Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.
Psicothema, 2002. Vol. Vol. 14 (nº 3). 564-571
Nekane Balluerka, Arantxa Gorostiaga, Cristina Herce* y Ana María Rivero*
Universidad del País Vasco y * Centro LAUKA de Estudios e Intervención Familiar y Comunitaria
El objetivo del presente estudio consistió en elaborar y examinar las características psicométricas de un inventario destinado a medir el nivel de integración de los menores acogidos en sus familias acogedoras. El instrumento fue creado por un equipo de terapeutas especializadas en Programas de Apoyo y Seguimiento al Acogimiento Familiar y por dos profesoras de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco con amplia formación en Metodología. Se llevó a cabo un análisis preliminar de su fiabilidad y de su validez en una muestra de 90 menores en régimen de acogimiento familiar en la Comunidad Autónoma del País Vasco, con edades comprendidas entre los 7 y los 18 años. Estos datos preliminares parecen sugerir que la consistencia interna, la estabilidad temporal y la validez del inventario son elevadas. Se discuten las posibles aplicaciones del instrumento en la evaluación del éxito o fracaso del acogimiento familiar como medida de protección infantil.
Construction and Validation of an Inventory to measure the level of Adjustment of the fostered Child in the foster Family. The main aim of this study was to construct and examine the psychometric characteristics of an inventory that would measure the level of adjustment shown by fostered children in their foster families. The instrument was created by a team of therapists specializing in programmes to support and monitor the results of family foster care, and by two lecturers from the University of the Basque Country with extensive training in Methodology. A preliminary analysis of the inventory’s reliability and validity was carried out using a sample of 90 fostered children in the Autonomous Community of the Basque Country. Ages ranged from 7 to 18 years old. These preliminary data seem to show that the internal consistency, temporal stability and validity of the inventory are high. The possible applications of the instrument in the evaluation of success or failure of family foster care as a measure of children’s protection are discussed.
El acogimiento familiar, entendido como una medida de protección infantil gestionada por las Instituciones competentes en materia de Servicios Sociales, constituye un fenómeno relativamente reciente en la Comunidad Autónoma del País Vasco. De hecho, hasta la entrada en vigor de la ley 21/1987, no se traspasaron las competencias en esta materia del Tribunal Tutelar de Menores a los Servicios Sociales. En este nuevo contexto se han desarrollado recursos específicos orientados a consolidar el acogimiento familiar como una medida efectiva de protección a la infancia.
En la literatura se constata que los factores que facilitan o dificultan la integración de los menores en la familia acogedora han sido objeto de escasa atención. Este hecho podría estar relacionado con la tendencia imperante en varios países, tales como EE.UU. o Gran Bretaña, de considerar el acogimiento familiar como un recurso transitorio hasta lograr la reunificación familiar (Minty, 1999). Sin embargo, la realidad de nuestro contexto sociocultural más cercano es que la mayor parte de los acogimientos que se formalizan tienden a ser permanentes. Habitualmente, al acogimiento familiar llegan menores procedentes de familias con las que las distintas estrategias de prevención y/o intervención puestas en marcha por los Servicios Sociales han fracasado, y cuyas condiciones de vida y recursos personales permiten establecer un pronóstico negativo sobre su recuperación. Consecuentemente, para la gran mayoría de estos menores, las familias de acogida suponen su única posibilidad de poder disfrutar de una vida familiar normalizada.
Dada la relevancia del acogimiento familiar de larga duración como medida de protección infantil efectiva (Rowe, Hundleby y Garnett, 1989; Fein, Maluccio y Kluger, 1990), es fundamental prestar atención a la calidad de los vínculos que se establecen entre las partes implicadas, así como al nivel de bienestar que presenta el menor acogido. El grado de integración del menor en la familia de acogida puede ser considerado como un buen reflejo de la adaptación del mismo en sus diferentes contextos de interacción, así como de la medida en la que la familia de acogida constituye un recurso terapéutico adecuado para el menor. Además, la integración del menor en la familia de acogida, independientemente de que exista o no un objetivo de retorno, constituye una variable esencial para evaluar el éxito o fracaso del acogimiento familiar.
Aunque la integración de los menores en las familias de acogida no ha sido examinada directamente, se ha estudiado de forma indirecta en investigaciones centradas en los factores ligados al fracaso o al éxito del acogimiento familiar, evaluados, respectivamente, en función de la interrupción imprevista o de la continuidad de los acogimientos familiares (Walsh y Walsh, 1990; Dore y Eisner, 1993; Beatty, 1996); en estudios que han analizado la adaptación individual, familiar y social de adultos que siendo menores permanecieron en régimen de acogimiento familiar, estableciendo posibles relaciones entre la adaptación de los menores en las familias de acogida y el nivel de bienestar alcanzado en la vida adulta (Dumaret y Coppel-Batsch, 1997; Buehler, Orme, Post y Patterson, 2000; Cook-Fong, 2000) y, finalmente, en estudios que han analizado el desarrollo de los menores en acogimiento familiar, estableciendo asociaciones entre el progreso alcanzado por los menores y su grado de integración en la familia de acogida (Clausen, Landvesrk, Ganger, Chadwick y Litrownik, 1998; Palmer, 1998; Whiting, 1998; Jones, 1999; Gries, Goh, Andrews, Gilbert, Praver y Stelzer, 2000; McAuley, 2000).
