticidad y resistencia al cambio de la conducta. Hasta los estudios ATI de Cronbach aparecen colocados en el punto justo de este momento del discurso.
Y una vez cumplido el trámite, Fierro comienza a disfrutar del progreso del tratado hacia cuestiones cada vez más relevantes, cabales y genuinas de la Psicología. La segunda y tercera parte de la obra pretende presentar un recorrido por aspectos cada vez más funcionales de la Personalidad, recogiendo los principales temas que se han convertido en clásicos en este ámbito sin necesidad de compartir plenamente los argumentos igualmente clásicos que se han tejido alrededor de tales temas. Asuntos como la motivación y sus complejas relaciones con la estimulación, o todas las teorías sobre la necesidad que los doctores de la Academia han escrito, o el afrontamiento, el abrasamiento o el desvalimiento (a este respecto, es de agradecer que Fierro escriba «afrontamiento» y no «coping», «abrasamiento» y no «burn-out», y «desvalimiento» como una traducción para ciertas acepciones de «helplessness» más correcta que la habitual «indefensión»), se presentan no sólo por su condición de «contenidos oficiales de la Psicología», sino por ser piezas del razonamiento que esta obra completa pretende desarrollar. Y es en estas páginas cuando la propuesta teórica de Fierro comienza a quedar clara: se trataría de intentar una Psicología centrada en la conducta, principalmente funcional por tanto, pero distinta a todos los conductismos que en el mundo han sido. Fierro no duda de que el objeto de estudio de la Psicología no puede ser otro que la acción, y aunque se matiza y se distingue este concepto de otros como «conducta», «comportamiento» o «actividad», la tesis del autor supone sobre todo una desautorización de la gran mayoría de la Psicología de la Personalidad, de orientación mentalista, y para la cual la conducta ha tenido siempre la consideración secundaria de sombra, más o menos fiel, de una realidad mental protagonista. Así, en «Personalidad, persona, acción» parece notarse una relación de amor y odio con el conductismo tradicional que dota al conjunto de la obra de una interesante tensión. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el texto de Fierro practica algunas ideas clásicas en Psicología de la Personalidad, sin que esté claro si estas ideas acercan al autor a los objetivos antes señalados o, por el contrario, dificultan que los pueda alcanzar plenamente; me estoy refiriendo, por ejemplo, a esa siempre problemática distinción «interno/externo» en Psicología que tantas veces se ejercita a lo largo del libro, o esa concepción de la acción humana en términos fisicalistas topográficos, quizá infiel a la propia naturaleza definitoria de la acción humana, y que amenaza con ensombrecer la apoteosis final que el autor había preparado para los capítulos finales de su texto.
Porque la cuarta y última parte, «El curso de la acción», deja cierta sensación agridulce en el lector. Junto con la continuación de la brillantez argumentativa y expositiva que caracteriza a toda la obra, no deja de sentirse igualmente una leve decepción que probablemente no deba atribuirse al autor, sino a las elevadas expectativas que el público podría haberse hecho ante la resolución de un tratado que se construye sobre premisas prometedoras, arriesgadamente sensatas. Encontramos aquí ya el «en el principio era la acción» de Goethe, que encabeza el capítulo final, así como juicios correctores particularmente lúcidos acerca de las Psicologías mentalistas de la Personalidad al uso. Pero el caso es que el camino que Fierro fue recorriendo a lo largo de la obra parecía conducir (o, mejor dicho, le parecía conducir al que escribe estas líneas, que, como no puede ser de otra forma, ha practicado ciertas lógicas de la psique más que otras) hacia una Psicología materialista, de tipo adualista y dialéctica, de forma que resulta una cierta sorpresa encontrarse con el determinismo recíproco de Bandura como propuesta básica de Fierro desde la que construir la Psicología y como meta final a la que se llega tras desarrollar los presupuestos de una Psicología centrada en la acción antes comentados. Y no es que la lógica de Bandura no tenga una valía defendible como marco en el que apresar el estudio del psiquismo humano (en especial en comparación con la tradición mentalista en Psicología de la Personalidad, a la que en cierta medida pretende sustituir a pesar de que en cierta medida se limita a continuar), sino es que quizá algún lector se quede con la sensación de que desarrollando al límite las propias posiciones de partida de Fierro se podría haber llegado aun más lejos.