Las variables relacionadas con la integración de los menores que se han tomado en consideración en estos estudios, pueden agruparse en tres categorías: variables relacionadas con características del menor acogido, variables referidas a la familia acogedora y variables asociadas a la familia biológica.
Dentro de las variables relacionadas con el menor acogido, se han examinado variables de tipo sociodemográfico, tales como el género y la edad del menor (Berridge y Cleaver, 1987; Rowe et al., 1989; Walsh y Walsh, 1990; Mcquaid, 1995; Beatty, 1996; Whiting, 1998; Ferrá, Carballo, Guerra, Panades, Rosello y Vaño, 2000); variables relativas a la historia personal del menor acogido, tales como la gravedad del maltrato sufrido en su familia de origen (Palmer, 1998; Whiting, 1998), el tipo de vínculo de apego establecido con sus progenitores (Palmer, 1998), el consentimiento del menor respecto al acogimiento familiar (Beatty, 1996) y el hecho de haber permanecido previamente en uno o más acogimientos institucionales (Walsh y Walsh, 1990); y, finalmente, variables relacionadas con la personalidad del menor acogido, tales como los problemas de conducta, la incapacidad para afrontar el éxito, el miedo a la intimidad, la necesidad de afecto, las habilidades sociales y las habilidades atléticas, musicales o similares (Mcquaid, 1995; Beatty, 1996).
Con respecto al segundo tipo de variables, es decir, a las variables referidas a la familia acogedora, Walsh y Walsh (1990) examinaron variables sociodemográficas, tales como la existencia de una relación estable entre los acogedores, el mantenimiento de una relación positiva con sus respectivas familias extensas y la edad de los acogedores; variables relativas a la naturaleza de la familia acogedora, tales como el estilo parental, la adaptación de los acogedores a su rol, la coherencia e implicación emocional y la existencia de un clima de sobreprotección en la familia; y otras variables motivacionales y de personalidad, tales como la motivación de los acogedores para el acogimiento y la atracción que sienten hacia los niños o los jóvenes. Asimismo, se han estudiado otras variables como el parentesco familiar existente entre el menor y los acogedores (Iglehart, 1994; Jones, 1999) y la percepción, por parte de los acogedores, del tipo de relación que mantienen con el menor (Mcquaid, 1995).
Por último, entre las variables asociadas a la familia biológica del menor acogido, se ha examinado fundamentalmente la influencia que ejerce el contacto que mantiene el menor con su familia biológica sobre la duración del acogimiento (Walsh y Walsh, 1990).
La escasez de investigaciones que han abordado directamente la integración de los menores en situación de acogimiento familiar, así como la complejidad intrínseca que conlleva la evaluación de esta variable, han traído consigo una carencia de instrumentos de medida adecuados para evaluar la integración del menor. La existencia de múltiples sistemas interrelacionados (familia biológica, familia acogedora, menor, Sistemas de Protección Infantil, etc.) y la presencia de diversos traumas en los miembros de algunos de estos sistemas, dificultan la tarea de elaborar instrumentos fiables y válidos que permitan evaluar el nivel de integración del menor en la familia acogedora y que constituyan indicadores del éxito o fracaso del acogimiento familiar como medida de protección infantil.
Partiendo de estas consideraciones, el presente estudio se llevó a cabo con el objetivo de elaborar y de realizar un análisis preliminar de las características psicométricas de un inventario destinado a medir el nivel de integración del menor acogido en su familia acogedora (IMFA).
Método
Sujetos
En el estudio participaron 93 menores (45 varones y 48 mujeres) que se hallaban en régimen de acogimiento familiar en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV). La media de edad de los sujetos era de 11 años (SD = 3,17), oscilando entre los 7 y los 18. Debido a que 3 de los menores presentaron la máxima puntuación posible en la subescala de Deseabilidad social del IMFA y, por lo tanto, la veracidad de sus respuestas podía ser cuestionada, fueron eliminados del estudio. De esta forma, la muestra quedó compuesta por 90 menores. La distribución de la muestra en función de variables referidas a las características del menor, a la familia de acogida y a la experiencia del acogimiento se presenta en la tabla 1.
Cabe señalar que la muestra no es representativa de la población de menores que se hallan en régimen de acogimiento familiar en la CAPV. De hecho, a fin de no ejercer una influencia negativa sobre el nivel de bienestar del menor y de su familia acogedora, únicamente se seleccionaron aquellos sujetos cuyas familias acogedoras decidieron participar voluntariamente en el estudio y respecto a los que los profesionales responsables del caso consideraban adecuado evaluar su integración en la familia acogedora. De esta forma, la representatividad de la muestra quedó limitada debido a que la mayoría de los menores pertenecían al territorio histórico de Gipuzkoa y estaban integrados en familias que seguían un Programa de Apoyo y Seguimiento al Acogimiento Familiar supervisado por la Excma. Diputación Foral de Gipuzkoa.
Procedimiento
Elaboración del inventario
El inventario fue elaborado por cuatro terapeutas familiares y de pareja, especializadas en Programas de Apoyo y Seguimiento al Acogimiento Familiar y por dos profesoras de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco con amplia formación en Metodología. En la primera fase, se redactaron un total de 60 ítems. 6 de ellos pretendían examinar la sinceridad del menor al responder al instrumento y configuraron la subescala de Deseabilidad social del mismo. Las cuestiones pertenecientes a tal subescala fueron: «Soy el/la más guapo/a de mi barrio», «Todos los niños son mis amigos», «Soy el/la que mejor se porta de toda la clase», «Soy el/la más listo/a del colegio», «Soy el/la mejor deportista de todo el colegio» y «Soy el/la más simpático/a del colegio». El resto de los ítems preguntaba acerca de diferentes aspectos que reflejan el nivel de integración de un/a niño/a en la familia con la que convive. La elaboración de tales ítems partió de una revisión bibliográfica exhaustiva acerca de los principales factores que afectan, de forma directa o indirecta, a la integración del menor. Tras un proceso de consulta con 8 expertos, 4 psicólogos clínicos del área de protección infantil especializados en acogimiento familiar y 4 profesores universitarios con amplia experiencia en este ámbito de estudio, se descartaron 12 ítems debido a que no se asociaban a ninguno de los aspectos de la integración que constituyeron el sustrato teórico para elaborar el IMFA. Así, el inventario quedó constituido por 48 ítems. El formato de respuesta de los ítems se adaptó a una escala tipo Likert con cuatro alternativas: 1.- Nunca, 2.- Pocas veces, 3.- Muchas veces y 4.- Siempre. Se optó por utilizar una cantidad par de alternativas porque ello permite eliminar la incertidumbre asociada a la persona indecisa (Andrich, Jong y Sheridan, 1997; Cheung y Mooi, 1994; Dubois y Burns, 1975; Hernández Baeza, Espejo Tort, González Romá y Gómez Benito, 2001) que, en una muestra de las características de la del presente estudio, puede ser muy alta. Debido a la forma en la que se redactaron los ítems, en algunos de ellos las opciones 3 y 4 expresaban un alto nivel de integración (sentido positivo), mientras que en otros reflejaban un bajo nivel de integración (sentido negativo). Por ejemplo, un ítem de sentido positivo fue: «En mi familia de acogida me tratan igual que al resto de sus hijos/as»; y uno de sentido negativo: «Cuando mis acogedores comentan que yo estoy en acogida, me cuesta sentirme como un miembro más de su familia». Los valores de los ítems pertenecientes al segundo grupo fueron recodificados a fin de que todas las puntuaciones tuvieran una interpretación similar. De esta forma, a cada respuesta se le asignó una puntuación que oscilaba entre 1 y 4, aumentando a medida que mejoraba el nivel de integración del menor en su familia acogedora. En consecuencia, las puntuaciones altas reflejan un adecuado nivel de integración y las bajas un inadecuado nivel de integración en cada una de las dimensiones que configuran el inventario.
Cabe señalar que en la redacción de las cuestiones, se hizo un gran esfuerzo para que éstas resultaran fácilmente comprensibles para los niños susceptibles de responder al inventario. No obstante, a fin de garantizar tal hecho, se llevó a cabo un estudio piloto con 10 niños acogidos, con edades comprendidas entre los 7 y los 10 años. Estos niños leyeron los 48 ítems del inventario e indicaron, en una escala del 1 al 4 (1.- Muy fácil de entender, 2.- Bastante fácil de entender, 3.- Bastante difícil de entender, 4.- Muy difícil de entender), el grado de dificultad de comprensión de cada uno de ellos. Aquellos ítems en los que más de dos niños indicaron tener bastante o gran dificultad de comprensión, fueron reformulados de forma más sencilla. Tras esta reformulación, se les volvió a preguntar si el nuevo ítem resultaba o no comprensible. Ninguno de los ítems reformulados presentó problemas de comprensión tras ser modificado. El inventario para medir el nivel de Integración del Menor en su Familia de Acogida (IMFA) se halla a disposición de todo aquel profesional que lo solicite.
Recogida de datos
La recogida de los datos fue llevada a cabo por cuatro terapeutas familiares y de pareja, quienes administraron individualmente el inventario a cada uno de los menores. Cada terapeuta se encargó de trabajar con los niños y las familias cuyos acogimientos se hallaban bajo su supervisión. Todos los niños participaron voluntariamente y de forma anónima en el estudio.