Y, así, por ejemplo, llama la atención la forma en como el autor descarta una serie de modelos, que en esta obra se denominan «transaccionales», y en donde el psiquismo y la situación no son vistos como entidades sustantivas previas a su relación interactiva sino como realidades psicológicas que justamente se constituyen como tales con motivo de su relación, esto es, algo por otro lado tan sencillo o tan complicado como considerar al psiquismo y al contexto como conceptos radicalmente relativos o relacionales (¿no habíamos quedado en que en el principio era la acción?). Quizá, y en relación al juicio que Fierro realiza de estas teorías, cabría preguntarse si no es en ellas en donde se ejecuta una Psicología verdaderamente adualista, y particularmente potente al estar libre de las habituales ataduras que una visión dualista y trascendente del psiquismo y su contexto conlleva (por otro lado, la referencia a Pervin y Lewis, 1978, quizá no sea la más adecuada para referirse a estas Psicologías; en Pérez Álvarez, 1996, por ejemplo y sin ir más lejos, se puede encontrar un ejercicio más conveniente de este tipo, y un reconocimiento de las virtudes y los problemas del determinismo recíproco banduriano como marco para una Psicología interaccionista). Y cabría preguntarse también si no es en estos modelos en donde se estudia de una forma auténticamente radical y exclusiva la tan alabada interacción tras la que Fierro (¿y quién no en la Psicología de la Personalidad de los últimos 25 años?) dice hallarse en busca. Planteo así un par de cuestiones particularmente complejas y personalmente irresueltas, a sabiendas de que la valía académica e intelectual del autor podría ser de ayuda para su resolución.
Tan sólo quisiera plantear un asunto más antes de terminar. Como ha sido comentado, Fierro termina viendo en Bandura la principal de las propuestas de referencia en las que enmarcar su Psicología de la acción. Y cabría proponer a la consideración del autor la idea de que quizá los planteamientos teóricos de «Personalidad, persona, acción» estarían más cercanos a la obra de Staats que a la del propio Bandura, tal y como, por ejemplo, Staats los ha presentado en sus obras programáticas más recientes (Staats, 1975/1975, o muy especialmente 1996/1997). Sin embargo, en el texto Fierro se limita a dedicar al autor de «Personalidad y conducta» una referencia menor (por otro lado, tampoco extraña la poca atención que Fierro presta a Staats si tenemos en cuenta la inexplicablemente escasa presencia de Staats en los manuales o en los programas de Psicología de la Personalidad, a pesar de las importantes aportaciones que ha hecho en este ámbito).
Poco más queda por añadir. Por más que cada revisor no pueda evitar dejar una pequeña marca de la casa a la que pertenece (y así debe interpretarse el lamento que aquí se ha hecho de que en la obra de Fierro no se defendiera una consideración conceptual estrictamente funcional de la conducta, definida por su finalidad, por su logro, por su intención), es de justicia terminar destacando el agradecimiento debido al autor por el disfrute obtenido de una lectura brillante (por cierto, qué bien escribe Fierro, al menos en relación con los textos de Psicología al uso) que pone a cualquier lector razonablemente a tono con el estado global de la Psicología de la Personalidad. No abundan las ocasiones de conocer reflexiones bien fundadas acerca de estas materias, y es una ocasión que no hay que dejar escapar obtenerlas directamente de la pluma de uno de los pocos sabios que en la Psicología están siendo.
Referencias
Fierro Bardají, A. (1993). Para una ciencia del sujeto. Investigación de la persona(lidad). Barcelona: Anthropos.
Pérez Álvarez, M. (1996). Tratamientos psicológicos. Madrid: Universitas.
Pervin, L.A. y Lewis, M. (Eds.) (1978). Perspectives in interactional Psychology. Nueva York: Plenum Press.
Staats, A.W. (1975/1975). Conductismo social. Méjico: El Manual Moderno.
Staats, A.W. (1996/1997). Conducta y personalidad. Conductismo psicológico. Bilbao: Descleé de Brouwer.