Análisis
Para el análisis de los datos se utilizó el paquete estadístico SPSS para Windows (versión 9.0). En primer lugar, se examinó la dimensionalidad del inventario mediante un análisis de componentes principales con rotación Varimax. A su vez, se analizó la validez de criterio, para lo que se utilizaron procedimientos de validación diferencial basados en pruebas paramétricas (t de Student), siempre que se cumplían los supuestos para la aplicación de tales pruebas y no paramétricas (U de Mann-Whitney y prueba de Kruskal-Wallis), cuando no se cumplía alguno de tales supuestos. En lo que respecta a la fiabilidad del IMFA, se estudiaron su consistencia interna y su estabilidad temporal. La consistencia interna fue examinada calculando el índice α de Cronbach (1951), en cada una de las tres dimensiones derivadas del análisis de componentes principales llevado a cabo con el fin de examinar la dimensionalidad del instrumento (tales dimensiones se muestran en la primera columna de la tabla 3). Por último, se estimó la estabilidad temporal del inventario realizando un test-retest en las distintas dimensiones que lo configuran. Cabe señalar que los ítems correspondientes a la subescala de Deseabilidad social no se utilizaron en ninguno de los análisis llevados a cabo con el objetivo de estudiar las características psicométricas del instrumento.
Resultados
Validez del IMFA
Validez factorial
A fin de examinar la dimensionalidad del inventario, se llevó a cabo un análisis de componentes principales con rotación Varimax. Antes de realizar dicho análisis, se calcularon la medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y el test de esfericidad de Bartlett. El índice KMO mostró un valor de 0,60, el cual puede considerarse aceptable, y el test de Bartlett resultó estadísticamente significativo, χ2 (861)= 1915,83, p<0,0001. A su vez, el determinante de la matriz de coeficientes de correlación de Pearson entre los ítems adoptó un valor de 4,249e-12. Todo ello nos llevó a concluir que el análisis de componentes principales resultaba a priori pertinente.
Aunque ateniéndonos al criterio de extracción de factores de Kaiser obtuvimos 10 factores con valores propios iguales o superiores a la unidad, que explicaban conjuntamente el 70,5% de la varianza total, 7 de ellos incluían una cantidad de ítems igual o inferior a 3 y, además, algunos de los ítems saturaban en más de un factor. Por tales razones, se decidió realizar un nuevo análisis de componentes principales extrayendo únicamente 3 factores. Dicha configuración se consideró aceptable debido a que los 3 factores incluían una considerable cantidad de ítems (entre 7 y 18) que, además, saturaban de forma más clara en sus correspondientes factores. Los tres factores explicaban el 40,87% de la varianza total. En la tabla 2 se presentan los pesos factoriales para cada ítem, así como los porcentajes de varianza explicada por cada factor. Considerando 0,30 como punto de corte de los elementos de la matriz factorial, el primer factor quedó configurado por 18 ítems, que explicaban el 16,36% de la varianza total. Los pesos de los valores propios de los factores 2 y 3 explicaban, respectivamente, el 15,15% y el 9,35% de la varianza total, saturando 15 y 7 ítems, respectivamente, en cada uno de ellos.
De acuerdo con el contenido de los ítems, los factores 1, 2 y 3 fueron denominados «Aceptación de la relación del menor con su familia biológica, por parte de la familia acogedora», «Vinculación afectiva del menor con la familia acogedora» y «Relaciones existentes entre la familia biológica y acogedora del menor», respectivamente.
Cabe volver a señalar que, debido al tamaño muestral, los resultados que aquí se ofrecen no constituyen sino una primera evidencia acerca de la validez factorial del IMFA. En consecuencia, resultaría conveniente replicarlos con una muestra de mayor tamaño a fin de examinar si los ítems se siguen adscribiendo a los mismos componentes y, en definitiva, si la solución factorial puede considerarse estable.
Validez de criterio
Las hipótesis formuladas con el objetivo de examinar la validez de criterio del IMFA fueron clasificadas en cuatro grupos. Cada uno de ellos incluía una o más hipótesis asociadas a distintos aspectos que permiten predecir el nivel de integración del menor en la familia con la que convive. Tales aspectos son: la estructura familiar, el vínculo de apego que establece el menor con los acogedores, la edad en la que se inicia el acogimiento y las características de la experiencia de acogimiento.
Diferencias en el nivel de integración en función de la estructura familiar. En este primer grupo, se examinaron las diferencias en el nivel de integración en función de dos variables asociadas a la estructura de la familia de acogida, a saber, el número de hijos propios de dicha familia y el carácter familiar o no familiar del vínculo existente entre la familia acogedora y el menor.
Respecto a la primera variable, se predijo que los menores acogidos en familias sin hijos o con un único hijo propio, alcanzarían un mejor nivel de integración que los acogidos en familias con más de un hijo propio. Esta hipótesis parte del supuesto de que, en el segundo caso, cabe la posibilidad de que los hermanos biológicos establezcan alianzas que excluyan al menor y le impidan integrarse adecuadamente en la familia. Los contrastes t de diferencias de medias entre los niveles de integración de los menores acogidos en familias sin hijos o con un único hijo (n= 48) y los acogidos en familias con más de un hijo (n= 42), llevados a cabo para someter a prueba dicha hipótesis, resultaron estadísticamente significativos en el caso de la primera (t(88)= 2,5, p<0,01; d de Cohen= 0,52) y de la tercera (t(88)= 2, p<0,05; d de Cohen= 0,42) dimensión del IMFA. Tal y como se esperaba, los niños acogidos en familias sin hijos o con un único hijo presentaron mayores puntuaciones en dichas dimensiones (1= 63,47, SD1= 8,23 y 3= 24,09, SD3= 3,41, respectivamente), que los acogidos en familias con más de un hijo (1= 58,14, SD1= 8,39 y 3= 21,97, SD3= 4,84).
En segundo lugar, se examinó el nivel de integración alcanzado por el menor en función de que su custodia le fuera asignada a una familia ajena (sin vínculos familiares con el menor) o extensa (con una vinculación familiar con el menor). Algunos estudios parecen indicar que existe un mayor equilibrio conductual y emocional y mejores habilidades de comunicación en los menores acogidos por familias extensas, que en los acogidos por familias ajenas (Jones, 1999). Partiendo de tales datos, se predijo que los niños acogidos en familias extensas alcanzarían un mejor nivel de integración que los acogidos en familias ajenas. Sin embargo, en contra de lo esperado, la puntuación media obtenida en la segunda dimensión del IMFA por los 52 menores acogidos en familias ajenas ( 2= 53,72, SD2= 5,37) fue significativamente superior (t(88)= 2,28, p<0,05; d de Cohen= 0,49) a la puntuación presentada por los 38 menores acogidos en familias extensas (2= 49,59, SD2 = 8,29). Consideramos que este resultado pudo deberse a que las familias extensas que acogieron a estos menores presentaban un alto grado de desestructuración e importantes conflictos generacionales entre padres e hijos, lo que dificultó que los menores acogidos desarrollaran sentimientos de pertenencia y seguridad afectiva en el seno de tales familias.
Diferencias en el nivel de integración en función del vínculo de apego establecido con los acogedores. En este segundo grupo, se examinaron las diferencias existentes en el nivel de integración en función del vínculo de apego establecido por el menor con los acogedores. De hecho, según se desprende de algunos estudios (Palmer, 1998), el tipo de apego que establecen los menores con los acogedores se halla relacionado con su equilibrio conductual. En el caso de los niños cuyas edades oscilaban entre los 7 y los 11 años, el apego se evaluó mediante las dos versiones (referidas al acogedor y a la acogedora) de la Escala de Apego de López, Cantero y Lázaro (1997). La medición del apego en niños mayores de 11 años se realizó mediante el Cuestionario de Relaciones (CR) (Griffin y Bartholomew, 1994).
Se supuso que aquellos niños que establecieran un apego seguro con los acogedores alcanzarían un mejor nivel de integración que los niños cuyo vínculo de apego fuera inseguro. En el caso de los niños menores de 12 años, se seleccionaron dos grupos en función del percentil en el que se situaban en la variable apego evaluada mediante la escala de López et al. (1997), tanto en la versión de la acogedora como en la del acogedor. En la versión de la acogedora, el grupo de apego seguro estaba constituido por 23 menores con puntuaciones por encima del percentil 60 ( y SD en apego 208,15 y 6,47, respectivamente), y el de apego inseguro por 26 menores con valores por debajo del percentil 40 ( y SD en apego 176,56 y 9,89, respectivamente). Con respecto a la versión del acogedor, el grupo de apego seguro estaba constituido por 24 menores con puntuaciones por encima del percentil 60 ( y SD en apego 207,54 y 7,74, respectivamente), y el de apego inseguro por 21 menores con valores por debajo del percentil 40 ( y SD en apego 180,77 y 9,03, respectivamente). En el caso de la segunda dimensión del IMFA, el contraste t de diferencia de medias entre los niveles de desarrollo de sentimientos de vinculación afectiva con la familia acogedora de los niños pertenecientes a estos dos grupos resultó estadísticamente significativo en la versión referida a la acogedora (t(47)= 4,71, p<0,001; d de Cohen= 1,33). Así, los menores que establecieron un vínculo de apego seguro con la acogedora obtuvieron una puntuación media ( 2= 55,30, SD2= 4,16) muy superior en dicha dimensión, a la de los menores que no lograron establecer ese tipo de vínculo ( 2= 46,83, SD2= 6,74). Cabe señalar que aunque la diferencia entre las puntuaciones medias presentadas en la segunda dimensión del IMFA por los grupos de apego seguro ( 2= 53,30, SD2= 8,05) e inseguro ( 2= 50,46, SD2= 6,44) con respecto al acogedor no resultó estadísticamente significativa, siguió una tendencia similar. Además, partiendo del hecho de que, en la mayoría de las familias, la acogedora adopta mayor responsabilidad que el acogedor en la custodia del menor, los resultados obtenidos pueden considerarse como una evidencia de la validez del inventario.
Por otra parte, en el caso de los niños mayores de 12 años, también se establecieron dos grupos en función del patrón de apego con el que cada uno de los menores mostró un mayor grado de identificación en el Cuestionario de Relaciones (CR). El grupo de apego seguro estaba constituido por 12 menores que se habían identificado en mayor medida con el patrón de apego seguro que con el resto de patrones, y el de apego inseguro, por 21 menores que habían mostrado un mayor grado de identificación con cualquiera de los otros tres patrones de apego, a saber, patrón preocupado, patrón temeroso y patrón rechazante. La comparación entre los promedios de los rangos de las puntuaciones presentadas por estos dos grupos en la segunda dimensión del IMFA, llevada a cabo mediante la U de Mann-Whitney (U de Mann-Whitney= 75, p<0,05; η2= 0,12), puso de manifiesto que los menores que establecieron un vínculo de apego seguro con los acogedores alcanzaron un rango promedio ( 2= 21,25) significativamente superior al de los menores que no establecieron ese tipo de vínculo ( 2= 14,57).
Diferencias en el nivel de integración en función de la edad en la que se inicia el acogimiento. En este tercer grupo, se examinaron las diferencias existentes en el nivel de integración del menor en función de la edad en la que había iniciado el acogimiento. Esta variable parece ser clave, de tal manera que, cuanto más joven es el niño al inicio del acogimiento, mayor probabilidad existe de que se logre una buena integración (Whiting, 1998; Ferrá et al., 2000). En nuestro caso, se supuso que los menores que habían sido acogidos en edades tempranas (antes de los 7 años) alcanzarían un mejor nivel de integración que los menores acogidos en edades más tardías (a partir de los 8 años). Confirmando dicha hipótesis, el contraste t de diferencia de medias entre la puntuación presentada en la tercera dimensión del IMFA por los 42 niños que habían sido acogidos antes de los 7 años de edad ( 3= 24,46, SD3= 3,30) y la obtenida por los 48 niños que habían comenzado su experiencia de acogimiento a partir de los 8 años ( 3= 21,08, SD3= 4,87), puso de manifiesto que la percepción del menor respecto al tipo de relación que mantiene su familia acogedora con sus padres biológicos era significativamente más positiva en el caso de los sujetos pertenecientes al primer grupo que en el caso de los pertenecientes al segundo (t(88)= 2,93, p<0,005; d de Cohen= 0,62).
Diferencias en el nivel de integración en función de las características de la experiencia de acogimiento. En este último grupo, se examinaron las diferencias observadas en el nivel de integración en función de dos variables asociadas a la propia experiencia del acogimiento, a saber, la frecuencia de las visitas que recibía el menor por parte de su familia biológica y la razón que impulsó a la familia acogedora a iniciar el acogimiento.
Respecto a la primera variable, Walsh y Walsh (1990) constataron que la ausencia de contacto entre el menor acogido y su padre, se asociaba con una mayor probabilidad de mantener la situación de acogimiento. De acuerdo con este resultado y sobre la base de la experiencia de las terapeutas que desarrollan el Programa de Apoyo y Seguimiento de los menores de la muestra y de sus familias, se supuso que el incremento en la frecuencia de las visitas llevaría a un peor nivel de integración. De hecho, en la mayoría de los casos, existía un alto grado de conflicto entre la propia familia del menor y la familia de acogida, lo que podría crearle un conflicto de lealtades que dificultaría su integración en esta última familia. A fin de verificar tal predicción, se comparó el nivel de integración de tres grupos de menores sometidos a tres regímenes de visitas distintos, a saber, visitas frecuentes (entre 2 y 8 veces al mes, n= 44), visitas poco frecuentes (entre 1 vez al mes y 1 vez cada dos meses, n= 38) y visitas prácticamente inexistentes (A solicitud de la familia biológica, n= 8). La prueba de Kruskal-Wallis, llevada a cabo para contrastar dicha hipótesis, puso de manifiesto que existían diferencias estadísticamente significativas entre los promedios de los rangos de las puntuaciones presentadas por los menores pertenecientes a los distintos grupos en la primera (X2(2)= 11,66, p<0,05; η2= 0,13) y en la tercera (X2(2)= 8,86, p<0,01; η2= 0,10) dimensión del IMFA. Los análisis post-hoc, realizados mediante la prueba de Tukey-Kramer, permitieron concluir que los menores que recibían pocas visitas por parte de su familia biológica sentían que su familia acogedora aceptaba en mayor medida la relación que ellos mantenían con su familia biológica y percibían que las relaciones existentes entre sus familias acogedora y biológica eran más positivas, que los menores que eran visitados con más frecuencia por sus padres biológicos (p<0,05, en ambas dimensiones). Sin embargo, en contra de lo esperado, los niños que no mantenían prácticamente ningún contacto con su familia biológica mostraron peores puntuaciones en las dos dimensiones citadas, que los niños que recibían pocas visitas (p<0,05, en ambas dimensiones). A nuestro juicio, este hecho pudo deberse a que, quizá, los 8 niños que no veían a sus padres biológicos desarrollaron un mecanismo de defensa específico. En concreto, a fin de mantener su identidad y un mínimo nivel de autoestima, los menores que nunca reciben visitas por parte de sus propios padres, tienden a pensar que éstos no pueden hacerse cargo de ellos, aunque lo deseen. Dicha creencia les lleva a idealizar a sus padres biológicos, dificultando su integración en la familia de acogida. Por otra parte, el bajo nivel de integración alcanzado por estos niños también pudo deberse al abandono que pudieron sentir por parte de su familia biológica. De hecho, los niños que se sienten totalmente abandonados por sus padres, presentan un escaso nivel de autoestima y una baja capacidad para establecer vínculos afectivos intensos con una nueva familia.
Por último, se examinó el nivel de integración alcanzado por los menores dependiendo de la razón que había impulsado a la familia acogedora a iniciar el acogimiento. Entre dichas razones se examinaron las siguientes: adopción, solidaridad, cubrir un vacío emocional, vínculos previos familiares, vínculos previos no familiares, evitar otra medida de protección y sentirse obligados a ello. Se supuso que los niños cuyas familias habían decidido acogerles por razones solidarias y que habían tomado tal decisión con libertad, presentarían un mejor nivel de integración que los niños acogidos en familias cuyas motivaciones (adopción, cubrir un vacío emocional, vínculos previos familiares, por sentirse obligados a ello, etc.) obedecían a obligaciones de tipo moral o pretendían cubrir diversas carencias afectivas. En el mismo sentido, Walsh y Walsh (1990) encontraron que cuando la motivación para el acogimiento era la de cumplir con un compromiso social, como mejorar el mundo o hacer algo de utilidad, la familia de acogida funcionaba mejor como tal. La prueba de Kruskal-Wallis, llevada a cabo para contrastar dicha hipótesis, puso de manifiesto que existían diferencias estadísticamente significativas en los promedios de los rangos de las puntuaciones presentadas por los menores acogidos en familias con distintas motivaciones, en la primera dimensión del IMFA (X2(6)= 7,12, p<0,05; η2= 0,18). No obstante, este resultado corroboró parcialmente nuestra hipótesis. Así, solo se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas entre el nivel de integración de los niños cuyas familias habían decidido acogerles por solidarizarse con su situación (n= 12) y el de los que estaban acogidos en familias en las que la razón principal para el acogimiento era la de mantener vínculos familiares con ellos (n= 14). En concreto, la comparación entre los promedios de los rangos de las puntuaciones obtenidas en la primera dimensión del IMFA por los niños acogidos en tales familias, llevada a cabo mediante la prueba de Tukey-Kramer, puso de manifiesto que cuando la familia de acogida había decidido iniciar el acogimiento por solidarizarse con la situación del niño, éste sentía que dicha familia aceptaba en mayor medida la relación que él mantenía con su familia biológica, que cuando la razón para iniciar el acogimiento había sido la de mantener vínculos familiares con el menor (p<0,05).
Fiabilidad del IMFA
Fiabilidad como consistencia interna
Los índices α de Cronbach para cada dimensión del inventario se muestran en la segunda columna de la tabla 3. Dichos coeficientes α son elevados para las tres dimensiones, oscilando entre 0,76 y 0,85, valores que superan el punto de corte de 0,75 generalmente aceptado para instrumentos pertenecientes al ámbito de las ciencias de la salud (Streiner y Norman, 1989).
Fiabilidad como estabilidad de las medidas
La estabilidad temporal del inventario fue examinada mediante el método test-retest. Para ello, se utilizó una submuestra de la muestra global compuesta por 40 sujetos. Estos menores respondieron al instrumento en dos ocasiones sucesivas, dejando transcurrir un intervalo de mes y medio entre la primera y la segunda aplicación. En la última columna de la tabla 3 se muestran las correlaciones obtenidas entre el test y el retest en cada una de las dimensiones del IMFA. Los coeficientes de las tres dimensiones resultaron estadísticamente significativos, oscilando entre 0,68 y 0,73.
Conclusiones
El objetivo del presente estudio consistía en elaborar y en realizar un análisis preliminar de las características psicométricas de un inventario destinado a medir el nivel de integración que alcanzan, en sus familias de acogida, los menores sometidos a la experiencia de acogimiento familiar como medida de protección infantil.
Los resultados de los análisis llevados a cabo con el fin de estudiar las propiedades psicométricas del IMFA, parecen poner de manifiesto que éste posee un adecuado nivel de consistencia interna y de estabilidad temporal para la medición del constructo de interés.
En lo que respecta a la validez del instrumento, aunque el reducido tamaño muestral no permite garantizar la estabilidad de la solución factorial, el análisis de componentes principales llevado a cabo para examinar su dimensionalidad mostró una estructura de 3 factores integrados por una considerable cantidad de ítems que presentaban saturaciones claras y una gran coherencia teórica. De acuerdo con este análisis, se constató que el IMFA evalúa dos aspectos esenciales para alcanzar un adecuado nivel de integración en la familia con la que se convive, a saber: la percepción, por parte del menor, de que sus sentimientos y la relación que mantiene con su familia biológica son aceptados por la familia acogedora (dimensión 1), así como los sentimientos de pertenencia y seguridad afectiva del menor con respecto a dicha familia (dimensión 2). Además, recoge un tercer aspecto que, en opinión de muchos profesionales de los Servicios Sociales, también parece determinar el nivel de integración del menor: la percepción que éste tiene respecto al tipo de relación que mantiene su familia acogedora con sus progenitores (dimensión 3). La primera y la tercera dimensión hacen referencia a los vínculos que mantiene el menor acogido con su familia biológica. En relación con este aspecto, es importante señalar que para que el acogimiento constituya un recurso de protección adecuado para el menor, no debe obligarle a renunciar a su identidad familiar. El niño ha de percibir que su familia de acogida siente gran respeto hacia su familia natural y el hecho de estar acogido no debe privarle de la presencia física y psicológica de su familia biológica. De esta forma, se evita que el menor desarrolle un conflicto de lealtades que dificultaría en gran medida su integración en la familia acogedora. En cuanto a la segunda dimensión, consideramos que aborda un aspecto crucial para que el menor pueda integrarse adecuadamente en su nueva familia, a saber, el de los vínculos afectivos que establece con ella. De hecho, la mayoría de los menores que se hallan en acogimiento familiar han padecido graves carencias afectivas, de ahí que la percepción de que sus necesidades afectivas están cubiertas constituya un aspecto determinante del nivel de integración.
Por otra parte, los datos parecen constatar que el IMFA posee una adecuada validez de criterio. Así, se confirmó que las puntuaciones obtenidas por los menores en las distintas dimensiones del inventario, mantienen una estrecha relación con variables relevantes asociadas a la estructura de la familia acogedora, a la experiencia del acogimiento y al propio menor.
A partir del conjunto de datos preliminares obtenidos en el presente estudio, cabe concluir que el IMFA cumple con los requisitos metodológicos para medir de forma válida y precisa el nivel de integración que alcanzan los menores acogidos en sus familias acogedoras. Como se ha demostrado en diversos estudios (Berridge y Cleaver, 1987; Rowe et al., 1989; Walsh y Walsh, 1990; Iglehart ,1994; Mcquaid, 1995; Beatty, 1996; Palmer, 1998; Whiting, 1998; Jones, 1999; Ferrá et al., 2000), el nivel de integración se halla estrechamente vinculado a variables relativas a las características del menor acogido, a la familia acogedora y a la familia biológica. Además, el nivel de integración es un fiel indicador del grado de bienestar del niño dentro de su familia de acogida. Por todo ello, consideramos que el IMFA constituye un instrumento de gran utilidad para evaluar el éxito o fracaso del acogimiento familiar como medida de protección infantil.
Para finalizar, nos parece importante señalar que la muestra de niños con la que se ha trabajado en el presente estudio no es representativa de la población de menores que se hallan en régimen de acogimiento familiar en la Comunidad Autónoma del País Vasco. De hecho, la mayoría de ellos pertenecen al territorio histórico de Gipuzkoa y están integrados en familias que siguen un Programa de Apoyo y Seguimiento al Acogimiento Familiar supervisado por la Exma. Diputación Foral de Gipuzkoa. Por ello, si se pretende extender la utilización del inventario a todo el País Vasco, resultaría conveniente realizar estudios complementarios utilizando menores de las provincias de Bizkaia y Alava. Además, la realización de nuevas investigaciones con menores acogidos en familias que no siguen Programas específicos de Apoyo y Seguimiento al Acogimiento Familiar, permitiría ampliar el ámbito de aplicación del IMFA.
Agradecimientos
Este estudio ha sido financiado por el Vicerrectorado de Investigación y Relaciones Internacionales de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (Código del Proyecto: UPV 109.231 - HA 151/98). Las autoras agradecen a las Diputaciones Forales de Gipuzkoa, Bizkaia y Alava y al Ayto. de Vitoria-Gasteiz la inestimable colaboración que han prestado para el desarrollo del mismo.
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